[Ensayo] «Los íntimos»: Este libro es un ejemplo de literatura social

Estas memorias de la autora española Marta Sanz —que funcionan en distintas capas discursivas— corresponden ante todo y por encima de cualquier consideración, una carta de amor a la ficción narrativa y al trabajo del escritor, concebida por una artista de las palabras que destila pasión, ironía, dedicación y talento en sus obras.

Por Cristián Uribe Moreno

Publicado el 1.4.2025 

¿Qué se espera de las memorias de un escritor? Pregunta válida cuando se está frente a un libro de este tipo en el que un autor abre su intimidad para ponerse en el centro de la historia.

Una historia que se ha forjado en torno a narrar relatos reales o ficticios de otros y, en algún momento, decide que él mismo (en este caso ella misma) y sus vivencias pueden convertirse en un personaje de su propia obra.

Y, por otra parte, ¿qué espera un lector de las memorias de un escritor?

El ávido lector de este tipo de obras, por lo general, busca historias, anécdotas y cotilleo del mundo en el cual se desenvuelve el autor. Que aparezcan en su relato las relaciones, amigos, conocidos y estrellas del mundo artístico, mientras más mediático mucho mejor.

No obstante, no se deja de atender en la información que traspasa el propio autor de su obra, pormenores que el lector suele agradecer. Cualquier detalle de luz, para comprender sus libros de modo más profundo es bienvenido.

Así, en el libro, Los íntimos. Memorias del pan y las rosas de la autora española Marta Sanz (1967), publicado por la editorial Anagrama, en su colección Narrativas hispánicas, este 2024, se encuentra todo esto y mucho más.

El lugar que ocupa la escritora madrileña en el panorama narrativo ibérico, es un espacio muy destacado. Viene publicando de manera asidua desde el año 1995, cuando apareció El frío.

Sanz fue incluida en el libro Páginas amarillas en el año 1997, donde aparecieron 38 autores españoles menores de 38 años, dando cuenta de la pertenencia a una generación de autores emergentes en España.

También, ha sido distinguida con destacados galardones europeos, incluido el Premio Herralde, el Ojo Crítico y el Premio Cálamo. Fue finalista del Premio Nadal el 2006.

Asimismo, Marta ha incursionado en la narrativa, poesía y ensayos, y ha sido incluida en gran número de textos colectivos que destacan su prosa, como una fiel representante de la literatura española de las últimas décadas. De esta manera, sus memorias son un viaje a lo más notable del panorama literario y cultural de dicho país en los años recientes.

 

Con la excusa del arte

El texto de Marta Sanz no es una crónica en el sentido estricto de la palabra porque más que apegarse a una serie de hechos cronológicos, su voz divaga en las líneas que conforman los párrafos. La narración va y vuelve en los distintos hechos biográficos y sus impresiones de aquel entonces. Y en cada evento que ella rememora, aparecen sus reflexiones sobre el trabajo de escritor.

Una labor que, ante todo, ella quiere relevar en sus memorias:

«Nuestro trabajo es un trabajo del que resulta feo hablar, porque no se considera un trabajo. Pero lo es. Un trabajo. Y yo estoy muy interesada por la literatura que habla del trabajo. Y necesito insistir: este libro es un ejemplo de literatura social».

La misma Sanz dice que ella es, desde su tierna infancia, una «enamorada de las palabras». Y desde ese asumir el destino de escritora, que ha vivido por y para su oficio.

Un oficio un tanto singular que se nutre de la realidad: «Este libro es literatura social. Habla de un trabajo y de cómo el afuera repercute en el adentro».

Con todo, se trata de una ocupación que se: «apodera de pensamientos e historias que no nos pertenecen, adulterándoles, con la excusa del arte».

Por añadidura, la escritura, según Sanz, es una profesión donde lo que importa es tanto lo que se narra como también la forma en que se narra:

«Las peripecias o decir la verdad no me convierte en una escritora mejor o peor. Lo que haría de mí una escritora es saberlo contar. Elegir el lugar exacto desde el que se mira y la persona del verbo que llevaría la voz cantante».

En efecto, la voz en Marta Sanz se siente desde un principio pues entrar en una obra de ella es una puerta a un mundo donde la «palabra» brilla de manera rutilante. Así, la escritora española nunca renuncia a su manera de narrar las historias. Incluso en sus propias memorias, en un estilo que exige de un lector atento, tratado sin condescendencia por la autora.

 

«Escribir me cura»

Un estilo que ha sido definido con: «tal densidad y tal concentración de ideas que hay que leerlo muchas veces para comprobar que lo leído era efectivamente lo que había creído leer porque, además, eso era una salvajada».

De este modo, en los textos de Sanz se percibe una elocuencia, lograda en base a un elaborado y trabajado mensaje literario compuesto de juegos de palabras, repeticiones, metáforas, enumeraciones y un sinfín de figuras literarias.

Un lenguaje usado en toda su extensión y complejidad para explayarse y explicar su entorno, su vida, la realidad y, sobre todo, su experiencia como escritora.

Luego, en varios momentos del libro ella explica lo que entiende por literatura, una suerte de poética de su obra, y su impulso por escribir:

«Escribir me cura. Cuando me pongo a escribir se me diluye la ansiedad».

Por esto se entiende que su libro de memorias sea una especie de «exorcismo» de la actividad del escritor y todo lo que rodea al oficio de escritura. Y de ahí la invocación al padre Karras que está mencionada al inicio del texto.

Ahora bien, no se piense que el libro es un denso compilado de trascendentales pensamientos existencialistas sobre la actividad literaria. La pluma de Marta Sanz se maneja de tal modo, que el lector se sumirá en sus vivencias de forma relajada, disfrutando de un fino sentido del humor, los pormenores de su vida, unida a las actividades que rodean el trabajo literario: ferias de libros, cátedras, lecturas, viajes, premios, recepciones, etcétera.

Y se encantará con los personajes vinculados a su labor como escritora: Irvine Welsh, James Ellroy, Carmen Martin Gaite, Almudena Grandes, Leonardo Padura, Jorge Herralde, por nombrar a los más destacados. Asimismo, son citados una pléyade de autores de su generación tanto españoles como de otras latitudes.

En resumen, Los íntimos. Memorias del pan y las rosas de Marta Sanz es una maravilla de libro, de una soberbia escritora, que por nuestras tierras no se ha leído mucho. Lo que se siente un pecado.

Así, estas memorias que funcionan en distintas capas son ante todo y por encima de todo, una carta de amor a la literatura y al trabajo del escritor. Por una autora que destila pasión, ironía, dedicación y talento en sus obras. Un libro, que, como buena obra literaria, traspasa la sabiduría de la buena ficción narrativa a través de sus páginas:

«Escribir un libro sobre la escritura sin decir que estás escribiendo un libro sobre la escritura es lo sutil e incluso lo modesto: los buenos libros escriben sobre la escritura yéndose por la tangente de la crisis económica o del amor de Dios».

P.D.: Tener a mano una libreta para anotar los libros y escritores nombrados por Marta Sanz, que en su mayoría no se conocen por estos lares.

 

 

 

 

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Cristián Uribe Moreno (Santiago, 1971) estudió en el Instituto Nacional General José Miguel Carrera, y es licenciado en literatura hispánica y magíster en estudios latinoamericanos de la Universidad de Chile.

También es profesor en educación media de lenguaje y comunicación, titulado en la Universidad Andrés Bello.

Aficionado a la literatura y al cine, y poeta ocasional, publicó asimismo el libro Versos y yerros (Ediciones Luna de Sangre, 2016).

 

«Los íntimos (Memoria del pan y las rosas)», de Marta Sanz (Editorial Anagrama, 2024)

 

 

 

Cristián Uribe Moreno

 

 

Imagen destacada: Marta Sanz.