En el contexto de su reciente visita a Chile, debido a la presentación de su nueva novela «El castillo de Barbazul» (Editorial Tusquets, 2022), dialogamos en extenso con el famoso autor español acerca de las coordenadas estéticas de su premiada bibliografía literaria. En esta ocasión, se ofrece la primera parte (de un total de tres secciones) de esa inolvidable conversación.
Por Enrique Morales Lastra
Publicado el 15.5.2022
Casi veinte años después de haber leído su texto Soldados de Salamina (2001) por la recomendación que hacía Roberto Bolaño de esa novela en cada una de sus entrevistas, Javier Cercas (1962) nos espera amable y cercano, en la terraza del Hotel Sheraton de Santiago de Chile, a los pies de un mordido cerro San Cristóbal.
Al plantearle la idea de que su obra simboliza una interpretación literaria acerca de la historia de la España contemporánea, tal idea le parece acertada y me dice que no lo había pensado de esa forma.
En efecto, Cercas llega a Chile a presentar El castillo de Barbazul, la tercera parte de su trilogía iniciada con Terra alta (2019), y luego continuada con Independencia (2021), una saga literaria que se encuentra protagonizada por el personaje detectivesco de Melchor Marín.
Los temas del autor español son variados y van desde la historia hasta la filosofía, pasando por los hechos mismos del día a día. Así, no evita mostrar su sorpresa por la remontada del Real Madrid hace unas semanas en la Champions League frente al Manchester City de Pep Guardiola: «Eso fue de Play Station», afirma.
Catalán por adopción e identidad cultural (su familia emigró desde Asturias hacia Cataluña en la década de 1960, cuando él era un niño), y lo cual lo hace sentirse como un personaje de una novela de Juan Marsé, quizás Cercas es hincha del Fútbol Club Barcelona, así es que no insistimos mucho sobre el punto deportivo.
Sin ir más lejos, Javier Cercas es una figura que sobrepasa a la imagen común que se tiene del escritor, en especial a la tribuna semanal que hace años tiene en el prestigioso diario español El País, el más importante que se publica en lengua castellana en la actualidad.
«Creen que yo soy periodista y que escribo periodismo y me han dado premios de periodismo. y cuando me dan esos premios yo digo ‘miren, soy un poco un impostor, yo periodista no soy’, porque el periodista es trabajar en una redacción, por lo menos así yo lo entiendo», reflexiona el autor.
«Tengo demasiado respeto al periodismo»
«Creo que a veces los periodistas se llevan una decepción conmigo, porque yo les digo, ‘no, periodista no soy’. No pero tus libros son periodísticos. Si, tal vez, ojalá, me encantaría, pero el periodismo es demasiado serio para que yo me considere periodista», sentencia en tono serio. «Escribir dos veces al mes en un periódico no es ser periodista», complementa.
—Aquello es ejercer como columnista.
—Exacto. Para mí el periodista es alguien que está al pie del cañón, quien está en una redacción, quien es corresponsal, quien hace entrevistas, quien vive el periodismo, quien escribe a la velocidad que vosotros escribís, y es que yo tardo una mañana entera en escribir una columna, y me la he preparado antes, y vosotros escribís, yo lo he visto, amigos míos que son periodistas, instantáneamente.
—El periodismo escrito tiene esa facilidad, el poder de redactar una carilla en diez minutos.
—Y perfecto, se entiende todo.
Tengo demasiado respeto al periodismo, para hacerme llamar a mí mismo, periodista. Admito que pueda ser columnista, que mis artículos en realidad son ensayuelos, llámale como quieras, crónicas si quieres, pero nunca me he considerado un periodista, me parece que es excesivo considerarme a mí mismo periodista.
Utilizo en algunos de mis libros instrumentos del periodismo, de acuerdo, eso sí, pero también utilizo instrumentos de la historia, del historiador, de la filosofía, de tantas otras cosas, no, y no por eso me considero filósofo, ni me considero un historiador.
—Estudiaste licenciatura en filología.
—Yo soy novelista, pero hice mi licenciatura en filología, estudié eso, luego el periodismo me interesa muchísimo, obviamente, y la historia me interesa muchísimo, la filosofía me interesa muchísimo, muchas cosas me interesan, y procuro ser un poquito periodista, un poquito historiador, un poquito filósofo, pero nunca me llamaría a mí mismo filósofo o periodista, ni historiador, ni nada parecido.
«Antes de publicar ‘Soldados de Salamina’ no me conocía nadie»
—Hasta que llegamos a la publicación de Soldados de Salamina, un pasaje de la Guerra Civil Española.
—En España nadie me conocía hasta Soldados de Salamina, solo en mi casa.
—Pero también escribiste después Anatomía de un instante, basada en el 23-F de 1981, y ahora esta trilogía, que podríamos tomarla como un crisol de la sociedad española contemporánea, la de comienzos del siglo XXI.
—Está bien, eso no lo había pensado.
—De alguna manera, ¿cómo el novelista se acerca a esa pregunta o preocupación por la historia?, pero tú preocupándote mucho de los detalles, del instante. Por ejemplo Almudena Grandes llegó a concebir un gran volumen sobre la Guerra Civil Española (1936 – 1939), seis tomos en torno a ese evento, y a lo que le siguió inmediatamente, pero lo tuyo está en eso, en el detalle del instante. Bueno, uno de tus libros se titula Anatomía de un instante (2009).
—Mira, te voy a decir varias cosas. Soldados de Salamina abre una nueva etapa en mis libros, y también dicen en la literatura española, puede ser, hay quien va más allá, inclusive.
En mis libros de antes no aparecía la historia, antes de Soldados de Salamina, yo era un escritor distinto, ahora también creo que soy un escritor distinto, yo quiero encontrar a todos los escritores que hay en mí.
Entonces, Soldados de Salamina es algo muy sencillo, yo simplemente me obsesioné con una imagen. Después de un fusilamiento masivo, en las postrimerías de la guerra civil, un soldado, republicano, salva la vida de un jerarca franquista, Rafael Sánchez Mazas (1894 – 1966), padre del Premio Cervantes de Literatura, Rafael Sánchez Ferlosio, y suegro de la narradora Carmen Martín Gaite.
Entonces, simplemente, me obsesioné con esa imagen, ese hombre, ese soldado, que tiene que matar, o que al menos delatar a ese jerarca falangista que ha sobrevivido al fusilamiento colectivo, que tiene enormes responsabilidades en las causas de la Guerra Civil Española y le salva la vida, pues me obsesioné con esa imagen, y yo escribo a partir de mis obsesiones.
El pasado perdido en el presente
—Sánchez Mazas estuvo refugiado en la embajada de Chile en Madrid, en los inicios de la Guerra Civil.
—Así es, y mis novelas son obras donde la historia tiene un peso importante, en las cuales el pasado es una dimensión del presente, y donde el presente está mutilado.
A mi me han dado muchos premios también de novela histórica, en Italia, por ejemplo, pues ahí el género tiene mucha tradición, hombre yo digo, mis novelas no son novelas históricas, en el sentido tradicional, en el sentido que lo son las de Almudena Grandes, por ejemplo, que tú mencionaste.
Las mías son novelas que intentan mostrar al pasado perdido en el presente.
Antes de esa novela, mi generación no había escrito sobre la Guerra Civil. Los contemporáneos habían escrito, la generación que participó en la guerra, esa había escrito, pero mi generación no lo había hecho, es más, mi editora cuando yo le di ese libro, y era un escritor desconocido, me dijo ‘este libro solo lo van a leer personas mayores de 70 años’, y lo van a leer cinco mil personas, joder, ¡cuánta gente!, luego se convirtió en un éxito fenomenal, en España y fuera de España.
Antes la guerra se daba como un tema agotado, y luego aparecieron todos los demás escritores como Almudena Grandes.
Luego, yo solo me propuse, formular una pregunta compleja de la manera más compleja posible, eso es lo que hacemos los novelistas, y no contestarla, al menos no contestarla de manera unívoca y taxativa.
Las respuestas siempre son ambiguas, complejas, contradictorias, y escribir el mejor libro posible, punto, nada más, no me propuse ni hacer historia, ni hacer periodismo, ni explicarle a los españoles qué era la Guerra Civil, ni dar una nueva versión de la Guerra Civil, ni nada parecido, escribir el mejor libro posible.
—Tu recogiste el olvido sobre los escritores falangistas, se dice en la introducción del libro, que ganaron la guerra pero perdieron en la historia de la literatura, quizás eso sedujo.
—Sánchez Mazas era un desconocido en 2001 pero muy importante en su tiempo. En España de ese tiempo estaba completamente olvidado.
Y ese libro contenía una reivindicación, mira hay un filósofo norteamericano, llamado Richard Rorty, que dice, el éxito de un libro, esta es la mejor explicación que yo encuentro al éxito de Soldados de Salamina, me conocía Roberto Bolaño, me conocía mi madre y se acabó, y algún amigo por ahí, totalmente fuera del circuito.
Con Roberto nos conocimos por un azar, sencillamente, una presentación, él estaba allí.
Bien, Richard Rorty, dice: ‘el éxito inesperado de un libro, se deba a la coincidencia azarosa entre las obsesiones privadas de un escritor, y las necesidades públicas de una sociedad’.
Ese libro contiene una reivindicación de la república, de los perdedores de la guerra, y en aquel momento, la España de la época necesitaba de esa reivindicación, creo que eso es lo que se puede decir de Soldados de Salamina.
La novela en el mundo fue un éxito, o sea, se ha traducido a un montón de lenguas, ha sido muy apreciada, en España fue un fenómeno social, de otras dimensiones, según los historiadores desencadena todo un movimiento de recuperación del pasado, etcétera, etcétera, es decir, un fenómeno social porque obedecía a una necesidad pública que mi generación sentía, y que todavía no se había expresado de reconocer y de reivindicar a la herencia republicana.
Creo que el éxito se debe a eso, y donde se llega a una forma nueva, porque la literatura es forma, no basta con decir ‘hay que reivindicar al pasado’, hay que hacerlo de tal manera que produzca un efecto determinado.
Eso es lo que hace la literatura, a diferencia del periodismo que es forma, exclusivamente forma, y eso es lo esencial, y es lo que produce esto en España y en Francia, produce un efecto similar, que es volver a tratar al pasado de una forma distinta, en Italia produce un efecto similar que es una manera de tratar el pasado.
Porque en ese libro había una forma distinta de abordar el pasado como presente, no como pasado sino como presente, demostrar que el pasado no había pasado todavía. Demostrar que el pasado todavía está aquí, y eso es universal, no solo español.
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Imagen destacada: Javier Cercas (Pere Duran / Nord Media).