Dirigido por el realizador británico Jon S. Baird, este largometraje de ficción es una producción norteamericana de Apple TV, y su argumento se inspira en el origen de uno de los juegos más icónicos que ha dado el mundo de la entretención informática, a mediados de la década de 1980, en plena Guerra Fría.
Por Cristián Uribe Moreno
Publicado el 17.8.2023
Hace rato que el cine está retratando el mundo tecnológico que emerge para formar parte de nuestra vida. Ya sea en términos de hackers que quieren dominar el mundo o programas que nos han cambiado el diario vivir. En un acercamiento más realista, los genios que han posibilitado todo este nuevo mundo digital, se les ha dedicado sendas películas.
Y lo último que está en boga, es rescatar la historia detrás de juegos o aplicaciones que ya son ultra conocidas. Este es el caso, por ejemplo, de Playlist, la miniserie de Netflix del año 2022 que narró la génesis de Spotify, la aplicación de música que hoy domina el planeta.
Ahora le tocó el turno a uno de los divertimentos electrónicos a los cuales uno dedicó mucho tiempo de ocio. Tetris (2023) de Jon S. Baird es una producción norteamericana de Apple TV que narra el origen de uno de los juegos más icónicos que ha dado el mundo de la entretención informática.
Uno siente, a priori, que la realización audiovisual tendrá un esquema recurrente para este tipo de relatos: genios de la computación que ven más allá de los mortales, que desarrollan sus novedosos programas y que luchan para salir adelante sin que les importe pisar algunas cabezas. Algo de eso hay en Tetris, pero también un poco más.
Negocios en la URSS
Hay algo novedoso en la estructura de la historia y en su estética. En relación a la narración, ésta comienza en medias res, con un ejecutivo hablándole a un directivo de un banco. El personaje es Henk Rogers (Taron Egerton), un programador de juegos que ha encontrado el juego Tetris en una convención de programadores en Las Vegas y que ha comprado la licencia para venderlo en Japón.
La historia se inicia en 1988 y Henk narra los detalles previos que el espectador no maneja. O que la mayoría de las personas, ajenos al mundo de los juegos, no conoce.
Así, Henk contextualiza los problemas que en esos momentos tiene para la difusión del juego y el entramado que hay detrás de los derechos de propiedad. Básicamente, es el hombre que tiene la energía y la ambición para lidiar con todos los obstáculos que empiezan a aparecer, pues ve un futuro lleno de personas jugando Tetris.
El problema es que los dueños iniciales de la licencia, la compañía inglesa Mirrorsoft, los habían adquirido a una empresa estatal soviética llamada Elorg. Eso en teoría. La trama detrás de los derechos se complejiza cuando los ingleses, encabezados por Robert Maxwell (Roger Allam) y su hijo Kevin (Anthony Boyle) deciden vender los derechos a Atari, dejando de lado a Henk y desconociendo los derechos que este había adquirido en Las Vegas.
Luego, en ese momento, Henk decide ir a la mismísima URSS a negociar directamente los derechos del juego. Y aquí aparece otra película.
El resultado es más que positivo
De esta manera, lo que en un principio se avizoraba como una narración centrada en gente con dinero que quiere hacerse de un juego digital, en tiras y aflojas con otra gente con dinero, en medio de geniecillos que se manejan como peces en el agua en el mundo computacional, se convierte en un thriller político tras el telón de acero como escenario.
Todo esto introducido por unas cortinas visuales, unas coloridas representaciones, que emulan las gráficas de los juegos ochenteros. La dinámica de la narración hace bastante atractivo el desarrollo y da la sensación de estar dentro de un juego. Un juego de licencias, dinero y personas que viven en oficinas.
Sin embargo, una vez en Moscú las cosas cambian drásticamente. Ese colorido de las gráficas cae en los grises de la capital de la URSS, que en ese momento vive días cruciales, con Mijaíl Gorbachov liderando la perestroika. De ese contexto político de cambio se aprovechan los nuevos capitalistas, cual buitres que huelen sangre, tratando de hacerse de los derechos de Tetris.
Pero los carroñeros no son solo foráneos. Y en toda esta nueva trama aparece la KGB, bellas espías rusas, un analista de computación idealista, burócratas y el malo de turno.
Obviamente, en el filme no todas las piezas calzan y una que otra queda hecha con trazos gruesos cercanos a la caricatura. Pero el resultado es más que positivo. Y en este país que se está cayendo a pedazos, no todos los pedazos formaran un buen cimiento de lo que viene.
De esta manera, el juego Tetris es una buena metáfora entregada por una imagen de cómo los errores quedan a la vista y el trabajo de personas que actúan de manera correcta, desaparece en el anonimato.
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Cristián Uribe Moreno (Santiago, 1971) estudió en el Instituto Nacional General José Miguel Carrera, y es licenciado en literatura hispánica y magíster en estudios latinoamericanos de la Universidad de Chile.
También es profesor en educación media de lenguaje y comunicación, titulado en la Universidad Andrés Bello.
Aficionado a la literatura y al cine, y poeta ocasional, publicó en 2017 el libro Versos y yerros.
Tráiler:
Imagen destacada: Tetris (2023).