El artista visual madrileño ha dedicado lo más granado de su obra a la elaboración de una estética plástica basada en la visión del mundo (de una solidez geométrica) debida a Paul Cézanne y en el magisterio esencialista propio de Kazimir Malévich, Piet Mondrian, Paul Klee y Mark Rothko.
Por Luis M. Iruela
Publicado el 8.12.2024
La historia de la pintura y la poesía contemporáneas han transcurrido cercanamente conectadas. Es significativa la nómina de los pintores que escriben poemas: Paul Klee, Picasso, el escultor Jorge de Oteiza, entre otros.
Poemas cuya materia es subjetiva, hechos de elementos expresivos interiores cercanos a las obras de poetas creacionistas y adalides de la palabra en sí misma como el chileno Vicente Huidobro.
De forma paralela, la pintura ha ido abandonando el figurativismo y la imitación de la naturaleza para seguir una senda de abstracción progresiva hacia conceptos y esencias cuya razón de ser descanse en la composición y el cromatismo, cuya emoción no pueda ser ligada a un objeto reconocible que alivie la inquietud y perplejidad del contemplador.
Paul Klee permaneció una temporada en Marrakech a principios del siglo XX. Allí pintó una serie de cuadros que representan unas casitas locales, los cuales pueden ordenarse según un progresivo difuminado y posterior borradura de los contornos, yendo desde la representación de unas construcciones fácilmente identificables hacia la desdiferenciación de las formas para desembocar en un aéreo espacio de color libre.
La palabra en el tiempo
Vicente Gonzalo González (1955) es un pintor madrileño que ha dedicado lo más granado de su obra a la elaboración de un neoconstructivismo basado en la visión del mundo (de una solidez geométrica) de Paul Cézanne y el magisterio esencialista de Kazimir Malévich, Piet Mondrian, Paul Klee y Mark Rothko.
Sin olvidar una concreta ligazón con Sudamérica a través de los lienzos de Joaquín Torres García y su misterioso simbolismo.
Lo llamativo de sus cuadros es que producen un efecto en parte similar al que desencadena la poesía pura por una vía sensorial distinta. Imagen y palabra confluyen en un mundo equilibrado y sereno, estable en sí mismo, hecho con acertada distribución de formas, volúmenes y colores como una especie de Partenón clásico. Un deseo de buscar el secreto nuclear que late en la representación artística, más allá del límite, de la imitatio, de lo fácilmente satisfactorio.
Un propósito de estas características alberga algo de místico como lo alberga el propio cosmos de la materia subatómica. Más allá hasta el infinito.
Por eso, Vicente Gonzalo repite, varía, alterna con una devoción convencida de que se acerca cada vez más a la intuida meta, siguiendo una línea asintótica.
En definitiva, una pintura para ver mientras se escuchan versos cuya única existencia, como diría Antonio Machado, es la palabra en el tiempo ante aquel que se detiene frente a los cuadros.
Sin olvidar su ligazón especial con Sudamérica a través del arte racional y místico (si tal mezcla es posible) de Torres García, quizá su pintor más admirado.
Tráiler:
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Luis Miguel Iruela es poeta y escritor, doctor en medicina y cirugía por la Universidad Complutense de Madrid. Especialista en psiquiatría, jefe emérito del servicio de psiquiatría del Hospital Universitario Puerta de Hierro (Madrid), y profesor asociado (jubilado) de psiquiatría de la Universidad Autónoma de Madrid.
Dentro de sus obras literarias se encuentran: A flor de agua, Tiempo diamante, Disclinaciones, No-verdad y Diccionario poético de psiquiatría.
En la actualidad ejerce como asesor editorial y de contenidos del Diario Cine y Literatura.
Imagen destacada: Obra en tabla mixta, de Vicente Gonzalo.