El tema principal de la novela de Joseph Conrad y del largometraje de ficción —inspirado en esta— y debido al realizador Ridley Scott, resulta de la pérdida del honor como resultado de una ofensa que solo existe en la mente del «agraviado», lo que viene a hacer de dicha dignidad algo profundamente propio, y que solo puede ser calibrada con justicia, por quien ha extraviado una sensación de integridad moral.
Por Luis M. Iruela Cuadrado
Publicado el 12.12.2024
En su libro Retratos de memoria y otros ensayos (1956), Bertrand Russell (1872 – 1970) dedica una afectuosa semblanza a Joseph Conrad (1857 – 1924). Lo describe como un hombre honesto y moral, hablando un inglés defectuoso con un fuerte acento extranjero.
Sin embargo, poseía una prosa en la misma lengua capaz alcanzar una poesía narrativa del mayor nivel, como la que muestra al describir la desembocadura del Támesis al comienzo de su historia El corazón de las tinieblas (1899). Tan es así que hoy se le considera uno de los novelistas más importantes de la literatura británica.
Nacido en una ciudad limítrofe entre Polonia y Lituania, Conrad fue marino primero y capitán luego de la marina mercante inglesa para acabar naturalizándose en esta nacionalidad. En 1907 escribió una novela corta titulada Una cuestión de honor.
Una historia militar, cuyo título cambió un año después por El duelo. La acción del relato se sitúa en el periodo comprendido entre las guerras napoleónicas y la Restauración borbónica del rey Luis XVIII de la historia de Francia.
El tema principal es de la pérdida del honor como resultado de una ofensa que solo existe en la mente del ofendido, lo que viene a hacer de dicho honor no un asunto comunal o institucional, sino algo profundamente propio que solo puede calibrar con justicia quien lo ha perdido.
Feraud y D’ Hubert, dos oficiales de igual graduación del ejército de Napoleón, mantienen durante más de quince años un duelo permanente, interrumpido a veces por las circunstancias, desencadenado por una incidencia que no llegó a existir.
De ahí que Feraud, el humillado, sea quien solo conozca la gravedad del daño moral recibido, gravedad que D’ Hubert no puede percibir ni entender.
Ridley Scott (1937), de sobras conocido en el mundo del cine por películas tan significativas como Alien (1979) y Blade Runner (1982), realizó en su primer largometraje, con el título Los duelistas, una impecable adaptación de la novela de Joseph Conrad de la que extrae toda su profundidad y valor estético.
Una cuestión de honor
Apoyado en dos sólidos actores como Harvey Keitel y Keith Carradine, interpretando a los húsares combatientes, Scott atrae la atención del espectador hasta el sorprendente final.
Este sentido radical del honor y la justicia, el orgullo, la rigidez y la suspicacia, así como la persecución implacable hacia el supuesto ofensor y la incapacidad de reconciliarse nunca (Feraud busca siempre razones para alimentar y justificar su odio: «no amaba al emperador», dice), nos hablan de una personalidad paranoide.
Otro aspecto interesante de estos personajes es que representan un enfrentamiento entre clases sociales. Feraud es hijo de un herrero analfabeto, y su única educación la ha obtenido en el ejército, que iguala en su oficialidad a las diferentes procedencias del país. Pobre, sin familia y fiel a Napoleón con el que se identifica.
D’ Hubert pertenece a la aristocracia y por ello asciende al grado de general con la Restauración de los Borbones. Se casa con la sobrina de un ilustre emigré, que se había visto obligado a trabajar de zapatero remendón en el exilio. Posee más educación y mejores maneras. Además, está destinado en el gabinete de un general de Estado Mayor y no en un simple destacamento.
Con todo, D’ Hubert tiene una gran habilidad para adaptarse a los cambios y lo hace con nobleza mientras que Feraud es rígido y continúa adherido al empereur cuando su mundo ha desaparecido con él. Es un «media paga» (demi solde), término que se utilizaba para designar a los soldados que quedaban del ejercito napoleónico a quienes solo se pagaba la mitad de su estipendio.
Feraud ve a D’ Hubert como si fuera un traidor. Alguien que ofende tan gravemente no puede ser otra cosa.
La nobleza de D’ Hubert se muestra en que nunca procura la muerte de su adversario. En primer lugar, intercede ante Fouché (el peligroso jefe de policía) para que se le excluya de la lista de castigados. En segundo, cuando puede matarle cumpliendo las reglas de un duelo, tras haberle vencido, opta por encerrar a Feraud en su propio código de honor, obligándole a reconocer la derrota. Lo que supone para este un terrible castigo.
No hay deseos de venganza en D’ Hubert, sino de protegerse a sí mismo y de finalizar la pesadilla. El último plano de la película nos presenta una imagen de Feraud solo, que recuerda al título de Robert Louis Stevenson, El diablo en la botella.
Otro tema característico de Conrad es el del mal, como puede verse en la citada El corazón de las tinieblas, nombre que es una metáfora de la siniestra entidad metafísica. La historia del duelo también puede interpretarse como la irrupción gratuita y sombría de una amenaza irracional y contumaz en la vida de D’ Hubert.
En este sentido, Conrad presenta las mismas preocupaciones ontológicas que otro gran escritor del siglo XIX, Herman Melville. y anticipa, en buena medida la literatura de Kafka.
Sin embargo, mira a Feraud con una actitud comprensiva y no condenatoria. Y así, con estas palabras, concluye casi su historia: «Al igual que a muchos otros hombres el infortunio le había vuelto malvado».
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Luis Miguel Iruela es poeta y escritor, doctor en medicina y cirugía por la Universidad Complutense de Madrid. Especialista en psiquiatría, jefe emérito del servicio de psiquiatría del Hospital Universitario Puerta de Hierro (Madrid), y profesor asociado (jubilado) de psiquiatría de la Universidad Autónoma de Madrid.
Dentro de sus obras poéticas se encuentran: A flor de agua, Tiempo diamante, Disclinaciones, No-verdad y Diccionario poético de psiquiatría.
En la actualidad ejerce como asesor editorial y de contenidos del Diario Cine y Literatura.
Tráiler:
Imagen destacada: Los duelistas (1977).