[Entrevista] Esteban Catalán: «Lo que nos perdemos en Chile es aprovechar la educación de la que es capaz el fútbol»

Un verdadero mosaico de buena literatura, cultura y pasión por el deporte rey, son las páginas de «Tragar veneno», el nuevo volumen del recordado autor nacional de los cuentos de «Eslovenia» y de la sólida novela «Los límites y el mar».

Por Enrique Morales Lastra

Publicado el 15.10.2023

El cuarto libro del periodista chileno Esteban Catalán Muñoz (1984) produce la emoción y el placer estético que generaba leer todos los martes de algún año de la década de 1990 en Santiago, un número recién impreso de la revista Don Balón, especialmente esa primera época liderada por el hoy librero Francisco Mouat, y a quien después ya de adultos, tendríamos como profesor universitario. Un lujo de la cotidianidad.

Tragar veneno (Tusquets Editores, 2023), pese a la modestia de su autor, es un libro singular en el panorama actual de la literatura nacional. Quizás no lo sería tanto en España, donde el Nobel Camilo José Cela iba al Estadio Santiago Bernabéu a disfrutar del Madrid de la Quinta del Buitre, a fines de los 80 (en esos míticos enfrentamientos con el AC Milan, de Arrigo Sacchi por la Copa de Europa), como tampoco causaría extrañeza en un medio como el argentino, donde el fútbol y las letras cultivadas con prolijidad, se dan pases y centros de rabona a cada rato.

¿O no Roberto Fontanarrosa?, ¿o me equivoco don Osvaldo Soriano y Eduardo Sachieri?

Compuesto de dos partes, y subtitulado Sobre las alegrías, derrotas y otras extrañezas del fútbol, la lectura de Tragar veneno hace recordar, en efecto, a esa adolescencia y primera juventud, cuando ir al Estadio o visionar un partido por televisión, constituían el máximo placer y felicidad de la existencia, en una emoción que se trasladaba a jugar el deporte a una cancha improvisada o bien en alguna de esas consolas caseras de entretenimiento electrónico, que se disputaban el mercado de hace 30 años: Nintendo, Sega o la Play Station.

En mi caso, no recuerdo otra noche de más éxtasis de niño, que esa respirada en diciembre de 1995, cuando la U se coronó bicampeón, luego de derrotar por 2 a 0 a Deportes Temuco en el Estadio Nacional, y 80 mil personas escuchábamos We Are the Champions de Queen, y el equipo de Superman Vargas, Leo Rodríguez, Luis Musrri, los hermanos Castañeda, Marcelo Salas, el Polaco Goldberg y el malogrado Bombero Ibáñez tocaba el cielo con las manos, y la vuelta olímpica en la antigua pista de rekortán, se repetía una y otra vez, hasta cerca de la madrugada. Y los cánticos de Los de Abajo se escuchaban con toda su irrefrenable pasión, vitalidad, y poesía popular.

De bajo perfil, insisto, Catalán es el dueño de una obra y de un currículum considerable: periodista de la Universidad de Santiago, tiene un master en escritura creativa en Nueva York y se acaba de doctorar en literatura por la Universidad de Warwick en Coventry, en las West Midlands, Inglaterra.

Con anterioridad, publicó la novela Los límites y el mar (Montacerdos, 2022), y el volumen de cuentos Eslovenia (2014), y próximamente, espera presentar un texto de ficción, de largo aliento, en el cual se encuentra trabajando por estos días, con intensidad.

«Acabo de entregar la tesis, y estoy haciendo clases de español en la misma Universidad de Warwick», me dice al teléfono, el reportero que ha firmado notas en las radios Cooperativa, ADN, y en la revista Qué Pasa, y quien pese a no saber nada, pero nada de inglés, aprendió a contracorriente en Nueva York, y luego en el Reino Unido, como una demostración de que el fútbol es como la vida, y que de nada sirve el talento sin la osadía de lanzarse a la ofensiva, o de intentar un regate imprevisto y buscar la línea de fondo, a objeto de lanzar un pase gol mortal y sin oposición, en contra del arco rival.

 

«El significado del juego es un proyecto»

—¿El fútbol es un fenómeno deportivo, o artístico y literario?

—El fútbol al final siempre es juego, aunque haya gente que lo quiera sacralizar y otros quieran tirarlo para abajo.

Para mí el juego se define por la belleza que genera; puede ser en la cancha, con un lujo, o con la forma en que nos hace hacer amigos cuando chicos. Podemos elegir ver eso o la estupidez, el culto a la plata y la violencia que se refugian en torno al fútbol. Y podemos defender que la esencia del fútbol sea esa belleza o esa estupidez. No está escrito en piedra.

El significado del juego es un proyecto, y el significado de ese proyecto va cambiando.

 

«Para que leamos todos»

—¿Por qué crees que en Chile el fútbol no ha creado esa cultura literaria que sí tiene en Argentina o en España, por ejemplo?

—Yo creo que los libros existen, porque sobre todo en los últimos años hay mucho trabajo de fútbol, historia de los clubes, desde el Colo a San Antonio Unido, pero también crónicas o ficciones. Falta que salgan de ese círculo pequeño de Ñuñoa, Providencia y Las Condes, que existan lugares en donde la gente los pueda leer.

Si uno vive en Pudahuel no hay nada cerca en que uno pueda ir a leer un libro. O en San Bernardo o en Puente Alto. No hay una estructura que acerque los libros al público grande, para que leamos todos.

Lo que yo creo que nos perdemos en Chile es la posibilidad de aprovechar la educación de la que es capaz el fútbol. Se desaprovecha la educación que permite, por ejemplo, el hecho de entender qué significa perder juntos. De entender qué es un proyecto conjunto, de abrirse al otro, como decía Giannini, que es algo que nos serviría mucho hoy.

 

«Ronaldo, el 97, hacía cosas que no eran de este mundo»

—¿Cuál es el mejor futbolista que has visto en tu condición de narrador y de periodista?

—Esas categorías de mejor son imposibles en el fútbol, a diferencia de un deporte individual como el tenis, por ejemplo, que da la ilusión de algo que se puede medir. Pero creo que por eso son entretenidas de conversar.

La mayoría de mis recuerdos de lo extraordinario son de cuando tenía 12 o 13 años, como el brasileño Ronaldo el año 97, que hacía cosas que no eran de este mundo.

La sensación de lo mágico se pierde casi por completo al crecer, pero a veces hay momentos (me acuerdo de un gol de Ibrahimovic de chilena a treinta metros del arco) en que vuelve esa sensación absoluta, un impulso de quedarse callado de belleza.

 

«La concentración del capital en Europa cambia el equilibrio que existió siempre con Sudamérica»

—»La historia del fútbol de selecciones es también una historia geopolítica del siglo XX», dices en uno de los textos de Tragar veneno, ¿podrías desarrollar y explicar esa idea?

—El fútbol, como cualquier actividad de esta escala, permite ver ejes de poder y cómo van cambiando. En Europa hay un desplazamiento desde el este al oeste de Europa en términos de influencia en el juego, primero al terminar la Segunda Guerra Mundial y luego, mucho más marcadamente, tras la caída del bloque soviético.

Pero sobre todo es una historia de poder económico, y de cómo a fines de los 90, la concentración del capital en Europa occidental cambia el equilibrio que existió siempre con Sudamérica.

En el 85 Argentinos Juniors, basado en sus inferiores, podía pelear la Intercontinental con el campeón de Europa, en ese caso la Juventus de Platini. O Rumania ganar la Champions con el Steaua el año siguiente. O el Colo y el Estrella Roja de Yugoslavia definir al mejor equipo del mundo basados en procesos deportivos, lo que hoy resulta una quimera total.

El fútbol de clubes ya se ha deformado por completo, dependiendo de dónde vayan los inversores de turno.

 

Caminando por unas canchas de Praga

—¿Qué significó estéticamente para ti, entrevistar al exfutbolista checo Antonin Panenka?

—La entrevista con Panenka fue bonita porque me confirmó esta sensación de que la gente de verdad bacán, sin importar qué tan importantes sean, tienen esta tranquilidad con ellos mismos que los hace generosos, humildes. Me recordó mucho a Caszely, era muy similar.

Fue bacán conocer a Panenka caminando por unas canchas de Praga junto a gente que lo admiraba pero que no invadía su espacio ni lo hostigaba. Era una muestra de un respeto profundo. Y al mismo tiempo que el arreglo de la entrevista con él haya sido simplemente un correo, sin discutir condiciones, o menos plata.

Básicamente yo le escribo: ‘hola don Antonin, soy de Chile, me gustaría hablar con usted con una intérprete’, y él me responde ‘buena’.

Nadie me dice ‘no le preguntes por los soviéticos’, ni tengo que ir con un intermediario de Nike o que mencionemos las zapatillas Adidas súper ultra 2500.

 

«Déjenlos que inventen, que sean libres»

—¿Cuál es tu visión en torno a la actual crisis de calidad técnica y competitiva que vive el fútbol chileno en todas sus categorías?

—El fútbol chileno masculino tiene más dificultades para competir hoy a nivel adulto, pero eso no me parece tan importante, de si podamos ganar o no.

Lo que me parece triste es perder el carácter de juego del fútbol cuando uno es chico, que los cabros hoy tengan que estar en escuelas orientadas a cierta productividad en el trámite del juego incluso a los nueve o diez años.

Les dicen ‘péguenle a un toque’. Están jugando a la pelota, loco. Déjenlos que inventen. Que sean libres. Es una chance ahí para agarrar los valores del fútbol, de jugar en la calle, que no son una frase hecha tipo Instagram: significa cosas concretas como aprender a organizarse, a entender que necesitamos al otro o la otra, de que todos podemos ser buenas y buenos para algo. Y de que no tendríamos que pagar para compartir.

 

«Jozic y Sampaoli son dos personajes que dan para novela»

—¿Colo Colo 1991 o la U 2011, Jozic o Sampaoli?

—Es que me tendría que sacar la camiseta y no puedo. Pero Jozic y Sampaoli son dos personajes extremadamente interesantes, que dan para novela.

Es fácil imaginarse una historia torrencial con cada uno de los dos, algo que mezcle al Sampaoli de Casilda, al que quiere comerse el mundo en Coronel Bolognesi, y al Jozic con la mente en la guerra mientras recibe todo ese afecto en una tierra tan lejos, una distancia surreal.

 

«Un libro hermano de ‘Los límites y el mar'»

—¿En qué proyecto escritural te encuentras embarcado, además de cursar tu doctorado en Inglaterra?

—El doctorado se acabó y ahora estoy dando clases. Todo el esfuerzo está concentrado en usar los días libres para terminar el libro largo en el que estoy ahora, un libro hermano de Los límites y el mar.

 

 

 

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«Tragar veneno», de Esteban Catalán (Tusquets Editores, 2023)

 

 

 

Imagen destacada: Esteban Catalán.