Hasta fines de este mes se presentó en Matucana 100 —a sala llena y con entradas agotadas— la obra «Antes que los dioses fueran hombres», una pieza escénica que busca enfrentar a la masculinidad consigo misma. En esta oportunidad, dialogamos con el director del montaje (quien titula esta conversación), con su dramaturgo (Gerardo Oettinger), y con uno de los intérpretes de su elenco, el actor Mario Horton.
Por Gabriela Morales Urrutia
Publicado el 30.8.2023
El 11 de agosto se estrenó en el Espacio Patricio Bunster del Centro Cultural Matucana 100 Antes que los dioses fueran hombres, un montaje que antes de comenzar, ya causaba revuelo pues en él sólo actúan varones: los actores Ricardo Fernández, Mario Horton, Felipe Zepeda, Edinson Díaz, Andrew Bargsted y César Sepúlveda, componen el elenco. La temporada se extendió con gran éxito hasta fines de este mes.
Y es que la obra precisamente se trata de ellos, hombres y la masculinidad en crisis. Para saber qué sorpresas trajo esta apuesta teatral que agotó todas las entradas en su primera temporada, es que entrevistamos a su director, Rodrigo Soto, destacado actor y director nacional.
El realizador nacional dirigió y participó en el guion de su par Gerardo Oettinger, quien también revelará claves de esta puesta en escena. Y para desmenuzar aún más la trama, el actor Mario Horton nos contará sobre los desafíos de su personaje.
Las distintas corrientes feministas han instalado a lo largo de la historia una serie de teorías, investigaciones, observaciones, reparos, propuestas, manifiestos, leyes e incluso instructivos para deconstruir la masculinidad patriarcal, pero, ¿qué opinan los hombres de la masculinidad en crisis?
Así, la pregunta la llevaron a escena ellos mismos.
Rodrigo Soto: «La masculinidad del hombre y cómo llevamos hoy esta crisis»
—¿Cómo, cuándo y por qué surge la idea de la obra?
—R.S.: Yo a Gerardo le propuse la idea de hacer una obra que hablara de hombres, pero en relación a un grupo de alumnos o de compañeros de colegio que salen el año 1991, justo cuando vuelve la democracia y se vuelven a reencontrar 20 años después y qué pasó entre esos años.
Y Gerardo me propone concentrarlo más en los círculos de hombres y qué es lo que está pasando con el hombre hoy día frente a la crisis de masculinidad que se está viviendo frente a esta ola de movimientos feministas. Y así empezamos a meternos en el tema de los círculos de hombres, empezamos a ver documentales, leer artículos, libros en relación a la crisis de la masculinidad, el feminismo, masculinidades tóxicas, en fin.
Esto fue hace tres años y de alguna manera nos fuimos metiendo en el tema y a medida que fue avanzando esto, ya más o menos teníamos claro los tipos de personajes que queríamos en esta obra y a partir de ahí yo fui convocando a los actores y les fui dando un poco la idea de lo que era esta obra y de qué se iba a tratar un poco su rol, el personaje, y de los que íbamos a hablar básicamente.
De la crisis de la masculinidad del hombre y cómo llevamos hoy esta crisis, cómo la manejamos. Pero en base relacionada más a preguntas que a certezas.
Gerardo Oettinger: «Un círculo de hombres que intentan dejar los vicios del patriarcado»
—G.O.: La idea surge en medio de la pandemia, después de haber visto publicaciones de círculos de hombres en las redes sociales y el tráiler de un documental español que se llama El círculo.
Pensé, es una buena idea para una obra, un círculo de hombres puede ser una escena muy teatral. Cómo un círculo de alcohólicos anónimos pero que, en vez de dejar el vicio del trago, intentan dejar los vicios del patriarcado.
En eso hay mucho drama y también humor. Vemos a hombres que dudan de sí mismos, si son o no son lo que deben ser, ese deber ser ‘hombre hombre’ que causa tanto daño.
Hombres que quieren cambiar, reeducarse, pero que a la vez les es muy difícil salir del molde, de lo que les enseñó el papá o el abuelo, o el tío, los amigotes o la televisión. Hombres que se buscan, que se enfrentan a sus compañeros, pero sobre todo consigo mismos.
También me llamó la atención en qué consiste esa reeducación. ¿Es posible? En muchos casos sí, pero en otros no. En un círculo de hombres hay mucha paradoja, y la paradoja es dramática por naturaleza.
Además, «hablar de hombres» en esta época, donde ser hombre está puesto en cuestión por todas las reivindicaciones feministas y disidencias, nos parecía un buen ejercicio para transitar por esa delgada línea roja, ese filo delicado y trabajar los personajes entre humanidad y arquetipo.
Intentar responder de alguna manera qué es ser hombre, ¿qué significa en el más amplio sentido? ¿Por qué la violencia está tan arraigada en nosotros? ¿Por qué el poder lo seduce tanto? ¿Por qué la mayoría de los crímenes violentos son cometidos por hombres? ¿Por qué esa animalidad orgullosa? ¿Qué es ser padre, amigo, pareja, colega, ciudadanos del mundo?
¿Somos así porque nos hicieron así o porque nos hicimos a nosotros así? ¿Cómo sería la sociedad si nosotros no fuéramos como somos?
Y no encuentro respuesta ni con la obra.
Es una pregunta eterna. Y eso es el teatro. Creo que además de reflexionar sobre por qué los hombres somos tan bestias, por qué ese rol de victimario de los que no son como él y de víctima a la vez de su propio sistema, me llevó a profundizar en una situación de enfrentamiento dramatúrgico y actoral potente que me modificara a mí mismo.
Rodrigo Soto: «Nos parecía bastante poco amable el no poder discutir»
—¿Por qué se les hizo necesario como artistas, hombres heterosexuales, hacer una revisión de la masculinidad o de la masculinidad problematizada?
—R.S.: Principalmente porque había espacios en los que yo me daba cuenta que había temas que sólo los podíamos hablar con hombres y esos temas a veces no se podían tocar en otros ambientes, en otros círculos donde había mujeres porque existía inmediatamente una radicalidad ante las preguntas, como, ¿por qué preguntas eso?
No había posibilidad de preguntar nada, ni de tener una opinión distinta frente a cosas que nos estaban pasando a nosotros, frente a funas, frente a nosotros mismos como hombres, entonces nos dimos cuenta que el mejor espacio para poder vomitar esto era meternos en este tema de los círculos de hombres.
Y problematizarlo, y esas preguntas que a veces eran poco tolerables en algunos espacios las podíamos realizar acá y las podíamos profundizar acá, en esta ficción. Y había miedos de poder decir cosas. Cualquier cosa podía ser usada en contra de uno, entonces eso me parecía raro.
Nos parecía bastante poco amable el no poder discutir, la posibilidad de poder discutir estaba absolutamente castrada, no se podía, o te ponías de un lado y no del otro, no podías de estar un poco del otro lado, no podía haber zonas grises, entonces nos llamaba un poco la atención eso.
Ahora, después de investigar me di cuenta que era algo que no solo me pasaba a mí, sino que le pasaba a la mayoría de los hombres, eso de que habían espacios en los que no se podía discutir, porque éramos absolutamente censurados o cualquier pregunta, cualquier opinión podía generar que nosotros fuéramos o estuviéramos del lado del victimario, o estuviéramos del lado del machista o del patriarcado.
E insisto, no podía haber un espacio de discusión y eso me parece que toca techo rápidamente, entonces no da la posibilidad de intercambiar ideas, de entender cosas, de problematizar cosas, de dialogar, sino que a veces era un espacio sumamente hostil a veces poder discutir de masculinidad, de feminismo.
Opinabas de otra manera o tenías una opinión distinta y ya eso era un problema y eso me llamaba mucho la atención, nos llamaba mucho la atención.
Gerardo Oettinger: «Los dioses hombres se rebelaron e impusieron a fuego un reinado patriarcal»
—¿Por qué el nombre Antes que los dioses fueran hombres?
—G. O.: Viene de una frase de un libro sobre Homero y la Ilíada que estaba leyendo, mientras escribía la obra. No me acuerdo del título, ni quien lo escribió, era como esos libritos de colegio antiguos con resúmenes y análisis de las obras.
Contaba la historia de Homero que caminaba por Atenas cantando poemas a la Odisea, y a las grandes diosas griegas que él rendía culto, hasta que ocurrió una rebelión en el Olimpo, Zeus y los dioses hombres se rebelaron e impusieron a fuego un reinado patriarcal.
Y me pregunté cómo era ese mundo cuando las Diosas eran las que mandaban. Y me pareció un buen título.
Rodrigo Soto: «Hablamos de hombres en un espacio donde hoy es muy difícil hacerlo»
—¿Cuéntame de qué se trata la obra y qué aspectos son los más seductores para ir a verla?
—R.S.: La obra habla de la crisis de masculinidad que estamos viviendo hoy día los hombres, los círculos de hombres son sumamente difíciles de mantener, cuesta que los círculos de hombres perduren, por distintas variantes, por tiempo, porque no hay comodidad en ese espacio, en fin y nosotros nos metemos en este lugar, en estos círculos de hombres y obviamente lo problematizamos, ficcionamos y ponemos a distintos tipos de roles masculinos en ese círculo.
Está el machista, el feminista progre, está el gay que sufre violencia de su pareja, está el funado, y así otros personajes, además del facilitador que es el guía que facilita que los temas del círculo se vayan desarrollando.
En los círculos no hay jerarquías, se ponen temas y todos van dialogando. Y esa ficción hace que se vayan generando preguntas, se va generando reflexión, se van generando muchas cosas que hoy día están ahí, que a veces son difíciles de problematizar, son difíciles de hablar y eso creo que es un atractivo para ir a ver la obra.
Hablamos de hombres en un espacio donde hoy es muy difícil hacerlo en estos momentos y creo que ahí está lo seductor de la obra, en que el público va ir a ver una obra en la que hablamos de hombres y obviamente también hablamos de mujeres.
Si hablamos de nosotros es inevitable que no hablemos de ellas, también, de las mujeres por consecuencia, entonces hablamos mucho de nosotros y lo que nos pasa a nosotros. De nuestros conflictos y de nuestras virtudes, también. De nuestro mea culpa y muchas cosas más que están ahí y que muchas veces no se pueden hablar en otro espacio.
Mario Horton: «Un grupo de hombres que se han aproximado a ese discurso feminista de manera cosmética»
—M.H.: Mi personaje es el autoproclamado aliado feminista. Es un hombre que se dice muy deconstruido, a favor de la igualdad de género y el feminismo, en proceso de revisión de sus privilegios masculinos y de su posición social hegemónica.
Pero en rigor, representa a un grupo de hombres que se han aproximado a ese discurso de manera cosmética, ya sea porque nunca les resultó cómodo interpretar al prototipo de hombre de nuestra cultura, o porque el movimiento feminista, hoy mainstream en ciertos grupos, les resulta conveniente para obtener otro tipo de beneficios.
Entonces se apropian del discurso, pero eso no significa que estén dispuestos a renunciar a los privilegios estructurales del género. Entonces, en lugar de ser un hombre sensible y empático, es más bien un hombre vanidoso e inseguro.
Y yo diría que ese es justamente el mayor desafío del personaje; darle humanidad a esa complejidad y alejarse del prejuicio que uno puede tener con ese arquetipo.
Rodrigo Soto: «Lo que manda es la escena»
—¿Cuéntame sobre tu participación en el guion de la obra y cómo este fue cambiando hasta llegar a ser el «definitivo»?
R.S: Es complejo, porque nunca es definitivo, yo siempre termino de construir los textos en la escena. Gerardo me pasa a mí el texto, yo después lo voy filtrando desde la dirección.
Voy agregando elementos míos, que yo tengo pensados desde la dirección, en la letra también de cada personaje y después yo se lo paso a los actores para que ellos vayan incorporando también elementos que consideren necesarios para el rol. Un poco esa es mi manera de trabajar.
Nunca la obra se termina hasta que entremos a los ensayos, incluso en los ensayos, cuando comienzan los ensayos prácticos, en la escena misma todavía se están afinando algunos detalles de texto y obviamente lo que manda es la escena.
Hay cosas que el escenario las aguanta y otras cosas que el escenario no las aguanta y eso se va viendo en la medida que se va elaborando el ensayo, van saliendo preguntas también, van saliendo afirmaciones, se van subrayando otras cosas, se quitan otras, es un trabajo bastante prolijo en ese sentido que quede como todo bien, que no exista nada demás.
Es un trabajo a veces difícil, pero muy bonito, el ir encontrando ese justo medio, con los actores, con el texto, con la dramaturgia, con la puesta y yo creo que hoy día, a tres semanas de estrenar ya estamos, más o menos, con el texto definido.
Pero aún así, pueden seguir generándose cambios, pequeños cambios que se terminan en la escena. Por lo menos yo trabajo así. Hay otras personas que trabajan de otra manera, son distintos mecanismos o metodologías.
Gerardo Oettinger: «Leer sobre el patriarcado y la lucha del feminismo»
—¿Cuáles fueron los mayores desafíos a la hora de abordar el guion?
G.O.: El mayor desafío es cómo abordar el tema, alejándose lo más posible de blanquear el machismo, pero acercándonos lo más posible a la pregunta: ¿Qué es ser hombre? Cuestionando el pasado, el presente y el futuro de los personajes.
También fue un gran desafío que la historia no se contraponga al feminismo. No es una obra de hombres que hable sobre mujeres, pero a la vez sí. Debe ser un delicado equilibrio, tiene riesgo y creo que eso es bueno para una obra. También es un tema difícil porque tiene muchas aristas, y es fácil meter la pata.
Hay que estudiar mucho sobre las diversas masculinidades, sobre la deconstrucción machista y la reeducación; los diferentes tipos de círculos que existen, cuáles son sus diferencias de enfoque y metas.
Leer sobre el patriarcado y la lucha del feminismo. Conversar con hombres que participan en círculos o los facilitan y con mujeres feministas para conocer qué opinan sobre los círculos de hombres. Entonces, es una obra que hice junto al director Rodrigo Soto, quien me acompañó desde el inicio, y que tomó como unos tres años.
Gerardo Oettinger: «Una hostilidad permanente con el otro y uno mismo»
—¿Qué te sorprendió del proceso autoral?
—G.O: Me sorprendió la violencia permanente. O sea, me volvió a sorprender la violencia de las palabras, de las ideas machistas, del cuerpo, de las historias que los trazan, lo que significa cargar con ese rol histórico, pensar en cómo la sociedad nos forma.
Revisar mis propios machismos aprendidos desde niño, toda esa postura enseñada en prácticamente todo lo que uno hace, el deporte, el colegio, los juegos, la familia, el carrete, las películas, la religión, la política, todo estaba teñido de esa superioridad del hombre que agota, que hiere, que te moldea a martillazos. Como una hostilidad permanente con el otro y uno mismo. Pero a la vez ese intentar ser buen hombre, esa fachada, ese control.
Ese ser hombre qué pasa por encima, que compite, que aplasta a otros, que quiere dominar a toda costa.
Y uno dice cresta, que es todo esto ¿por qué?, ¿para qué? ¿Cómo se elimina toda esa información?
Gerardo Oettinger: «Lo complejo que es dejar de ser»
—¿Qué significó para ti exponer la intimidad masculina, sientes que se logra trasparentar su esencia?
—G.O.: Creo que en el teatro está en permanente exposición la intimidad masculina, siempre vemos a personajes hombres sufrir grandes dramas, ser héroes y villanos, y por suerte eso está cambiando, cada vez hay más dramaturgia de mujeres y disidencias, entonces ahora hay una diversidad de puntos de vista.
Pero creo que un círculo en sí mismo es un mecanismo de exposición perfecto para de cierta manera diseccionar a los personajes y sus historias.
Siento que igual hay una esperanza en la reeducación, volver a empezar, aprender, quitarse viejas mañas, surgir, evolucionar.
Creo que esa exposición también es buena.
Y logra transparentar lo complejo que es dejar de ser lo que se es, entonces hay que repensar cómo se educa a la sociedad, porque eso nos va moldeando y es muy difícil después corregir, salirse de los patrones. Es como esa mezcla de lo que uno hizo con uno mismo y además de lo que hicieron con nosotros.
Gerardo Oettinger: «Una violencia estructural»
—¿Cuáles son los temas más polémicos que expone Antes que los dioses fueran hombres?
—G.O: La violencia creo que es lo más polémico.
Una violencia estructural, que no puede no estar en el relato porque es intrínseca al hombre, y es su más gran debilidad.
Rodrigo Soto: «¿Qué es ser hombre hoy día?»
—¿Cuáles son los mayores desafíos que como director plantea esta obra?
—R.S.: El mayor desafío fue poner las preguntas que no podemos decir en otros espacios, acá y que cada persona llegue con altura de miras y poder discutir esto, no solamente desde el escenario, sino que en la sobremesa, en los espacios donde nos relacionamos constantemente, en poder trabajar juntos todo este tema, que es un gran tema, que es difícil. Es muy difícil hablar de hombres hoy en día, es muy difícil responder a la pregunta: ¿Qué es ser hombre hoy día?
Entonces más que un desafío, es poner en la mesa, en el escenario, un tema que está sumamente palpitante, que está vigente, muy fresco y creo que todos somos partes de eso, todos y todas somos parte de eso y para poder llegar a una sociedad feminista de igualdad, es necesario que trabajemos juntos y no de manera separada.
Creo yo humildemente, que no se logra nada si trabajamos de manera separada y odiándonos el uno al otro, creo que la cosa no va por ahí y un poco la obra pasa por ese lugar, ¿no?
Pero para pasar por ese lugar también tenemos que generar conflictos, generar ciertas hostilidades dentro de la escena hacia afuera y de alguna manera, poder dibujar esos espacios hostiles que están en la sociedad, que están en el día a día, en nuestro trabajo, en nuestro lugar de estudio, en fin, en todos los sectores sociales que nos vinculamos en el día a día.
Creo que es importante que seamos conscientes de eso. Primero con uno, cómo nos desarrollamos nosotros, con el otro, con la otra y ese desafío creo que es el que más me importa a mí de alguna manera.
Rodrigo Soto: «Estoy en una etapa de contradicción tremenda»
—¿Cuál es tu apuesta como director en esta obra, qué quieres generar en el público?
—R.S.: Que la gente sea consciente de lo que está viviendo hoy en día el hombre. Yo no creo en los mensajes en el teatro, yo me subo al escenario a hacer preguntas más que a responderlas ¿No? Me parece que es el público el que también tiene que cerrar un poco ese círculo.
Yo creo que estoy en una etapa de contradicción tremenda no sólo como creador sino también como persona que vive en este país, en este mundo y esas contradicciones me generan un estado de alerta, un estado de atención, de creación y trato de ponerla en el escenario y trabajar con eso, hacerme cargo de lo que me pasa, de lo que me sucede, como hombre, como padre.
Entonces creo que esas preguntas y lo que pretendo generar tiene que ver con mis contradicciones, también.
Rodrigo Soto: «No hago teatro para cuestionarme cosas personales»
—Entendiendo que esta obra plantea una revisión al rol masculino, ¿produjo cuestionamientos personales al momento de abordarse? Si es así, ¿cuáles?
—R.S: No, la verdad es que no produjo cuestionamientos, sino preguntas más que nada. Yo no me cuestiono mucho mi trabajo en términos de hoy estará bien o estará mal, o sea es difícil cómo entrar en ese lugar de cuestionamiento.
Yo me cuestiono más las cosas estéticas en la obra, trato de que no se genere, que no exista una moralidad en la obra, en general, no solo en esta obra, en todas las obras que realizo como director, ¿no?
Como actor ahí me entrego un poco a lo que el director va diciéndote, pero la verdad es que no existen cuestionamientos personales para abordarla, no puedo entrar en ese lugar, porque sino toco techo muy rápido y no me permite explorar más.
No me cuestiono cosas al momento de hacer teatro, o sea, sí me las cuestiono, pero no por ideología, no por temática, cuestiono más cosas estéticas de funcionamiento estético. No hago teatro para cuestionarme cosas personales.
Rodrigo Soto: «Poner en escena un buen producto»
—¿Cuáles son los desafíos qué enfrentó esta obra en el medio local y por qué?
—R.S.: Yo creo que esa pregunta no es para mí, es para el público, yo creo que pongo una historia ahí, al servicio de la escena y creo que los desafíos se los llevará el público. No sé cuáles serán los desafíos de esta obra, la verdad, me cuesta responder un poco eso, también.
Creo que, si estamos hablando un tema que nadie esta hablando, que nadie está tocando en el teatro hoy en día, que es hablar de hombres y sin duda que eso genera ruido, en mi gremio, así lo he escuchado yo. Pero también lo omito, no me hago cargo de eso, hago esto para pasarlo bien básicamente porque lo amo, me encanta, y los desafíos creo que tienen que ver con poner en escena un buen producto.
De alta calidad artística y de una credibilidad fuerte, eso es lo que me importa más. No me puedo hacer cargo de si es un desafío, uno está en constante desafío haciendo teatro, sobre todo en este país que cuesta tanto hacerlo, hacer teatro ya es un desafío.
Pero hacer este tipo de obra no sé si es un desafío, me lo tomo desde ese lugar.
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Gabriela Paz Morales Urrutia es periodista y licenciada en comunicación social de la Universidad Diego Portales.
Imagen destacada: Antes de que los hombres fueran dioses.