[Ensayo] «Shining Girls»: De los opuestos y de la ilusión espacio y tiempo

La serie de televisión dirigida por la realizadora estadounidense Silka Luisa, acaba de proyectar su primera temporada a través de la plataforma de streaming Apple TV+, y se encuentra protagonizada por los famosos actores Elisabeth Moss y Jamie Bell. En España se transmitió con el título de «Las luminosas».

Por Jordi Mat Amorós i Navarro

Publicado el 26.6.2022

«Cosas que parecen opuestas pueden de hecho estar trabajando juntas».
Idries Shah

Basada en la novela homónima de la sudafricana Lauren Beukes, esta excelente serie —disponible en la plataforma Apple TV— nos muestra a dos personajes antagónicos capaces de viajar en el tiempo:

Harper (Jamie Bell, en una lograda caracterización) que es un asesino serial a quien nadie ha desenmascarado por su obrar en tiempos distintos.

Y Kirby (Elisabeth Moss, magistral en su interpretación de un personaje lleno de matices) quien sobrevivió a su brutal ataque y desde entonces vive una realidad en constante cambio.

Silka Luisa nos muestra una ficción que asemeja un juego de feria con siniestros y escurridizos espejos distorsionados que no permiten ver con certeza lo que nos espera al otro lado. Allí se esconden los miedos y allí también la oportunidad regenerativa que puede evitar tragedias en una realidad espacial que para nada se nos retrata como inmutable.

 

Inversión espacio y temporal

Kirby se nos presenta como una joven inquieta, elusiva y desconcertada. Está traumatizada por ese terrible ataque y porque tras su sobrevivir —un sobrevivir que evidencia una gran fuerza que parece no reconocer— todo su mundo cambió radicalmente.

Desde entonces vive en la inseguridad del despertarse cada mañana sin recordar casi nada de su vida, su universo se ha tornado inestable por ese no recordar y porque en momentos muta de forma desconcertante.

Y aún será más inestable tras descubrir la muerte de una mujer que ha sido asesinada en un ataque de características idénticas al que ella sufrió.

Conoce a fondo el caso porque trabaja en la redacción de un diario local. Y con ayuda del veterano periodista Dan descubrirán numerosos casos similares sin resolver de mujeres asesinadas en décadas anteriores.

Así, conforme ella se acerca más al escurridizo Harper, se «escurre» también más su frágil realidad espacio temporal.

Pero si Kirby vive desconcertada, también a su manera —a pesar del supuesto control que ejerce sobre sus numerosas víctimas— vive desconcertado Harper. Se lo confiesa en una llamada telefónica a su perseguidora: «Cuando cierro los ojos y pienso en los recuerdos que tengo, ya no sé de dónde vienen. ¿Crees que se puede recordar el futuro?».

La peculiar voz del asesino que ella reconoce, la voz como nexo porque es precisamente su tono y su cadencia lo único que Kirby recuerda de él. No lo vio, debido a que Harper siempre ataca cobardemente por la espalda.

Y llegará el momento en que poco a poco —por su gran fuerza no reconocida antes— Kirby irá asumiendo el control que por décadas ostentara Harper.

Kirby irá penetrando en el universo de su desequilibrado oponente viajando atrás en el tiempo hasta llegar al momento en que este se apoderó de la máquina del tiempo que le permite asesinar impunemente. Un viaje de una periodista que quiere conocer las raíces del mal que Harper encarna para acabar con su sangría femenina, para acabar con su caos rabioso.

Por el contrario él viaja preferentemente al futuro en su afán de anticiparse, de liderar y de deslumbrar. En su afán de maquillar su nula personalidad y de alguna manera también —con el falso brillo de quien conoce el futuro— contrarrestar su escaso atractivo ante las mujeres.

 

Un hilo rojo

Las luminosas asesinadas son asesinadas por un hombre en oscuridad que nadie ve ni conoce, que pasa inadvertido gracias a su facilidad para entrar y salir de la realidad del momento.

Harper empezó matando a una chica que le gustaba y que pasaba de él, y tras ella vinieron las demás como necesidad insaciable de expresar su rabia al género femenino.

Han sido muchas mujeres quienes tras ser asfixiadas fueron desgarradas en su abdomen, fueron abiertas en el canal allí dónde se genera la nueva vida. Fueron ellas tratadas como muñecas desechadas que son profanadas en su interior. Porque Harper les introducía en sus vientres objetos peculiares pertenecientes a otras víctimas: una caja de cerillas, unas llaves…

Mujeres pues unidas por hilos de sangre (esos trofeos intercambiados), en una especie de gran malla roja que el cruel «pescador» arrastra en su deambular temporal. El suyo es un pescar enfermizo que —entiendo— esconde la necesidad de ser amado por las mujeres, una necesidad que sabremos tiene su origen en la infancia, en cómo lo trató su madre.

Y simbólicamente las abre a todas ellas en forma de cruz invertida con centro en sus ombligos.

La cruz un símbolo antiquísimo rico en simbologías, la cruz como intersección y unión cuyo punto más significativo es el centro o lugar donde no hay oposición y se resuelven todas las contradicciones.

La tradición cristiana popularizó el símbolo asociando la cruz con la muerte y resurrección de Cristo. Pero la cruz invertida —que en su origen representaba la crucifixión de Pedro quien se reconociera indigno de morir como su maestro por su cobardía— se asocia a los ritos satánicos como rebelión e incluso rechazo a la figura de Jesús.

Todo ello supone una potente simbología que, más allá de ayudar a entender el desequilibrio de un hombre y cómo en él genera el caos en tantas mujeres, es imagen del desequilibrio que afecta y ha afectado —en la medida que sea— a muchos hombres durante siglos y que ha generado y genera hilos de sangre de demasiadas mujeres en todo nuestro mundo.

Y como ocurre con Kirby, entiendo necesario resurgir de las traumáticas heridas sufridas y descubrir la propia fuerza que guarda en su interior.

La fuerza interior que nada tiene que ver con la burda fuerza física que define a los maltratadores. Una fuerza bruta que busca disfrazar la inferioridad y la cobardía de quien —como Harper— la ostenta.

La cobardía de quien niega y en el negar invierte, el arquetipo del Pedro que reniega de Cristo que entiendo puede trasladarse al hombre que reniega de la mujer. Porque todo hombre nace de una mujer y en consecuencia para nada puede negar su extraordinaria fuerza ni mucho menos sentirse superior a ella.

Afortunadamente cada vez hay más Kirbys —y también Danes— unidos en otros hilos rojos que no son sangre derramada sino sangre compartida, que son valeroso apoyo mutuo para desenmascarar a tantos Harpers y acabar con su nefasto obrar.

Afortunadamente.

 

 

***

Jordi Mat Amorós i Navarro es un pedagogo terapeuta titulado en la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

 

 

Tráiler:

 

 

 

Jordi Mat Amorós i Navarro

 

 

Imagen destacada:  Shining Girls (2022).