En la décima obra de largo aliento en el género de la ficción literaria, por parte del infatigable Nicolás Poblete Pardo, el olor al gas lacrimógeno, las bombas de estruendo y la brutalidad policial, conforman un personaje más, al igual que lo es la impunidad, la violencia y los efectos de una serie de políticas neoliberales que llevaron hasta la fractura al contrato social en nuestro país.
Por Paola Ehrmantraut
Publicado el 29.4.2022
El año 2001 Nicolás Poblete (Santiago, 1971) publicó su primera novela, Dos cuerpos, en la editorial Cuarto Propio. En esa ocasión, Andrea Jeftanovic dijo de la novela: «Dos cuerpos es un texto que entrecruza oblicuamente la historia nacional y la historia personal de Esteban, relatos que circulan por fosas y cuerpos […] retazos de los acontecimientos del país en pleno proceso de Pinochet».
En Subterfugio (Cuarto Propio, 2022), la décima novela de Poblete, las palabras de Andrea Jeftanovic resuenan, pues podrían aplicarse, hasta cierto punto, a la novela y a sus personajes, que habitan el Chile del estallido social del 2019.
El olor al gas lacrimógeno, las bombas de estruendo, la brutalidad policial, conforman un personaje más. También lo son la impunidad, la violencia y los efectos de una serie de políticas neoliberales que llevaron hasta la fractura al contrato social.
Leída en su conjunto, vemos en la obra de Nicolás temas que la cruzan, algunas obsesiones y claros posicionamientos políticos que le dan gran cohesión. Por ejemplo, es frecuente en sus novelas ver mujeres que trazan conjuros y se defienden de la misoginia y marginación desplegando saberes alternativos.
En esta novela conocemos a la psicóloga Susana Benveniste, catalogada como «una suerte de gurú, mentora; para algunos, bruja, sanadora”. Otros temas frecuentes son la solidaridad y la complicidad que van formando comunidades y familias elegidas, que se interrumpen y desbaratan los circuitos de una sociedad chilena marcada por una lógica del mercado implacable.
Subterfugio narra la historia de Sebastián Parraguez, un prestigioso terapeuta santiaguino, con credenciales de los EE.UU. y una reputación impecable como experto en trauma y abuso sexual.
Para que surja un nuevo orden
Las sesiones de terapia que él conduce nos ofrecen una ventana a un catálogo de personalidades, muchas de ellas masculinidades incomodadas, dando forma a procesos que están tan en boga en estos tiempos: conocemos a Freddy, un sobreviviente de abuso sexual; al joven Leo Alvo, angustiado por su orientación sexual y a José Pablo, de la misma edad que el analista, que expone facetas autoritarias y proclividades furiosas mientras cuestiona el mandato a tener hijos con su mujer, «la Fabiola».
Hombres que llevan la pesada carga de los mandatos patriarcales o que han sufrido sus violencias. En las sesiones regresan a los traumas de la niñez y el analista también debe enfrentar su propio abuso. En esas sesiones vemos a la masculinidad como un aprendizaje:
«Recuerdo que ella decía algo como que quinto básico era un curso importante, muy significativo en la educación de un niño. […] El año donde todos recibimos la instrucción necesaria para no llorar. No fue un problema y, de hecho, fue un aprendizaje rápido y eficaz, como aprender a conducir una bicicleta, o a nadar. De una vez y para siempre. […] ‘Los hombres no lloran’, ‘llorar es de mariquitas’, etcétera».
La niñez es un campo minado, caminando al borde de la arista siempre filosa y abusiva del patriarcado, listo para devorar a sus hijos. En la novela el narrador nos lee el código de conducta scout como un manual del grooming.
La paciente que más atención recibe en la novela es María Ignacia Barrios, una adolescente que estudia teatro, que ha perdido recientemente a su madre y que odia a su padre, el respetado médico José Miguel Barrios, quien ha formado una nueva familia, a la que la adolescente también detesta.
María Ignacia es el personaje que representa la «revolución de las hijas» y que obliga a Sebastián a ampliar su lente, a leer síntomas y blogs más allá de la consulta. Sebastián debe aprender el nuevo lenguaje de la generación Z, mientras trata de medir los alcances de las fantasías de venganza de su paciente.
En la mira, está el padre de la adolescente, José Miguel Barrios, doctor de clase alta, educado en colegios con nombre inglés, que encarna una identidad grotesca, lo que su hija denomina un monstruo machista. Es a través de este personaje que esa masculinidad antidemocrática, alimentada por impulsos que la marea verde del feminismo actual llama antiderechos, se cursa.
José Miguel Barrios es más que un personaje, es una ideología, es un modelo de relacionarse con el mundo, es una fuerza destructiva, una masculinidad extrema como la llama Jean Franco, que, implacable, reproduce pedagogías de la crueldad y que ha dejado un reguero de víctimas de abuso y violencia por su paso, siempre amparado en la impunidad que su género, clase y raza le confieren en el contexto chileno.
A través de este personaje se hace clara la masculinidad no como una serie de comportamientos que se pueden reformar, sino como construcción inscripta en un sistema político de relaciones de poder en el que todos habitamos.
José Miguel Barrios se ha beneficiado no sólo de su identidad y de su clase, sino que además se ha enriquecido con la ola de privatizaciones del sistema de salud. En la novela vemos este aspecto voraz cuando se narra el saqueo a su clínica:
«Clínica Germánica, en el barrio de Vitacura, para saquear el primer piso del edificio, donde se encuentran los módulos de dos isapres. Es la clínica donde trabaja José Miguel Barrios. Sé que, además, es uno de los peces gordos a cargo de las isapres. A cargo de llenarse los bolsillos con ese abusivo y explotador sistema con fachada de salud, una trampa en la que nos han hecho caer a todos en este país».
Las menciones a su machismo, su misoginia y sus crímenes lo conectan con otros personajes que desempeñan similares funciones en novelas anteriores, por ejemplo, el asesino serial de No me ignores o Esteban, el kinesiólogo protagonista de Dos cuerpos, que mata a un niño y a un perro, y los entierra juntos.
Estos son personajes de la antiproducción, esa forma propia del fascismo de arrollar todo con muerte y alienación, de generar represión, jerarquías, desigualdad.
José Miguel Barrios es un padre primigenio que una horda deberá eliminar para que surja un nuevo orden.
«¡Afuera el patriarcado!»
El antídoto al modelo que representa José Miguel Barrios en la novela se encuentra en el colectivo y asombroso despliegue y movilización de las mujeres, participando en las protestas más multitudinarias desde el regreso de la democracia:
«Las noticias destacan las manifestaciones en el centro de la ciudad, a cuadras de nuestro departamento. Las mujeres ya han comenzado a llamar ‘Plaza de la dignidad’, ‘Plaza Dignidad’, a la ‘Plaza Italia’. Hay una sensación de desborde, de energía incontenible que se manifiesta en el arrebato de más y más mujeres aglomerándose y tomándose la calle. Llevan carteles que reivindican sus derechos».
El periodista en la pantalla intenta abordar a una joven que sostiene un pliego de cartulina, donde se lee: «¡Afuera el patriarcado!», pero en ese momento: «un grupo organizado se despliega y, como en un esquema, comienzan una performance en la que ejecutan un baile acompañado de una canción a capela. Acusan la violencia de género, los feminicidios, piden aborto seguro, sueldo equitativo. En cosa de segundos la calle se llena. También hay hombres incorporándose a la horda. Más y más lienzos aparecen».
La narración destaca: «‘Mira’, dice Sergio. ‘Mira las banderas. Es increíble’ […] Me fijo en las banderas, intentando identificar sus filiaciones. Ninguna pertenece a partidos políticos. Lo más visible es el símbolo mapuche, varios. Ondean entre otros banderines menos llamativos. […] ‘Educación de calidad’, ‘No + AFP’, ‘No + Isapres’, ‘Aborto legal: un derecho’. Y, el que me llega con más fuerza: ‘Machete al machote’. Es solo un segundo y la cámara retorna al rostro del periodista, quien finaliza su despacho. Pero la frase se me pega. Murmuro: ‘Machete al machote'».
Se trata de una imagen de reivindicación, de búsqueda de nuevos modelos, lenguajes y formas de relacionarse; es una invitación a leer la novela.
Bibliografía:
—Carballo, Jokin Azpiazu. Masculinidades y feminismo. Virus, 2017.
—Franco, Jean. Una modernidad cruel. Fondo de Cultura Económica, 2016.
—Segato, Rita Laura. La guerra contra las mujeres. Traficantes de sueños, 2016.
—Tarducci, M. «El feminismo para mí fue reencontrar la política». El exilio, un espacio para pensarse como mujeres. Zona Franca, 168-217, 2021.
—Theweleit, Klaus. «Male fantasies: Women, floods, bodies, history». Vol. 1. University of Minnesota Press, 1987.
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Paola Ehrmantraut, PhD. es directora del Programa de Estudios de la Mujer, Género y Sexualidad en la Universidad de St. Thomas (Minnesota) y miembro ejecutivo de la American Men’s Studies Association.
Actualmente reside en Minneapolis donde enseña e investiga masculinidades desde una perspectiva crítica, interseccional y anti patriarcal.
Imagen destacada: Nicolás Poblete Pardo.