El último poemario del autor nacional Marcelo Arce Garín se plantea como un mensaje íntimo, que desde aquel lugar particular y subjetivo, se conecta con la experiencia colectiva, al reconstituir el tejido que compone la clase obrera, y junto con ello, materializar a aquel pueblo extraviado en el imaginario y que algún día marchó por las calles de Chile.
Por Christian Aedo Jorquera
Publicado el 10.3.2024
La oxidación es un fenómeno de transformación de la materia, que pareciera devolver los elementos a un estado anterior, primigenio, otorgándole la posibilidad de reorganizarse y construir otras formas, estructuras diferentes, nuevos materiales, nuevas realidades.
En Óxido, de Marcelo Arce Garín (Santiago, 1976), nos encontramos con un firme compromiso social, que desde las primeras páginas del libro se hace notar, como en la dedicatoria que da inicio al texto, haciendo referencia «a las obreras y obreros».
Así, en esta obra comparecen la historia colectiva y la intimidad proletaria, la complicidad de los compañeros en el trabajo y la dignidad de la clase trabajadora que pareciera salir del libro para instalarse en la conciencia del lector de paso. Se mezclan en una poética de carácter político, donde la memoria le habla directamente al futuro, con fuerza tutelar al amparo de la humildad de los afectos.
Se podría pensar que la imagen de la materia en estado de oxidación, nos entrega rápidamente a una idea nostálgica, donde la corrosión del material nos advierte de una transformación fatal, el final de un estado y el deterioro de la perdida, lo irreversible como una amenaza tácita.
En el caso de Arce Garín la nostalgia proletaria, por ésta clase obrera, que mediante la organización generó cambios estructurales bajo el grito de Trabajadores al Poder, recupera en un dispositivo estético y político, aquel orgullo y valentía con que el obrero enfrenta, desde la intimidad laboral hasta la organización nacional, el pasado perpetuo de la realidad de los trabajadores de Chile, la explotación, la injusticia y la masacre.
Más allá de la visión contemplativa de la memoria como un fetiche, que por lo general remata en una apreciación folclórica y paternalista de la clase obrera muy reiterada en la tradición poética nacional, Arce permite que el testimonio histórico interpele al lector libremente, abriéndole camino a una transferencia de experiencia proletaria, con la misma sencillez con que se transmite un oficio o se da un consejo.
Así, Óxido se plantea como un mensaje íntimo, que desde aquel lugar particular y subjetivo, se conecta con la experiencia colectiva, reconstituyendo el tejido que compone la clase obrera, y junto con ello, materializando aquel pueblo extraviado en el imaginario y que algún día marchó por las calles de Chile.
Nuevas utopías, otras rebeliones
El paso de la dictadura y todas sus formas de continuidad encarnadas en la clase política, han buscado destruir el legado de conciencia de clase, el proyecto de país y principalmente el orgullo y valentía de las y los trabajadores de Chile, relegando a la clase trabajadora y el pueblo a un espacio imaginario e inmaterial, donde la lucha del proletario se transforma en una ficción de la historia, un adorno en los discursos y una bestia absolutamente imposible dentro de la frágil cristalería que es esta realidad de consumo y de mercado.
Óxido, da cuenta de una posibilidad en la imposibilidad más obtusa y tajante, una posibilidad que se resiste a ser corroída por la imposición del modelo neoliberal imperante, amparándose y protegiéndose en la subversiva sencillez del imaginario popular, de la memoria personal y colectiva, que recuerda a sus caídos con fuego y carnaval, y los honra con una lucha que siempre está comenzando. Una pequeña ilusión que podría incendiarlo todo y que se transmite como un rumor en los poemas de Arce Garín.
Esta posibilidad habita en lo que la alta cultura y la cultura de consumo llaman con desdén el imaginario del populacho, un espacio acusado de ser lugar común de la vulgaridad y de la chabacanería, alejado de los cánones de belleza y buenas costumbres impuestos por el racismo y el odio a la pobreza.
Pero este lugar tiene de común la confluencia de las fuerzas sociales, es el espacio de lo comunitario, de los afectos, un lugar que habita en el interior de los sujetos más que fuera de ellos, que se expresa en la calle y que se anida como una piedra incrustada en la superficie blanda de la memoria, esperando su momento.
Una expectativa que en Óxido se nos aparece en la figura del sindicato, en la choca antes de comenzar la pega, en el oficio del Sapo que migra desde el centro a la provincia, sobreviviendo, siguiendo a las micros. Persistiendo.
Durante la revuelta de octubre de 2019 pudimos ver como este imaginario popular, con más de 40 años de censura, se tomó la calle para simplemente expresarse, imaginar el presente y proyectar su futuro. Y lo que es mucho más importante, demostrar su existencia y valentía.
De la misma forma en que el pueblo alzado durante la revuelta de octubre, Arce Garín recuerda su pasado y el nuestro, buscando en el los materiales que le permiten construir este recado al futuro, metiendo la mano y hurgando en la memoria obrera, familiar y territorial, practicando el oficio de la poesía en lo más esencial del mismo, el canto a los héroes de la batalla, recuperando el material que va dejando la corrosión histórica, sin la aspiración nostálgica de volver a aquellos años de antes de la dictadura, a aquella figura del obrero allendista, sino que devolviendo, el óxido, esos materiales originarios a la tierra, esa experiencia, que al igual que el mineral que alimenta los nuevos brotes, encontrará su camino para alimentar nuevas utopías, otras rebeliones.
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Christian Aedo Jorquera (Santiago 1976) es editor del sello Cormorán Ediciones, fotógrafo y escritor. Ha publicado Pornostar (2004), Recolector de pixeles (2010) y No más de un segundo (2010).
Fue becario de la Fundación Pablo Neruda en 2005 y ganador del Fondo del Libro y la Lectura en 2007, 2015, 2020, 2021 y 2023. Es columnista en el medio independiente El Irreverente.
Imagen destacada: Marcelo Arce Garín (por Úrsula Medalla).