[Ensayo] «¿Qué tienes debajo del sombrero?»: El arte como necesidad

Tal y como lo exhibe el largometraje documental de los realizadores españoles Lola Barrera y Iñaki Peñafiel dedicado a la figura de la fallecida escultora estadounidense Judith Scott, creamos porque más allá de requerir expresarnos, precisamos entender y comprendernos a nosotros mismos.

Por Luis Miguel Iruela

Publicado el 14.2.2025

En el año 2006 se realizó un documental producido por Julio Medem (médico y director de cine) y dirigido por Lola Barrera (médico) en colaboración con Iñaki Peñafiel. Su título: ¿Qué tienes debajo del sombrero?, sobre la vida de la escultora de arte marginal Judith Scott (1943 – 2005).

Nacida de un parto gemelar bivitelino, y afecta del Síndrome de Down, Scott padeció en la primera infancia una escarlatina que le dejó como secuela una profunda sordera neurosensorial.

Siguiendo las costumbres de la época, fue internada en dos instituciones para discapacitados donde su cofosis pasó desapercibida. Y así, separada de su familia, sufrió un casi completo aislamiento hasta que su hermana Joyce se hizo cargo de su tutela en 1985 y se la llevó a vivir con ella.

En 1987, comenzó a acudir al Creative Growth Art Center en Oakland, California. Al principio mostraba pasividad y tendencia a la soledad, pero conoció allí a la artista textil Sylvia Seventy y se despertó en ella la conducta de envolver toda clase de objetos con hilos de lana hasta conformar unas esculturas singulares que fueron clasificadas como «Art Brut», el arte de los locos y los niños, así llamado por Jean Dubuffet su descubridor.

Durante dieciocho años produjo 200 piezas que fueron expuestas con éxito en diferentes foros al punto de que John Mac Gregor dedicó un libro a la escultora y su obra titulado Metamorphosis: The Fiber Art of Judith Scott. Este fue el comienzo de su reconocimiento mundial.

Aun cuando el centro no estaba planeado como una unidad de rehabilitación para discapacitados, sino como un lugar de encuentro de artistas locales con diversos afectados neurológicos y mentales, funcionaba, en realidad, siguiendo el principio fundamental de la arteterapia: «El hecho de crear por sí solo y por sí mismo, ya es terapéutico».

El arte como método de ordenar el mundo, como vía de conocimiento para organizar el espacio, las emociones y las relaciones.

Sin ir más lejos, hacemos arte no porque necesitemos expresarnos sobre todo, sino porque precisamos comprender y comprendernos a nosotros mismos para otorgar coherencia a lo que nos rodea y cohesionarnos interiormente.

 

El orden de cada cual

El documental muestra cómo prepara Judith la mesa de trabajo, cómo envuelve los objetos más heterogéneos de una forma única, en un todo que los abarca e introduce orden en el caos de sus percepciones.

Sorda, muda y discapacitada necesita un mapa del mundo, un situar las cosas, un dar relación y conexión a la disparidad y lo ha conseguido con sus esculturas en forma de capullo.

La repetición es una forma de asentamiento, de consistencia, de seguridad. Danny Miller y Donald Henderson, sus compañeros de centro, parecen hacer lo mismo: una maraña de la que sale una figura. Y Carl, el paralítico cerebral, se apropia del espacio con su cuerpo para construir sus muebles.

El resultado es estético porque el orden lo es para nuestro cerebro y por eso lo necesita. La armonía que reconocemos aflora porque percibimos un equilibrio coherente. «Así me gusta más», dicen en un momento de la película. El orden de cada cual forma la expresión de nuestra persona. En ese sentido, el arte sí es la manifestación individual de la que hablaban los románticos.

Considerando este fenómeno biológico, estético y mental, escribí un poema perteneciente al libro Tiempo diamante que me atrevo a transcribir a modo de ilustración:

Marcas de azar
De las marcas del viento
En las dunas,
Fluye una línea
De orden,
Una corriente
De cristal riguroso.

Por herir
La extrañeza
Con una implacable
Armonía
Que el cerebro necesita
Para no desesperar.

 

Con todo, la poesía puede parecer muchas veces hermética, pero quizá no lo sea tanto si se llega a conocer de lo que ésta habla a través de sus versos.

De esa forma es que podremos otorgar coherencia al entorno que nos rodea y así llegar a tener la posibilidad de cohesionarnos, o bien dicho de otro modo: de venir a «estabilizar» nuestra interioridad.

 

 

 

 

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Luis Miguel Iruela es poeta y escritor, doctor en medicina y cirugía por la Universidad Complutense de Madrid. Especialista en psiquiatría, jefe emérito del servicio de psiquiatría del Hospital Universitario Puerta de Hierro (Madrid), y profesor asociado (jubilado) de psiquiatría de la Universidad Autónoma de Madrid.

Dentro de sus obras literarias se encuentran: A flor de agua, Tiempo diamante, Disclinaciones, No-verdad y Diccionario poético de psiquiatría.

En la actualidad ejerce como asesor editorial y de contenidos del Diario Cine y Literatura.

 

 

 

 

Tráiler:

 

 

 

Luis Miguel Iruela

 

 

Imagen destacada: ¿Qué tienes debajo del sombrero? (2006).