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[Ensayo] «Nomadland»: Soledades al volante

El filme de la realizadora china radicada en Estados Unidos, Chloé Zhao, y protagonizado por la galardonada actriz Frances McDormand, ha sido considerado como una de las mejores obras audiovisuales del año 2020 y una seria candidata para disputar los próximos premios Oscar (desde ya, la cinta fue nominada a cuatro Globos de Oro).

Por Jordi Mat Amorós i Navarro

Publicado el 5.2.2021

«Te veré en el camino».
Citado en la película

Dos grandes mujeres del séptimo arte y una excepcional periodista unidas en esta película que en estilo cercano al documental pone luz a las sombras de un poderoso país —EE.UU.— con pies de barro. Frances McDormand —quien encarna con maestría a Fern, la protagonista de esta historia— se hizo con los derechos del ensayo periodístico País Nomada. Supervivientes del siglo XXI de Jessica Bruder en torno a los workcampers, una comunidad de personas desahuciadas por el sistema que optan por vivir en sus auto-caravanas viajando por todo el país para trabajar como temporeros.

Y McDormand confió —sin duda con buen criterio— en la directora de The Rider para realizarlo.

El resultado es una excelente película —una de las mejores del 2020— que ha merecido el elogio de crítica y público, y ha sido premiada en numerosos certámenes como el Festival de Venecia (León de Oro) o el Festival de Toronto (Premio del Público).

Nomadland mezcla realidad y ficción, en el reparto figuran actores profesionales que encarnan personajes —como la propia McDormand o el veterano David Strathairn— con personas que se interpretan a sí mismas, que son auténticos workcampers. Esa participación de gente común que habla desde su realidad es una de las mejores bazas de la película.

Destacar la fotografía de Josua James Richards, se nos ofrecen excelentes imágenes de esos paisajes inmensos con especial atención a las salidas y puestas de sol. Todo con bella sencillez y gran sensibilidad. Sensibilidad así mismo en las serenas melodías al piano del maestro Ludovico Einaudi que subliman ese arte visual.

Todo ello junto al ritmo reposado que impregna la película, hace que esta transmita gran armonía: es una conmovedora oda a la naturaleza.

Una oda a la naturaleza, que es a la vez una reivindicación serena del necesario respeto al medio al que pertenecemos. Y así mismo un cuestionamiento lúcido al sistema económico que rige en nuestra sociedad, un sistema depredador que amenaza al medio natural y a la humanidad.

La acción se desarrolla poco después de la crisis financiera del 2008 por la que muchas personas lo perdieron todo o casi todo.

Fern es una de ellas, tras la muerte de su esposo fue testigo de cómo “moría” la empresa en la que trabajó siempre y con ella la colonia en la que residían tantas familias que dependían de ella.

 

Una «road movie» del siglo XXI

Nuestra protagonista, una mujer autosuficiente de carácter independiente —renuncia a vivir con su hermana a pesar del amor que las une— optó por buscarse la vida en una vieja auto-caravana. Se convirtió en workcamper, una más que añadir a una comunidad que aumenta día a día en un país que aun siendo la primera potencia económica crece en miseria.

Un fenómeno —los workcamper— que evidencia la profunda crisis sistémica en la que nos encontramos todos —no solo EE. UU.— desde entonces. Presenciamos el hundimiento de un modelo social depredador y esperamos —los que aún creemos en la humanidad— uno nuevo y mejor.

Lo expresa uno de esos nómadas modernos quien evoca al RMS Titanic como imagen del hundimiento de un buque —un sistema— por su propia prepotencia e inconsciencia. Y responsabiliza también a los marineros —que somos todos— quienes:

“Aceptamos la tiranía del dólar, la tiranía del mercado. Con mucho gusto tiramos el yugo de la tiranía del dólar y lo vivimos toda la vida”.

Ante esa realidad el hombre apuesta por concienciar a quienes como él ya se han caído del coloso yaciente, y alentarlos a reconectarse con el medio natural al que ahora tienen más presente como workcampers y así sentirse unidos como verdadera comunidad, como tribu.

Una tribu de cowboys —así se consideran, así los vemos bailar— que tienen la oportunidad de restaurar la imagen de un grupo étnico —el blanco, el estadounidense de tierra adentro— a menudo emparentado con ideas racistas.

El “hombre blanco” —ese es el color de piel de esas gentes retratadas en la película— que arrebató sus tierras a los indígenas imponiendo su cosmovisión engreída y desconectada del medio. El hombre blanco que esclavizó a los de otras razas —en especial la negra—. Ese hombre blanco que algunos añoran construyendo muros y portando rifles.

Entiendo que esa asunción de humildad del que se encuentra desahuciado y se reconoce ligado a la naturaleza —esa sensibilidad en la mirada de Fern y otros workcampers—, es la base de la construcción de una tribu cowboy que acepte y abrace las diferencias. Sólo así se construye el —para muchos— anhelado paradigma que nos salve a todos.

Esos cowboys solitarios que rememoran a sus ancestros, que como ellos se mueven por esos grandes espacios naturales poco poblados, que sienten —a pesar de todas las cargas— la libertad del que nada o casi nada tiene ya que perder, se saben “aventureros” solitarios e independientes. Y se sienten orgullosos por ello.

 

«Nomadland» (2020)

 

Una tribu de la posmodernidad estadounidense

Lo define bien una mujer a la quedan pocos meses de vida quien cuenta a Fern que sus mejores experiencias las ha tenido en solitario viajando en su auto-caravana. Y han sido gracias al contacto con el medio natural, especialmente con los animales salvajes.

Y rememora la vez en que estando junto a un acantilado vio los cientos de nidos de golondrina que había allí, de como una multitud de esos pájaros la rodearon y sintió que volaba con ellas. Esa libertad, esa belleza del vuelo y de las cáscaras de sus huevos sobre el río, que semejaban conchas blancas:

“Sentí que había hecho suficiente, que mi vida estaba completa”, dice con brillo en sus ojos cansados.

Es bella la escena en que vemos a Fern visitando ese acantilado y cómo con los amigos nómadas la homenajean lanzando piedras al fuego tal y como ella había querido. “Nos vemos en el camino”, dice un hombre al arrojar la suya.

Ese “nos vemos en el camino” es un sentir compartido por los solitarios workcampers en vida, es la expresión del esperado reencuentro en otros lugares para volver a compartir vivencias.

Y para algunos es expresión válida también en la muerte, en la creencia de que esta es una etapa y no un final.

La muerte está muy presente en el filme, los cowboys nómadas hace tiempo que dejaron atrás la juventud. Hablan en sus encuentros de los muertos que les han marcado y son conscientes de que la muerte ya no es algo lejano.

Precisamente por eso —y a pesar de tanto— deciden experimentar al máximo, por eso esa mujer terminal emprende su último viaje solitario.

Y por eso Fern rechaza compartir una vida sedentaria con un hombre que le atrae. Ya lo experimentó con su esposo y ahora —siendo como es mujer muy independiente— prefiere la vida solitaria y salvaje, bañarse desnuda en un río de montaña o caminar sintiendo el viento junto a un acantilado mientras las olas del mar chocan con las rocas.

Lo prefiere aunque tenga que trabajar ocasionalmente como mujer de limpieza o en un almacén de Amazon, aunque no sepa si podrá hacerlo “mañana” ni si podrá mantenerse.

Esa desnudez, esa ligereza de equipaje es la imagen de la libertad y la liberación que ella en su humildad encarna. Encarna el “necesito poco y lo poco que necesito, lo necesito poco”, el desapego postulado por Francisco de Asís.

 

***

Jordi Mat Amorós i Navarro es pedagogo terapeuta por la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

 

Tráiler:

 

 

Jordi Mat Amorós i Navarro

 

 

Imagen destacada: Nomadland (2020).

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