Esta obra de la escritora catalana Irene Solà es una novela que demanda una lectura pausada, pues invita al deleite de sus imágenes, creadas con un lenguaje rico, casi barroco, tan seductor como los hechizos que se relatan en ella.
Por Nicolás Poblete Pardo
Publicado el 29.9.2023
De extraordinaria originalidad Te di ojos y miraste las tinieblas consolida la voz de Irene Solà como una de las más importantes de su generación. Nacida en 1990, Irene expandió su reconocimiento con su deslumbrante novela Canto yo y la montaña baila, al igual que ésta, publicada originalmente en catalán y traducida al castellano y a diversos otros idiomas.
Ya el inicio nos sitúa en una escena límite, compartida por Bernadeta (quien ha nacido sin pestañas y, producto de infinitas infusiones, consigue una mirada amarilla y «párpados pelados de lagartija»), en estado agónico, y Margarida: «Margarida quería estar ahí cuando Bernadeta muriera. Quería verlo. Quería ver cómo se le negaba la salvación y la gracia divina por haber andado tantas veces con el diablo».
Este comienzo corresponde a «Madrugada», el primer capítulo que dará paso a los siguientes: «Mañana», «Mediodía», «Tarde», «Atardecer» y «Noche» (que comienza así: «El hedor era orgánico. Vivo. Rasposo. Denso. Puntiagudo. Latía y supuraba, obstinado, hinchado por la oscuridad y la humedad. Las mujeres, en la cocina, estaban inquietas. Emocionadas»), cada cual con su escenario particular.
Así, esta es una novela única, con una atmósfera tanto entrañable como desfamiliarizante, plagada por personajes que habitan (en) la naturaleza, y que palpan y observan con deslumbrante percepción. La casa misma, el hogar, personaje transversal en la novela, es un cuerpo vivo: «El zaguán de la masía era húmedo y oscuro, como una garganta… Con un techo de vigas, como las rayas de un paladar, y el suelo de piedra, que era una lengua gastada de tanto engullir».
Este es un mundo antiguo y, sin embargo, contemporáneo. Viene a la mente la excepcional novela de Ottessa Moshfegh, Lapvona, donde viajamos hacia una edad media difusa, pero con la que nos identificamos aun hoy, pues ha proyectado sus mitos, supersticiones y también tradiciones hasta nuestros «modernos» pies.
También aquí hallamos la lucha entre el bien y el mal, y la noción de demonio, del diablo, se debate con la de Dios: «Lo que había abandonado Dios era la casa. Y a las mujeres que vivían en ella, apretujadas como cochinillas, las había desamparado». La soberanía religiosa traspasa todo ámbito: «Y todos los hombres y mujeres que nacieron durante el calvario se quedaron en la parte mala. Hechizados. Olvidados. Para siempre. Descuidados, arrinconados, condenados. Y lo que ha sido castigado no muere jamás».
Talento transparente
En este mundo, los animales también caen en bandos. Los lobos, por ejemplo, no son solamente feroces, sino que pérfidos, es necesario exterminarlos y, para eso, se requiere de una exhaustiva comprensión y observación: «Si acababan de matar, cagaban blando, líquido y oscuro, porque primero se comían la sangre y las vísceras, que teñían las heces de negro, y si rebañaban el esqueleto hacían unas cagadas blancas, peludas y secas».
De esa forma, esta descripción escatológica va de la mano con la animalización que encarnan los seres humanos, como aquellos seres híbridos, quiméricos que crea Leonora Carrington en sus ficciones de corte surrealista. Allí también vemos la animalización como parte del proceso vital en el transcurso de los personajes, que transitan entre la humanidad y la bestialidad.
Al describir el ritual de apareamiento de los gatos, por ejemplo, la voz destaca: #La sujetaba contra el suelo y la gata maullaba. Movía las patas, aplastada. Después se quedaban quietos, tensos, huraños y concentrados, el uno encima de la otra. Apretándose, rozándose. El gato le mordisqueaba las orejas. Hasta que de repente se desenganchaban. Corrían, bufaban y se arañaban».
Esta es una novela que demanda una lectura pausada, pues invita al deleite de sus imágenes, creadas con un lenguaje rico, casi barroco, tan seductor como los hechizos que se relatan en ella. La siguiente descripción condensa la mezcla de sutileza y profundidad que caracteriza a la voz narrativa:
«Parecían un espejo. Y desde aquel día, Blanca y Elisabet se habían querido. De todas las maneras en que se podía querer. Como los corzos. Con delicadeza. Como las gallinas. Encogidas. Como los patos, con fuerza bruta. Como las cabras, impacientes. Como las liebres, juguetonas. Como los perros, sedientas. Como las moscas, disimuladas. Como los gatos, despiadadas. Como las raposas, coquetas. Como los cerdos, como si hiciera siglos que retozaran».
Esta espectacular manera de visualizar la relación afectiva y erótica entre dos personas contrasta con la avalancha editorial que privilegia el efectismo y la imagen facilista de una pornografía desgastada, habitualmente burda o aspirante a la adaptación cinematográfica.
Tal escena, por ejemplo, sería muy difícil de transmutar hacia el onanismo instantáneo de la pantalla. O esta, que destaca una sola parte del cuerpo de Bernardí, a quien se describe como feo: «Y Joana, al pie de ese pino que era su marido, descubría una seta real como ninguna otra. Un hongo que le llenaba toda la mano. Y que ella acariciaba con delicadeza para no romperle el cuello de mantequilla… Aterciopelada y dura y bonita a rabiar. Rojiza y amarillenta y brillante de rocío».
Irene Solà es una voz para mantener en la mira, pues su talento es transparente. Se agradece también que la autora incluya una nota, en la que menciona múltiples referencias a otras obras que acompañaron su investigación y escritura.
Autores como Josep M. Vilarmau i Cabanes, Juan Cortada o Sylvia Lagarda-Mata, demuestran el profuso trabajo de documentación por el que pasó Irene, a la vez que rinde homenaje a la rica tradición catalana.
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Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es periodista, profesor, traductor y doctorado en literatura hispanoamericana (Washington University in St. Louis).
Ha publicado las novelas Dos cuerpos, Réplicas, Nuestros desechos, No me ignores, Cardumen, Si ellos vieran, Concepciones, Sinestesia, Dame pan y llámame perro, Subterfugio y Succión, además de los volúmenes de cuentos Frivolidades y Espectro familiar, y la novela bilingüe En la isla/On the Island.
Traducciones de sus textos han aparecido en The Stinging Fly (Irlanda), ANMLY (EE.UU.), Alba (Alemania) y en la editorial Édicije Bozicevic (Croacia).
Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.
Imagen destacada: Irene Solà (por Álex García).