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[Ensayo] «Wanda»: Sobre la genialidad de Barbara Loden

La narración audiovisual de la única obra como directora de la también actriz estadounidense da cuenta de la existencia de una dueña de casa (interpretada por la misma realizadora), que al inicio del largometraje se divorcia de su esposo y le cede la custodia de sus hijos, para emprender un viaje por una Norteamérica alejada del glamour y de los estereotipos, y bastante más cercana a la marginalidad.

Por Cristián Uribe Moreno

Publicado el 7.8.2022

Hace tiempo ya que la plataforma de Youtube se ha convertido en una fuente inagotable de información y entretención del más vasto tipo. En su inmenso catálogo de producciones audiovisuales, se pueden encontrar películas y series, tanto actuales como antiguas. Hay algo de arqueología cultural si uno comienza a hurgar en sus infinitos archivos. Algo así como una biblioteca de Babel digital.

Ahora bien, muchas veces los archivos no están en las mejores condiciones. Sin embargo, si se trata de una copia en buen estado de una película notable, es encontrar un tesoro. Algo de esto hay en la película Wanda (1970) de Barbara Loden. Primera y única incursión en la dirección de la actriz. Un debut que merece una revisión y revalorización de la obra y de su creadora.

La obra cinematográfica de Loden se enmarca dentro del género de road movie (o película de viaje por la carretera), además de ser un claro ejemplo de cine independiente y social, reflejo de los nuevos cinemas que irrumpieron en los años 60.

La narración da cuenta de la vida de un ama de casa, Wanda (interpretada por la misma Barbara Loden), que al inicio de la historia se divorcia de su esposo y cede la custodia de sus hijos. Ella sale al mundo, una Norteamérica alejada del glamour y los estereotipos, más cercana a la marginalidad.

 

La crónica audiovisual de un ser indefenso

Lo que pudo ser la historia de una mujer liberada del yugo patriarcal, tomando las riendas de su destino, se convierte en la crónica de un ser indefenso que no logra encausar su vida y que termina arrimándose a la compañía de distintos hombres que solo la utilizan.

De todos los hombres con que se involucra, con uno logra algo semejante a una relación: el señor Dennis (Michael Higgins), un hombre autoritario y criminal de poca monta. Él se traslada por distintas ciudades en compañía de Wanda, mientras comete sus delitos.

En este aspecto, este material se acerca a los relatos de «loco amor» que se toman los caminos, tipo Pierrot, el loco (1963) o Bonnie y Clyde (1967). Pero lo que a Loden le interesa va por otro carril. En esta pareja circunstancial no hay acciones rebeldes. No existe ese romanticismo desenfrenado que los lleve a enfrentarse a una sociedad que no los entiende. Su viaje hacia la criminalidad, no tiene nada que ver con subvertir el sistema opresivo. Solo es un pulso de sobrevivencia.

La pasividad con que encarna Wanda su destino, en un principio sorprende. En ningún momento, ella se indigna o se alza contra estos opresores. Su aparente apatía solo insinúa dolores más profundos, una soledad e incomunicación con sus semejantes que no se esfuerzan en entenderla. Esta indiferencia con que vive las acciones en las que se involucra, solo aísla más a su personaje.

Este evidente abandono vital contrasta con la energía que poseen los hombres, como el señor Dennis, quien siempre sabe qué hacer y cómo actuar. Los hombres son pura energía, un tanto mal gastada, un pulso más bien destructor.
La vitalidad de vivir en el camino, como lo mostrara Easy Rider (1969), un año antes, aquí se convierte en otra cosa.

 

Un lugar en la historia de cine

El viaje es un camino que termina acentuando su hundimiento y la deja más a la deriva. Su pulsión de vida pareciera que está en otro lado. De esta manera, este ensimismamiento que va exhibiendo, la emparenta más con otra gran realización de personas que se pierden en los caminos: Carretera asfaltada en dos direcciones (1971), de Monte Hellman.

Lejos del artificio, las imágenes son casi documentales. Harta cámara en mano. Encuadres bastante libres, poco cuidados. Las escenas son acciones bastante simples, resueltas con un mínimo de detalles. A este contexto ayuda la labor de actores no profesionales, que improvisan la mayor parte de las escenas, dando un ambiente más realista, cercano al naturalismo.

Barbara Loden fue una mujer que tuvo que luchar contra los estereotipos con que se la quiso encasillar. De modelo de calendario y bailarina, se convirtió en actriz del Actors Studio, una artista de teatro y de cine.

Apareciendo en películas como Río salvaje (1960) o Esplendor en la hierba (1961), ambas dirigidas por Elia Kazan, con el que terminó casándose años después, con Wanda dio un salto hacia su única incursión en la dirección cinematográfica, que pese a su escasa repercusión, con los años ha ido ganando un justo reconocimiento.

La vida de Barbara Loden se apagó tempranamente a los 48 años, víctima de un cáncer, y no pudo refrendar sus dotes de autora en otra realización cinematográfica.

Su trayectoria es reconocida en un breve y bello texto que hizo Nathalie Léger, Sobre Barbara Loden, donde da cuenta de una existencia difícil que sin embargo fue capaz de salir adelante y reconvertirse más de una vez. Una gran mujer que debe tener el justo lugar que se merece en la historia del cine.

 

 

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Cristián Uribe Moreno (Santiago, 1971) estudió en el Instituto Nacional General José Miguel Carrera, y es licenciado en literatura hispánica y magíster en estudios latinoamericanos de la Universidad de Chile.

También es profesor en educación media de lenguaje y comunicación, titulado en la Universidad Andrés Bello.

Aficionado a la literatura y al cine, y poeta ocasional, publicó en 2017 el libro Versos y yerros.

 

 

 

 

Tráiler:

 

 

 

Cristián Uribe Moreno

 

 

Imagen destacada: Wanda (1970).

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