Publico este artículo para que no se nos olvide que una vez hubo un escritor que concibió libros con títulos memorables, que gozó de enorme popularidad, que ganó el Premio Nobel de Literatura y, sobre todo, que vale la pena desempolvarlo y darle otra leída.
Por Sergio Inestrosa
Publicado el 15.5.2021
Gabo, como le decían sus amigos, o “Don premio” como le decía el policía de la esquina de su casa en Cartagena de Indias, es un gran contador de historias, todos sus cuentos abundan en dichos populares, en metáforas bien logradas como esta: “y sus ojos inmensos eran más claros que la luz”, referencias a los signos del zodiaco, e incorpora frases acuñadas por la población del Caribe, de modo que habla como ellos, pues es uno de su pueblo y la fama no lo cambió nunca, ni lo hizo ajeno a su cultura ni a su tierra.
Por ello, no es de extrañar que sea fácil leerlo, además de ser uno de los escritores más vendidos y de los más reconocidos de Hispanoamérica, y uno de los seis escritores latinoamericanos que se alzó con el Premio Nobel de Literatura, luego de obtenerlo en 1982.
Sin embargo, Gabo, perdone el lector si lo desconcierto con mi afirmación, no es un escritor cuyas narraciones suelan retar al lector, su escritura es tan prodigiosa que el lector no tiene que poner de su parte más que el tiempo necesario para leer. Tal vez de allí le venga tanta popularidad, la gente lo siente cercano, accesibles, entretenido y fácil de comprender.
El propio Jorge Luis Borges, cuando le preguntaron qué opinión le merecía García Márquez, dijo: “escribió siempre el mismo libro y este se cae un poco al final”, supongo que se refería a la novela Cien años de soledad, es posible que el comentario sea un tanto desproporcionado, pero hay algo de verdad en él y es que Gabo no es un autor para escritores como es el caso de Juan Carlos Onetti, entre otros.
Ahora bien, lo dicho por Borges no es nada nuevo cuando se refiere uno a un narrador, pues podemos convenir que en verdad los escritores están siempre redactando el mismo libro, pero en el caso de lo que el creador argentino comenta sobre la novela de García Márquez, y su caída de nivel artístico hacia el final, eso sí que sería un problema de oficio para un autor literario.
Facilidad para contar historias
En cuanto al libro de cuentos del que me ocupo ahora, debo decir que todos ellos tienen como lugar de la acción los pueblos costeros de Colombia, donde aparecen bares, billares, prostíbulos, galleras, hamacas en las cuales se duerme la siesta del mediodía, patios con flores y en más de uno aparecen las plantaciones bananeras.
En los cuentos se ve el mar, el puerto, hace calor y hay mucha humedad como se lee en el relato “La prodigiosa tarde de Baltazar” en el que se dice: “La casa yacía en una penumbra sofocante”, y llueve como solo sucede en el Caribe, y hay inundaciones.
La muerte suele estar presente en varios de los cuentos como es el caso del relato “La viuda de José Montiel”, donde el protagonista, que parece en la historia anterior, muere en su hamaca, un miércoles a las dos de la tarde; en este argumento además se establece la eterna dicotomía latinoamericana entre civilización y barbarie establecida en el Facundo de Sarmiento.
Hay también en los cuentos la exageración de las cosas o lo que técnicamente se ha llamado “realismo mágico”, como se puede ver en esta frase: “y le llevó dentro de una lata unas raíces de barbasco que habrían alcanzado para sacar a flote a todas las corvinas del Caribe”; o mejor aún esto se puede apreciar en el relato entero titulado “Los funerales de la Mamá Grande”, que para mi gusto, es tanta la exageración de la importancia de Mamá Grande que al final, Gabo perdió control del artefacto.
En cuanto a los personajes, estos suelen ser en su mayoría gente de lo más normal, la mayoría son ciudadanos pobres, pero hay ricos o gente que parece serlo como el tal José Montiel, aparecen policías, militares que pelearon en la guerra civil, negros pobres, hombres sin oficio ni beneficio, bandoleros, ladrones, mujeres lavanderas, viudas, amas de casa, prostitutas, etcétera.
Pero hay que hacer notar que las narraciones de estos cuentos son lineales, empiezan en un punto y avanzan hacia el fin, no encontramos en sus historias una diversidad de voces narrativas, y por lo general hay un narrador que expone la historia y hay diálogos entre los personajes, existe poca introspección y de preferencia se relata una sola trama.
Se puede afirmar, en efecto, que sus pasajes narrativos carecen de una multiplicidad de voces y de una complejidad narrativa, como por ejemplo pasa en las creaciones de Borges o de Cortázar.
Y entonces se peguntará usted: ¿Qué es lo valioso de Gabo para que esté yo escribiendo este ensayo sobre los cuentos de su autoría?
La respuesta es simple, lo que hace notable a este libro es esa facilidad que tiene García Márquez para contar historias.
El inventor de Macondo
Otra cosa que hay que destacar son los títulos, pocos escritores tienen tanto ingenio para los encabezados como Gabo, por algo fue periodista. Las llamadas de sus libros son todos memorables y hasta cinematográficos como Cien años de soledad, El amor en los tiempos del cólera, El coronel no tiene quien le escriba, Los funerales de la Mamá Grande, La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada, Ojos de perro azul, o los extraños títulos de los cuentos: “Un día después del sábado”, “El ahogado más hermoso del mundo”.
¿Es Gabo un mal escritor?
Por el contrario, es un narrador muy popular, que se lee fácil y es muy entretenido y hasta divertido de apreciar; pero no es un autor para literatos, es un artista popular, para nada complicado, y sus historias carecen del entramado, la complejidad y el enredo que tienen otros escritores de la región o de otras latitudes.
Me parece que, por lo general, los textos de García Márquez no retan al lector a llenar esos “famosos” espacios de indeterminación, propios de los académicos de la literatura; con Gabo cuando lo leemos, sabemos a que atenernos, pues lo que tenemos frente a nuestros ojos es lo que disfrutamos y no hay que dar tantos brincos en el piso estando tan parejo, es decir, los textos del colombiano no tienen demasiada ambigüedad, son más bien llanos y sencillos, y no por ello menos bonitos y entretenidos.
El riesgo que corre Gabo, y me da un poco de temor decirlo, pues no quiero ser ave de mal agüero, es que se vayan poco a poco olvidando sus historias, que a su obra le pase como a ese viejo de uno de sus libros, que un día los familiares sacaron al patio y allí lo dejaron olvidado.
Su peligro es que la gente lo deje de leer, y debo decir que algo de eso le ha pasado ya, a unos cuantos años de su muerte, que hemos dejado de apreciarlo y si no sentimos la necesidad de volver a su obra el tiempo terminará por sepultarla.
Por ello mismo, escribo este breve texto, para que el lector vuelva a sus textos, los abra y retorne a pasar un rato ameno leyendo sus cuentos.
Publico esta reseña para que no se nos olvide que una vez hubo un escritor que concibió libros con títulos memorables, que gozó de enorme popularidad, que ganó el Nobel de literatura y, sobre todo, que vale la pena desempolvarlo y darle otra leída.
¡Ah! Casi se me olvidaba recordarles, que fue Gabo quien acuñó el inolvidable nombre de Macondo que se puede aplicar sin temor a equivocarse a muchos de los pueblos de nuestra América.
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Sergio Inestrosa (San Salvador, 1957) es escritor y profesor de español y de asuntos latinoamericanos en el Endicott College, Beverly, de Massachusetts, Estados Unidos, además de redactor permanente y miembro del comité editorial del Diario Cine y Literatura.
Imagen destacada: Gabriel García Márquez en la década de 1960.