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[Entrevista] María José Navia: «Escribir es trabajar de forma cuidadosa la belleza del lenguaje»

Con «Todo lo que aprendimos de las películas» la autora y académica nacional lanza su cuarto volumen de relatos al escrutinio público, y se adentra todavía más —si cabe— en los temas estéticos y argumentales que caracterizaron a sus seis libros anteriores.

Por Enrique Morales Lastra

Publicado el 13.7.2023

La carrera de la escritora chilena María José Navia Torelli (1982) experimentó un desorbitado avance desde que publicara la colección de cuentos de Lugar en 2017. Antes de eso, su novela SANT (2010) se lanzó más bien dentro del silencio y de la indiferencia que suele caracterizar a las óperas primas.

Después, vendrían Kintsugi (2018) y los relatos de Una música futura (2020), que terminarían por confirmar la propuesta estética de una escritora que se asienta en la intimidad psicológica de sus personajes, y en las frustraciones e imposibilidades afectivas de los mismos, a fin de plasmar ciertos estados anímicos en sus historias.

Sin ser un devoto de su estilo narrativo —ya sea por decisiones tanto de argumentos como de los caminos creativos que sigue en sus páginas— debemos reconocer su importancia en la cartografía de la literatura chilena actual, donde sus relatos inspirados en el silencio de lo que no se dice, adquieren cada día que se apaga, un lugar estable en el imaginario de la crítica y de los lectores nacionales, fundamentado en la dedicación y en el cultivo constante de la ficción por parte de la escritora.

Además de su carrera autoral, María José Navia Torelli es profesora asistente de la Facultad de Letras de la Universidad Católica de Chile, y columnista en diversas plataformas mediales y periodísticas.

De esta forma, los relatos de Todo lo que aprendimos de las películas (Páginas de Espuma, 2023), pese a los altibajos de calidad o de intensidad dramática que se aprecian en algunos de ellos, comparados con otros que integran el mismo volumen, constituyen una forma plausible de aproximarse al estilo en permanente construcción de una autora, que según reconoce, le interesa la reiteración argumental en sus textos, y quien en la actualidad prepara su tercera novela, y un ensayo acerca de la literatura chilena.

 

«Me interesa ir armando una obra en la que los personajes y motivos se repitan»

—La lectura de los cuentos de Todo lo que aprendimos de las películas, denota una reiteración de ciertos tópicos argumentales que se rastrean a lo largo de tu obra literaria (me refiero a tus créditos anteriores), por citar: las frustraciones de expectativas afectivas que surgen o se generan al interior de la vida cotidiana de una pareja, la infertilidad de uno de los cónyuges, o la abierta imposibilidad de fecundar hijos. ¿Concuerdas con esa descripción? Y si es así, esa predilección temática, ¿corresponden al reflejo de una preocupación estética tuya, en tanto autora?

—Concuerdo solo en parte. Esos temas se ven más que nada en mis últimos dos libros (de siete). En cada libro intento hacer una pirueta levemente distinta, llevar los temas a otros rincones. Pasar de las relaciones familiares de Kintsugi, con una predilección por el vínculo tía y sobrina, a las «casi familias» de Todo lo que aprendimos de las películas.

Trabajar el tema del tener hijos en relación a la tecnología como en Una música futura y luego llevarlo al terreno de las casas embrujadas en Todo lo que aprendimos de las películas, por decir un ejemplo.

Me interesa ir armando una obra en la que los personajes y motivos se repitan: en mi último libro aparecen personajes de Lugar y hay conexiones entre los distintos relatos, en la novela que estoy terminando ahora vuelve El Mago de Oz, que es otra de mis obsesiones, y aparecen personajes tanto de Kintsugi como de Todo lo que aprendimos de las películas.

 

Frases como amuletos

—Asimismo, el aprecio formal de estos relatos, demuestran una búsqueda estilística y técnica de tu parte (frases cortas y contundentes, por ejemplo), que expresan una ambición artística tuya como escritora, ¿concebir cuentos, es el género que más te acomoda en tanto narradora?

—Sí, absolutamente. Ya lo he contado muchas veces, pero mi método de trabajo es escribir un cuento, luego leerlo en voz alta, grabarlo en mi teléfono y luego ir editándolo de a oídas. Ese trabajo minucioso y cuidado con las frases se logra más fácil con los cuentos. Hay quizás un mayor control o una mayor ilusión de control.

Ahora, escribir una novela larga ha sido también conjurar una nueva forma de trabajo.

El cuidado con las frases viene también de mis predilecciones como lectora. A mí me gusta más un libro del cual puedo rescatar o llevarme frases como amuletos (quizás para futuros epígrafes) que uno en el cual la historia o los personajes puedan ser más interesantes.

Para mí escribir es sobre todo trabajar de forma cuidadosa la belleza del lenguaje. Más que crear personajes (que nunca imagino ni veo) o trabajar temas.

 

«La libertad de trabajar en distintos géneros»

—Durante el último tiempo, tu carrera artística se ha expandido a través de una incursión en diversas facetas autorales, como en el teatro, por mencionar (recordemos el estreno de Clarissa/Dalloway el año pasado, sin ir más lejos). En ese sentido, ¿temes que la libertad de tu obra creativa se vea influenciada por la estructura rígida con la cual podría entenderse la vida académica, a la que también te dedicas y abocas, durante gran parte de tu tiempo?

—Para nada. Es más, la vida académica me ha dado, como tú mismo expones, la libertad de trabajar en distintos géneros. He publicado novela, cuento, novela infantil, escribí una obra de teatro y ahora pronto saldrá también mi primer libro de ensayos.

Los tiempos de la academia me parecen muy amables y ser profesora de literatura enriquece mi trabajo como profesora: me mantiene siempre leyendo, siempre escribiendo. Yo estoy muy agradecida, la verdad.

 

«Sentirte extranjera en un libro»

—¿Por qué la casi totalidad de los epígrafes que encabezan el libro o sus historias cortas se encuentran transcritos en inglés y nunca están traducidos al castellano, la lengua original en la cual se ha publicado este conjunto de cuentos?

—Porque me gusta citar en el original. Porque yo los leí en ese idioma y para mí, escribir, es una forma de seguir leyendo, es una extensión, si se quiere, de mi experiencia como lectora. Un continuar la conversación con quienes han sido mis referentes siempre y también mis referentes para cada libro en específico.

Yo también hago clases de literatura inglesa, estudié mi magister y mi doctorado en Estados Unidos, es un idioma que está muy cerca de todo lo que hago.

Además, me gusta ese desconcierto, quizás, de sentirte extranjera en un libro, que comiencen hablándote en otro idioma que no es el tuyo, en un libro donde también vemos esa experiencia de vivir en el extranjero y vivir en otro idioma.

Por último, y esto se lo leí a Zadie Smith, porque creo que los lectores son siempre un poco cyborgs, siempre a un par de clicks de distancia o a una búsqueda rápida en el teléfono de traducir textos o buscar referencias desconocidas.

 

«Las películas que me han hecho la escritora que soy»

—¿Cuál es la relación que tiene el cine con tu producción literaria, más allá de recurrir a ciertos filmes en la elección de los referidos epígrafes? ¿Los largometrajes de ficción son un motivo de inspiración de diversa índole para tus textos? ¿Podrías ahondar en la esencia conceptual de ese vínculo artístico?

—Hay solo un epígrafe en relación al cine en el libro el de Lost in Translation. Todos los demás son de textos literarios. Yo creo que las películas son parte importante de nuestras biografías y nuestras imaginaciones. Por eso, cuando escribo, están siempre ahí. Como líneas de diálogo, como atmósferas o bandas sonoras.

Como escritora, tan importantes como mis vivencias personales, son también las películas, las canciones y los libros que me han hecho la escritora que soy.

 

«Para mí la literatura es un terreno de libertad absoluta»

—En los relatos de Todo lo que aprendimos de las películas no hay política, no hay contingencia, no hay un ambiente diegético imponente, salvo los escenarios minúsculos que cruzan estas historias (los cuales pueden estar emplazados en Chile o en los Estados Unidos, indistintamente) en una opción estética y narrativa que encapsula a los protagonistas de los referidos cuentos en una especie de apartheid literario. ¿A qué se debe esta opción y camino de elección creativa que has tomado y quizás decidido?

—Discrepo un poco de eso. Mis libros tratan temas bastante políticos como los cuidados en la sociedad, la salud mental, la precariedad económica de las nuevas generaciones, el dinero en relación con la familia y la salud, el impacto de la tecnología, la crisis migratoria y de violencia en Estados Unidos, ‘la sociedad del cansancio’, el cambio climático.

Dicho esto, yo nunca tengo un plan de escritura.

No me digo: ‘no escribas de Chile’ o ‘no hables de contingencia’ o ‘trata X o Y tema’. Yo solo escribo de lo que voy teniendo ganas, sigo las historias que se me ocurren y ya. Si la historia tiene que pasar en Santiago o en Júpiter, así se escribirá.

Para mí la literatura es un terreno de libertad absoluta, no las páginas de actualidad de un diario. Siempre aparecen cosas porque una escribe desde un lugar y, desde mi lugar, los temas que me han interesado, las historias que se me han ocurrido, tienen relación con los temas (que, insisto, sí me parecen políticos) que te mencioné antes.

 

—¿Cuáles son los proyectos artísticos presentes y próximos de la escritora María José Navia?

—Este año se publicará mi primer libro de ensayos sobre literatura chilena y estoy terminando una novela sobre El mago de Oz (la películas, los libros, la historia de Estados Unidos en los tiempos de L.Frank Baum) y ya bastante avanzada en otra novela que expande mi cuento «Panda» de Una música futura.

También estoy escribiendo cuentos, siempre.

 

 

 

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«Todo lo que aprendimos de las películas», de María José Navia (Páginas de Espuma, 2023)

 

 

Crédito de la imagen destacada: Isabel Wageman.

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