El viejo conflicto entre naturaleza y cultura tiene desde ahora una nueva lectura, gracias al doctor David Barash. Mientras él se resuelve, si es que alguna vez se consigue una respuesta definitiva en torno al asunto, disfrutemos de la lectura de las dos adúlteras más famosas de la literatura universal: de la «Ana Karenina» de León Tolstói y de la heroína de Gustave Flaubert.
Por Luis Eduardo Cortés Riera
Publicado el 30.12.2021
Sibilínico es sin duda el título de este ensayo. Sin embargo toda persona medianamente culta conoce a esta famosa mujer francesa, la antiheroína de ficción inmortalizada por el gran escritor realista Gustave Flaubert en el pacato siglo XIX.
La publicación de esta novela con título de Madame Bovary fue todo un escándalo en 1856, a tal punto que la Iglesia Católica la coloca de inmediato en el Índice de Libros Prohibidos, para hacer compañía allí a Émile Zolá, Honoré de Balzac y Jean Paul Sartre, para solo mencionar escritores galos.
Pero otros genios de la literatura la alabaron hasta el frenesí: Marcel Proust, Milan Kundera y el Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa. El peruano escribe La orgía perpetua de Madame Bovary, un breve y delicioso ensayo que no ceso de revisar.
Esta gigantesca obra literaria hasta creó una palabra de uso psiquiátrico: bovarismo, es decir el síndrome que sufren algunas personas al desprenderse de la realidad por la ilusión que provoca la lectura de obras literarias. Por eso se dice que la bella joven Emma Bovary es el Quijote francés: una huella cervantina en Flaubert.
La novela se llama Madame Bovary y tiene un argumento bastante simple, pero el tratamiento que le da el autor hará de ella uno de los monumentos literarios del siglo XIX: es poema en prosa. Emma Bovary es una bella chica provinciana lectora voraz de novelas románticas tiene enormes expectativas vitales, romances, viajes, aventuras.
Contrae matrimonio llena de expectativas e ilusiones con un médico viudo, Charles Bovary, que resulta ser un simplón y rutinario hombre que no llena sus expectativas. Ella le es infiel con otros hombres, Léon y Rodolphe.
Sufre enormemente por ellos hasta enfermarse de gravedad, se endeuda de manera impagable para conservarlos a su lado, arruinando con ello a su familia. Es abandonada por sus amantes, y en un acto desesperado se suicida con arsénico, dejando a una niña huérfana y a un marido enamorado de su recuerdo sumido en la pobreza.
Esta extraordinaria novela ha sido objeto de muchos estudios, uno de los cuales leí varias veces: La orgía perpetua de Madame Bovary, escrita por el Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa. En 1972 Jean Paul Sartre le dedica a Flaubert un voluminoso ensayo titulado El idiota de la familia. Son ensayos críticos de la literatura hechos por literatos.
Una visión darwiniana de la literatura
Pero de lo que ahora se trata es que la crítica literaria no se hace desde la literatura, sino que se apoya en otras ciencias.
Quien escribe examinó a un autor autodidacta venezolano, Rafael Domingo Silva Uzcátegui, quien desde la psiquiatría del siglo XIX del criminalista Lombroso y el médico judío Max Nordau y su polémico libro Degenerados (1892) ataca de forma desconsiderada e inclemente a los poetas Fin de Siglo: Edgar Allan Poe, Baudelaire, Withman, Mallarmé, Lautrémont, y a los hispanoamericanos y modernistas Rubén Darío y Leopoldo Lugones, a quienes considera unos degenerados, alcohólicos, enfermos mentales que han producido una literatura anormal, psiquiátrica, desequilibrada, afeminada y completamente antiamericana.
Otra crítica literaria, esta vez mixta, es la del psiquiatra venezolano Francisco Herrera Luque, quien desde la ciencia de la genética de los años 1960 y la filosofía fenomenológica de Wilhelm Dilthey y Edmund Husserl, examina la literatura hispanoamericana, para desde allí determinar la enorme carga psicopática y criminal de los conquistadores españoles del siglo XVI que aun en la actualidad observamos en Hispanoamérica.
Nos referimos a su muy polémica y discutible obra Los viajeros de Indias, editada en 1962 y a quien le dediqué un ensayo crítico en 1992.
Gracias a otra ciencia, recién conformada en los años 1930, la etología, del Nobel en Medicina Konrad Lorenz, pude comprender y analizar las actitudes altruistas de los miembros de las cofradías o hermandades religiosas coloniales caroreñas y venezolanas en un largo período temporal de cuatro siglos.
Es la ciencia natural que se pone al servicio de la ciencia de la historia como lo postula Lucien Fevbre, fundador con Marc Bloch de la Escuela de Anales en 1929.
Pero la pseudociencia (Mario Bunge) que ha tenido formidable éxito en la crítica de la literatura ha sido a no dudar el psicoanálisis freudiano. Desde que aparece La interpretación de los sueños a principios del siglo XX hasta las obras de la madurez de Sigmund Freud (1858-1939), la herramienta psicoanalítica no ha tenido pausas en su utilización por los críticos de la literatura de cualquier parte del globo.
¿Quién no ha oído hablar del complejo de Edipo freudiano? Es más, Harold Bloom se atreve afirmar que el médico vienés se apropia de la literatura de Shakespeare para edificar su psicoanálisis.
Ahora le toca el turno a la crítica literaria desde la óptica de otro gigante del pensamiento decimonónico: el naturalista inglés Charles Darwin y su aceptada teoría de la evolución de las especies que se da a conocer para conmoción universal en 1859.
Hizo entonces Darwin una profecía: si se conociera el árbol genealógico de los grupos humanos, se podría extraer de él, el de las lenguas. Y son dos estadounidenses, David Barash y su hija Nanelle Barash, quienes en 2005 editaron la obra que da título al presente ensayo: Los ovarios de Madame Bovary: una visión darwiniana de la literatura.
La crítica bio-literaria ya está con nosotros
David Barash es doctor en zoología y psicología evolutiva, labora en la Universidad de Washington, Seattle, es autor de un libro que llegó tempranamente a Venezuela: La liebre y la tortuga: el conflicto entre biología en los asuntos humanos (1986).
Más recientemente aparecerá: Fuera del Edén: las sorprendentes consecuencias de la poligamia (2016) Biología budista: la sabiduría oriental antigua se encuentra con la ciencia occidental moderna (2013), y conjuntamente con la psiquiatra Judith Lipton escribirá El mito de la monogamia: fidelidad e infidelidad en animales y personas (2001) entre otros polémicos y desconcertantes ensayos.
Estos pasmosos títulos son singularmente sorprendentes y chocan con nuestras tradicionales y enraizadas maneras de pensar y actuar en sociedad, ancladas acá en Hispanoamérica y aun en el tercer milenio, en las ordenanzas del santo Concilio de Trento, cónclave convocado por la Iglesia Católica en el XVI.
De haber existido aun el Index de libros prohibidos de la Iglesia romana, hubiese proscripto y condenado de una buena vez los libros y ensayos del doctor David Barash, a su hija y a sus colaboradores.
Las ideas de los Barash son fáciles de comprender: las infidelidades matrimoniales de la señora Emma Bovary (y de otras señoras), si bien son hechos que la cultura de Occidente abomina y aborrece, sin embargo son conductas filogenéticas primordiales muy antiguas.
La hembra de nuestra especie buscará afanosamente la pareja que le dará mejores resultados en el acto de apareamiento: protección, resguardo, y por ello busca al macho mejor dotado y que esté dotado de mejores genes.
Sus óvulos son un tesoro muy escaso que deben estar en consecuencia a buen resguardo. Esta conducta reprobada por las religiones monoteístas, será, empero, la que garantice el éxito de la especie humana.
El varón de la especie humana tiene, de manera semejante a la hembra, inclinaciones hacia la poligamia poligínica antediluvianas. Produce millones de espermatozoides todos los días y todos los años, por lo que su afán de mejor repartirlos no conoce desaliento.
El ser humano es en consecuencia contrario a la monogamia que pregonan judaísmo y cristianismo. La evidencia indica que no ha evolucionado para mantener únicamente relacionas monógamas.
La ficción literaria está repleta de conductas similares a todos los seres humanos, que son competencia y selección sexual, búsqueda de recursos reproductivos relevantes, para emplear el argot darwiniano.
El recientemente fallecido crítico literario estadounidense Harold Bloom no incluyó etología y psicología evolutiva en su ultrapolémico libro El canon occidental, lo cual me hace pensar que era refractario y antagónico a todo escenario de “darwinismo literario”.
Los ovarios de Madame Bovary es el único libro que tenemos a la disposición los hablantes del castellano, y que maliciosamente fue cambiado su título al del mucho menos atractivo de Zorros, ciencia, erizos y literatura.
El darwinismo, dicen algunos, es un hecho probado por la ciencia empírica que será más útil que las incompresibles jugarretas de palabras de un Derrida, el deconstruccionalismo y el posestructuralismo francés.
La biología ha tomado por asalto a las humanidades, lo que habrá de reconciliar “las dos culturas” de las cuales se refirió en célebre conferencia el profesor estadounidense C.P. Snow en 1959.
Siguiendo esta línea de pensamiento podemos inferir con el científico cognitivo canadiense Steve Pinker, que el lenguaje fue creado como una adaptación muy necesaria para nuestra supervivencia, pero que la literatura no es sino un simple accidente evolutivo que no garantiza la trasmisión de nuestros genes.
Lo cierto es que un nuevo enfoque de la literatura está en ciernes. Descubrimientos muy recientes como los ensayos del neurobiólogo italiano Giacomo Rizzalotti y las “neuronas espejo” son apenas la punta del iceberg que se nos viene encima. La crítica bio-literaria está ya con nosotros y la biología del adulterio de los Barash es una muestra de ello.
El viejo conflicto entre naturaleza y cultura tiene desde ahora nueva lectura. Mientras él se resuelve, si es que alguna vez se resuelve, disfrutemos de la lectura de las dos adúlteras más famosas de la literatura universal: Ana Karenina y Madame Bovary.
***
Luis Eduardo Cortés Riera es un ensayista venezolano (Carora, 1952), doctor en historia y docente del doctorado en cultura latinoamericana y caribeña, Upel, Barquisimeto.
Ha sido ganador de la Bienal Nacional de Literatura con el ensayo Psiquiatría y literatura modernista (2014) y autor de Ocho pecados capitales del historiador, Del colegio La Esperanza al colegio Federal Carora, 1890-1937, Sor Juana y Goethe, del barroco al romanticismo. Iglesia Católica en Carora desde el siglo XVI a 1900, y es también miembro de la Fundación Buría.
Imagen destacada: La actriz Isabelle Huppert en el filme Madama Bovary (1991), de Claude Chabrol.