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[Entrevista] Marilú Ortiz de Rozas: «Me hubiera encantado encontrar más ejemplos en la vida de Huidobro que hablaran de generosidad y respeto hacia la mujer»

La escritora nacional ha sido una de las protagonistas literarias de esta temporada, con el lanzamiento de su novela biográfica bautizada «Pequeño dios», y la cual divaga con la libertad propia de la ficción, y también de la rigurosidad debida a las investigaciones antropológicas e históricas, en torno a la intimidad amorosa del indispensable autor de «Altazor» y de «Temblor de cielo».

Por Enrique Morales Lastra

Publicado el 31.7.2023

Una de las grandes novelas publicadas en el país durante el primer semestre de este año ha sido el volumen de la periodista y doctora en literatura Marilú Ortiz de Rozas, que titulada Pequeño dios (Alfaguara, 2023), se halla inspirada en la vida sentimental del poeta Vicente Huidobro (1893 – 1948).

Así, y mediante un relato que se despliega y extiende a través de monólogos de ultratumba, verbalizados por sus tres parejas femeninas, oficiales y púbicas: Manuela Portales Bello, Ximena Amunátegui Lecaros, y Raquel Señoret Guevara, la narradora inicia un viaje por los afectos y frustraciones amorosas de un creador clave en la gestación de la vanguardia poética en lengua castellana.

La autora exhibe un talento escritural donde confluyen un estilo a ratos líricos y una erudición que fundamenta los pasos donde la ficción apuntala a la verdad biográfica, confundiéndose, como en la existencia misma, lo onírico y la realidad palpable; pero siendo siempre fiel y leal con las diversas fuentes, primarias y documentales, a las cuales recurrió a fin de construir esa imagen humana, vulnerable y emocionalmente inmadura, del primer autor chileno que hizo una carrera artística nivel internacional, a inicios del siglo XX.

Si bien la posteridad de Huidobro ha estado empañada por el éxito institucional que obtuvieron en vida sus contemporáneos Neruda, De Rokha y Mistral, con los cuales rivalizó, la misma personalidad avasalladora e independiente en extremo del poeta, lo privaron de su ingreso al panteón del reconocimiento de los premios y galardones, los cuales intercambió por la trascendencia y el pináculo que siempre adquieren su nombre y su obra, de tanto en tanto, a raíz de trabajos como el emprendido en esta ocasión por Marilú Ortiz de Rozas (Santiago, 1966).

En efecto, son pocos los escritores nacionales que pueden contar con una novela dedicada a ellos, de la calidad artística que tiene Pequeño dios, la cual por su audacia creativa y equilibrado espesor dramático a lo largo de sus 250 páginas, recuerda por pasajes a la quizás mejor obra del recientemente fallecido Jorge Edwards Valdés, la que este ofreciera a la memoria de su tío Joaquín: El inútil de la familia (2004).

Al revés de Neruda —que siempre mantuvo una posición mediática por el despliegue primero de la Unión Soviética, luego del Partido Comunista y ahora último de su otrora poderosa Fundación— Huidobro ha mantenido su ubicación en el canon debido a la admiración que siempre le han prodigado otros escritores o investigadores prendados de su arte, de una forma individual y desinteresada: Eduardo Anguita, Braulio Arenas (quien compiló sus primeras obras completas en 1964), Hugo Montes (el artífice de la edición definitiva de su corpus total, en 1976) y Cedomil Goic, quien entregara una monografía especializada en la década de 1950 acerca de sus versos, y otra edición que cierra la dimensión en torno a la poesía del creacionista, publicada a principios de este siglo.

O del respeto que el Premio Nobel de Literatura 1990, el mexicano Octavio Paz, le concede en su ensayo El arco y la lira, al llamar a Vicente el «oxígeno invisible» de la cual se alimenta el germen unívoco de la poesía contemporánea imaginada en castellano, durante la centuria pasada.

De esta manera, el logro de una novela como Pequeño dios deviene en indagar dentro de los fueros libres pero peligrosos de la ficción —y luego de haber realizado una tremenda investigación de campo por parte de su narradora—, en la contradictoria y a veces atormentada espiritualidad del autor de los Últimos poemas, y en las dolorosas derrotas afectivas que le propinaron su inmenso ego y el amor a veces esquivo de «sus» mujeres.

 

«Originalmente era más compleja aún esta novela»

—¿Cómo nació tu interés por la figura de Vicente Huidobro? Más que mal es tu primera novela de largo aliento, y es una obra de estructura dramática compleja y sin duda de cierta audacia literaria.

—Mi interés por la figura de Vicente Huidobro nace de mi interés por la poesía universal, luego nacional. Hice un libro previo sobre Huidobro, en 2014, sobre su obra temprana, para la editorial de la Universidad Católica, y al escribir el capítulo de presentación biográfica del poeta me fasciné con el potencial novelesco de su vida.

No es mi primera novela, en 2007 gané el Premio de Revista de Libros de El Mercurio con una biografía sobre el pintor cubano nacionalizado chileno, Mario Carreño.

También fue una empresa novelesca, muy literaria, con capítulos enteros en primera persona, completamente compenetrada con ese personaje que conocí y aprecié muchísimo.

Me encanta la audacia en la escritura, por algo he escogido a los protagonistas que he escogido. Fíjate que originalmente era más compleja aún esta novela, la simplificamos un poco.

 

«Deberíamos partir por definir lo que es ficción»

—¿De qué manera abordaste el proceso de investigación con el objetivo de ficcionar de una manera creíble la biografía sentimental del poeta? ¿A qué tipo de fuentes recurriste?

—Yo tengo inicialmente una formación de periodista, compenetrada con un doctorado en letras, así que investigo como periodista, entrevistando a testigos de primera fuente (en este caso, los descendientes directos de esas tres mujeres, hijos y nietos, principalmente, amigos, sobrinos, nueras, etcétera), y profundizo en todo lo escrito sobre el personaje y su obra.

Además he leído bastante exhaustivamente su obra; esto último, con gran deleite porque su poesía me fascina.

Lo que yo hago luego es poner en escena situaciones que imagino a partir de lo que me han contado o he leído, pero no invento capítulos ni sucesos de su vida, hay una muy sutil línea en esto. Deberíamos partir por definir lo que es ficción, porque el límite no es tan claro.

 

«Tres mujeres bastante diferentes entre sí»

—¿A qué desafíos creativos y artísticos te enfrentaste, a fin de dar vida y elocuencia a las parejas femeninas «oficiales» del autor de Altazor?

—Muchísimos, pero tal vez lo principal es justamente tratar de ser leal a la visión que me fueron entregando de estas personas, sin atribuirles inquietudes o experiencias mías, o de mis antepasados; lo que como debes saber es casi imposible, porque también soy humana, escritora y cuando una se enfrenta a una hoja en blanco, una no está vacía.

Además, son tres mujeres bastante diferentes entre sí; la primera, Manuela Portales, es la mujer de un solo hombre; la segunda, Ximena Amunátegui, lo fue de dos; y la tercera, Raquel Señoret, tenía un corazón en el cual cabían muchos.

Cada una fue un desafío, y a las tres admiro por diferentes razones.

Lo curioso es que cuando ya llevaba como dos años en este libro, descubrí, gracias a una prima, que somos parientes de Manuela Portales, por el lado Bello. Lo que no es tan raro, porque en Chile casi todos somos parientes, pero para mi fue muy especial.

 

Una amiga hermosa

—¿Por qué no incluiste a Teresa Wilms Montt como una hablante, dentro de las mismas? Diversas fuentes la reconocen como una amante y gran amiga de Huidobro.

—No la incluí como voz porque justamente mis propias investigaciones no me llevaron a concluir que ellos hayan sido pareja, y no quise inventarle eso, no me parecía leal. No era necesario.

Que ella le haya gustado a Huidobro no me cabe duda, era una mujer preciosa y de gran sensibilidad, pero ella, cuando se escaparon a Buenos Aires, allá se enamoró de un poeta argentino.

En broma digo que los poetas argentinos serían la perdición de Huidobro, porque Ximena Amunátegui también lo deja por un poeta argentino. En cuanto a Teresa Wilms, en efecto fueron muy amigos, y Huidobro la intentó ayudar dos veces, al sacarla de Chile, y al facilitar un reencuentro con sus hijas en París (su familia le habría prohibido verlas).

Creo que fueron gestos muy nobles de Huidobro.

 

El machismo de un vanguardista

—¿El estilo de ficcionar a través de voces con «perspectiva de género», de alguna manera es una especie de ajuste de cuentas desde una visión feminista con la figura de un hombre como Huidobro, que bien como podía ser un vanguardista de costumbres liberales, pero quien también tuvo comportamientos machistas y hasta de abandono con su primera compañera (Manuela Portales)?

—Mira, la verdad es que lo de la perspectiva de género es un tema de nuestra época, pero que cae por sí solo.

Personalmente, mi familia de origen es de un matriarcado fuertísimo, y he visto hombres humillados por comportamientos excesivamente feministas; aunque por lo general, lo que ocurre es lo contrario, y eso es innegable.

En ningún caso pensé este libro como un ajuste de cuentas, porque a mí Huidobro no me hizo nada, solo me deleitó con su poesía. Ahora, lo que sucede es que los hechos hablan por sí solos, y él tuvo un comportamiento muy machista y bastante cruel con sus dos primeras mujeres.

Que los hombres actuaban así en esa época, en efecto; que muchos siguen actuando así, también es cierto. Que yo estoy tratando de acusarlo por eso, no.

Yo estoy contando una historia en la cual están esos elementos, no me interesa enjuiciarlo, los hombres han sido lo que han sido, es una responsabilidad de ellos hacerse cargo de sus actos, no de nosotras, las mujeres.

Sinceramente me hubiera encantado encontrar más ejemplos en la vida de Huidobro que hablaran de generosidad y respeto hacia la mujer, como el mencionado capítulo sobre Teresa Wilms, pero no fue el caso.

 

Una madre malcriadora

—¿Pudo haber sido solo su madre, María Luisa Fernández Bascuñán, el único y gran amor femenino de Huidobro, disputada con su hermano Domingo, un místico y escultor?

—No, no lo creo, ella fue una madre de una devoción total por su hijo, y una que lo malcrió y lo apoyó contra viento y marea; pero no confundamos las cosas: Huidobro sí tuvo grandes amores femeninos en su vida.

Cuando he dicho que doña María Luisa fue la mujer de la vida de Huidobro, me refiero a que finalmente es la más importante, por el sustento que le aportó; pero no como amor romántico y pasional, no como pareja.

 

—¿Cómo se llevaba Vicente con ese hermano artista igual que él? También una de sus hermanas, Mercedes, estuvo casada con el poeta y Premio Nacional de Literatura, Diego Dublé Urrutia.

—He encontrado bastante poca información sobre eso, sé que a Domingo lo llamaba «Poeta de las formas», y que vino desde Francia al matrimonio de esa hermana. Supongo que había lazos fuertes entre ellos, pero no era el tema de mi libro.

 

«No corresponde emitir juicios como si tuviera a Huidobro instalado en un diván»

—¿A qué conclusión humana y emocional llegaste acerca de la intimidad afectiva y existencial de Huidobro, después de la introspección que tan exhaustiva y profunda has realizado sobre sus pasos invisibles?

—Me parece que él era un ser muy pasional, de una inteligencia muy profunda, muy ambicioso en el campo profesional, y emocionalmente bastante inmaduro. Es el caso de muchos grandes creadores, cuya sensibilidad parece concentrarse en su arte, mellando sus relaciones afectivas.

A veces me da mucha lástima este personaje que no se atreve a acercarse a sus hijos y los mira escondido detrás de los postes. Pero no corresponde emitir juicios como si tuviera a Huidobro instalado en un diván.

Es en su propia obra donde se encuentran respuestas y al final de su bastante breve vida, Huidobro es un ser que comulga con el viento, y siente el inmenso peso del vacío de la existencia. Viene a completar esa angustia primaria ante la muerte, que lo marca desde el inicio de su vida poética, y esta desazón existencial solo se calma cuando el poeta se asimila al océano todopoderoso, a la madre naturaleza.

 

«Crítica cultural se hace muy poca, realmente»

—¿Cuál es tu opinión acerca del periodismo cultural y de la crítica cultural que se efectúa Chile?

—Ojalá las secciones culturales fueran más abundantes, veo cada vez recortes de recursos en estas; por desgracia. Creo que hay buenas plumas en el periodismo cultural, ojalá fueran también más transversales.

En el último tiempo, los medios digitales han hecho su aporte, desde una visión más independiente. Crítica cultural se hace muy poca, realmente.

En tiempos de Huidobro no entendieron mucho las vanguardias que él traía; ni lo intentaron. Hoy veo que no siempre se trata de entender una propuesta antes de criticarla.

 

«Prácticas que dañan a las instituciones culturales»

—Como la periodista cultural, curadora de arte visual y cientista social que eres, ¿qué juicio tienes en torno a la crisis desatada en el Ministerio de las Culturas por el caso convenios, renuncia de una subsecretaria del ramo, incluida?

—Estos sinsabores han estado presentes en el mundo político y cultural del color que sean, desde siempre. Lo que no es consuelo, pues son prácticas que no son transparentes ni éticas, y que dañan a las instituciones culturales y a la democracia.

Sin embargo, antes de emitir juicios sobre los involucrados, esperemos a saber si realmente son culpables de lo que se les acusa.

 

Las huellas de María Luis Bombal

—¿Te sientes próxima (estéticamente hablando) a alguna narradora chilena contemporánea? Y sí es así, ¿a quién?

—Hubiera contestado que no, pero alguien que escribió sobre Pequeño dios mencionó que yo hacía un guiño a María Luisa Bombal, y es cierto que mis personajes también monologan desde el más allá de la muerte. No lo hubiera pensado, pero me pareció acertado el comentario.

 

«Estoy trabajando en una tercera obra sobre Vicente Huidobro»

—¿En qué proyecto literario o creativo estás trabajando o tienes en mente?

—Estoy actualmente trabajando en una tercera obra sobre Vicente Huidobro, esta vez respecto a su relación con las artes visuales; estoy en un libro infantil que invita a reflexionar sobre la violencia; y estoy finalmente comenzando otra novela biográfica de largo aliento, sobre una mujer, una artista chilena fascinante, ya fallecida, que se desenvolvió en el maravilloso mundo de la música.

 

 

 

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«Pequeño dios», de Marilú Ortiz de Rozas (Editorial Alfaguara, 2023)

 

 

 

Imagen destacada: Marilú Ortiz de Rozas.

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