El narrador mexicano y principal guionista de la mediática producción de Netflix «Luis Miguel: La serie», acaba de publicar su segunda novela, el inquietante thriller político «Tenebra», y un texto en el cual vierte su pesimismo en torno a lo que considera el colapso moral e institucional de la historia reciente de su país. La obra llega durante los próximos días a las estanterías de las librerías chilenas, vía Seix Barral de Planeta.
Por Enrique Morales Lastra
Publicado el 13.6.2021
Quizás resulte difícil encontrar otro país de América Latina donde el desarrollo artístico de disciplinas como el cine y la literatura vayan estrechamente de la mano en el abordaje de temas tan acuciantes de la actualidad continental, como lo son la corrupción política y las razones últimas de los estallidos sociales, que azotan a nuestros países, de acuerdo a lo que se aprecia en la escena cultural del México actual.
A la saga de cineastas como los premiados Alejandro González Iñárritu, Alfonso Cuarón, Michel Franco y Gerardo Naranjo (por su Miss bala) aparecen novelistas del talante de Guillermo Arriaga y el joven Daniel Krauze (Ciudad de México, 1982).
Y quienes con proyectos literarios de reflexiva fundamentación, se han propuesto entregar a través del arte narrativo, una desosegada mirada acerca de un país que desde inicios del siglo XXI, ha debido soportar los calificativos de Estado fallido o de Narco Estado, y con los cuales diversos analistas y cientistas sociales se han referido a la trayectoria en el nuevo milenio, de la nación hispanohablante más poblada del planeta.
Hijo del destacado historiador azteca Enrique Krauze, el autor de Tenebra (2020) es conocido en Chile por su labor de guionista principal en la famosa producción de Netflix Luis Miguel: La serie (2018), aunque con anterioridad publicó las colecciones de cuentos Cuervos (2007) y Fiebre (2010), y la novela Fallas de origen, con la cual ganó el codiciado primer premio Letras Nuevas, convocado por el Grupo Planeta en México.
En Tenebra, Krauze recrea la realidad de un país carcomido por la corrupción, a través de sus personajes Julio Rangel y Martín Ferrer, quienes intentan escalar posiciones en la pirámide del poder político y financiero, impulsados en sus afanes y ambiciones, casi exclusivamente, por el interés propio y el uso inmoral del prójimo.
«El argumento de Tenebra surgió de una investigación, y a mí me parecía oro molido para una novela»
—El tópico de la corrupción se aprecia en novelas mexicanas recientes como Salvar al fuego de Guillermo Arriaga, y en un filme de otro compatriota tuyo como Nuevo orden, de Michel Franco, transformándose en un tema que trasciende el análisis político, histórico, y artístico, finalmente. ¿Crees que Tenebra es un aporte en ese sentido?
—Pues sí, yo siento que vivimos momentos de una polarización muy evidente, desde el color de la piel a la clase social, que es parte de lo que explora Nuevo orden, y también Tenebra.
No es casual que Martín sea rubio y de ojos claros, mientras a otro personaje le apodan El Negro, y yo quería explorar como son las vidas de dos personas diametralmente opuestos.
No sólo físicamente, sino también por su infancia, por su vida completa, y a través de estos dos tipos abordar inquietudes bien específicas que tengo con respecto al deterioro de mi país y en cierta medida del mundo, pero de mi país en específico y una de esas ideas es la polarización.
Como me mencionaste Nuevo orden, creo que ese filme comparte con Tenebra una manera de confrontar a grupos y a personas tan diferentes entre sí, pero más parecidas de los que se cree, o ellos mismos piensan.
—¿Tenebra fue el resultado de una investigación periodística que realizaste acerca de la corrupción en la política mexicana?
—Soy guionista de televisión, estudié cine en mi licenciatura, e hice una maestría en guión, y antes de estudiar la maestría había publicado mi primer libro, una colección de cuentos: la idea era ser guionista audiovisual y escribir libros «de lado».
Fue una investigación menos rigurosa que la de un periodista.
Conocí a un exfuncionario de gobierno, a una persona cercana a la política en México, que me decía deberías preguntarle a este periodista, que sabe mucho sobre ese tema, y él a su vez me conectaba con un diputado, con un senador, y ellos dos me conectaban con otro periodista, y así fueron tres años recabando información, diálogos, apodos, expresiones, y anécdotas, muchas anécdotas.
Lo de Tenebra son cosas que me explicaron políticos, y a mí me parecía oro molido para una novela, para un ejercicio literario.
«Mis libros reflejan el deterioro de mi país que yo he visto a lo largo de los años»
—¿Se puede entender Tenebra como tu visión del estado actual de la sociedad mexicana, a todo nivel?
—Tenebra es mi compromiso político como escritor, sin duda, aunque todo lo mío parte de inquietudes muy íntimas y personales.
—Hablemos de tus convicciones más íntimas y personales.
—Desde mi adolescencia he tenido la sensación de que el país en el cual vivía tenía graves problemas, pero que era más noble, más fácil de entender y y menos complejo que el México en el cual ahora vivo. Había una suerte del deterioro que estaba ocurriendo.
Yo creo que a lo largo de mis libros —uno de cuentos míos está enfocado en niños de los 90, otros son adolescentes en los 2000, luego uno de un personaje de 30 años en el 2008—, reflejan una suerte del deterioro de mi país que yo he visto a lo largo de los años, en una sociedad que se ha vuelto más violenta, y donde esa violencia es una especie de hiedra que se ha ido comiendo el tejido social de maneras muy variopintas en México.
—Explícanos los detalles de ese proceso casi existencial padecido por ti.
—Me costó mucho trabajo reconocerlo, que mi país es un barco que se ha ido hundiendo, por lo menos moralmente desde el 2004, 2003, a medida que se ha ido volviendo una nación más violenta, más abiertamente corrupta, y donde la impunidad está mucho más clara.
Que si bien siempre ha sido un país convulso, hoy mismo es mucho más violento, salvaje y descarado que antes, y eso, sumado al hecho de que soy padre, es donde me pregunto muchas veces en qué México va a crecer mi hija y eso me genera ansiedad.
Creo que ese es el impulso íntimo que me lleva a escribir, a intentar entender esas inquietudes y a mi entorno. No he encontrado soluciones, porque francamente nunca encuentro alguna.
Tenebra es un callejón sin salida por diseño, no puede ser de otra forma, pero así cumple el rol de exorcizar mis inquietudes, mis penas y las cosas que me indigestan de mi país.
«Los tiempos de las grandes revoluciones ya pasaron»
—¿Podríamos afirmar entonces que Tenebra, entonces, es una interpretación del siglo XXI mexicano, por tu edad (naciste en 1982)?
—Sí, es una visión del deterioro moral de mi país en los últimos diez años, y específicamente en el sexenio de Enrique Peña Nieto (2012 – 2018), y de ciertas cosas que yo veo en la sociedad, pues muchos de los comportamientos que observo actualmente me parecen aberrantes y vergonzosos.
A medida que avanzan los años, nuestros modos de comunicación se han vuelto más básicos, y las redes sociales se vuelven más dañinas, y tanto Julio como Martín son personajes que no pueden ver más allá de su ombligo.
Aunque ellos digas esto es por México, ¡no!, están obsesionados consigo mismos y con recuperar el dinero que les quitaron, son personajes profundamente ensimismados y contemporáneos, que espero tengan resonancia más allá de mi país.
Quiero creer que un ciudadano chileno puede leerlos y aún así entenderlos, comprender el drama íntimo de esos personajes independiente de que sepan quiénes son ellos, o quién es Enrique Peña Nieto.
—¿Qué esperas de los nuevos movimientos sociales y políticos que han surgido en Latinoamérica, desde el estallido social de Chile?
Yo me considero personalmente optimista pero colectivamente profundamente pesimista. Los tiempos de las grandes revoluciones ya pasaron, más allá de que hayan estallidos sociales en Latinoamérica y a veces se consigan algunas cosas.
Por eso la decadencia contemporánea ya no es la gran depresión de 1929 o la Segunda Guerra Mundial, son nuestras vidas, que son aburridísimas, por eso creo que Tenebra es una novela demasiado pesimista, porque así me siento con ella y con mi país, ciertamente.
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Crédito de la imagen destacada: Grupo Planeta.