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[Ensayo] «Mercado criminal»: No hay tiempo para pensar

En esta novela de la autora chilena Claudia Readi se enuncia silenciosamente la realidad de una sociedad corrupta, pero el énfasis dramático de su argumento apunta a nuestro lado oscuro, a esa caja negra que somos, a la naturaleza aterradora del ser humano, la cual siempre muestra su enorme potencial de crueldad y de violencia.

Por Julia Guzmán Watine

Publicado el 13.4.2025

La escritora Claudia Readi Silva escribe en registro noir y criminal. No cabe duda. Las novelas Familias que matan, La sangre tira, Mercado criminal y el cuento «Inconciencia» son ejemplos elocuentes.

Así, su última novela nos da la bienvenida con el macabro hallazgo de un cuerpo completamente chamuscado en el estacionamiento de un concurrido restaurant. No hay introducción ni preámbulo. Con las huellas de un sadismo indecible se abre este nuevo universo que tiene más capas que una cebolla.

Desde ese momento hasta el final del relato se sucederán los casos policiales y con ellos las investigaciones, mostrando, con pluma certera, el realismo de esta novela, al presentar la sobrecarga para los investigadores que deben realizar las pesquisas de crímenes, misterios, ilícitos y tragedias que se amontonan en carpetas sobre el escritorio.

Mercado criminal es muy original porque generalmente en el policial negro o el policial, de enigma, el argumento se centra en uno o máximo dos misterios.

En esta novela, en cambio, los detectives investigan acerca de un cadáver calcinado, un homicidio múltiple y una guagua desaparecida, una madre y una hija salvajemente asesinadas y masacradas, un hombre muerto en circunstancias naturales, aunque su hermana pide una investigación mayor y un gran etcétera.

La autora, con esto, probablemente expresa que nuestra sociedad está enferma y que las investigaciones aumentan junto a los crímenes que las inspiran.

En este sentido, otro aspecto que resalto es que la autora no tiene límites. No tiene compasión ni con sus personajes ni con los lectores. Creo que tampoco con ella misma, me la imagino llorando o con crisis nerviosa mientras escribía la novela.

Con esta velocidad donde todo se precipita sin pausas, pasamos de un crimen a otro, de una pena a otra, de una impresión a otra y ese movimiento continuo configura un universo donde los personajes, como Fabiana, Sandra, Marcela, el inspector Sanhueza y muchos más dan manotazos para no hundirse en la desesperación ni en la desesperanza.

 

Los misterios que se esconden y se desbordan

Con el predominio de la acción y de la violencia, no hay tiempo para pensar, no hay tanto intervalo entre una actuación y otra. Y aquí surge otro elemento relevante, que se ve en varios niveles. Me refiero al manejo de las elipsis.

En este relato negro hay critica a través de la omisión de la crítica. La elipsis se manifiesta a través de numerosos hechos sangrientos que son, a veces, más efectivos que una crítica explícita o una reflexión. El mostrar se convierte en la principal interpelación al lector, que sufre y reflexiona a través de la sucesión de los acontecimientos.

Además, como otra omisión intencional o elipsis en el argumento, los personajes presentan secretos, secretos que ponen en duda su cordura o su carácter racional.

Muestran que la mente no tiene límites y que, muchas veces, más que atemorizar lo que se encuentra fuera de los dulces hogares y en las calles anónimas, causa aprensión lo que está dentro nuestro, los misterios que se esconden y se desbordan con situaciones límites en nuestra vida.

Dicho de otro modo, en los relatos policiales negros, generalmente se menciona el lado oscuro de la sociedad y este se refiere a la descomposición de las instituciones, al abuso de poder, a las policías corrompidas, entre otros.

En esta novela, se enuncia silenciosamente esa realidad corrupta, pero el énfasis, creo que apunta a nuestro lado oscuro, a nuestra caja negra, a la naturaleza aterradora del ser humano que muestra su enorme potencial de crueldad.

La violencia de la sociedad, reflejo de este lado oculto, se revela en el transcurso de la novela, con el deambular de los detectives que se tropiezan con los cadáveres y sus malas decisiones.

Por otro lado, y cambiando radicalmente de tema, quisiera mencionar a Ricardo Piglia, quien en un ensayo titulado Lectores imaginarios sostiene que hay una evolución de la presencia de mujeres en la historia del relato policial.

En sus inicios, con Edgar Allan Poe, las mujeres son víctimas. Basta recordar «Los crímenes de la calle Morgue», «El misterio de Marie Rogêt» o «La carta robada». Y Luego pasa a la tipificación de mujeres criminales, desarrolladas en la literatura negra y sobre todo en la obra de Chandler.

Después surgen las mujeres que investigan y que son castigadas por eso: socialmente, sicológicamente, todavía hay un costo al asumir la búsqueda de las verdades ocultas.

En Mercado criminal, en los múltiples crímenes que pueblan estas páginas, vemos mujeres como protagonistas de la acción en las dos caras de la moneda, pues en esta novela, el sexo no impone roles ni responsabilidades. La crueldad es transversal, el salvajismo, el sufrimiento les pertenece a todos y todas, y no hay distinción que valga.

 

El enigma del ser humano

Quisiera terminar este escrito, enunciando una gran disociación que se expresa tanto en Mercado criminal como en nuestra realidad. Me refiero específicamente al divorcio abismante que hay entre la ciencia, la tecnología, el conocimiento y el comportamiento humano con el gran misterio que lo constituye.

En otras palabras, a pesar de que la ciencia y la tecnología dan muestras de grandes avances, la vida se seguirá mostrando incompleta; como también, el crimen, la violencia y el daño hacia el otro no disminuirá.

Por más estudios, especialización en perfiles y comportamientos humanos, expertas, eminencias y por cuanto haya en la psicología, la psiquiatría o en las artes investigativas, la violencia seguirá imponiéndose y el misterio del ser humano y de uno mismo seguirá siendo un privilegiado.

En otras palabras, la tecnología y la ciencia sólo nos guiará en nuevas alternativas para delinquir y matar.

De modo que, sin que Mercado criminal sea una novela sombría y triste, mientras más se sepa, mayor será el distanciamiento entre la realidad y el saber, entre la sociedad y lo que se espera de ella.

Es así como nuevamente se instala la novela negra como fracaso, como una suerte de derrota que subraya la lejanía entre las voluntades, saberes y genialidades de los personajes con sus existencias miopes, frustradas y desencantadas.

Por último y por esta misma disociación, solo me resta desearle larga vida a Fabiana Sandoval (el personaje central de esta historia), y que hayan más novelas con su nombre, su impronta y su búsqueda de algún saber que explique tanto desvarío en el mercado criminal de su realidad y de la nuestra.

 

 

 

 

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Julia Guzmán Watine (Viña del Mar, 1975) estudió letras y pedagogía en castellano en la Pontificia Universidad Católica de Chile. También es magíster en literatura latinoamericana y chilena de la Universidad de Santiago de Chile y actualmente se desempeña como profesora de lenguaje y comunicación.

Como autora ha publicado los libros Juego de villanos (Vicio Impune, 2018) La conjura de los neuróticos obsesivos (Espora Ediciones/Rhinoceros, 2021) y De un infierno a otro (Lom Ediciones, 2024).

 

«Mercado criminal», de Claudia Readi Silva (Editorial Forja, 2025)

 

 

 

Julia Guzmán Watine

 

 

Imagen destacada: Claudia Readi Silva.

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