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[Ensayo] «The Lost King»: Una fábula sobre la necesaria búsqueda de la verdad

El filme del realizador británico Stephen Frears —y el cual se exhibe actualmente en la cartelera de las salas españolas— se basa en el hallazgo bajo un parking de la ciudad de Leicester, de los restos mortales del mítico rey Ricardo III de Inglaterra, hecho en 2012 por parte de una historiadora aficionada, luego de estar 500 años extraviados.

Por Jordi Mat Amorós i Navarro

Publicado el 20.5.2023

«Aquel que quiere alcanzar la verdad ha de meterse en el agua para conocer las corrientes del río».
Nisargadatta Maharaj

El veterano realizador británico parte de una historia real para ofrecernos una bella fábula en torno a la búsqueda de la verdad en un mundo, el nuestro, comúnmente regido por las falsedades.

La protagoniza la gran Sally Hawkins quien da excelente vida a Philippa Langley, la historiadora amateur que con esfuerzo y constancia logró descubrir en 2012 los restos mortales de Ricardo III, un rey etiquetado como siniestro y que ella redimió.

Philippa acabó con 500 años de interesadas mentiras —auspiciadas como es penosa costumbre por los «vencedores» de turno, es decir por los Tudor quienes le arrebataron el trono— recogidas por historiadores y escritores, tal es el caso del mítico William Shakespeare en su célebre La vida y la muerte del rey Ricardo III.

Una obra teatral que Frears utiliza con buen oficio como nexo entre la realidad de los hechos históricos —pasados y presentes— retratados, y su amable ficción de tintes simbólicos.

 

Ante el poder de los doctos

Amable sí, aunque no exenta de carga crítica a las manipulaciones del poder que -más allá de los tiempos del rey destronado- desafortunadamente perviven hoy en día.

Concretamente la crítica al voraz poder académico personalizado en la Universidad de Leicester, institución que tras negar inicialmente la ayuda a la mujer sin títulos se apropió con muy malas «artes» de su heroica gesta.

En palabras de la propia Philippa recogidas por el medio La Información:

«Hasta que encontramos a Ricardo, fue ‘mi’ investigación; en ese momento pasó a ser ‘de ellos’. Se la apropiaron completamente y nos echaron [a Philippa y a su equipo de colaboradores]. Fue muy triste. Hasta la catedral de Leicester nos echó».

Y añade a propósito de esa apropiación y la ceremonia del entierro con honores reales realizada por el rito anglicano, una religión que el monarca de la dinastía York no profesaba, ellos eran católicos:

«Queríamos que no fuera tratado como un objeto científico sino como un ser humano, como un individuo, como quien fue, una persona».

La película retrata pues la dura odisea de una «nadie» ante el poder de los doctos que se creen ser superiores. Y reivindica a la intuición como valor supremo a respetar y a seguir pese a las sanas dudas propias y las patéticas críticas burlonas ajenas.

En efecto, Philippa investiga con conocimiento real (nunca mejor dicho) dando valor a sus corazonadas e intuiciones. Ella siente, presiente y obra en consecuencia; obra así de libre en un mundo rígido en donde impera la razón y lo «razonable».

En la entrevista explica cómo localizó —tras sus laboriosas investigaciones previas— el lugar exacto en donde descansaban los restos reales:

«Vi en un aparcamiento una muralla victoriana, y me acerqué. Fue como una corazonada: me di cuenta de que estaba caminando sobre su tumba. Al año siguiente fui para ver si se producía [la corazonada] y tuve la misma experiencia en el mismo sitio. La investigación desde entonces me tomó cuatro años».

Cuatro años de corajosa y ardua lucha hasta lograr el consentimiento de las instituciones locales y el apoyo financiero suficiente para quebrar el simbólico duro pavimento del parking municipal al aire libre que escondía tan gran tesoro histórico.

Por todo ello Philippa concluye cargada de razón con mayúsculas: «Creo que tenemos un sexto sentido al que deberíamos prestar más atención».

Un sexto sentido que latía y late fuerte en investigadores de todos los tiempos quienes gracias a él pudieron lograr sus valiosos descubrimientos, por mucho que esa rotunda verdad parezca molestar a tantos doctos.

 

El teatro de la vida como redención

Por si fuera poco, Frears abre la historia de esta valerosa mujer a más lecturas introduciendo al rey redimido como personaje que es vivenciado de forma real por Philippa tras asistir a la representación shakesperiana con su familia.

En ese binomio realidad y ficción entiendo que se refleja la condición teatral de esta a menudo extraña vida en la que transitamos o la Maya y Matrix descrita ya en las antigua tradiciones.

Y en ese personaje al unísono real y ficticio así mismo la naturaleza simbólica de la vida, el rico universo de los contenidos psíquicos personales y colectivos que anidan en cada uno de nosotros.

En efecto, el diálogo entre el rey Ricardo y Philippa es en realidad un diálogo consigo misma, con el arquetipo masculino —presente tanto en hombres como en mujeres— del rey interior.

Un rey que habla sólo cuando ella le pregunta, es decir cuando Philippa lo reconoce. Un rey interior tan legítimo como el propio Ricardo III y que así mismo necesita ser desenterrado, descubierto, aceptado, puesto en valor, redimido.

Ese rey como arquetipo de lo masculino en luz, de lo masculino ecuánime, de lo masculino que utiliza sus grandes capacidades no para someter sino para entender.

Un rey que ordena realmente, es decir que pone orden al rico sentir de la feminidad humana que encarnamos todos y que es tierra fértil desnuda que requiere ser tocada y sentida con respeto, y no sepultada en rígidos y aislantes cementos o alquitranes sobrepuestos.

Así, en esa heroica redención de Ricardo III se produce la necesaria redención personal de una mujer aquejada en realidad de fatiga crónica y que no encontraba su lugar en el desconectado mundo en el cual vivimos, forjado durante siglos y siglos de estéril y limitada visión de lo masculino sin feminidad.

Una fatiga crónica la suya que entiendo era síntoma y símbolo de su insatisfacción vital.

De este modo Philippa se redime a sí misma y de alguna manera ayuda con su ejemplo —real y simbólico— a que afrontemos —con ese valor, perseverancia y confianza— el reto de dar un vuelco real a la desconectada cosmovisión del mundo en nosotros mismos y en ese obrar contribuyamos al necesario cambio global.

Es uno mismo quien tiene que redimirse descubriendo las losas propias y ajenas que nos asfixian, quien tiene que poner orden al ser y sentir interior, quien puede hallar la verdad en sí mismo, quien puede asumir la diferencia que encarna, que cada uno de nosotros afortunadamente encarnamos.

Y en ese valeroso obrar contribuir al necesario cambio de paradigma en ciernes pese a las desconcertantes apariencias y las temerosas resistencias de muchos nostálgicos de los órdenes autoritarios del control.

Se lo dice el rey arquetípico a Philippa: «Tú sabes la verdad. Nada más importa».

 

 

 

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Jordi Mat Amorós i Navarro es un pedagogo terapeuta titulado en la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

 

 

 

Tráiler:

 

 

 

Jordi Mat Amorós i Navarro

 

 

Imagen destacada: The Lost King (2022).

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