[Ensayo] «Luz de amor»: La vigencia de los caminos y de la pasión

La magia y el desafío de la literatura es que debe ser capaz no solo de estremecer o de silenciar, sino que por sobre todo, de hacerse parte de la maravillosa y extravagante aventura de cada día, pues como nos los demuestra en este libro el autor chileno Jaime Hales, es en lo cotidiano donde habita la poesía, al amparo de las horas y de sus pliegues.

Por Reynaldo Lacámara

Publicado el 4.4.2025

En el tránsito existencial de Jaime Hales Dib (1948) es fácilmente reconocible su pasión por el ser humano en todas sus dimensiones. Desde ese núcleo se nutre y proyecta la propuesta poética de este creador inquieto y multifacético. Su poesía es ante todo búsqueda y asombro. Eso le permite desarrollar una mirada atenta, profunda y certera en el abordaje de todos aquellos paisajes y emociones que transitan por sus libros.

Así, el ser humano es creador y transeúnte, por naturaleza y destino. Lo podemos comprobar desde la Cueva de Altamira hasta nuestros días. Esto supone la capacidad de modificar o recrear lo dado, de inaugurar espacios diferentes, abordar en las diversas áreas de la vida y en lo fundamental crearse y proyectarse a sí mismo.

La literatura, y la poesía en especial, como tarea fundamentalmente creadora y humanizante, apuntan a elaborar espacios de belleza y de sentido, capaces de incorporar a las personas en una experiencia nueva la existencia.

La poesía es un diálogo privilegiado entre el yo y el mundo, un diálogo que nos permite entender mejor nuestro propio devenir y nuestra relación con los demás. A través de la poesía, nos conectamos con el vértigo de nuestra propia existencia y, además, con el flujo incesante del mundo, las cosas y los seres

En palabras de Pablo Neruda: «La poesía es un camino hacia la verdad, un camino que nos lleva a la profundidad del ser».

 

«El último café que tomaría desnudo junto a ti»

En esta travesía, Hales Dib ha logrado a lo largo de décadas, construir un universo reconocible y habitable para sus lectores. Esa experiencia, o aventura, es la que nos entrega en Luz de amor. Poemas escogidos, poemas rescatados y poemas intervenidos (2025), tal y como el mismo autor define esta suerte de búsqueda, y balance literario, desde su propia adolescencia hasta el presente.

La poesía, en este camino, ha sido también un instrumento de autoconocimiento y liberación, como lo propone Jaime en uno de sus textos iniciales:

«No soy leñador ni superhombre/ pero corro tras las cumbres inmutables en medio de bosques ancestrales/ en busca del destino y de mi nombre».

Sabemos que aquel que se reencuentra consigo mismo accede a un nivel de conciencia existencial que lo ubica como protagonista, también colectivo, de todo un proceso de transformación cultural, social y político. Es decir, que todo verdadero camino de identidad individual, se conecta y valida también en el reconocimiento del «otro» como compañero de jornada.

Este es el fundamento liberador que nos ofrece el «nosotros» como experiencia y praxis refundacional de lo humano. Es el camino del amor, no cabe duda. Jaime lo sabe, por eso se declara un hombre enamorado. Consciente y feliz de serlo.

Con todo, «el amor ha sido la urgencia de toda mi vida», nos advierte Hales Dib desde las primeras páginas de Luz de amor. No cabe duda, lo podremos comprobar en cada uno de estos poemas.

El ser humano que habita estos poemas no es un ser secuencial o estandarizado, sino que, por sobre todo, es un ser histórico, situado en las coordenadas de una existencia que lo acosa, pero no lo derrota. Es aquel, que desde la búsqueda y experiencia del amor, hace posible lo humano. Sin adjetivos, dogmas ni recetas.

Luego, en el horizonte del poeta se recorta la figura de «la amada”, con una intensidad, que al mismo tiempo, es resumen y promesa. En ella todo lo vivido y lo esperado se resuelve en lo cotidiano de un amor refundacional y desafiante.

Así lo muestra el poeta: «Me senté desnudo en la mesa y tú en el suelo./ Desnudo para tomar el café que preparaste con las manos tibias./ Y tú llorando en el suelo porque te suponías débil./ Desnudo todavía miré tus ojos desde el fondo de mi amor,/ tomando un café que temí que fuera el último café que tomaría desnudo junto a ti».

Esta travesía de amor y búsqueda es la que Jaime Hales pone en nuestras manos. Lo hace desde esa pasión inmensa y multiforme que ha sido su vida y su compromiso con la vida. Esa es también la magia y el desafío de la literatura que es capaz no solo de estremecer o silenciar, sino por sobre todo, hacerse parte de la maravillosa y extravagante aventura de cada día. En lo cotidiano, habita la poesía, al amparo de las horas y sus pliegues.

No corren buenos tiempos para disfrutar de la fascinante aventura de vivir ligeros de equipaje. Sin embargo, no hay nada más urgente en estos días. Solo así podremos devolvernos las miradas sin miedo ni prejuicios. Solo así, cada mañana será siempre la primera, la irremplazable, en el fascinante camino de la vida y el amor.

Ese es el legado de todo poeta. Decirnos que es posible no solo respirar, sino también deleitarnos con ese aire y convertirlo en palabra o en mirada siempre nueva y amorosa.

 

 

 

 

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Reynaldo Lacámara (1956) es un poeta chileno-español que forma parte de la generación del 80, columnista y activo promotor cultural.

Hijo de padre argentino y madre catalana, nació en Santiago, pero vivió su infancia en Rosario, Argentina. De regreso a Chile, residió en Curicó y Linares, y luego estudió ingeniería electrónica en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.

Fue presidente de la Sociedad de Escritores de Chile (2006-2012).

 

«Luz de amor», de Jaime Hales Dib (Autoedición, 2025)

 

 

 

Reynaldo Lacámara

 

 

Imagen destacada: Eva Debia, Jaime Hales y Reynaldo Lacámara.