[Entrevista] Carolina Brown: «Escribir es una actividad en esencia masturbatoria»

La autora chilena —en la actualidad radicada en Berlín, Alemania— contesta las preguntas que surgen a raíz de la lectura de su más reciente libro, los relatos de «Principio de incertidumbre», donde la velocidad de los acontecimientos dramáticos, sin duda, abruman por su estilo y rapidez.

Por Enrique Morales Lastra

Publicado el 13.11.2024

Los honestos y seductores cuentos de Carolina Brown (Santiago de Chile, 1984), permanecen en la retina porque lejos de ser confesionales o autobiográfico, sobreviven en la memoria literaria, debido a la emocionalidad líquida y a flor de piel que subyacen bajo esas palabras que experimentan con la sensibilidad de sus lectores.

Con todo, si ese público ronda los 40 años, no puede más que identificarse con esas penurias propias de la edad, y la dificultad por encontrar la tan anhelada estabilidad de la madurez y la tranquilidad que se alcanza con el cobijo protector de un salario regular.

O como ella misma dice en relación a sus relatos, que exploran por el ethos de los llamados adultos jóvenes:

«No lo pensé en particular como una crisis de los 40, lo que sí pensé fueron temas que cruzaban a mi generación en este momento y que aparecían en conversaciones con amigos y colegas: la precariedad laboral, la inestabilidad amorosa, la salud mental endeble, la pérdida de amistades, la enfermedad y la vejez, etcétera».

Y por ahí va eso de la cercanía que producen estos relatos que van más allá de la «feminidad» de sus protagonistas, en la necesidad de asumir el fracaso, la frustración, la derrota, cuando no en el reconocimiento de la soledad extrema y limítrofe con el final de un sendero, si se cita el título de uno de sus libros:

«Personalmente creo que estar solo, sentirse solo, es tal vez la más humana de las experiencias, porque somos seres sociales, toda nuestra evolución y nuestra biología está orientada a estar en comunidad», explica Brown.

Destaca el desarraigo territorial de los personajes de Principio de incertidumbre (Seix Barral, 2024), quizás por esa misma independencia que tienen de poder ir de aquí hacia allá, sin mayores problemas, debido tanto a las facilidades tecnológicas o de los baratos viajes intercontinentales, que tanto el esquivo éxito profesional como la independencia económica les brindan.

Sin ir más lejos, la clave de estos caracteres dramáticos es que se identifican con el ignoto problema de la conciencia lúcida, cuando no lúdica de cualquier existencia:

«En los momentos que nos sentimos solos de verdad (todos hemos pasado por ahí), se abre un misterio profundo de la existencia, uno se asoma a otra cosa, porque —si lo vemos fríamente— llegamos al mundo solos y nos vamos solos y acá estamos acompañados por momentos, pero en realidad hay una parte de nosotros a la que no acceden ni nuestros amigos más íntimos», adelanta la autora, a fin de que baraje la posibilidad de internarse en estos relatos de amor, locura, pasiones sin correspondencia pero siempre de las más concreta y aprehensible individualidad milenial.

Actualmente radicada en Berlín (Alemania), donde dicta talleres de escritura creativa, enseña en una escuela de idiomas y estudia la principal de las lenguas germánicas, Carolina Brown ha publicado los siguientes libros: la novela El final del sendero (2018), los cuentos de Rudas (2019), Nostalgia del desierto (2021), su segunda novela, y el volumen de literatura infantil Duncan (2022), cuyo broche de oro son estos relatos de Principio de incertidumbre:

«Me interesaba cruzar eso con el mundo que nos ha tocado vivir y que ha cambiado muchísimo en los últimos 30 años con los avances de la tecnología. Al menos yo tengo la sensación de que vivimos cada vez más rápido y que muchas veces no alcanzamos a procesar. Eso a veces me abruma», reconoce la autora como directa declaración de intenciones.

 

«Al final tenemos dos vidas: la del mundo análogo, de carne y hueso, y también nuestras vidas digitales»

—El tema de la identidad en el contexto de las redes sociales surge como uno de los motivos de los cuentos de Principio de incertidumbre. ¿Crees que en las nuevas generaciones, la afectividad se encuentra íntimamente relacionada al uso de éstas? ¿Por qué?

—No me atrevería a decir que la afectividad completa está mediada por redes sociales pero sí una parte importante de esta, más aún entre pares. Y no sólo la afectividad sino también la autoimagen, cómo me percibo y cómo creo que los demás me perciben.

Al final tenemos dos vidas: la del mundo análogo, de carne y hueso, y también nuestras vidas digitales, dónde incluso podemos transformarnos en gente muy distinta a la somos en el primero; por ejemplo el chico dulce que secretamente es un troll o la señora madura y tímida que tiene un only fans.

Estamos en un momento histórico en el que no solo esas dos vidas son igual de reales, sino que para alguna gente puede que sean igual de importantes.

 

Roberto Bolaño, más mitificado que leído

—»Los escritores de mi generación no podemos escapar de Bolaño», dice la narradora del cuento «El tótem». A veinte años de su muerte, ¿en qué lugar del canon chileno y latinoamericano sitúas a su figura y a su obra? ¿Crees que es más mitificado que leído? ¿Percibes alguna influencia suya en tus temas y estilo?

—Sin duda más mitificado que leído porque creo que su figura ha ingresado a la cultura popular y es un poco inevitable, lo que es una pena porque es un gran escritor.

Yo no percibo mucha influencia de Bolaño en mis textos, pero siempre he admirado su estilo y su sentido del humor medio macabro.

 

Días provechosos en Alemania

—¿A qué actividades que se puedan contar, te dedicas en Berlín, aparte, me imagino, de escribir?

—Todos los miércoles coordino un laboratorio de escritura creativa en una librería española llamada Bartleby & Co.

Es muy lindo ese espacio porque tengo hablantes nativos de español de todas partes y ha sido lindo hacer comunidad afuera en torno a la literatura y también interesante experimentar la riqueza lingüística de nuestro idioma en los textos.

También trabajo en una escuela de idiomas y estudio alemán.

 

Sus colegas: «Nos ha tocado vivir la misma época y hemos estado expuestas a la misma cultura»

—¿Crees que existe una generación de escritoras chilenas nacidas a lo largo de la década de 1980, que comparten una cierta tribulación existencial y algunas semejanzas estéticas en las estructuras de sus textos literarios?

—Me parece que cualquier generación de escritores va a compartir ciertos rasgos tanto estilísticos como temáticos. Nos ha tocado vivir la misma época, hemos estado expuestas a la misma cultura y las vivencias han sido (muy a grandes rasgos) más o menos similares.

 

Las mujeres solteras de 30+

—»Una se enamora del potencial y no de la amarga realidad de estos weones», se lee en uno de los relatos de Principio de incertidumbre. ¿Puede ser que de alguna manera, la voz femenina de estos cuentos se victimice frente al amor y las vicisitudes de la cotidianidad posmoderna?

—No creo que se victimice, o al menos no la quise escribir así. Sí me parece que esa narradora está tremendamente frustrada con su trabajo y con su vida sexual y tiene mucha rabia, la que se expresa en su verborrea incontenible.

Escribir es una actividad en esencia masturbatoria y yo quería jugar con eso: el deseo y la frustración, la masturbación literal y también metafórica. Es medio patético ese personaje, porque ese deseo que tiene no tiene cómo prosperar, está atrapada en un callejón sin salida.

También, en este cuento quería incorporar el discurso que veo en Instagram de los influencers del dating: ha parecido todo un vocabulario muy técnico en torno al amor, la emocionalidad y los comportamientos y que está dirigido especialmente a mujeres solteras 30+.

 

Temas de una generación

—La idea del fracaso o de la frustración en los más diversos ámbitos de una vida, sobrevuelan los argumentos de estas historias. ¿Se debe ese sentimiento a una especie de crisis de los 40 que pueden afrontar las narradoras, de acuerdo a las señas que en los textos se nos entregan (separaciones, enfermedades, funerales, reencuentros ocurridos en la adultez plena).

—Todas las narradoras están en crisis, eso es muy cierto, pero de los siete cuentos, solo tres narradoras tienen más o menos 40 años entonces yo no sería tan tajante. Hay más jóvenes, más viejas y una que no tiene edad.

No lo pensé en particular como una crisis de los 40, lo que sí pensé fueron temas que cruzaban a mi generación en este momento y que aparecían en conversaciones con amigos y colegas: la precariedad laboral, la inestabilidad amorosa, la salud mental endeble, la pérdida de amistades, la enfermedad y la vejez, etcétera.

Me interesaba cruzar eso con el mundo que nos ha tocado vivir y que ha cambiado muchísimo en los últimos 30 años con los avances de la tecnología. Al menos yo tengo la sensación de que vivimos cada vez más rápido y que muchas veces no alcanzamos a procesar. Eso a veces me abruma.

 

«Sentirse solo, es tal vez la más humana de las experiencias»

—Asimismo, la noción de la «pareja» se aprecia de una forma traumática, o bien velada y oculta en estos cuentos, y sus protagonistas parecer ser unas grandes o empedernidos solitarios, tal vez imposibilitados de comunicarse con franqueza. ¿Resulta la estabilidad o la permanencia en el tiempo, un valor anticuado y hasta un misterio incómodo para una escritora o escritor denominado «joven»?

—Es una pregunta super filosófica y no tengo una buena respuesta. Sólo podría hablar desde mi humilde perspectiva.

Hay una cosa que es fáctica, las relaciones de pareja ahora duran menos que antes simplemente porque muchas mujeres tenemos, por suerte, acceso a ser independientes económicamente y con ello la oportunidad de irnos cuando no queremos estar ahí.

Mi traductora me dijo hace poco ‘yo creo que tu gran tema es la incomunicación’ y no lo había pensado antes, pero tiene mucha razón. En todos mis libros hay gente que quiere conectar con otros profundamente pero que de alguna manera, ya sea por su personalidad o las circunstancias, no pueden hacerlo y eso tiene un costo personal para los personajes, hay una herida profunda ahí.

Personalmente creo que estar solo, sentirse solo, es tal vez la más humana de las experiencias, porque somos seres sociales, toda nuestra evolución y nuestra biología está orientada a estar en comunidad.

También, estamos en un momento de la historia en que esos relatos de comunidad tan fuertes: el barrio, el pueblo, la familia, la pareja, parecen más endebles, más líquidos y paradójicamente estamos mucho más conectados que antes pero también más solos, nuestras conexiones parecieran ser ‘de peor calidad’.

En los momentos que nos sentimos solos de verdad (todos hemos pasado por ahí), se abre un misterio profundo de la existencia, uno se asoma a otra cosa, porque —si lo vemos fríamente— llegamos al mundo solos y nos vamos solos y acá estamos acompañados por momentos, pero en realidad hay una parte de nosotros a la que no acceden ni nuestros amigos más íntimos.

 

Se aproxima una tercera novela

—¿En qué proyecto o idea literaria te encuentras abocada o trabajando por estos días?

—Estoy trabajando en una nueva novela, pero todavía está muy verde para hablar de ella.

 

 

 

***

«Principio de incertidumbre», de Carolina Brown (Editorial Seix Barral, 2024)

 

 

Crédito de la imagen destacada: Carolina Brown (por Johana Ugaz).