[Ensayo] «sí, es»: Todo libro de poemas es una pregunta

La gramática de la autora brasileña Fátima Pinheiro —traducida desde el portugués al castellano por José Ioskyn— utiliza el signo gráfico que indica una pausa de corta duración luego de una afirmación que respondería acerca de una identidad, y de esta manera transita la paradoja y hace añicos el lenguaje.

Por Ana Arzoumanian

Publicado el 14.8.2024

Todo libro de poemas es una pregunta velada. Todo poema es un destello iluminando una muerte. Toda estrofa vela la primacía de la certeza, el imperio de la razón. El poema asiste al duelo de los inmortales. Es el duelo de la narrativa de un mundo cuantificable y medible, de esa producción saturada hasta el consumo.

Fátima Pinheiro nombra a su poemario sí, es. No el sí de Molly en esa jornada extensa de Joyce, ni el sí de Clarice Lispector anuncio de todo comienzo, de todo principio. La gramática de Pinheiro utiliza el signo gráfico que indica una pausa de corta duración luego de una afirmación que respondería acerca de una identidad.

¿Es la lengua del deseo? ¿Es el lenguaje sin exterior? ¿Es la fatiga de la realidad? ¿Es el anti-código del saber, la suculencia del cuerpo? Ni adornada, ni natural, la poeta responde: «sí, es». Así transita la paradoja, hace añicos el lenguaje.

negro es el vacío que la noche cava en sí misma.

El libro asume la palabra duelo como quien pierde el nombre propio, destituye identidades. Y, sin embargo, en ese vacío, en esa negrura, algo es. Sí, es.

nadie sueña dos veces el mismo sueño/ porque cada vez la candela se enciende/ una oscuridad/ una imagen abre todo lo que se abre/ cada fruta en su carnadura lame su dulzura interna.

La incertidumbre no es una duda exterior, sino un núcleo dentro del propio acontecimiento de la palabra. Así va en dos sentidos. Pero dos sentidos a la vez. Trastrocamientos, impugnaciones. Sin atributos que asignen cualidades fijas, identitarias.

El ser conjugado del sintagma, el ser de la tercera persona del singular, ese viaje hacia el neutro: sí, Eso es. De modo que aquello que afirma no es un ser, sino una manera de ser. Y esta manera de ser se encuentra al límite de una operación de deslizamiento, un devenir.

 

Donde el yo estallado se aniquila

La paradoja como perpetua movilidad, como insistencia de una relación de simultaneidad. Koan, escribe Pinheiro. Si Occidente se construyó a partir de los diálogos socráticos donde la dialéctica sostiene dos posiciones que bregan por una verdad que llega en tercera instancia; el Koan es, en la tradición zen, un diálogo o pregunta que el maestro plantea al alumno como práctica espiritual.

El fin es agotar el razonamiento lógico analítico con el fin de abrir paso a la intuición. Del «yo es otro» de Rimbaud, cuando el poeta intenta explicar en una carta que, el yo salta de su conjugación y, por lo tanto, de su tiempo, para anidar en eso otro.

Pasamos al «sí, es» de Fátima, donde el yo estallado se aniquila y, alegre en ese signo gráfico, esa coma, se afirma en una neutralidad. No en la abstinencia de lo callado, sino lo neutro como máquina sin linaje, como fuego ambulante.

todo escrito está hecho de restos y sombras:/ la voz asombra, aunque callada.

Nada hay que superar, ni siquiera se habla de destrucción. Nada de elocuencias, nada de máximas, ninguna concesión a las formas familiares. Una manera de decir siempre inesperada. No hay desfallecimientos, ni voluptuosidad barroca.

Intuiciones (koan) como arquitectura derivada de la materia y de las fuerzas que sacuden, advierten, despiertan. Palabras como chispazos que se desembarazan de toda idea, vibran, oscilan en una vigilia. Porque de eso se trata velar, de un desvelo, de una cercanía al no sueño; el alma atenta ante el sobresalto de la luz.

La víspera de la demanda, de la interpelación, no es el otro día, no el anterior, es ese sí en la pausa de la coma. El proceso verbal en Pinheiro asume la afirmación del existo. El poema alejándose de sí, poniéndose fuera de sí se abre, titila afuera.

Así, la poeta calígrafa suma las letras a la voz. De modo tal que la cualidad del gesto escribiente deviene parte del poema. La línea expresiva, usualmente modulada, pasa de lo grueso a lo fino en una pincelada. La línea caligráfica es raramente directa o monocorde. Es un gesto vivo. Es un balance, una simetría dinámica, un ritmo. Frente a la caída de la escritura a mano, la poeta agrega líneas impresas de unos caracteres chinos en contrapunto al dominio de los teclados de la vida contemporánea.

La introducción de una escritura extranjera nos lleva a leer no el texto, sino la posición del cuerpo, la proporción de los elementos. El lugar de las letras, con o sin renglones, nos hace imaginar la marca en el papel. Paciencia, destreza y observación y la indistinción de mayúsculas y minúsculas. En la lengua japonesa, la dirección de la escritura es de arriba hacia abajo y de derecha a izquierda.

Pinheiro nos propone el intervalo entre la pregunta y la respuesta, entre caligrafía y letra impresa, entre la oscuridad y la luz ardiente «descolgada en el poste», indócil, ahí, en esa pausa se siente el deseo. Una exaltación de eros se mueve a través de este espacio. El presente indicativo del deseo, eso es.

sustancia viva/ que el insomnio excava/ el miedo muere en las piedras/ y toca las cosas sin nombre/ ¿quizás yo pueda sorber la materia del poema?/ hay que responder cuando nada se sabe/ tragar lo más simple/ aquello que el/ silencio escucha flor de algodón/ tal vez yo pueda debajo de la espina dorsal/ animar la rama de marfil.

Cuando nada se sabe, porque nada se sabe, seguir deseando la sustancia viva, el ícono verbal. Eros es un verbo. Sí, es.

 

 

 

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Ana Arzoumanian nació en Buenos Aires, Argentina, en 1962.

De formación abogada (titulada en la Universidad del Salvador), ha publicado los siguientes libros de poesía: Labios, Debajo de la piedra, El ahogadero, Cuando todo acabe todo acabará y Káukasos; la novela La mujer de ellos, los relatos de La granada, Mía, Juana I, y el ensayo El depósito humano: una geografía de la desaparición.

Tradujo desde el francés el libro Sade y la escritura de la orgía, de Lucienne Frappier-Mazur, y desde el inglés, Lo largo y lo corto del verso en el Holocausto, de Susan Gubar.

Asimismo, fue becada por la Escuela Internacional para el estudio del Holocausto Yad Vashem con el propósito de realizar el seminario Memoria de la Shoá y los dilemas de su transmisión, en Jerusalén, el año 2008.

Filmó en Armenia y en Argentina el largometraje documental A, bajo el subsidio del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales, un registro testimonial en torno al genocidio armenio y a los desaparecidos en el régimen militar vivido al otro lado de la Cordillera (1976 – 1983), y que contó con la dirección del realizador Ignacio Dimattia (2010).

Es integrante, además, de la International Association of Genocide Scholars. El año 2012, en tanto, lanzó en Chile su novela Mar negro, por el sello Ceibo Ediciones.

El artículo que aquí presentamos fue redactado especialmente por su autora para ser publicado por el Diario Cine y Literatura.

 

«si, es», de Fátima Pinheiro (Paradiso, 2024)

 

 

 

Fátima Pinheiro y Ana Arzoumanian

 

 

Crédito de la imagen destacada: Paradiso Ediciones.