En este volumen inclasificable, el yo nihilista e iconoclasta del autor chileno Carlos Copanegro desborda rabia, humor y rebeldía de un modo anecdótico en una especie de regresión a la adolescencia donde distintos episodios aparecen expuestos con la nostalgia y el sentimentalismo de quien ha perdido algo muy importante y para siempre.
Por Pablo Rojas Escobar
Publicado el 14.2.2023
Métete este libro por la raja (RIL, 2022) es una serie de antipoemas en prosa, en parte narrativos y en parte aforísticos, articulados en torno a un yo complejo que interpretaré (en un acto de apropiación indebida de conceptos psicoanalíticos) imbuido en una fijación anal.
Esto explica grosso modo varios aspectos que parecieran ser inconexos pero que a la luz de la hipótesis planteada cobran una profunda unidad: la actitud rebelde del poeta, su desafío impertinente a todo canon, a toda ley, su malestar en la cultura, su malestar contra la profesión docente y el profundo amor y adoración a la figura de su madre.
Profundizaré sobre esta hipótesis después de referirme primeramente a aspectos más superficiales y estructurales de la obra.
La obra se presenta como una pequeña confesión intimista. Copanegro, pseudónimo de Carlos Reyes Velásquez, trabaja con la intimidad total de la cotidianidad, desde una mirada fragmentada y poética. La forma híbrida de sus textos obedece a lo que el mismo llama «lo irregular de la vida cotidiana».
Esta irregularidad, en palabras de Copanegro: «exige mutaciones. Como de la poesía a la narrativa o de la poesía al ensayo» (p. 69). En este sentido, la entrada de la cotidianidad en la literatura reclama la intromisión de los detalles más rechazados de ésta (o lo que el cliché del sentido común podría imaginar de la conciencia estética cultivada).
Tal vez por lo mismo, Métete este libro por la raja «parece» una obra literaria trabajada sociológicamente. Se ha planteado orgánicamente como una obra más allá de los prejuicios estéticos y literarios. Ha puesto la estética literaria (o lo que se supone que esta es) entre paréntesis.
Por supuesto que este acto de insubordinación (a lo que podría señalarse como el canon literario) podría interpretarse como un acto de rebeldía e irreverencia. Así lo señala Cristián Brito en un artículo que apunta directo al lector: «el lenguaje utilizado podría espantar a más de un lector crítico de la academia» (Brito, 2022).
Sin embargo, a estas alturas de la historia este intento de ruptura estética con la tradición ya es toda una tradición que difícilmente podría espantar a un crítico académico.
Como señala Ramiro Villarroel, en los irreverentes relatos de Carlos Copanegro: «podemos trazar los antecedentes literarios en poetas malditos como Rimbaud, Mallarmé o Verlaine, o en autores chilenos como Pablo de Rokha, Claudio Bertoni o escritores norteamericanos como Charles Bukowski» (Villarroel, 2022).
De modo que Métete este libro por la raja es una actualización de lo que ya en su momento Octavio Paz denominó «la tradición de la ruptura», para señalar aquel movimiento literario contracultural que se desplegó desde el romanticismo hasta las vanguardias literarias en Europa.
Una tradición contracultural
Copanegro se presenta entonces como un nihilista y un iconoclasta que rechaza todo intento de sistematización metafísica del mundo, todo tipo de jerarquización de los elementos de un mundo caótico. Rechaza así también todo llamado al orden. Rechaza: «la policía roja, la policía verde, la policía libertaria, la policía musical, y por supuesto a la policía literaria».
Y como bien Copanegro pertenece a una tradición contracultural, su obra está plagada de referencias al propio campo cultural, igualando y relacionando una serie de producciones artísticas que componen su panteón. Se igualan los nombres de distintos artistas con distintas procedencias epocales, geográficas y culturales como si fueran meras nominaciones o etiquetas vaciadas de contenido. Como él mismo señala: «Homero Simpson es Umberto Eco, Bad Bunny es Roberto Bolaño» (p. 30).
Si en el mundo no existen jerarquías válidas, tampoco habrá de haberlas al interior de la obra. Es otra forma de poner los prejuicios literarios entre paréntesis. Sobre toda esta dispersión de referencias planea el yo de Copanegro, quien se pasea por su mundo como un rebelde sentimental.
Es rebelde ante el canon social del prejuicio de lectores chilenos (no de la crítica literaria como se ha intentado señalar anteriormente) y es rebelde ante toda la jerarquización de productos sociales: el arte, los intelectuales, los profesores y los doctores en sociología.
Y al mismo tiempo se muestra sentimental, incluso tierno, edípico, al referirse a su madre y a su muerte a causa del cáncer. Establece con su madre un contrato de ternura que trasciende la vida a partir de la escritura con «proxémica lejana y quinésica exagerada», mostrando que en última instancia el espacio de significación de Métete este libro por la raja es no verbal: la trascendencia del diálogo más allá de la vida, el amor constante más allá de la muerte, o tal vez antes del lenguaje.
La estética de Copanegro me recuerda por varias razones a «El perro y el frasco» de Baudelaire, donde un perro ladra al poeta luego que este le ha dado a olfatear un frasco de delicioso perfume. El poema concluye señalando: «¡Ah miserable perro! Si te hubiera ofrecido un paquete de excrementos los habrías olfateado con deleite, y quizás devorado. En eso, indigno compañero de mi triste vida, te pareces al público a quien nunca se ha de ofrecer perfumes delicados que le exasperen, sino basuras cuidadosamente escogidas».
Copanegro, en su obra, se complace en entregar al «fukin lector» los selectos excrementos de su cotidianidad como si fueran estos mismos un tesoro. Por eso quisiera interpretar la unidad de todo el poemario bajo la idea usurpada del psicoanálisis y en su momento surgió como una pregunta de lectura: una fijación anal de Copanegro.
Porque si hay algo que abunda en la obra de Copanegro y tiene destacada principalidad es la caca.
Querer jugar con lo indeseable
Me serviré de un ensayo de Richard Sterba, Caracteres de la sexualidad infantil: su desarrollo, para profundizar un poco más en esta hipótesis que no debe ser entendida de ninguna manera como un diagnóstico clínico del autor Carlos Reyes Velásquez si no como una interpretación literaria de la estética, del arte poética excrementicia, de Carlos Copanegro.
En la teoría psicoanalítica elaborada por Freud, la líbido sexual se desarrolla pasando por varias etapas en la infancia y la adolescencia antes de llegar a la adultez. Muchos adultos, sin embargo, experimentan regresiones a fases previas a la sexualidad adulta en la medida en que hayan o no resuelto las complicaciones propias de cada una de estas fases.
Dentro de las fases propias de la infancia se encuentran las fases oral, anal y genital, siendo la regresión anal bastante frecuente en personalidades sado masoquistas: «en la fase anal encontramos con el deseo de pegar, también el de ser pegado» (Sterba, 1945).
Esto explica, parcialmente que Copanegro se presente en sus anécdotas constantemente en peleas con resultados humillantes tanto desde un punto de vista físico y sexual.
Un ejemplo de esto es el primer poema «Bertoni culeando sobre la tumba de Huidobro» donde Copanegro y su compañera son asaltados al visitar la tumba de Huidobro, amenazados con ser violados, y luego al comentar esta anécdota con posterioridad al poeta Claudio Bertoni, vuelven al mismo lugar para ahora sí sufrir la vejación. Este tipo de conductas sadomasoquistas abundan en todo el libro.
El tratamiento que Copanegro da a la muerte de su madre podría también interpretarse como un elemento central de la regresión a la fase anal. El recuerdo de los momentos vividos junto a su madre desencadena la regresión. Según Sterba: «hay adultos que vuelven a experimentar sensaciones placenteras frente a sus materias fecales: los psicóticos, quienes han sufrido una pérdida catastrófica» (1945).
La pérdida de la madre, sin embargo, no se presenta de modo catastrófico alguno. Por el contrario, los fragmentos alusivos a la madre están llenos de ternura, calma y comprensión de la muerte. Se podría pensar que Copanegro es lo suficientemente maduro emocionalmente para aceptar la muerte de su madre, pero no suficientemente maduro para aceptar la arbitrariedad jerárquica del mundo que le circunda.
De modo que Métete este libro por la raja es una gran regresión a los momentos constitutivos de Copanegro en su adolescencia y juventud en que se ha enfrentado a la autoridad acompañado de una madre comprensiva y amorosa que le observa crecer y hacerse hombre.
Y la madre aquí es un elemento simbólico central, tanto como los preciados tesoros fecales, puesto que ella es el eje del amor y la primera educación. «La educación exige limpieza, es decir, restricción del interés por los excrementos y puntualidad en la función intestinal», señala Sterba (1945).
Por eso la primera educación moral, la educación de la madre, consiste en enseñar al niño a controlar sus impulsos excretorios satanizando al excremento. Por extensión, no es extraño escuchar, a lo menos en Chile, a todo un contexto familiar señalar al niño cuando toca algo sucio: «eso no se toca: es caca», aunque no lo sea.
Pero la regresión anal consiste precisamente en un retroceso educacional que en la literatura de Copanegro se traduce en el desprecio de todo tipo de educación. De este modo, la figura de autoridad está representada en el profesor.
Los educadores son represores. Pero ¿de qué? La educación aleja al sujeto de la bestialidad de jugar y deleitarse con sus propios excrementos.
De esta forma, la relación de Copanegro con los profesores puede rastrearse en distintos pasajes, el director de la escuela que (tras romper junto a sus compañeros de clase los instrumentos musicales) le apunta con un revolver en la cabeza antes de caer a un precipicio, la fanfarronería del profesor de doctorado que se jacta de sus investigaciones ante sus estudiantes, y su repudio explícito a los profesores de historia y castellano.
Toda la educación está orientada a reprimir los instintos de querer jugar con lo indeseable, con la caca.
La estética de lo macabro
Pero para el sujeto que experimenta la regresión anal: «los objetos queridos del mundo exterior son identificados con los excrementos» (Sterba, 1945) porque los excrementos mismos son lo más preciado. Y esto se debe en parte al placer que siente el niño en la fase anal de controlar, retener y expulsar el producto de su propia digestión.
En este sentido, las fecas de Copanegro son una demostración de amor en la medida en que son expulsiones de objetos psíquicos preciados.
Se observa aquí que para el sujeto inmerso en la regresión anal las valoraciones en torno al propio excremento han sido subvertidas, todo el sistema cultural ha sido negado. Sólo la complicidad edípica con la madre puede redimirle. Porque la madre, siempre atenta a las funciones digestivas del niño, considera para él (y sólo para él) el valor preciado de esas fecas aún incultas.
Esta relación entre la educación, la cultura y la función excrementicia la retrata Copanegro muy bien en «Un culo bien educado». En el texto se hace referencia a la disciplina de un chofer de buses que toma todos los días su desayuno en La Isla y: «entrena muy bien su ojete para que en un wáter asqueroso de Bochorno cague rapidito, rapidito».
Así, esta es la madre de todas la educaciones, sobre la que se cimenta toda la posterior educación: la educación del culo.
Por último, hay otro elemento de Métete este libro por la raja que permite ser interpretado desde esta perspectiva, y es la relación de Copanegro con la pintura. Según Sterba: «entre las desviaciones del instinto anal hacia fines consentidos por la cultura, encontramos las artes plásticas y la pintura que son las transformaciones más ostensibles del placer infantil de jugar con excrementos» (1945).
En la obra de Copanegro hay dos pintores que cumplen la función de organizar la estética de lo apolíneo y lo macabro, Velásquez y Goya.
Y esto no tan solo nos permite dar otro paso en la interpretación de que Copanegro desarrolla una estética imbuida en una fijación anal, si no que le permite al mismo Copanegro salvar a su madre de ser salpicada con todo este baño de preciados excrementos (porque Carlos Reyes Velásquez está consciente de lo indeseable de los excrementos).
Porque Velásquez es lo apolíneo, y al mismo tiempo su madre es Velásquez: «pero nosotros no somos el pintor flamenco y tampoco tenemos una escultura a la entrada del museo del Prado como Velásquez» (p. 81), nos señala Copanegro.
Así se desmarca el mismo Carlos Copanegro de Velásquez y se hermana a Goya en varios momentos. El pasaje que más disfruto de estas comparaciones pictóricas es «Esperpento goyano»: «Yo soy super feo y ella es super piti. Pero la cosa es fácil: cuando nos curamos ella se saca los lentes y me encuentra parecido a Johnny Deep ¡Y nos pasamos tremendas películas!».
Más adelante, en «Vinagre» podemos leer: «Y me metí a la ducha a las 7 AM y al secarme recién me vi al espejo. Y uff. Horripilante escena. Ni Goya me habría pintado tan feo» (p. 79.) De este modo Goya enlaza la estética de lo macabro, lo indeseable y lo excrementicio; mientras que Velásquez, desde la distancia del otro mundo, queda a salvo de salpicarse del reino de esta arte excrementicia.
Métete este libro por la raja es una muestra de intimidad total de la cotidianeidad. El yo nihilista e iconoclasta de Copanegro desborda rabia, humor y rebeldía de un modo anecdótico en una especie de regresión a la adolescencia donde distintos episodios aparecen expuestos con la nostalgia y el sentimentalismo de quien ha perdido algo importante para siempre.
He querido plantear la hipótesis que esta regresión es aún mayor, es una regresión a los primeros años de la infancia producto de una fijación anal. Producto de esta fijación provienen, la rebeldía, la relación edípica con la madre, la relación sadomasoquista con el mundo, y su amor indiscutible a la pintura.
***
Pablo Rojas Escobar (1981) es un profesional de la comunicación, escritor, docente, investigador y experto en lingüística, creación literaria y análisis del discurso.
En 2007 publica El bosque está en mis ojos y yo estoy en el bosque (narrativa) en la ciudad de Buenos Aires, en 2020 lanza Caminantes en la nieve (narrativa) y en 2021 Arbor (poesía), ambos textos en la ciudad de Temuco. Actualmente se radica en Carolina del Norte, Estados Unidos.
Imagen destacada: Carlos Copanegro.