La nueva novela del escritor nacional Luis Caroca —luego de las buenas críticas que recibió por parte de su volumen de cuentos «Los esquilmadores»—, prosigue con esa línea y veta estética que le han valido, la calificación para su bibliografía narrativa, como una literatura de ideas, pero situada en un peculiar y singular contexto local.
Por Nicolás Poblete Pardo
Publicado el 22.4.2024
Espesos ríos de tinta (Palabra Editorial, 2023) de Luis Caroca Saavedra (Santiago, 1970), es, quizás, una novela de ideas que se vale de un escenario particular histórico, chileno, identificable gracias a sus marcas terrenales y espaciales, para cursar inspiraciones, sorpresas y pulsiones hasta mundanas, en una búsqueda existencial que cuenta con (el poder de) la palabra para su empresa crítica, que adopta el tono de la justicia, como refleja la siguiente cita:
«Pero los ingenuos no son nada si los comparamos con los despreciables, con el mal disimulado interés de muchos artistas, escritores o actores ‘rata’ que apoyan a su candidato por ambición, trepando y arrastrándose con vileza, como serpientes de la peor calaña, para profitar más adelante y obtener alguna beca, agregaduría cultural u obtener un premio que se supone es de consideración y que les traiga reconocimiento y beneficios pecuniarios. Esos son los peores. Esos son los genuflexos».
Luis Caroca Saavedra, escritor y profesor de castellano titulado en la Umce, ha publicado artículos sobre literatura en la revista Water-Neon, Francia, ha sido antologado como cuentista en Mago Editores, y ya cuenta con una publicación previa, Los esquilmadores, conjunto de cuentos publicado también por Palabra Editorial en 2021.
Se trata de relatos: «entrelazados por la figura de un tal Prat y un Félix silbante, más ominosos que deslumbrantes, donde la resaca existencial campea y que constituye la memoria literaria de no pocos en este áspero Chile», comenta el académico y también escritor Francisco Marín Naritelli.
«La soledad necesaria para pensar y crear»
—¿Qué importancia reviste la filosofía en la composición y posterior concreción de tu narración? ¿Hay un diálogo conceptual necesario inserto en la trama? ¿Cómo interactúan las diversas referencias, que, entre otros, considera a Nietzsche o Heráclito?
—Algunas ideas, producto de mis lecturas y experiencias, las plasmé en Espesos ríos de tinta. Se manifiestan tanto en el argumento como en las características de los personajes. Sin duda, la filosofía tiene bastante importancia. Prat, Félix y el profesor-periodista-sindicalista (personaje que actúa como hilo conductor y que nunca se menciona su nombre), son grandes solitarios y ya eso es bastante filosófico: la soledad necesaria para pensar y crear.
Sin embargo, el poema de Nietzsche que da inicio al libro, aunque haya sido escrito por el filósofo alemán, es más representativo del Nietzsche escritor, del Nietzsche poeta que habla con cierta resignación al no ser comprendido o leído más allá de que él piensa que lo está haciendo de maravilla.
No quiero extenderme más en este punto, pues tiene relación directa con un par de capítulos y, sobre todo, con la totalidad de la novela. Por otra parte, en el caso de Heráclito, dos de los personajes ya mencionados, hacen mención a esa idea del filósofo presocrático de que ‘uno vale más que diez mil’, en el sentido de reconocer que uno, el individuo, por sí, es poderoso. De ahí que un solo ser humano pueda influir en tantos otros, en la masa.
También, un grupo acotado de camaradas, de amigos que están en la misma sintonía, son suficientes para esta vida. Una minoría buena en vez de una multitud mala. La cofradía necesaria. También, quise mostrar personajes que no necesariamente piensan como yo. De hecho, tanto en mi libro de cuentos anterior (Los esquilmadores) como en Espesos ríos de tinta aparecen personajes con defectos y prejuicios. ‘Quién no tiene prejuicios’, dice, por ejemplo, el personaje Félix en un capítulo.
«Un proceso donde se mezcla lo racional con lo intuitivo»
—Algunos personajes ya se ven en tus relatos anteriores. ¿Cómo funciona el desplazamiento que ocurre entre el conjunto de relatos y que nos muestra a estos personajes ahora en el despliegue de la novela? ¿Cómo es tu proceso de creación de personajes?
—Así es. En una entrevista que me hizo el escritor y periodista Francisco Marín Naritelli en El Mostrador (Enero 2023), dije que algunos personajes del libro Los esquilmadores reaparecen en una novela breve que escribí en ese momento; refiriéndome a Espesos ríos de tinta.
De alguna manera, esta es una continuación del libro anterior, porque consideré que había que contar mucho más sobre algunos personajes y, efectivamente, en Espesos ríos de tinta estos se explayan y desarrollan aunque eso no inhabilita que ambos libros se puedan leer de manera independiente. De hecho, en este momento estoy escribiendo otro libro de cuentos y en un par de ellos, aparece un personaje que ya he usado anteriormente. Tal vez, esto dé para una saga, ¿quién sabe?
Ahora, pensando en el proceso de creación de los personajes, podría decir que tengo ideas precocebidas tipo Filosofía de la composición de Poe, pero también quiebres de acuerdos a las circunstancias de la narración, del proceso de escritura.
La misma creación del personaje Félix Delgado, por ejemplo, tiene algo de Sorel, en lo que se refiere a sus conocimientos de la lengua y literatura latina, pero solo en eso.
Así es el exquisito proceso de narrar, contar, ‘crear’, donde se mezcla lo racional con lo intuitivo por medio de la transfiguración literaria, ese es el mysterium.
«La escritura manuscrita posee beneficios neurológicos y sicológicos»
—La voz narrativa corresponde a la de un profesor sindicalista que comenta su despido a los 40 y tantos años. Hay mucho que decir del rubro pedagógico, que el protagonista abandona para dedicarse al periodismo. ¿Cómo ves esta crisis de la educación?
—Terrible. Acá no se trata de aludir a una especie de edad dorada en que todo lo anterior o antiguo era mejor, pero ciertas ideas, políticas y corrientes pedagógicas que se anunciaron con bombos y platillos en su momento han demostrado ser un fiasco.
Lo que ha producido toda una generación de individuos sin conocimientos básicos, ignorantes y poco o nada cultivados. Y lo que es peor, dicha ignorancia se ha llegado a tomar como un ‘valor’; dopados con la tecnología y la banalidad.
Aquí se aplicaría el mutatis mutandis. Que se conserve lo mejor del pasado pedagógico y que se agregue lo nuevo, pero solo lo que sea beneficioso. Sabido es que ya en ciertos países se están prohibiendo los celulares en las aulas y se ha abandonado el uso de pantallas para volver al libro de texto, al papel; como también se ha comprobado que la escritura manuscrita posee beneficios neurológicos y sicológicos.
«Una crítica a la instituciones educacionales desde la base»
—El ambiente en el que transcurre la narración destaca escenarios de saber, unidos a cierta degradación de los mismos: liceos, medios de comunicación como la televisión, el ámbito literario (con Vicente Prat como típico escritor que provoca advenedizos contactos y comentarios, así como un gran capital con sus textos póstumos). Aunque muerto, Prat sigue influyendo en su entorno, y se posiciona como un mentor indirecto. Háblanos del modo en que el saber circula por tus escenarios y personajes.
—La degradación se muestra desde el comienzo del libro, cuando se cuenta que Félix y José aprendían en el kindergarten de manera anquilosada y sin color las vocales. De alguna manera es una crítica a la instituciones educacionales desde la base.
El saber, el conocimiento como conjunto, el aprender, son valorados por el profesor-periodista y Félix Delgado y de alguna manera se sugiere que este último recibe una educación alternativa en base a la lectura de muchos libros, lo que moldea su forma de ser.
De hecho hay una escena en que recuerda cuando en su infancia aprendió, por sí solo, algo que en la escuela nunca le enseñaron: que la imagen que cruza una lente convergente es proyectada al revés. También, en otra escena, él y su amigo José son aún niños y disfrutan hojeando una enciclopedia, viendo la estatua de Zeus o Poseidón hallada en el Mediterráneo. Eran niños deseosos de saber.
De alguna manera, Espesos ríos de tinta es un libro para esos lectores adultos que fueron niños raros, esos que les encantaba aprender cosas de las más variadas disciplinas, pero sin ser nerd.
Por otro lado, también Félix es un chico de la calle, es decir, aprendió lo que solo se enseña en la ella, lo que no es poco decir. De ahí la expresión: ‘tener calle’. Eso me hace recordar el poema de Gonzalo Rojas «Los letrados».
También pasa algo con el personaje Marissa, la cual es despedida de una universidad por ser una profesora de filosofía brillante y exigente. ¿A cuántos buenos profesores se los ha amonestado por demasiado exigentes, por rigurosos? En lo que respecta a Prat, podríamos decir que es la representación del escritor ídolo, del padre literario que convoca a escritores menores como hijos huérfanos, casi.
Y como suele pasar (también es muy común en el mundo de la música), cuando este escritor muere, se acrecenta el mito. Su apellido también, en el contexto chileno, tiene reminiscencias de héroe nacional. En Los esquilmadores se menciona que los jóvenes seguidores de Prat usaban poleras con su imagen. Y en Espesos ríos de tinta se habla de un mural con su imagen.
«Yo leo los autores que formaban parte de la biblioteca de Borges»
—George Bernard Shaw, Thomas de Quincey, Henry Miller, Rimbaud y muchos otros más se dan cita en Espesos ríos de tinta. Sin duda hay un valor en el homenaje que rindes a cierta tradición literaria. ¿Ves una función escolástica en la decisión de presentar estas figuras canónicas?
—Efectivamente la influencia de estos escritores es capital en el personaje Félix. La larga tradición literaria es un soporte en su formación. Y claro, el solo hecho de mencionar de manera positiva a algún escritor, filósofo, músico, artistas en general en un libro, es un homenaje.
Ahora, en lo que respecta a si hay una función escolástica de presentar estas figuras canónicas, podría ser en el sentido integral de la formación de una persona. Siempre es interesante cuando alguien comienza a leer a un escritor al que se citó en un libro, incluso de pasada.
Me atrevería a decir que todos los buenos lectores lo son porque un autor lo llevó a otro y así sucesivamente. Surge una especie de camaradería entre autores.
A mí me pasaba que cuando era estudiante, dejaba de asistir a una que otra clase formal y me iba a la biblioteca para leer a un autor que era admirado por el que me imponían leer. Si es que no recuerdo mal, conocí a De Quincey por Borges, por ejemplo.
Eso me hace recordar cuando estuvo de moda decir (parafraseo): ‘Yo leo los autores que formaban parte de la biblioteca de Borges’. También, a veces, me pasaba algo parecido con las notas a pie de página. Hay libros en que las notas son más interesantes que el libro mismo. En definitiva, son situaciones que les pasa a los que leen.
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Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es periodista, profesor, traductor y doctorado en literatura hispanoamericana (Washington University in St. Louis).
Ha publicado las novelas Dos cuerpos, Réplicas, Nuestros desechos, No me ignores, Cardumen, Si ellos vieran, Concepciones, Sinestesia, Dame pan y llámame perro, Subterfugio, Succión y Corral, además de los volúmenes de cuentos Frivolidades y Espectro familiar, la novela bilingüe En la isla/On the Island, y el conjunto de poemas Atisbos.
Traducciones de sus textos han aparecido en The Stinging Fly (Irlanda), ANMLY (EE.UU.), Alba (Alemania) y en la editorial Édicije Bozicevic (Croacia).
Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.
Imagen destacada: Luis Caroca.