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[Entrevista] Hugo Riquelme: «Somos los traumas que hemos superado»

La novísima ficción del escritor nacional —que acaba de ser publicada por el sello Suma de Letras, de Random House—, desarrolla el género literario de la ciencia ficción, entrecruzado con la violencia política propia de los últimos 50 años de la historia social e institucional de Chile.

Por Nicolás Poblete Pardo

Publicado el 10.8.2024

Terror en Cerro Moreno (Suma de Letras, 2024) es la nueva novela de Hugo Alfredo Riquelme Becerra (1984), quien si bien nació en Santiago, vivió durante casi tres décadas en la nortina ciudad de Antofagasta.

De regreso a la capital estudió ingeniería en administración de empresas, realizó un diplomado en literatura juvenil y diversos talleres de escritura.

Con ese bagaje ha publicado ocho libros, entre ellos las novelas: Saga de un hombre solitario (2015), Las noches pasadas (2016) y Tres balas en la pampa (2018), coescrito junto a los autores nacionales Daniel Leal y Michael Rivera.

También, es autor de las novelas de ciencia ficción La ventana de Olduvai (2020) y Pastores de Oort (2022). Asimismo, libros suyos han obtenido el primer lugar —de la categoría «ficción adulta»—, en el North Texas Book Festival 2018 de Estados Unidos y una mención honrosa en el prestigioso International Latino Book Award.

La obra que motiva este dialogo se encuentra ambientada en febrero de 2000, en la localidad de Cerro Moreno, próxima a la ciudad de Antofagasta, y donde Isaac (el protagonista) y sus amigos son hijos de militares y viven en una base instalada en pleno desierto de Atacama.

Su adolescencia transcurre entre juegos, rock y primeros amores hasta que una serie de extraños sucesos místicos y de índole paranormal, podrán fin a la «inocencia» del grupo: avistamientos de criaturas ignotas, desapariciones, luces misteriosas en el cielo, agentes extranjeros con una misión confidencial y el despliegue de la NASA, en eventos y situaciones dramáticas que los enfrentarán a un enigmático desarrollo argumental.

De esta manera, Terror en Cerro Moreno es una historia trepidante y algo escalofriante —con la tragedia de los detenidos desaparecidos en el desierto y la tortura de prisioneros políticos, durante el régimen cívico y militar, como telón de fondo—, y que relatada a través de páginas rebosantes de suspenso, se transforma en un alarido de dolor mucho más real de lo que quisiéramos sentir (y creer).

 

«Cerro Moreno, la base aérea, fue un centro de detención y tortura»

—En el primer capítulo se anuncia la paradójica presencia y ausencia de los «desaparecidos», esto en el desierto como escenario, con el viento pampino y su particular paisaje. ¿Cómo interactúa el escenario del desierto con este drama histórico?

—La existencia de desaparecidos en el desierto es tan antigua como el desierto mismo. Es imposible separar una cosa de la otra. Desde pueblos originarios desperdigados por la cordillera de Domeyko hasta los empampados de las salitreras, todos aquellos que se adentraron a recorrer el desierto dejaron un poco de sí en él. La aridez te cambia, te moldea, te revela, y con el contexto histórico de la novela, no ocurre diferente.

El paso de la Caravana de la Muerte por el norte de Chile dejó 76 víctimas entre el 16 y el 22 de octubre de 1973, catorce de esas víctimas corresponden a la ciudad de Antofagasta y muchas más podrían haber encontrado su última morada en alguna fosa común del desierto.

Cerro Moreno, la base aérea, fue un centro de detención y tortura donde fueron a dar desde dirigentes del MAPU hasta funcionarios de la Fuerza Aérea que mantuvieron la lealtad a la Constitución el día del golpe de Estado.

En las mismas instalaciones donde hoy la oficialidad almuerza se golpeó y se torturó a gente hasta la muerte, así lo recogen los testimonios rescatados en los informes de violaciones a los derechos humanos y los sitios de memoria que han perseguido las responsabilidades penales por estos aberrantes actos.

La pampa de Cerro Moreno es un lugar de secretos, y las pirámides en la pampa las vi desde pequeño, no me lo contaron. Aquellos montículos de tierra escondían ropas que nunca sabré si se trataba de restos arqueológicos o de algo más trágico.

 

«Los valores militares son demasiado distintos a los valores civiles»

—»En Cerro Moreno nadie le temía a la delincuencia, era un concepto que estaba más allá de la imaginación de cualquiera de los residentes». Esta es una de las disociaciones que se plantean en la novela, pues sabemos que: «la base de Cerro Moreno tenía un pasado oscuro, salpicado con la sangre de militares y civiles…». Además, la base militar de la Fuerza Aérea en Cerro Moreno carga una energía peligrosa. En sus cimientos hay cementerios de pueblos originarios. ¿Te interesa el trabajo con la paradoja y la ironía como forma de denuncia?

—Me interesa mucho plantear contradicciones en la literatura, creo que es un ejercicio fascinante cuando se hace con sutileza, pues un personaje puede contradecir a un narrador y este interpelar al autor o al lector. Me gusta la idea de escribir una novela por capas, desde la más superficial (que es la historia y la aventura misma) hasta ir profundizando en reflexiones que me cuestionan moralmente.

Siento que cuando uno tiene una voz, en mi caso la narrativa, y además cuenta con el espacio para usarla debe ser responsable en lo que va a decir.

El ejercicio de recordar mi adolescencia chocó con las palabras que escuché en una charla de Lina Meruane, a propósito de su libro Señales de nosotros, donde ella manifestaba esta ‘culpa’ por haber sido feliz en una época en donde la mayoría de la gente no estaba siendo feliz, respecto a la suerte de burbuja en la que creció durante la dictadura, la misma que se rompió cuando entró a estudiar a la universidad.

Y es que yo viví algo parecido, tuve una infancia y una adolescencia muy feliz en Cerro Moreno, y hasta que salí de la burbuja de la ‘familia militar’ desconocía que había sido feliz en un lugar donde habían torturado, matado y desaparecido a personas.

El choque con la realidad fue tremendo y cambió la forma en la que vi al mundo, a mi familia, a mis amigos, a las familias de mis amigos. Entonces creo que es mi deber hablar del tema, porque hasta el día de hoy conozco gente de aquellos años que no menciona estas cosas, que no profundiza, que no reflexiona y se queda con el adoctrinamiento.

La ironía es una herramienta, aunque siento que no abuso de ella, en el ejemplo que citas no hay ironía, aunque suene crudo, cuando viví en la base de Cerro Moreno nunca escuché a alguien pensar, mucho menos decir, que los hechos del golpe de Estado o lo ocurrido durante la dictadura fuese un crimen.

Y es que al soldado de aquella época se le inculcó el odio al enemigo interno, en sus cabezas adoctrinadas estaban luchando una guerra, y en una guerra no hay delitos (aunque sabemos que en estos tiempos más civilizados hasta las guerras tienen reglas y límites).

El terrorismo de Estado impulsado por el aparataje dirigido por Pinochet era válido para estas personas, y a años de haber regresado la democracia, muchos de ellos, activos aún entre los que cuento a padres de algunos de mis amigos, seguían pensado en que lo que hicieron, simplemente fue cumplir con su misión.

Hoy, ya adulto, es descorazonador comprenderlo, por lo mismo es que lo he reflejado de aquella forma en el libro. Me han acusado de ensalzar el tema, de querer lavar la imagen de una institución y nada más alejado de aquello, pero me parece válido mencionar que los valores militares son demasiado distintos a los civiles. Si no entendemos eso, nunca podremos acercarnos a la verdad.

 

«La novela está inspirada en hechos que viví»

—¿Cómo pensaste en la presentación de los roles de cada personaje? Hay una confirmación de roles genéricos, especialmente en los personajes femeninos como Margarita, que representa la postergación de la mujer en un acto sacrificial pro familia. Háblanos de los personajes y de sus roles.

—Tengo que ser sincero contigo, no lo pensé mucho. Esto se debe a que la novela está inspirada en hechos que viví, que vi, que me contaron, por lo que todos los personajes presentados, salvo un par de excepciones menores, son personas reales.

Los roles genéricos aparecen porque así es como eran dentro de la Base. Margarita es un personaje inspirado en mi madre, que con el paso de los años y por muchas conversaciones he aprendido a reconocer en ella la frustración de la persona no realizada, la que debió postergarse, la que tal como mencionas, debía cumplir un rol, porque la carrera militar en aquellos años no solo era del funcionario activo, sino, también de su familia.

De la responsabilidad de los hijos dentro de la población de la Base, de la participación de las esposas en el club de damas, etcétera.

Viví en Cerro Moreno hasta el año 2001 y no conocí a muchas madres que trabajaran fuera de la Base y las pocas que lo hacían eran cuestionadas.

Durante el año 98, almorcé muchas veces en el casino de suboficiales, debido a que mi familia vivía en Antofagasta y yo estudiaba en la Escuela E-88 dentro de la base, y mi padre me daba un lugar en la mesa del casino para que pudiese comer entre bloques de clases (asistía en la mañana hasta las 13:00 horas y retomaba en la tarde desde las 15:00).

Y a pesar de que no hablaba, por respeto, escuchaba las conversaciones de los camaradas de mi viejo, donde se referían a la esposa de tal o cuál colega, destinada a serle infiel al marido solo por tener un trabajo de oficina en la ciudad.

Lo mismo pasaba con las hijas, nunca olvidaré cuando a mi hermana le dijeron que mejor estudiase en un Liceo Técnico Profesional, porque la prioridad para la universidad era para mí, porque me tocaba ser jefe de hogar, y ella iba a encontrar marido.

Hoy suena retrógrado (y creo que para la época también lo era), pero así estaban definidos los roles dentro de la institución, salvo contadas excepciones. Entonces hice a Gema, para hablar un poco de esa realidad.

Isaac y sus amigos representan a los adolescentes que viven ajenos a este mundo, casi sin entenderlo, y haciendo poco para entenderlo. Éramos un grupo con un líder y los demás queríamos su aprobación, así funcionaba y así funciona hoy, por ello es que en los colegios que han leído el libro ha aparecido este tema como identificación en los alumnos.

Tal vez Victoria es el personaje al que le quise dar mayor simbolismo, ella es la contraparte de Isaac, la que siempre sabe lo que ocurre, la que piensa, la que entiende y ve más allá, la que resuelve.

Para mí era importante que ella no fuese una damisela en apuros, que al contrario, sea ella la que constantemente esté rescatando al desastre de adolescente que era yo (Isaac para la novela). Es un constructo, la representación de lo que yo debía ser.

 

«La buena ciencia ficción no es la que da respuestas, sino la que plantea preguntas»

—En el capítulo «Luces en el cielo» se hace evidente el avistamiento a través de un «objeto». Aquí hay sugestión, miedo, ficción y realidad. ¿Cuál es el terror? ¿Qué debemos esperar de esta mezcla?

—El terror está en que lo que sucede en el capítulo ‘Luces en el cielo’ es un testimonio real. Le pasó a mi padre, y está narrado tal como ocurrió (con algunos detalles añadidos para la trama).

Así, el terror está en la comprobación empírica de que hay cosas que no entendemos, que en nuestros cielos hay presencia de tecnologías que desconocemos y que nada tienen que ver con extraterrestres. Para mí eso es lo más aterrador, que estas cosas ocurran en el seno de una institución creada para la defensa, y que finalmente es la que más secretos oculta.

Lo que se debe esperar de esta mezcla, es entender que mientras más creemos saber, más dudas aparecen. Como dijo Francisco Ortega durante el lanzamiento del libro, la buena ciencia ficción no es la que da respuestas, sino la que plantea preguntas.

Yo espero que después de leer el libro la gente se plantee muchas preguntas. No quiero que me crea, quiero que levante la vista al cielo y compruebe.

 

«El miedo es un factor común en el libro»

—¿Cómo perfila el miedo y los traumas del pasado a los personajes? Sabemos que Giovanni, por ejemplo, es «un niño asustado por la carga de estar durante años bajo el influjo de secretos provenientes de épocas más oscuras, de misterios que sus padres ni siquiera querían pronunciar». Isaac tiene problemas con su cuerpo «fofo». Asimismo, la novela se puede leer como una novela de aprendizaje, que incluye música, ritos de pasaje, etcétera.

—Imposible no hacerlo, somos los traumas que hemos superado. El miedo es un factor común en el libro, cada personaje lo tiene y lo enfrenta de diferentes formas. Giovanni es, quizás, el reflejo más extremo de aquello, pues cuando le hace frente a sus temores estos terminan devorándolo.

Pero también lo vemos en los adultos. Rivadavia, por ejemplo es un padre consumido por su pasado, por uno que esconde de su familia, de sus hijos, de él mismo y cada vez que este pasado quiere aflorar lo ahoga en alcohol con sus amigos, en evasivas con su esposa, en el terror que siente al cuestionarse si está a la altura del héroe que resulta ante los ojos de su hijo.

Y a la vez Isaac tiene miedo de descubrir que su padre no es un superhéroe, que es un ser humano, que ha hecho o participado en cosas malas. Durante la lectura de los informes de violaciones a derechos humanos, recuerdo que uno de los miedos que más tuve fue el de encontrar el nombre de mi padre en la lista.

Era un miedo egoísta, algo minúsculo ante el terror que vivió la gente que había dado el testimonio que estaba leyendo, pero aun así me carcomía. No resultó difícil traspasar esos miedos propios a los personajes.

Pero tal como dices, la novela no solo está cruzada por el miedo, es, en cierto grado, una novela iniciática. Son adolescentes conscientes de que viven sus últimos años en la burbuja en que crecieron. Que están formando su identidad, su sentido de pertenencia y esto lo muestro a través del grupo de ‘Los cinco’, que representa a mis amigos más cercanos, a los que escuchábamos música metal y nos vestíamos de negro.

Quizás esto era expresión de ir contra el miedo a ser diferente, a no encajar así es que nos hicimos nuestro propio nicho, uno de donde nadie nos iba a sacar, y lo cuidábamos. Volviendo a la ironía, en este grupo está presente el caer en los lugares comunes cuando quieres alejarte de ellos. Metaleros que solo escuchan el metal comercial, porque no tienen acceso a otro. Aquellos que quieren demostrar más de lo que en realidad son, también hay un miedo ahí.

La inseguridad con el cuerpo es algo presente en la adolescencia. El mirarse al espejo y verse de piel más oscura que tu amigo, el no ser tan ‘bonito’, el no resultar atractivo a los ojos de otra persona. Siento que todo eso es necesario dentro de una novela iniciática.

Pese a todo no pude explorar el temor que provoca la orientación sexual, y me arrepiento un poco de no haberlo incluido, de haberme mantenido fiel a los hechos vividos, pero hoy, con la distancia del tiempo, creo que hubiese sido interesante explorar aquello, considerando el contexto conservador e hipermasculino de la milicia, que a la vez, tiene algo de homoerotismo (lo vimos con Top Gun, por ejemplo).

Quizás haya tiempo de hacerlo en otra novela, las historias, como dice mi amigo Daniel Leal, se escriben solas.

 

 

 

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Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es periodista, profesor, traductor y doctorado en literatura hispanoamericana (Washington University in St. Louis).

Ha publicado las novelas Dos cuerpos, Réplicas, Nuestros desechos, No me ignores, Cardumen, Si ellos vieran, Concepciones, Sinestesia, Dame pan y llámame perro, Subterfugio, Succión y Corral, además de los volúmenes de cuentos Frivolidades y Espectro familiar, la novela bilingüe En la isla/On the Island, y el conjunto de poemas Atisbos.

Traducciones de sus textos han aparecido en The Stinging Fly (Irlanda), ANMLY (EE.UU.), Alba (Alemania) y en la editorial Édicije Bozicevic (Croacia).

Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

«Terror en Cerro Moreno», de Hugo Riquelme Becerra (Suma de Letras, 2024)

 

 

 

Nicolás Poblete Pardo

 

 

Imagen destacada: Hugo Riquelme Becerra.

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