[Ensayo] «Evil: An Investigation»: Quizás Dios está en el exilio

El reciente y lamentable fallecimiento del connotado periodista estadounidense Lance Morrow abre una oportunidad para revisar uno de sus mayores libros, el cual data de 2003, y un texto donde el autor expone el problema de la maldad al modo de un asunto filosófico, pero de implacables consecuencias tanto temporales como existenciales.

Por Luis Miguel Iruela

Publicado el 18.12.2024

El día 28 del último noviembre murió de cáncer de próstata Lance Morrow (1939 – 2024), uno de los mejores ensayistas de la prensa norteamericana. Educado en Harvard, se graduó en literatura inglesa en 1963 y posteriormente fue profesor de periodismo en la Universidad de Boston y miembro destacado del Ethics and Public Policy Center.

Sus artículos eran seguidos en la sección Essay de la revista Time y en el periódico The Washington Post. El día 10 de junio de 1991, apareció una portada perfectamente seria en la publicación Time International. Dicha portada mostraba un fondo gris oscuro y sobre él con grandes letras negras la palabra EVIL acompañada al pie de la página de la cuestión Does it exist—or do bad things just happen?

Este trabajo ensayístico es el primordio del que luego sería su más famoso libro Evil: An Investigation (Basic Books, New York, 2003). En él se plantea el problema de la maldad como un asunto filosófico, una disyuntiva racionalista en la que el mal se escribe con mayúscula (Mal), como una entidad metafísica, o bien con un enfoque empirista en el que las cosas malas son simples hechos que tienen lugar en el mundo.

Parte Lance Morrow del concepto tradicional o teológico de estas tres proposiciones: 1. Dios es todopoderoso, 2. Dios es todo bondad y 3. Las cosas terribles tienen lugar. Y añade: «Quizá Dios está en el exilio».

Es el argumento del Libro de Job cuando el hombre justo increpa a la divinidad por haber permitido la desgracia en su vida a pesar de su buen comportamiento y el cielo le responde que él no puede entender ni juzgar las razones de Dios para tolerar el mal. Pablo de Tarso habla en igual sentido del mysterium iniquitatis de la Segunda Carta a los Tesalonicenses.

 

Todo aquello que impide al ser humano existir

El ensayo de Morrow se compone sobre todo de preguntas en busca de respuestas. Así trata de encontrar la naturaleza de lo maligno en diversos autores.

Cita a William James y su idea de que el mal es una enfermedad, lo que le acerca a Sócrates y Platón cuando señalaban que una conducta ética se basaba en el conocimiento. La ignorancia es el mal parecían decir. Enfermedad o ignorancia la historia ha desmentido (y desmiente) estas bienintencionadas opiniones.

Un recorrido por la literatura universal lleva a Lance Morrow a detenerse en Dostoyevski y Los hermanos Karamazov o Crimen y castigo, en Herman Meville, cuya novela Moby Dick presenta la audaz hipótesis de que Dios es el Mal y la ballena blanca su símbolo, para centrarse en Milton y los románticos ingleses como Lord Byron.

El estudio de Satán en El paraíso perdido nos lo presenta lleno de un humano atractivo. El lector ve su rabia, su odio entreverado de envidia y admiración, su sed de venganza, su nostalgia del cielo.

De tal manera, que siente que el demonio es de los nuestros. El pasaje en que Belcebú transmutado en serpiente comunica a la asamblea de diablos su triunfo sobre Eva y la respuesta de estos en forma de un clamor de silbidos reptilianos, es uno de los momentos más terribles y siniestros de la historia de la literatura mundial.

La seducción del mal es otro de los asuntos a los que dedica su atención el ensayista. El «encanto de los canallas» según expresión de un conocido psiquiatra español, se refiere a los asesinatos gratuitos como los tiroteos en colegios o los bruscos crímenes absurdos como una atroz liberación. Morrow cita el caso de Padrica Caine Hill que estranguló a sus hijos tras consumir crack sin motivo alguno.

Con todo, la existencia de clubes de fans de notorios monstruos como Charles Manson o la consideración del héroe a sanguinarios terroristas según puede apreciarse diariamente constatan la atracción que lo oscuro ejerce sobre la vida de las gentes.

Georges Simenon contó en su narración La viuda Couderc (1942) la historia de Jean Lavigne, estudiante de medicina que mató sin razón aparente a dos personas. Preguntado en el juicio por la causa, dijo: «Estaba harto».

¿Harto de qué?, sería la cuestión oportuna. Este hecho traslada al interior del ser humano el origen del mal. Algo hay en nosotros que nos empuja a la atrocidad. La estupenda novela El señor de las moscas, de William Golding, presenta e investiga este tema. La llamada «marca de Caín».

Lance Morrow pregunta infatigablemente, pero no puede ofrecer respuestas concluyentes. Quizá si volvemos la vista al libro de otro ensayista, Rüdiger Safranski, El mal o el drama de la libertad, recién podamos ver alguna luz.

Viene a decirnos el autor que el famoso mal es todo aquello que impide que el ser humano sea; es decir, que pueda desarrollarse completamente. O lo que creían los antiguos griegos: que viva una «vida lograda».

 

 

 

 

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Luis Miguel Iruela es poeta y escritor, doctor en medicina y cirugía por la Universidad Complutense de Madrid. Especialista en psiquiatría, jefe emérito del servicio de psiquiatría del Hospital Universitario Puerta de Hierro (Madrid), y profesor asociado (jubilado) de psiquiatría de la Universidad Autónoma de Madrid.

Dentro de sus obras poéticas se encuentran: A flor de agua, Tiempo diamante, Disclinaciones, No-verdad y Diccionario poético de psiquiatría.

En la actualidad ejerce como asesor editorial y de contenidos del Diario Cine y Literatura.

 

«Evil: An Investigation» (Basic Books, New York, 2003)

 

 

 

Luis Miguel Iruela

 

 

Imagen destacada: Lance Morrow.