A raíz de la cercana publicación de su poemario «El estado de las cosas» (Cuarto Propio, 2018) el autor nacional radicado en la Cuarta Región del país revela su especial y particular sensibilidad artística al Diario «Cine y Literatura», en una conversación profunda e imperdible que sostiene con otro singular narrador chileno de su generación. Adelante, léanla.
Por Nicolás Poblete Pardo
Publicado el 14.12.2018
El estado de las cosas (Cuarto Propio, Santiago de Chile, 2018) es la última publicación de Cristián Brito Villalobos (1977), un volumen que se erige como un homenaje a un ser querido que ya no está físicamente, pero que reaparece en inusitados momentos para hablarnos del dolor de la pérdida, de las domesticidades y recuerdos que se filtran, penando nuestro mundano acontecer en etapas clave como la niñez y la vejez. Soledad Fariña destaca la originalidad de este poemario, comparándolo a obras anteriores: “la mirada hacia el dolor humano es más compasiva pero más amplia y lejana, la cercanía coloquial de Papeles en los bolsillos, Sala de espera, se transforma aquí en lenguaje de observación y reflexión”.
En El estado de las cosas se contraponen conceptos como “Humildad” (en los cuerpos que cargan pesares y años) y “sabiduría” (en la esfera natural que se percibe como dispar a la humana). Acá hay una voz que se expresa libremente, se erige como un vocero: “soy hombre y escribo/lo que muchos deben estar pensando”, afirma en el poema “Soy”. Así, el volumen se transforma en una exploración de la experiencia humana desde la perspectiva del tiempo y su paso como deterioro. Los sitios que la voz visita son etapas y también lugares concretos donde se encuentran algunas certezas. La verdad se deposita en representaciones naturales: “La verdad”, domo dice ese poema, “se suspende/en una endeble/y frágil rama/del árbol más antiguo/de la historia”. Al mismo tiempo, estos espacios nunca son totalmente puros, pues han sido intervenidos por el hombre (la playa tiene como sonido de fondo un automóvil; y la naturaleza es circunscrita en plazas).
Pero lo más presente en el volumen es este viaje a las etapas vitales, donde se mezclan el asombro con la mirada más crepuscular de la vejez: “Nunca aprovechaste el tiempo/ahora el tiempo se aprovecha de ti”, leemos en “Tiempo Libre”. El volumen entero está marcado por estos polos: infancia y vejez, y por la necesidad de transitar distintos cuerpos y fases, una vez inserto el cuerpo en este dilema ineludible y, muchas veces, triste. El estado de las cosas es una oda a la vejez, como comprobamos al leer “Envejecer”: “Conversaré con las hojas secas/ les preguntaré cómo se envejece tan bello”. Esta vejez es traspasada por flashes de fugacidad que exhiben una niñez teñida de senectud; simultáneamente, los cuerpos ancianos se repliegan buscando una infancia añorada, idealizada, pues hay una conciencia, realmente una alarma, que nos advierte que la contaminación comienza temprano. En el poema “Los sueños del niño”, vemos a una madre comenzar con la instrucción de la vida: “más tarde cambiará los pañales/ para purificarlo de la peste del humano”.
-¿Crees que la poesía tiene un “rol” en la creación de mundos? Esta sugerencia la vemos, por ejemplo, en “Un par de gorriones”.
-Creo que la palabra en sí misma posee la facultad de crear mundos. En el poema que mencionas se hace alusión a ello, en cómo el hombre puede influir en modificar o al menos alterar diferentes escenarios. En un “Un par de gorriones” imagino cómo el hombre, con su poder, puede alterar la vida de un ser vivo cualquiera y así comparar su universo con el de nosotros, el de los hombres, tan lleno de violencia, hambre y dolor. La poesía tiene ese “poder” y puede desempeñar ese papel. El poema, según lo veo, es un intento por evidenciar realidades, de romper con los tabúes y alzar la voz en especial por aquellos que han sido eternamente silenciados.
-El volumen comienza y termina con la dedicatoria a un tío. En general El estado de las cosas tiene un matiz de homenaje.
-Efectivamente es así. Tenía un tío, muy cercano, el que fue una suerte de segundo padre para mí y que desde muy niño me mostró un mundo desconocido para mí. El vivía en un sector humilde en Coquimbo. Era chofer de ambulancia, un trabajo súper sacrificado, con turnos muy agotadores, pero mi tío siempre estuvo allí para crear belleza en lugares impensados. El libro lo comencé a escribir cuando su estado de salud comenzó a fallar. Sin querer aceptarlo me di cuenta que no era mucho tiempo el que le quedaba con vida, entonces este libro cumplió la función de catalizar todos esos sentimientos. Remembranzas y amor por todo que nos unió. De hecho, la foto de la portada del texto es de un cesto de basquetbol de madera que mi tío hizo para que jugáramos nosotros, sus sobrinos e hijos cuando niños. El libro es un homenaje como dices a una de las personas que más he querido y de la que más aprendí. La verdad, si me lo preguntaras, no creo que alguna vez supere su partida. Solo espero que este libro esté a la altura de un hombre tan íntegro y bondadoso como mi tío Jaime.
-Háblanos de la capacidad de asombro y del temor a perderlo, una de las emociones presentes en El estado…
-El asombro siempre ha estado conmigo. No dejo de asombrarme cada día. Las noticias que vemos del mundo y de nuestro país me asombran, por lo sombrío que se ve todo. Sin embargo, el temor principal es a lo desconocido. La muerte, en este sentido, es una de las temáticas más presentes en todos mis libros. Es un hecho que me llama profundamente la atención. Si bien no profeso ninguna religión, me cuesta creer que las personas simplemente mueren y que allí se acaba todo. Con el amor pasa lo mismo, es algo muy incierto y a la vez tan efímero como la felicidad. Creo que un escritor y en especial un poeta jamás debe dejar de asombrarse, pues, y a pesar de todo, el mundo siempre nos sorprenderá. Nunca dejará de girar y los cambios, por muy nefastos, podrán terminar en hechos concretos y allí nace otro tipo de terror. Un miedo profundo sobre lo que le depara a la humanidad.
-Revisas conceptos clásicos como el de Dios, el concepto de alma y de milagro, la vida más allá de la muerte. ¿Cómo resignificas estas nociones arquetípicas?
-Los conceptos de Dios, el alma y el milagro, como mencionas, están siempre presentes en mi escritura. Me gusta pensar en ellos y relacionarlos con la trascendencia del ser humano. Son temas muy recurrentes en la poesía y para mí son fundamentales. No sé si le doy un nuevo significado, pues nunca he podido entenderlos a cabalidad. Por ejemplo, mi familia es muy religiosa, adventista para ser más exacto. Mis padres son muy creyentes y sé que les chocan los poemas en que hablo de estas cosas. Lo bueno es que siempre han respetado mi punto de vista y por sobre todo mi escritura. Saben que el oficio del escritor es incómodo y que a veces puede molestar a alguien. A mí eso me tiene sin cuidado. Seguiré escribiendo y estoy seguro que estas temáticas siempre estarán presentes en mis escritos a pesar de que pueda incomodar. La muerte es un eje central en mi breve obra.
-En “Padre” vemos una primera persona, en “Soledad” hay una segunda persona; en “La obra”, una primera persona plural; en “He de morir” una tercera persona. ¿Cómo concibes la idea de estrategia?
-Es cierto que uso diferentes tiempos verbales pues creo que la poesía no tiene una fecha. Me explico; creo que un poema puede ser leído en cualquier época y jamás perderá su sentido medular, el hombre después de todo siempre ha sido el mismo, con problemas, penas y alegrías, entonces al escribir un poema puedo pensarlo de manera personal, así como puedo crear un supuesto texto ficticio que representa un sentir, a mi modo de ver, universal. Mi estrategia es sencilla: tomar lo que me persigue y escribir sobre ello de la manera más fidedigna posible. Eso es lo que busco.
Nicolás Poblete Pardo es escritor, periodista y PhD en literatura hispanoamericana por la Washington University in St. Louis, Estados Unidos. En la actualidad ejerce como profesor titular de la Universidad Chileno-Británica de Cultura, y su última novela publicada es Concepciones (Editorial Furtiva, Santiago, 2017). Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.
Crédito de la imagen destacada: Cristián Brito Villalobos.