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[Ensayo] «Métete este libro por la raja»: Los irreverentes relatos de Carlos Copanegro

Este es un volumen de historias breves que viene a entregarnos una mirada de la actualidad posiblemente vivida en cualquier parte de la patria en que nos tocó nacer, y el cual aborda críticamente temas como la educación, el frenesí del alcohol, el mundo profesional, el circuito del arte, la música y los referentes literarios en su mismo corpus de obra, amén de la transposición de géneros que conviven entre sí, en la más completa naturalidad e indiferencia.

Por Ramiro Villarroel Cifuentes

Publicado el 21.9.2022

Desde la estética de la portada en negro, blanco y rojo; pasando por su título: Métete este libro por la raja; hasta su sello, que marca a cada ejemplar con un determinante «Censurado», se configuran elementos que permitirían remitirnos a la ropa (la portada), el nombre (el título) y los antecedentes (censurado) de una persona, en este caso de quien toma la voz narrativa desde el primer momento: nombre, autor y protagonista: todos el mismo Carlos en distintas dimensiones, una especie de juego de espejos del yo que va desde la identidad propia, hasta la nominación de una otredad literaria, como quien estuviera necesitado de varios compartimientos para expresarse y ser. Pero al mismo tiempo es uno.

Este libro nos expone a la diversidad de seres que anidan en el interior de este autor y que operan dependiendo la circunstancia, migrando sin complejos desde posturas disruptivas, claramente anarquistas o punketas, pasando por una especie de manifiesto víctima del consumo hiperurbano, hasta elocuentes emanaciones emocionales de alta sensibilidad, especialmente con sus seres amados, ambas tres cuestiones que a su vez no son contradictorias entre sí —que sí complementarias—, entregándonos en este libro un testimonio del sentimiento íntimo del ser en clave hardcore.

Todos los elementos recién mencionados nos arrojan datos pertenecientes a una actitud insubordinada, debido a lo irreverente de la voz narrativa, que podemos leer como tradicional desde Baudelaire en adelante, cuando dedica sus Flores del mal a ese «hipócrita lector»: «Tú conoces, lector, este monstruo delicado, —Hipócrita lector, —mi semejante, —¡mi hermano!». La diferencia en la escritura de Copanegro es que va más allá que Baudelaire, remitiéndose a quien tiene el libro entre sus manos como «fakin lector» (p. 13).

Es así que podemos trazar los antecedentes o referentes literarios de Copanegro tanto en el autor recién citado, como también en otros poetas malditos como Rimbaud, Mallarmé o Verlaine, pero también los podemos encontrar en autores surrealistas escatológicos o en autores chilenos de este y el siglo pasado, como Pablo de Rokha, Claudio Bertoni o escritores norteamericanos como Charles Bukowski, Raymond Carver, John Cheever e inclusive en Edgar Allan Poe.

Factor no menor también es el epígrafe de Guy Debord, filósofo que prefiere el denominador de estratega para referirse a su función laboral, de quien anota que: «donde haya fuego nosotros llevaremos la gasolina», lo que inevitablemente nos habla de una exacerbación en la acción de escribir, a lo cual perfectamente podríamos agregarle las palabras de Enrique Lihn: «Porque escribí fui un odio vergonzante,/ pero el mar forma parte de mi escritura misma:/ línea de la rompiente en que un verso se espuma/ yo puedo reiterar la poesía»; otra forma de echarle bencina al fuego.

Métete este libro por la raja —y no cualquier libro, sino que justamente éste libro, escrito por Carlos Andrés Reyes Velásquez, periodista y cientista político, que opera en la ficción con el seudónimo de Carlos Copanegro—, nos habla de un orden y sucesión de acontecimientos que tienen que ver con el libro mismo como categoría genérica, abstracta por un lado y como ejemplar, objeto material, por otro: estamos frente a una anti o contrapropaganda, transformándose de esta manera en una operación anticonsumo de origen, una especie de invitación a desinteresarse de estos papeles por anticipado, que de igual manera merecen ser leídos, considerados, aunque pertenezcan a, más que un género, a una posición literaria que podemos denominar «Decadente» y es en esa clave en la cual podemos leer este libro: la decadencia como método de contar historias y que pertenece a una categoría estética lindante a lo grotesco, forma del arte que inicia su periplo en la pintura de Hierónimus Bosh, la que muestra todos los vicios de su época, cosa que tiempo después intensifica Francisco de Goya en sus pinturas negras y grabados llamados «Disparates», si se nos permite la correlación pictórica.

 

Una carcajada en el panorama literario local

Desde su primer relato, «Bertoni culeando sobre la tumba de Huidobro», el autor nos somete a su designio: «Quisimos hacer la ruta de los poetas pero no alcanzamos» (p. 11), remitiéndonos de principio a un fracaso donde le echa mano a la insolencia, a la referencia grosera de la cópula: «Y el fantasma de Huidobro se aparecía y le endurecía el pico a los violadores. Y se calentaba y también se culiaba a Bertoni. Y Bertoni lo disfrutaba y se sacaba una selfie» (p. 12). Y si la insolencia es uno de sus recursos narrativos, lo hace a la manera de Parra, como en uno de sus famosos Artefactos: «—Aló, ¿con la casa de la cultura? —Si conchetumadre».

Sin embargo, varios son los temas que Copanegro aborda en sus relatos, como por ejemplo el de la educación: «Ahora la represión es más dulce y l@s dictador@s usaban poleras de Rage Against de Machine mientras hablaban de Marx, de Nietzsche y Foucault. Muy etilos@s pero igual de garrapatas, como tod@ profesor/a» (p. 13); ó: «Mis coleguit@s y yo usufructuamos de l@s autor@s que critican al Estado y el capital que estas personas combaten (…) Pero recuerdo a Antonin Artaud y su poema ‘Me cago en el espíritu’, aunque yo añadiría lo siguiente: ¡Me cago en los científicos sociales!» (p. 17).

En este mismo tema de la educación, más adelante el autor nos regala los siguientes pasajes: «El director del liceo me apuntó a la cabeza mientras mis amigos le gritaban ‘muérete viejo culiao’. Estábamos en 1° medio y la grapa con zuko nos superó. Era un viernes por la noche y nos metimos al pabellón de música luego de destruir la contigua sala de arte que detestábamos por el psicópata y nazi profesor que la administraba» (p. 28), o este: «y así me presenté ante la comisión. Tal cual, y expliqué la situación y los integrantes comprendieron, pero rehuían la mirada. Es que claro. Primero los asusté con sonidos guturales mientras movía torpemente el cuerpo en estilo zombi ¡Qué risa! Lo pasé muy bien y me fue la raja» (p. 79).

Y así, junto con relatos concernientes a la educación, como acabamos de ver, también el autor toca otros temas como el mundo del arte: «mi primer tatuaje me lo hizo un amigo de 14 cuando yo tenía dieciséis (…) el asunto es que el tatuaje quedó horrible. Se me infectó y casi me gangreno (…) pero mi amigo hoy es un destacado artista plástico que vive en Nueva York (…) el asunto es que grabamos en Praga, nos curamos y mi amigo me volvió a tatuar y adivinen qué. Si. Se me infectó nuevamente y no me salvó ni el metapío ni el piretanil. Otsea. El arte es un germen que odia a buena salud humana» (p. 74); la pandemia: «La pandemia trajo y se llevó muchas cosas consigo. Y si. Pues el ‘bicho’ reculiao no solo trajo muerte, angustia, violencia intrafamiliar, control político y fascinación por la TV» (p.24); o los animales: «no hay peor bicharraco que el periodista que se cree escritor, poeta polítólogo o artista (…) eso me lo dijo fakin, mi compañera perro, con su cara de: ‘ya poh, esclavista culiao, sácame a dar una vuelta'» (p. 45), haciendo alusión al acertijo de Kafka cuando dice que: «todas las respuestas están en el perro».

Pero también hay un relato que justifica que existan poemas en este libro, que a primera vista parecieran ser polizontes en un libro de relatos, pero el autor determina o justifica que: «pues lo irregular de la vida cotidiana exige mutaciones. Como de la poesía a la narrativa o de la poesía al ensayo, a la música o a la borrachera en un bar. Mutaciones. Como multitud crítica que habla de la micro» (p. 69).

Libro de relatos que viene a entregarnos una mirada de la actualidad posiblemente vivida en cualquier parte de la patria en que nos tocó nacer, es este Métete este libro por la raja, auténtica carcajada en el gris panorama de las letras narrativas surgidas en el sur de Chile, que aborda críticamente temas como la educación, el frenesí del alcohol, el mundo profesional, el mundo del arte, la música y los referentes literarios en su mismo corpus de obra, amén de la transposición de géneros que conviven entre sí, en la más completa naturalidad e indiferencia.

Libro de ágil lectura que dará más de un motivo de alegría a su autor y a sus fakin lectores. Eso seguro.

 

 

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Ramiro Villarroel Cifuentes (Temuco, 1974). Escritor, poeta, ensayista y crítico literario, también se desempeña en la producción ejecutiva de actividades culturales en distintos formatos y géneros principalmente en Temuco y la Araucanía.

 

«Métete este libro por la raja», de Carlos Copanegro (RIL editores, 2022)

 

 

 

Ramiro Villarroel Cifuentes

 

 

Imagen destacada: Carlos Copanegro.

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