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[Entrevista] Andrés Kalawski: «Por suerte no me ha tocado escribir como forma de denuncia»

El dramaturgo y autor chileno publica su primera novela, que titulada «Cuchillos», desarrolla al correr de sus páginas, una entretenida vuelta de tuerca en torno al tema del viaje iniciático del héroe, pero con la gastronomía y las políticas públicas de alimentación en la sociedad actual, como telón de fondo.

Por Nicolás Poblete Pardo

Publicado el 27.7.2023

En esta narración, la voz a cargo del trayecto que ejecutan sus protagonistas se concentra en describir, de modo aséptico, los movimientos y motivaciones que comandan a sus personajes. A través de frases cortas se revela un excéntrico imaginario: «El guardia se detiene. Duda un momento. Reconoce a un cocinero. Hay un cocinero. A los cocineros se les perdona todo… El guardia se da media vuelta. Se aleja dos pasos. Para. Se da vuelta de nuevo».

Cuchillos (Laurel Ediciones, 2023) de Andrés Kalawski Isla (1977) puede leerse también como una posibilidad para explorar las políticas de alimentación en nuestra sociedad actual (muchos podrán hacer abstracciones desde el prisma activista del veganismo) y, aunque resultan centrales, no parecen deliberadas; tampoco una decisión autoral consciente.

La descripción de la faena que sufre un camello, por ejemplo, es característicamente gráfica: «La joroba se desprende muy fácil y se aparta para las máquinas, junto con los volúmenes de grasa más evidentes».

Actor y dramaturgo, Kalawski ha estrenado una docena de sus obras teatrales, en escenarios tanto del país como del extranjero, y algunas de ellas han sido publicadas en antologías editadas en Cuba y en México. En 2012, por ejemplo, su texto Niño terremoto recibió el premio Marta Brunet al mejor libro infantil del año.

Sus áreas de investigación incluyen la historia del teatro en Chile, el teatro documental y testimonial, y las relaciones entre la historiografía, la ficción y la dramaturgia. Igualmente, ha lanzado poesía y es guionista y consultor de cine y televisión, además de panelista de radio.

Desde 2014 hasta 2020, Andrés Kalawski fue director artístico del Teatro UC, en cuya Casa de Estudios también ejerce como profesor de la Facultad de Artes.

 

«Esta es la historia de una aventura»

—Aunque la presentación ofrece esta novela como una reformulación del «tema del viaje del héroe», esta resulta opaca y parece cifrada. ¿Cómo te planteaste esta tradición al momento de proponer la historia de los personajes que pueblan Cuchillos, en especial Mario?

—Dice David Bowie que podemos ser héroes por un día, lo que es tan esperanzador como triste. La posibilidad del viaje y la transformación, están en la novela en primer plano y también en el centro. Esta es la historia de una aventura.

Escribir una novela a estas alturas es algo sumamente anacrónico, pero estudié teatro, me formé en lo anacrónico. Por una parte, la escritura, desde la modernidad tiene la obligación de reinventar la tradición y por otra, desde siempre, tiene la obligación, el desafío, de no ser una lata. Parece algo poco y no es poco. Tratar de hacer algo bonito y no latero. Una aventura, en este caso.

Si conseguí eso me puedo dar por satisfecho y, si no, preferiría no darme cuenta y vivir engañado.

 

Una novela «sin grasa»

—La estrategia narrativa en Cuchillos privilegia frases cortas, muchas veces descripciones que son instrucciones. Cuéntanos cómo dialogas con otros registros, como el de la literatura infantil o el teatro. Temáticamente esta no es una propuesta para una audiencia infantil; sintácticamente, goza de una fluidez que resulta sencilla, ágil. Más allá de lo argumental, ¿cómo disciernes entre registros?

—La dramaturgia tiene, en general, una herramienta privilegiada en el diálogo. La apuesta acá es una voz narrativa que controla e incluso avisa que se guarda información y casi ningún diálogo. La continuidad con la literatura infantil que he trabajado y con mi teatro no está en esa superficie, creo, sino en el interés por el ritmo y el sonido de la palabra, por la compresión o extensión del tiempo en su representación. Trabajo los mismos metales pero salen distintas argollas.

Respecto de la sencillez, es un logro que no tiene que ver necesariamente con lo infantil. Niñas y niños disfrutan de complicaciones también. Esta vez andaba buscando lo que un amigo definió como una novela «sin grasa». Es una manera de controlar la velocidad para que no sea todo igual.

Esta novela nació como novela. Es curioso, nunca me ha pasado dudar del género de lo que escribo cuando empiezo. A veces escribo obras que parecen cuentos, cuentos que parecen poemas, poemas que parecen lista de compras, pero nunca dudo.

La idea viene formateada hasta mí. Mi trabajo es no estropearla mucho.

 

«Todos los lugares son excéntricos»

—Hay algunas marcas locales (Quilicura, Manquehue), pero estas no dan pistas, no funcionan como señales referenciales actuales. Parecen ser nominaciones que han perdido la identidad que alguna vez tuvieron. Esto es parte de una dislocación omnipresente en la narración. En un universo deliberadamente excéntrico, ¿qué faros podemos hallar?

—Me pierdo con mucha facilidad, los mapas me ayudan poco. Para mí todos los lugares son excéntricos. Por lo mismo, no tengo miedo a perderme. Menos en un libro.

Es curioso que si leemos una historia que fantasee con el París que nos han descrito en tantos libros y lo altere no nos aterramos pero algo pasa cuando hay playa en Lo Espejo.

La novela ofrece, espero, entretención y focos sensoriales en la narración, sobre todo de comidas. Como cuando estamos tristes y una sopa nos reconforta, los alimentos de esta historia deberían alumbrar el camino.

 

«Yo como animales y me da mucha pena»

—Las políticas de alimentación resultan centrales en la novela. Muchos podrán leer desde el prisma activista del veganismo. La descripción de la faena que sufre un camello, por ejemplo, es especialmente gráfica: «La joroba se desprende muy fácil y se aparta para las máquinas, junto con los volúmenes de grasa más evidentes». Hacia el final del relato, un perro incógnito triangula la relación. Aquí surgen preocupaciones que, en otro contexto, ameritarían «trigger warnings» y advertencias sobre la explotación animal, así como la pulsión caníbal que identifica a nuestra especie. Con este provocativo juego (lo que no se nombra —el cachorro— ¿no existe?), que se produce con extremas descripciones, ¿qué denuncia estás cursando?

—Respecto del vegetarianismo y el veganismo, no los practico pero me parecen formas interesantes de tratar de comportarse éticamente. Yo como animales y me da mucha pena. Eso no hace que no me los coma, pero trato de ser respetuoso con la muerte que me permite vivir y disfrutar.

Por suerte no me ha tocado escribir como forma de denuncia. Somos vida heterótrofa y la muerte es parte necesaria de nuestra subsistencia. La cocina es un sistema de transformaciones y las transformaciones también son muerte y dolor.

A veces, con un poco de suerte, se consigue amor y goce, pero no se puede dar por seguro.

 

 

 

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Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es periodista, profesor, traductor y doctorado en literatura hispanoamericana (Washington University in St. Louis).

Ha publicado las novelas Dos cuerpos, Réplicas, Nuestros desechos, No me ignores, Cardumen, Si ellos vieran, Concepciones, Sinestesia, Dame pan y llámame perro, Subterfugio y Succión, además de los volúmenes de cuentos Frivolidades y Espectro familiar, y la novela bilingüe En la isla/On the Island.

Traducciones de sus textos han aparecido en The Stinging Fly (Irlanda), ANMLY (EE.UU.), Alba (Alemania) y en la editorial Édicije Bozicevic (Croacia).

Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

«Cuchillos», de Andrés Kalawski (Laurel Ediciones, 2023)

 

 

 

Nicolás Poblete Pardo

 

 

Imagen destacada: Andrés Kalawski.

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