La investigadora y autora chilena radicada en Nueva York acaba de publicar un híbrido genérico situado entre el ensayo y la ficción autobiográfica, en el cual analiza su historia personal y su pasión por la fotografía, entrecruzándolas con el relato identitario de quienes habitan la zona en donde se encontraba su casa familiar de veraneo: la ribera del lago Lanallwe, en el corazón de la provincia de Arauco.
Por Enrique Morales Lastra
Publicado el 9.7.2023
Vestigios y retazos personales, confesiones de intimidades familiares y retratos heredados, son citados por la académica y narradora nacional Ángeles Donoso Macaya, en su ópera prima como autora literaria, la cual bautizada con belleza poética, se titula Lanallwe (Tusquets Editores, 2023).
En el volumen, la escritora reconstruye la memoria de la casa donde vivió sus veraneos de infancia, y además comete la audacia de interrogar y de problematizar el modo en que su familia adquirió esos paños ubicados a orillas del lago inserto en la Provincia de Arauco (que cede su nombre al libro), y que se encuentra ubicado en plena zona del denominado conflicto mapuche.
Así, y provista de una voz sensible y crítica consigo misma, los suyos, y sus privilegios —que significan el desmedro de otros—, Donoso Macaya conecta su relato tribal con la historia colectiva en torno a la debatida usurpación de la cual habrían sido víctimas los pueblos originarios al sur del río Biobío.
Y mientras el argumento de sus páginas avanza, la autora también se explaya en datos y minucias respecto del origen de la fotografía instantánea, en una faceta propia de su labor como destacada académica e investigadora, en una prestigiosa casa de estudios superiores estadounidense.
En efecto, Ángeles Donoso es profesora titular de literatura y cultura visual latinoamericana en la universidad pública de la ciudad de Nueva York (CUNY), y sus áreas de profundización incluyen la teoría e historia de la fotografía latinoamericana, los estudios de la imagen documental, y la producción de contra archivos.
Asimismo, es autora de La insubordinación de la fotografía, publicado originalmente en inglés con el título de The Insubordination of Photography: Documentary Practices under Chile’s Dictatorship (University Press of Florida, 2020), una monografía que fue galardonada con los honores al mejor libro en estudios latinoamericanos de cultura visual (por la Latin American Studies Association, en 2021) y mejor texto de historia y memoria reciente, por la misma entidad —conformada por más de 12 mil integrantes—, tan solo un año después (2022)
También, Donoso es coautora, junto a la famosa artista visual chilena Paz Errázuriz, del ensayo fotográfico Archivo imperfecto (2023).
Los usos afectivos de la fotografía
—¿De qué manera se adopta en el proceso de escritura, de la que parece ser un memoria de recuerdos familiares y de infancia, que piensa principalmente en la merma personal, la decisión argumental que termina por transformar a este texto en una suerte de exhibición, sino de denuncia, de lo que actualmente ha venido en denominarse el conflicto mapuche?
—Creo que la misma escritura ensayística permite eso, hace tiempo que tenía ganas de escribir sobre esta casa, sobre estos recuerdos, y bueno, yo investigo sobre fotografía, trabajo con archivos, con los usos afectivos de la fotografía, también, entonces, son como reflexiones que llevo hace tiempo haciendo, pero nunca las había pensado en términos personales, o sea trabajando con archivos fotográficos personales, por ejemplo.
Esta es una idea bastante discutida en los estudios visuales, la idea de que en la fotografía, obviamente, nunca todo está en la imagen.
Hay un encuadre y está todo lo que queda afuera, pero eso que queda afuera puede ser en términos espaciales, lo que está fuera del marco como también lo que está afuera del marco temporal, y básicamente me puse a pensar en todo lo que tenía que haber pasado, tomando estas instantáneas, estas cuatro fotos que tenía, todo lo que tuvo que haber pasado en la historia para que esas fotos pudieran haber llegado a ser producidas.
Entonces, al final es como que esa imagen parece súper inocente, quizás como un recuerdo lindo de un momento de infancia, para que esa imagen existiese en el mundo, tuvo que haber pasado todo esto antes. Al final eso que queda fuera del marco, deja de ser simplemente lo que está a la izquierda o a la derecha, o atrás, o arriba o abajo, sino que también es toda esa historia que está como enterrada en esas imágenes.
Y en este caso me parecía también muy sugerente el hecho de trabajar con este tipo de fotografías, que tiene la particularidad de que todo el material químico, que permite que esa imagen aparezca, está ya en el papel, que tiene una materialidad mucho más específica que quizás las otras fotografías análogas a las que estábamos acostumbrados, y bueno ni hablar hoy en día de la fotografía digital.
Entonces, me parece que por un lado está la materialidad de las imágenes, que permite hacer ese nexo entre lo familiar y lo más íntimo, y esta historia como enterrada, y por otro lado está la escritura del ensayo, la forma que tiene el texto, que es mucho más elástico, y permite como esos escapes, comparados con el tipo de escritura más académica que yo estoy más acostumbrada a hacer, conciben una historia quizás más tradicional, por así decirlo.
«Me hablo a mí misma»
—La utilización de la segunda persona del singular («tú»), de alguna forma intenta establecer una suerte de lejanía que disecciona y se complementa con la participación de la protagonista o voz narrativa en los hechos de evidente cuestionamiento que se intentan exponer?
—Totalmente, el texto partió, la primera versión de este texto, bastante similar, un poco más breve, pero su forma era bastante similar, a lo que escribí para un taller de escritura de ensayo que estaba dictando Alia Trabucco en 2021, y la primera vez que escribí el libro lo redacté entero en tercera persona.
Nunca pensé escribirlo en primera persona, porque me parecía bastante insoportable esa identificación absoluta con esa niña y esos recuerdos, y no quería que se convirtiera, si bien es una historia personal, no quería que girara sobre mí, no es una historia sobre el yo, sino que es una historia que gira sobre exponer una situación, como exhibirla y ver qué pasa.
Pero esa tercera persona, ese ella, varias lectoras, incluso Alia, y varias personas que leyeron el texto, me decían que parecía un poco falsa esa voz, un poco afectada, que era una especie de primera persona, al final disfrazada de tercera persona.
Y lo que hice fue experimentar, o sea cambiar el texto, lo escribí entero en primera persona, entero en segunda, entero en tercera, y la segunda persona se me hizo muy cómoda, aparte que también me hablo a mí misma.
Entonces, me salió bastante orgánico, y sí, como tú dices, tiene que ver con eso en verdad, como que hay un hablarse, o sea la narradora la habla a esta investigadora, pero también me parece que ese tú puede lograr, conectar o producir una empatía con la lectora y el lector de otra manera, también, y que no carga con ese peso tan evidente de la primera persona.
«Formas textuales que puedan llegar a diversos públicos»
—¿Cuál es en tu perspectiva el aporte de un híbrido como Lanallwe al panorama de la literatura chilena actual?
—No me toca a mí decirlo, pero sí lo que me interesaba era producir otro tipo de discurso acerca del conflicto mapuche, me parece que hay libros de historia que son esenciales y que son muy importantes.
Está el de Martín Correa, Historia del despojo, está todo el trabajo de Pablo Marimán, Jorge Pinto, también, o sea, Claudio Alvarado Lincopi, y su texto también es maravilloso, y si me pudiese quizás como ubicar en ciertas como tradiciones, sería con esos libros.
También me gusta mucho la literatura de Daniela Catrileo, pero creo que en este caso la reflexión pasa por una cuestión que tiene que ver con el aporte que pueda dar la investigación también, el trabajo con archivos pero producirlo en otro discurso.
Es muy distinto hacer este tipo de investigación y producir un texto que quizás va a ser más académico, que van a leer historiadores, sociólogos, no sé, personas que estén más en esos ámbitos, versus un texto ensayístico y literario, que puede ser leído por muchas más personas.
Me interesa eso también como profesora, educadora que es lo que soy, de poder generar discursos y formas textuales que puedan llegar a diversos públicos.
Si eso resulta o no, ya no depende de mí.
«La escritura del ensayo feminista me ha inspirado mucho»
—¿Te consideras parte de una generación de autoras nacionales que exponen, abordan y tratan ciertos temas culturales o antropológicos —que antes se omitían o bien invisibilizaban— desde una mirada un tanto distinta a como se desarrollaban en el pasado?
—Sí, quizás, no sé si marcarlo tanto en términos nacionales, sí me parece que hay una generación, de un tiempo a esta parte, los últimos diez, quince años, hay una vuelta a tratar temas históricos, la memoria histórica, y también a conectar quizás, la historia política con la historia personal afectiva, desde una perspectiva feminista, también.
Y el trabajo con archivos que está presente en varias escritoras, no solamente en Chile, entonces, sí, claro, no sé si me siento parte de una generación, pero si me alineo con ciertas voces y con ciertas maneras de escribir, son las que finalmente me han inspirado y de las que he aprendido.
Bueno, en el caso de Chile, es como bastante evidente, el trabajo de Alia Trabucco, el trabajo de Lina Meruane, son súper influyentes, pero también me gusta la obra de Cristina Rivera Garza en México, el trabajo de Gabriela Wiener, y también por otro lado, la escritura del ensayo feminista me ha inspirado mucho.
La plasticidad de los ensayos
—¿En qué tradición estilística entroncarías a un libro del tipo de Lanallwe, quizás considerando que finalmente su propuesta literaria se despliega a través de un tratamiento estético del tópico de la memoria y de los recuerdos que finalmente termina siendo, como no podía ser de otra forma, «político»?
—La pregunta se responde ¿no?, me parece que el ensayo tiene esa apertura, es como una forma bastante plástica que permite experimentar tanto a nivel formal y de contenido.
Entonces, a mí me resultó esta escritura en fragmento, por ejemplo, y el incluir otras voces, hacer uso de archivos y de fuentes históricas, se me hizo muy fácil, la verdad, en la escritura, en esta forma más fragmentaria de poder escribir.
Al final, pienso que quizás la forma del ensayo, con toda su variedad y con toda su amplitud y expansión es lo que permite este tipo de discurso.
«El feminismo es una manera de situarse en el mundo»
—¿Te consideras una autora feminista?, y si es así, ¿cómo esa adscripción estética determina la profundización en un pasado que es siempre selectivo, parcelado y por último fragmentado?
—El feminismo atraviesa todo el trabajo que hago y no me parece una perspectiva estética, sino que una manera de situarse en el mundo y de pensar, de trabajar y de escribir, de hacer todo lo que una hace. En este caso la lente feminista permite conectar hechos, situaciones, elementos que en un principio pueden parecer completamente inconexos.
Así, el hecho de que una casa sea de madera, el hecho de que una casa sea instalada en cierto lugar, el hecho de que ese lugar haya sido anteriormente redistribuido por la Reforma Agraria, y que antes de eso haya sido usurpado, son situaciones que pueden parecer inconexas, pero lo que nos enseña el feminismo, finalmente es que todas estas situaciones están relacionadas, tanto el capitalismo como el patriarcado, oscurecen o hacen opacas a estas relaciones de opresión, de subordinación, que sí están ahí.
Entonces, la perspectiva radicalmente situada parcial, te permite trazar esos vínculos y poder exponerlos de cierta manera, hacerlos visibles.
«La violencia que se ejerce mediante la ley»
—El despojo y la pérdida son conceptos que cruzan las páginas de Lanallwe, pero, ¿cómo crees que mediante esos mismos folios, aquellas ideas pueden o llegan a transformarse en nociones de recuperación de una historia oculta, silenciada, finalmente gracias a ese ejercicio testimonial, íntimo e hiriente, en su singular fuerza vital?
—Me parece que el tema del despojo y de la usurpación por supuesto que están.
A ver, están directamente vinculados con el debate y la discusión sobre la reparación histórica, y en este caso ya es algo que el libro lo dice, lo enuncia, es una intención de reparar muy simbólica en cierto sentido, está la idea de reparar mediante el lenguaje.
¿Quién soy yo? Una huinca, que vive en otro país, escribiendo un libro, que quizás van a leer algunas personas. ¿Qué se puede reparar mediante eso? Es un pequeño gesto, me parece.
Y un gesto importante, porque hay que insistir en esa idea, porque lo que escuchamos todos los días en los medios, en la prensa, en todos los matinales, de distintas maneras, es algo que obviamente ha sido mucho más evidente desde todo el proceso constituyente, y todos los debates, lo que llevó finalmente al triunfo del rechazo.
Esta idea de que por ejemplo, los pueblos indígenas estaban siendo privilegiados, en el nuevo texto constitucional, que estaban recibiendo privilegios, y eso es de una absoluta ignorancia, y desconocimiento de lo que implica, el haber históricamente, despojado y oprimido, e ignorado, verdad, y violado los derechos de todas las comunidades aborígenes.
La reparación implica que se ha hecho un daño, no es que estás privilegiando a alguien, sino que se ha hecho un daño, me parece que en ese sentido, este libro mínimamente trata de poner un granito, en ese debate, de señalar cómo se ejerce históricamente el despojo, cuáles son sus formas materiales, las leyes, las compraventas.
Hay distintas formas de violencia, me parece que la violencia que se ejerce mediante la ley, es muy potente y muchas veces, parece invisible, no parece violencia.
Vincularse con las imágenes
—¿En que proyecto literario te encuentras trabajando en la actualidad?
—Estoy trabajando en un ensayo sobre el período de la Reforma Agraria, pero es una investigación que espero pueda terminar en alguna forma como la de Lanallwe.
De hecho, estoy trabajando con toda la producción visual, con toda la propaganda, con todo el material informativo, que se desarrolló tanto durante el gobierno de Eduardo Frei Montalva, como de Salvador Allende, para promover la Reforma Agraria, trabajando con muchos archivos.
Y tratando de pensar como abordar desde hoy tanto esa herencia cultural de la Reforma Agraria, sus limitaciones y sus contradicciones que estaban ahí, como esa misma propaganda, sobre todo en la época de Frei Montalva.
Además de la manera de implementar la Reforma Agraria, que fue una forma capitalista, e impulsada y patrocinada por el gobierno de Estados Unidos a través de la Alianza por el Progreso, pero en el contexto de la Guerra Fría, como ese mismo basamento capitalista se manifiesta de manera visual en las imágenes, en la producción que se hizo en esa época.
Indago en los libros ilustrados que tanto la Cora, la Indap, sacaban sobre la reforma, todo el material que hicieron para alfabetizar a los campesinos, a las campesinas. Mi punto de partida son siempre las imágenes, es como tratar de hacer historia visual desde esa producción visual.
Lanallwe es como un proyecto más experimental y personal, porque lo que me ha interesado siempre es la historia de la fotografía, la materialidad de esos objetos, cómo se usan, para qué sirven, me parece que agarrar esas cuatro fotos y hacer el ejercicio conmigo y con mi familia, que es el ejercicio que he estado pensando que hacen otras personas, con sus propias fotos, con sus familias, en otros contextos, es un poco similar.
Y ahora es pensar en esa producción visual, más producida por el Estado, que es distinto.
Antes, yo escribí un libro sobre los usos civiles de la fotografía durante la dictadura, entonces agrupaciones como las de familiares de detenidos desaparecidos, la Vicaría de la Solidaridad, la Afi, o sea tanto productores de fotografías como usuarios, que usaban fotos ya existentes, para hacer demandas, para exigir justicia.
Entonces, me interesa mucho ese uso finalmente, que se le da a la fotografía, que nunca puede estar reducida a un ámbito experto, la fotografía la usan todas las personas, que pueden tomar una foto, o comentar algo sobre cualquier foto, no hay por qué tener ningún tipo de mirada experta para vincularse con las imágenes.
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Imagen destacada: Ángeles Donoso Macaya (por Paz Errázuriz).