La destacada periodista nacional —ahora investigadora del Centro de Justicia Educacional de la Pontificia Universidad Católica— acaba de lanzar el libro «Enseñando a sentir» (Metales Pesados, 2021), un volumen en el cual aborda el modo en que los fenómenos sociales contemporáneos se integran en la cultura infantil.
Por Nicolás Poblete Pardo
Publicado el 27.5.2021
Enseñando a sentir. Repertorios éticos en la ficción infantil (Ediciones Metales Pesados, 2021), de Macarena García González, es una publicación pionera, excelentemente documentada, y que permite abrir los ojos hacia una realidad verdaderamente urgente.
Este libro “explora las relaciones entre ética y estética en la ficción para niñxs haciendo foco en temas considerados como ‘difíciles’ o ‘controversiales’”, según consideraciones actuales que resultan necesarias revisar críticamente.
Leer este libro me hizo recordar el caso del doctor norteamericano, activista y opositor a la guerra de Vietnam, Benjamin Spock, un influyente y controversial referente respecto al cuidado y educación de los infantes.
Aunque sus libros son poco conocidos hoy (y han sido progresivamente descalificados), Spock y sus manuales fueron masivamente consumidos y aplicados por generaciones de padres. Así, cabe preguntarse qué postura adoptamos al momento de enfrentar el cuidado y la educación de los niños y niñas.
En su introducción García plantea preguntas clave: “¿Qué emociones permitimos en la literatura para niños y niñas? ¿Quién dice cuáles son las historias apropiadas para ellos? ¿Cómo hablamos de temas difíciles?”.
Citando a la filósofa estadounidense, Martha Nussbaum, García apunta: “la lectura aumentaría la empatía de los lectores y sentaría las bases para la convivencia democrática”.
La dimensión específica que considera García es “la de cómo se usan los textos para enseñar a sentir, y bajo qué nociones de ética y justicia podemos hacer sentido de esos repertorios emocionales”.
García manifiesta su deseo de que este libro permita “revisitar esa idea de que las narraciones sirven para algo”, comprendiendo que “las dimensiones emocionales y afectivas… son también éticas y políticas”.
Con esa lupa, podemos ver, por ejemplo, que “… en Chile, la solidaridad acompaña una noción de pobreza que no es comprendida como una injusticia estructural o un mal de sociedad, sino como ‘la mala suerte de haber sido golpeados por la adversidad de la vida’”.
A la exploración local se suman otros casos que permiten detectar el modo en que diversas emociones se van inscribiendo en nuestra sociedad. Fascinante resulta el detalle de un “experimento” que se lleva a cabo con niños, a partir de la lectura de La madre y la muerte.
García documenta las reacciones que surgen de esta versión de un texto de Hans Christian Andersen, en la que vemos a una madre (en la figura de una zorra), a quien se le muere su bebé y, para recuperarlo de la muerte, va dejando partes de su cuerpo por el camino: ojos, piernas, un brazo.
“Cuando llega, toda desembrada, la muerte se sorprende… y le devuelve al hijo”. Pero el hijo está muerto. García consigue retratar un estado de ánimo, ese desconcierto compartido socialmente, en el que se esconde una palpable amenaza rara…
Adicionalmente, la pandemia y el desafío que significa la educación escolar en este contexto, son preocupaciones que se abordan con referencias a Rosi Braidotti y su propuesta que considera una “epistemología de la humildad para salvarnos”.
García también acude a otros teóricos, como Stanley Fish, para iluminar respecto a nociones sobre “multiculturalismos”, que pueden ser débiles —donde se celebra otra cultura de modo banal— o fuertes —cuando se reconoce que las diferencias son irreconciliables—, y a Elizabeth Grosz y Judith Butler, quienes entran en escena para dialogar con abordajes de género.
Otros temas de gran relevancia son la adopción, así como el modo en que (re)producimos estereotipos respecto a la migración.
García ejemplifica con el polémico texto “La isla”, para abordar estos conflictos migratorios, y repasa clásicos como Emigrantes, de Shaun Tan… Enseñando a sentir es un fenomenal documento, una tremenda contribución a un área que debe urgentemente revisarse.
«Un tramado teórico que viene de los feminismos materialistas y el poshumanismo»
—Tu publicación considera preocupaciones muy actuales, como el debate de género en nuestro país y los conflictos migratorios. Como investigadora, ¿cuál es la forma en que te posicionas frente a una realidad tan cercana?
—Siempre me han interesado los temas contingentes, la investigación que es capaz de responder a fenómenos sociales contemporáneos y que es parte de ese ensamblaje que va produciendo cambios culturales.
Y el libro se trata también de eso, de cómo se integran esos temas en la cultura infantil, porque hasta hace muy poco el consenso era que a los niños mejor no hablarles de las dimensiones menos esperanzadoras de la vida en común.
—¿Cómo seleccionaste tu marco teórico? ¿Qué diálogos se pueden establecer entre las propuestas surgidas de teorías extranjeras en nuestro país?
—En el libro uso distintos conceptos y aproximaciones de los estudios culturales que me son útiles para ver y nombrar, pero hay un tramado teórico general que viene de los feminismos materialistas y el poshumanismo.
Autoras como Rosi Braidotti, Karen Barad y Sara Ahmed ayudan a entender el daño de ese orden humanista que se organiza alrededor de nociones de progreso y que privilegia lo masculino, lo adulto, lo racional, lo blanco, lo educado, lo europeo…
Sara Ahmed, la feminista aguafiestas, es estupenda en ver cómo es que nos orientamos afectivamente hacia ese orden, cómo la norma opera a un nivel emocional y vamos reproduciendo formas de sentir que parecen más correctas que otras.
El proyecto de investigación desde el que se origina el libro tiene como marco teórico los estudios culturales del afecto, una aproximación que me interesaba precisamente porque nos permite mirar más allá (o más acá) de lo discursivo y poder entrar con otras herramientas a mirar esas relaciones entre lo emocional y lo ético.
«Estamos siempre diciéndole al otro que sabemos lo que siente»
—Me fascinó el experimento en torno a «La madre y la muerte». ¿Cómo fue la solución de esa sección en términos de arquitectura? (Por ejemplo, la transcripción entre la niña y la profesora, que no es intervenida). Cuéntanos de las decisiones que tomaste en la edición de tu libro.
—La madre y la muerte es un libro que nos fascina, que nos pasamos mostrando a la gente. Hemos escrito otros textos sobre este estudio, pero para el libro volví a los registros de audio que teníamos y me llamó mucho la atención ese diálogo que mencionas entre la mediadora de lectura y esa niña.
Me pareció que ese diálogo habla de ese deseo que tenemos por decirle al otro que lo entendemos, que sabemos por qué dice algo, aunque se nos escape por completo. Y estamos siempre haciendo eso, diciéndole al otro que sabemos lo que siente, lo que le pasa, lo hacemos con la mejor de las voluntades.
Me llamó la atención ese diálogo por eso, por lo injusto que resulta a veces intentar entender, y suponer además que lo podemos poner en palabras.
—Tu libro nos deja con varias tareas. ¿Qué trabajos te gustaría que se comenzaran a aplicar en nuestra educación?
—Me gustó mucho algo que dijo Esteban Cabezas sobre el libro: que servía para irse armando un kit de ideas (y no de buenas intenciones) para llegar a un campamento base desde el que empezar a explorar ciertos temas.
Sería buenísimo que ayudase a eso, a hacer más complejas nuestras aproximaciones a la literatura y cultura para niñxs, que incomodara nuestras ideas sobre infancia (y sobre otros cuantos temas).
Lo de pensar en aplicaciones concretas al campo de la educación es algo en lo que trabajamos desde el Centro de Justicia Educacional donde además de investigación trabajamos con comunidades educativas y buscamos incidir en la política pública.
Ahí tenemos distintos proyectos que tienen relación con lo que se plantea en el libro, tanto en cuánto a fenómenos específicos —como la migración— como también en relación a lo que consideramos lectura y el espacio para la literatura y las artes en los espacios educativos.
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Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es periodista, profesor, traductor y doctorado en literatura hispanoamericana (Washington University in St. Louis).
Ha publicado las novelas Dos cuerpos, Réplicas, Nuestros desechos, No me ignores, Cardumen, Si ellos vieran, Concepciones, Sinestesia, y Dame pan y llámame perro, y los volúmenes de cuentos Frivolidades y Espectro familiar, y la novela bilingüe En la isla/On the Island.
Traducciones de sus textos han aparecido en The Stinging Fly (Irlanda), ANMLY (EE.UU.), Alba (Alemania) y en la editorial Édicije Bozicevic (Croacia).
Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.
Imagen destacada: Macarena García González.