Dirigida por el realizador español David Ilundain y con las actuaciones protagónicas de David Verdaguer, Patricia López Arnaiz, Clara Segura, Ana Labordeta, el filme obtuvo nominaciones a los principales festivales del circuito cinematográfico de su país, tales como los premios Goya y Gaudí, durante la temporada de su estreno (2020).
Por Jordi Mat Amorós i Navarro
Publicado el 10.7.2022
«Estar solo y enfadado no vale la pena porque aunque tengas razón luego no sabes cómo arreglarlo».
Aleix a Selva
Estrenada en el año 2020 la película obtuvo el Premio Forqué al Cine en Educación y Valores. Se trata de una historia en apariencia simple protagonizada por chavales que justo están dejando la infancia y aún no han llegado a la difícil adolescencia. Chavales que bien entendidos —por un buen maestro o profesional como el que se retrata— pueden dejar de ser grandes conflictos en la adolescencia.
Una cuestión personal
Suena al inicio de la película el tema musical del grupo Mishima Tornaràs a tremolar cuyo estribillo reza: «volverás a sentir, volverás a llorar, volverás a ver, volverás a vivir, volverás a temblar».
Lo oye Aleix (David Verdaguer en una notable interpretación) conduciendo su viejo automóvil hacia el pueblo en el que va a trabajar como maestro sustituto durante unos meses. Iremos dándonos cuenta de que el joven carga con un problema personal que le aleja de su familia y de sí mismo.
Sobrevive como puede al dolor por la muerte de su padre, en su impotencia se aísla de los suyos y de todos. Y se refugia en sus amados libros, lo vemos leyendo Una cuestión personal de Kenzaburó Ôe cuyo duro argumento de alguna manera refleja su momento vital actual y a la vez cuyo título define lo que va a suponer para él este trabajo.
Debo advertir que el análisis que sigue contiene inevitablemente spoilers.
Y una verdad incómoda
Al tomar contacto con sus alumnos preadolescentes, Aleix se da cuenta de que falta uno de ellos, nada le advirtieron en la dirección del centro sobre Carlos el chaval al que le han detectado un cáncer linfático y que lleva todo el curso en casa recibiendo clases de una profesora domiciliaria.
Sintomático olvido que verá —veremos— está relacionado con la ceguera del personal docente ante un alumno en apariencia modélico.
Porque descubrirá lo que la profesora substituida ni el resto de profesores al cargo de esa clase no vio o no quiso ver.
Y es que Carlos se comportó en ese curso pre cáncer como un hábil acosador —buscaba siempre actuar fuera de la vista adulta— que hacía la vida imposible a muchos alumnos de su clase.
Aleix lo detecta pronto y habla con los que fueron maltratados, desde Fede —el que había sido su mejor amigo— un chico algo afeminado hasta la potente Vero con la cual mantenía continuos pulsos.
Por eso el joven maestro entiende que la gran mayoría de los chavales se sientan aliviados sin su presencia y no quieran que Carlos regrese.
A pesar de eso, Aleix sigue visitando e interesándose por Carlos, lo hizo antes de saber la verdad y lo hace después precisamente por ese saber la verdad manteniendo su empatía sin dejar de lado su crítica.
Y media con su protectora madre —que nada sabe de esa verdad incómoda— para que Carlos regrese a la escuela.
Lo hace una parte de él que busca arreglar el desaguisado heredado, una parte noble que está en conflicto con su parte derrotada que le invita a escabullirse de tanta responsabilidad (total son unos meses de sustitución, piensa ese Aleix decaído).
El buen maestro
En ese combate interior cobra sentido lo de la cuestión personal mencionada que para él es el conflicto grupal de su clase.
Con el apoyo de la coordinadora Ana —con la que mantiene una relación en la que se entremezclan tensión y atracción— Aleix irá venciendo esas resistencias y asumirá el liderazgo del grupo demostrando que es un maestro con mayúsculas.
Aunque no lo tendrá fácil, Carlos recibirá el rechazo de muchos y Selua una alumna modélica se convertirá en la peor de la clase por su no aceptación de esa integración del acosador, por su no entender ni querer perdonar a un chico que ha cambiado y pide perdón de corazón.
Así lo hace con Vero en una lograda escena en el baño escolar, Carlos se muestra avergonzado y ella que en juego de miradas afirma un sincero: «tú y yo estamos en paz», que él corrobora con un lo siento auténtico. Todo en el simbólico baño del expulsar los deshechos, del verse en los espejos, del renovarse por las aguas de la vida.
El juego en común
Selua cambia radicalmente de actitud el día que Aleix anuncia una nueva actividad grupal que consiste en elaborar un juego de ordenador. Se rebota porque sabe que lo hace por Carlos —es su afición favorita— y porque entiende que así se pasa por alto todo el mal que él les hizo, que le hizo.
El buen maestro acepta que Selua no participe —sabe que nada se gana con forzar— y deja que el grupo poco a poco se cohesione en la creación de ese juego que a todos apasiona.
Los vemos en clase al aire libre —qué acierto pedagógico— comentando que una buena opción sería que los personajes del juego fueran ellos mismos en caricatura y un chaval que asegura que nadie querrá ser Fede, muchos le ríen «la gracia» y Aleix —inflexible cuando la ocasión lo requiere— les recrimina con un: «a mí no me hace ni puta gracia».
Para a continuación preguntarle a Carlos si a él le hace gracia esa burla —la burla que él mismo abanderara en el curso anterior— y el chaval que en sinceridad le responde un rotundo no.
Así, la clase va cohesionándose con un juego que finalmente trata precisamente de cómo salvar a un amigo. Y Carlos que sufre una complicación y vuelve a estar ingresado en el hospital, no obstante como todo ha cambiado ahora los chavales quieren dedicarle el juego a su compañero enfermo.
Pero Selua sigue rebotada con todo y con todos. Así que Aleix habla con ella en su atracción favorita del parque, él en bajo y ella en la cúspide. Y el profesor que le pide perdón a su antes mejor alumna por haberle gritado en clase a causa de su actitud.
Y le confiesa lo que nadie más sabe, que él desde que murió su padre no se habla ni con su madre ni con sus hermanos y le asegura que: «estar solo y enfadado no vale la pena porque aunque tengas razón luego no sabes cómo arreglarlo».
Ese desnudo anímico funciona. Selua habla también con sinceridad y saca todo lo que le corroe, llorosa afirma que Carlos se va a morir por su culpa debido a que el año pasado rezó con todas sus fuerzas deseando su muerte.
Y Aleix que la exculpa recordándole que lo suyo es una enfermedad y ella —ahora sí ha disuelto su rabia— que ya no desea su muerte. Y será Selua quien irá a ver a Carlos ya en su casa con el juego concluido como regalo.
Se nos muestra la fiesta fin de curso y el visionar todos juntos el juego terminado —nuevamente al aire libre—, se trata de un fondo marino en el que una tortuga se lleva a Selua y ante ese rapto Carlos con un simbólico equipo de respiración ha de matar al animal que secuestró a su pareja.
Y la pregunta que el jugador debe responder: si está seguro de matar. Las opciones son matar rojo o perdonar azul. Vemos como se elige perdonar con lo que los tres —chica, chico y animal— parten juntos a vivir nuevas aventuras.
El curso ha acabado, Aleix deja el pueblo y antes de arrancar el coche rompe a llorar con el libro en mano. Llegó de noche y se va de día tras aportar luz a sus alumnos.
Y en ese saberse capaz decide llamar a su madre, decide iniciar el proceso de aportar luz a su propia oscuridad. Como al inicio, en el equipo del vehículo suena el Tornaràs a tremolar, ojalá sea así.
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Jordi Mat Amorós i Navarro es un pedagogo terapeuta titulado en la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.
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Imagen destacada: Uno para todos (2020).