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[Entrevista] María Paz Rodríguez: «Existe una trampa en ser un ‘hombre’ en la cultura»

La escritora chilena publica «Arca», la tercera novela de su incipiente bibliografía, y una obra en la cual la parsimonia de sus párrafos, caracteriza con precisión una certeza emocional y cotidiana acerca de un grupo de varones y de mujeres santiaguinas, que circulan por calles reconocibles y adscripciones más o menos definidas, por el Chile reciente de esas dos primeras décadas del siglo XXI.

Por Enrique Morales Lastra

Publicado el 13.10.2024

María Paz Rodríguez (Santiago, 1981) publica su tercera novela, vía Editorial Tusquets del grupo Planeta, y cuyo título Arca, repara en alguna forma en torno a cierto lugar o cartografía de refugio que busca el elenco de sus personajes, ya sea en el ámbito afectivo, filial y social; la persecución de una pertenencia existencial, en suma.

En un diálogo con el Diario Cine y Literatura, la escritora aborda los núcleos estéticos de su nuevo libro: una visión un tanto sesgada y microscópica de la realidad chilena, la cautivante evolución de los objetos de deseo en la sexualidad de una mujer que se acerca a lo 40 años, y una visión honesta y cruda en torno a los roles masculinos a los cuales se ven enfrentados los hombres, en el contexto de la machista sociedad local.

Arca es una novela que se deja leer con agrado por lo armonioso de su estilo y por su alto nivel de pulcritud escritural, más allá de que su mirada en relación a la ciudad de Santiago y de sus habitantes, permanezca dentro de los límites propios de reconocibles barrios de la capital, que precisamente están lejos de destacar por su heterogeneidad.

¿Constituye esta observación una debilidad artística?

Para nada, pero cabe la advertencia, pues hasta personas de carne y hueso pueblan estas páginas, como aquella oceanógrafa inglesa de nombre Susannah, o Suzie, y quien efectivamente vivía en el sector de la calle Lastarria, en el centro de Santiago, por intervalos que se extienden durante las dos primeras décadas del siglo XXI.

Asimismo, es destacable la independencia estética y literaria de María Paz Rodríguez al abjurar en esta entrevista de una posible membresía en torno a una generación de escritoras chilenas, ya sea por su edad o bien por un acercamiento o similitud con temas concernientes a un grupo etario de narradoras nacidas en cercanas latitudes geográficas:

«Creo que lo que moviliza a las distintas escrituras es tan subjetivo que no sé bien dónde ubicarme a propósito de una idea generacional», observa la autora.

La primera novela de Rodríguez, El gran hotel fue publicada por la editorial Cuarto Propio (2011), y su segunda obra de largo aliento, Mala madre fue presentada por Alfaguara Chile y Perú en 2015, en tanto que su inaugural libro de cuentos, pero tercer volumen en su bibliografía, Niñas ricas, corresponde al año 2018.

Arca es su cuarta obra en total y también en el género específico de la ficción literaria.

 

«Esa búsqueda que derivó en sectas y comunidades que después fueron acusadas de abuso y de experimentación con drogas»

—El retrato un tanto hippie a la deriva que se hace de la familia de Laura, en la novela, ¿es el retrato de un grupo filial muy típico de la sociedad chilena de fines de los 80 y de principios de los 90? Pienso en El Arrayán, en la Comunidad Ecológica de Peñalolén, en fin.

—Efectivamente. Los 90 fueron una época rara. Chile se abrió hacia un mercado y un cierto progresismo que dio como alternativa, otro tipo de espiritualidades.

De hecho hubo una comunidad importante de Saniasin en distintas partes del país. Quería retratar esa búsqueda que derivó en sectas y comunidades que, tiempo después, fueron acusadas de abuso, de experimentación con drogas, poligamia y así.

 

«Qué es lo que se proyecta en el objeto de deseo»

—Asimismo, Arca tiene rasgos de novela de aprendizaje al indagar en la afectividad y en la emocionalidad sexual tanto de Alia como de Laura. ¿Lo juzgas y aprecias de esa manera?

—Creo que sí. Justamente porque ni una de estas relaciones es convencional, ni estable. Sino que Arca, creo, apuesta por un tipo de emocionalidad más líquida en la que la identidad de género no es relevante a la hora del amor.

Más bien, me interesaba entender qué es lo que se proyecta en el objeto de deseo. Y en este sentido, hay un aprendizaje y algo así como una reparación tanto para Laura como para Alia.

 

«Lo femenino prima como misterio»

Arca, ¿es una obra de ficción acerca de mujeres que sobreviven? Te lo pregunto por la pasividad vital que se aprecia en sus personajes masculinos, el alcoholismo de Roberto, la ausencia paternal de Lucas, por ejemplo.

—Creo que Arca tiene un eje en el que lo femenino prima como misterio, como fuerza motora, desde el encuentro entre mujeres no solo se sobrevive, sino también se descubre, perdona y redime. Creo que esto es lo que pasa entre Laura, Alia y Camila.

En cuanto a los personajes masculinos de la novela, hay una complejidad que quise abordar de forma intermedia, pues sí creo que existe una trampa en ser un ‘hombre’ en la cultura. El mandato que deben cumplir, pienso, es en gran parte lo que deja tanto a Lucas como a Roberto, fracturados.

 

«No sé bien dónde ubicarme a propósito de una idea generacional»

—¿Te sientes parte de una generación de escritoras chilenas, con las cuales compartes temáticas y estilos literarios parecidos?

—La verdad, no. Pero no te sabría decir mucho porque creo que lo que moviliza las distintas escrituras es tan subjetivo que no sé bien dónde ubicarme a propósito de una idea generacional.

 

Una relación con el padre

—El Refugio es el único lugar seguro, tranquilo y alegre en la infancia de las hermanas Laura y Camila. ¿Tan duro es crecer dentro de un hogar disfuncional?

—No lo sé, crecí en un lugar bastante pacífico. Pero en el caso de estas niñas, más que el ‘escape’ del hogar disfuncional, el Refugio significa una relación con el padre.

Por eso lo acompañan, porque es de los pocos años ‘buenos’ que tendrán con Roberto antes de su alcoholismo.

 

Las paternidades fallidas

—¿Por qué para los personajes de Roberto y de Lucas es tan difícil ejercer de padres, o de «hombres» en un sentido «patriarcal», y en cambio es tan fácil buscar consuelo o evasión, para ellos, en el alcohol o en la música?

—Creo que ambos personajes no saben muy bien lo que están buscando. E insisto, el mandato para lo masculino es uno solo, al menos para el sujeto hétero normado, creo, eso no ha cambiado tanto con los años. O se sigue esa regla, o se es el paria de la tribu.

Tanto Roberto como Lucas terminan exiliados de sus vidas, uno en una isla, el otro en una comunidad bíblica, porque se salieron del mandato ya sea por sus paternidades fallidas, como por no saber bien dónde ubicarse en el mundo.

 

Transitar el deseo, el arte, la compañía y el amor

— «Me hacís feliz cuando te veo», le dice Laura a Alia. De alguna forma las búsquedas espirituales se transforman en los clivajes dramáticos de Arca. ¿Lo pensaste de esta manera, ofrecerle a tus personajes la posibilidad del encuentro y de la redención frente a su inestabilidad?

Arca fue una novela que se escribió por capas. Me costó entender a mis propios personajes, hubo mucha observación y distancia para poder darles rienda y que se me fueran revelando.

Desde ahí, surge esta idea de redención y crecimiento desde el amor, que no necesariamente trae consigo estabilidad o un final feliz. Al final no es relevante el resultado de estos vínculos, sino más bien, como Alia y Laura transitan el deseo, el arte, la compañía y el amor.

 

El próximo libro: «un problema que me ha dado vuelta respecto a la infancia»

—¿En qué proyecto creativo o literario trabajas en la actualidad?

—En este momento estoy dándole vueltas a una novela que me gustaría escribir. Algo he escrito, pero está muy ‘en pañales’, no me atrevería a decir aún de qué va.

Creo que estoy en la etapa de descubrir algo de un problema que me ha dado vuelta respecto a la infancia, pero no sé bien aún, la trama.

 

 

 

 

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«Arca», de María Paz Rodríguez (Tusquets Editores, 2024)

 

 

Imagen destacada: María Paz Rodríguez (por Andrés Herrera Valenzuela).

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