[Ensayo] «Venganza»: Las mujeres indomables de Coralie Fargeat

La ópera prima de la realizadora francesa de «La sustancia» ya vaticinaba en su debut a la cineasta que con su audaz estética audiovisual y con el simbolismo narrativo de sus historias, cautivaría a las audiencias de las salas a nivel mundial durante la última temporada de estrenos.

Por Cristián Uribe Moreno

Publicado el 16.2.2025

Una película que tuvo una inesperada popularidad durante el año pasado fue La sustancia (The Substance, 2024) de la directora gala Coralie Fargeat (1976).

El filme tuvo una alta concurrencia en las salas nacionales, algo inesperado teniendo en cuenta lo poco que fue promocionada al momento de su debut y al género temático que aborda.

La trama presentada coquetea con el «gore» y el «horror corporal» por lo que no es una cinta hecha para todo tipo de audiencias. No obstante, la original propuesta de Fargeat ha sido respaldada por los especialistas y las decenas de festivales donde ha sido presentada y premiada, al coronar su periplo con las cinco nominaciones a los premios Oscar de este 2025.

Su directora y guionista es una cineasta francesa que tiene en su haber un par de cortos, una participación en una serie y solo un largometraje de ficción anterior a la producción de La sustancia: Revenge (2017), la obra audiovisual que abordaremos en este texto.

Por estos días, Revenge, conocida en Latinoamérica como Venganza del más allá, Venganza siniestra y Venganza: nunca subestimes a una mujer (título que se le dio en Perú) se puede visionar a través de la plataforma de streaming MUBI.

La historia suena a otras narraciones de venganza que el cine ha prodigado durante décadas. Jen (Matilda Lutz) es una atractiva y sensual joven, amante de Richard (Kevin Janssens), un millonario casado que se junta en el desierto a cazar con sus amigos Stan (Vincent Colombo) y Dimitri (Guillaume Bouchede).

Jen es violada por uno de los compañeros de Richard. Este no la apoya, enfureciéndose cuando ella no quiere olvidar el «incidente», por lo cual la persigue y la tira en el desierto, dándola por muerta. Ella sobrevive y va tras sus victimarios en un ajuste de cuentas que es implacable, delirante y sangriento, muy sangriento.

El relato asume las convenciones del cine de acción y los utiliza con gran libertad. A esta propuesta tan archiconocida, la directora francesa le agrega una serie de símbolos estéticos que la hacen distinta y —sin perder de vista las normas del género—, un filme bastante disfrutable.

 

De una «muñeca» hacia un Rambo femenino

El símbolo más visible es el proceso en la transformación de Jen, que pasa de exhibirse como la típica rubia sensual con poco cerebro, a estar muerta, para luego revivir, cual ave Fénix, y mutar en una suerte de Rambo femenino, con una destreza en la utilización de armas, digna de un comando de elite de cualquier país.

La transformación no está exenta de misticismo e imágenes que evocan la estética de los video clips. Hay una música que suena a retro y que refuerza una estética con reminiscencias ochenteras. Cuestión que no es difícil de entender ya que Fargeat nació en la década de 1970, por lo que su crecimiento audiovisual debería estar enraizado con la imaginería de los últimos veinte años del siglo XX.

Y todo este periplo vengativo está bañado en sangre, literalmente. La cineasta francesa se prodiga en mostrar escenas de acción en las cuales abunda el líquido rojo. De esta forma, las sanguinarias imágenes que atiborran la historia, vinculan a la realización con el «cine gore».

Pareciera que la misma realizadora francesa percibe su obra audiovisual como un artificio que no es realista en el sentido de apegarse a una lógica arraigada en la realidad sino que es una narración que exacerba tal estrategia diegética en los enfrentamientos, en la reanimación y en la atmosfera del relato recargado con litros y litros de sangre.

Con todo, para ser su primer largometraje de ficción, impresiona la buena mano a fin de mantener el pulso narrativo, al desarrollar por un lado las escenas de fuerza y destreza física, como también al lograr la tensión dramática necesaria en los enfrentamientos entre Jen y el grupo de amigos.

El resultado final es una entretenida realización audiovisual de una cineasta que tiene ideas muy precisas de lo que quiere narrar y el cómo quiere hacerlo.

 

Cuando el Me Too explotaba

En este —su primer largometraje de ficción—, hay ideas en estado larvario que en su segundo filme La sustancia están claramente más desarrolladas.

Por ejemplo, en Revenge la directora francesa también juega con los modelos femeninos: en el inicio de las secuencias Jen exhibe cierta representación femenina que los hombres suelen desear y luego es sustituida por otra visión de lo femenino en forma de «amazona indomable», que no pierde su belleza estética, pese a las circunstancias.

En suma, la realizadora Coralie Fargeat crea una narración audiovisual que no se sale de las convenciones de cierto estilo de cine de acción pero el cual logra introducir ideas y estéticas de otros géneros que hacen a la historia más fresca y audaz en su faceta artística.

Además, Revenge se puede leer como una historia potente en contra de la violencia patriarcal hacia las mujeres, en tiempos en los cuales —2017— el Me Too explotaba en todo el mundo y de esa forma es que se puede escuchar el ¡basta ya! del abuso en contra del género femenino desde las profundidades mismas de este relato cinematográfico.

 

 

 

 

 

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Cristián Uribe Moreno (Santiago, 1971) estudió en el Instituto Nacional General José Miguel Carrera, y es licenciado en literatura hispánica y magíster en estudios latinoamericanos de la Universidad de Chile.

También es profesor en educación media de lenguaje y comunicación, titulado en la Universidad Andrés Bello.

Aficionado a la literatura y al cine, y poeta ocasional, publicó asimismo el libro Versos y yerros (Ediciones Luna de Sangre, 2016).

 

 

 

 

Tráiler:

 

 

 

 

Cristián Uribe Moreno

 

 

Imagen destacada: Revenge (2017).