El escritor e investigador nacional dialoga con el Diario «Cine y Literatura» acerca del nuevo libro que acaba de lanzar, titulado «Letra revuelta», y donde desde una óptima crítica y multidisciplinaria aborda —junto a otros veinte autores— el contexto cultural y artístico del denominado estallido social, a través de sus diversas manifestaciones tanto creativas como callejeras.
Por Cristián Brito Villalobos
Publicado el 22.2.2023
Letra revuelta (Narrativa Punto Aparte, 2022) es un libro cuya fuerza y belleza se encuentra en los testimonios, pensamientos y experiencias que los autores depositan en cada uno de los textos.
Son veintidós las voces de estos veinte ensayos que tratan sobre las creaciones literarias y artísticas durante el estallido social en Chile, donde confluyen los íconos de Gabriela Mistral y Pedro Lemebel, como bastiones de resistencia, la defensa y la educación de los derechos humanos, el cuidado del recurso hídrico, entre otras causas todavía urgentes.
Como dice el mismo libro en su contraportada, por acá transitan desde Naruto, Caupolicán y Carmen Berenguer, hasta la Lira Popular, la intervención lumínica Delight Lab, LasTesis y el río Mapocho como lugar simbólico en nuestra historia.
Asimismo, lo hace la escultura diaguita Milanka, en La Serena, los grafitis artísticos y rayados poéticos que poblaron las ciudades de Chile, el evadido torniquete del metro, el perro Matapacos y el lienzo que grita: «la poesía está en la klle», en el frontis de la Biblioteca Nacional, en el centro de Santiago.
La fuerza y belleza de este volumen radica en la multiplicidad de imágenes impresas a color, con una alta definición y un trabajo editorial pulcro y bien pensado.
En los ensayos es posible observar una gran diversidad, puesto que escriben estudiantes, artistas que reivindican luchas sociales y sexuales, hasta escritores y reconocidos académicos, de todas las edades, de todas las regiones, abordando gran parte de los fenómenos que vivimos en aquellos días de revuelta social.
Un último elemento le da frescura y proyección a este libro: no romantiza la revuelta, sino que se dedica a analizarla en su real dimensión y contexto, observando todas las posibilidades que surgen para un país como Chile, ya que, después del estallido social, nada volverá a ser como antes, para bien o mal, no será igual y eso siempre será una oportunidad.
El volumen es una coautoría entre Nibaldo Acero profesor y doctor en literatura, por la Pontificia Universidad Católica de Chile y quien tiene estudios posdoctorales en la Universidad de Buenos Aires y la Universidad de Salamanca; y Jorge Cáceres, profesor de Estado en castellano, magíster en literatura latinoamericana y chilena (por la Universidad de Santiago) y doctor en literatura (de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso).
«Siento nostalgia por la esperanza que teníamos y que perdimos»
—Durante el estallido social hubo una serie de sucesos llamativos en donde el arte y la literatura fueron emblemas con figuras como Gabriela Mistral y Pedro Lemebel ¿Qué significado tiene para usted la relectura de la obra de estos escritores a nivel social y como país?
—Precisamente, en Letra revuelta escribimos con Cristián Geisse un texto que aborda la relevancia de Gabriela en el estallido, donde coincidimos que, espontáneamente, su figura se fue multiplicando en las protestas, probablemente por la integridad y fiereza que sigue transmitiendo la poeta.
Pienso que las expresiones más contenidas y urgentes, más desesperadas, encontraron en la boca de Mistral, también en la de Lemebel, una posibilidad cierta de hacerse escuchar.
Mistral y Lemebel, fueron espontáneos signos de integridad, de consecuencia intimidante, de feroz de independencia: unas genuinas musas para la revuelta.
—En este periodo hubo protestas con concurrencias históricas, pero tampoco podemos desconocer que existió vandalismo, ¿cómo ve esos días con el paso del tiempo?
—No voy a mentir, aquellos días los recuerdo con nostalgia, aunque ya en esos años caminaba por las calles iluminadas con las barricadas, con un sentimiento intenso de nostalgia, porque ya estaba seguro que iba a ser un momento que no íbamos a vivir nunca más.
Siento nostalgia por la esperanza que teníamos, esperanza que perdimos y esperanza que tenemos que recuperar.
Como dice Roberto Bolaño, en un bello verso de Amberes, debemos agarrarnos del pelo y levantarnos del suelo, y bueno, fundamentalmente para eso está la literatura.
Bolaño y la estética de una derrota
—Usted es un autor que ha viajado a México y a España en distintas ocasiones tras la huella de Roberto Bolaño a quien ha estudiado, ¿cuál diría usted que es la mayor importancia y legado de su obra?
—Quiero creer que la ganancia más práctica que se puede obtener, a través de la lectura y el estudio, de hacer una vida académica orbitando la obra de Roberto Bolaño, es la de concebir la derrota desde una perspectiva estética y ética.
De sentirse de verdad, pero de verdad, hasta agradecido con Dionisio y Baco cuando uno, en el día a día, termina completamente derrotado, en alguna de las tantas causas perdidas que se anima a dar. Esto no puedo dejar de vincularlo con el estallido social, con haber perdido, después de haber puesto tanta vida en una nueva Constitución.
No sé, cada vez que leo a Bolaño, siento que tuvimos un genio entre las manos. Un escritor fantástico, un Virgilio 24-7 para pasearse, a piacere, por los pasillos del infierno.
«Como escritor me siento un privilegiado»
—¿Qué papel le corresponde desempeñar ahora a la literatura como un arte político?
—El artista, por lo general, es un ser de lo menos privilegiado, hablamos de un artista verdadero, de esos, como dice Herman Hess, que ‘no se venden por mazapán ni por apetitosos altos cargos’.
El artista, el escritor, por el contrario, trata de sobrevivir pagando sus deudas, que no le corten la luz, haciendo malabares desde el día 20 del mes, pero no aflojando jamás en su oficio.
Pero justamente en estos precisos momentos, de desesperanza, de violencia, incluso de amargura, solo en estos momentos, al menos yo como escritor me siento un privilegiado, un protegido, como viviendo dentro de una biblioteca de acero, donde rebotan las balas perdidas.
La literatura me tiene escribiendo ahora sobre el Sename, metiendo la cabeza en un verdadero abismo, y hasta de eso me siento un afortunado, de no temer hacerlo.
Un libro que se instala en la calle
—En sus palabras, ¿cómo resumiría Letra revuelta y que pueden esperar de este volumen sus potenciales lectores?
—Estéticamente es un libro bello, con imágenes de alta calidad y un trabajo cuidado de la editorial Narrativa Punto Aparte, pero también es un libro atractivo, que sale del panfleto para instalarse crítica y también creativamente en el contexto del estallido social, haciendo ver desde la injerencia de los cómic, del anime, de la poesía visual en la estética callejera, hasta temas más complejos y urgentes, como la educación en Derechos Humanos o la lucha por el agua que se da en distintos lugares de Chile.
Creemos que el libro sale del lugar cómodo de la Academia y de la Universidad, para instalarse en la calle, con todo el riesgo que eso implica.
Cada autora y autor procuró escribir un texto atractivo, interesante, y a eso me voy a avocar en su difusión, a transmitir un poquito la potencia de aquellos ensayos, pero también, inevitablemente, a hablar de política, de literatura, y aprovechando el contexto, ojalá también un poco de fútbol.
«El primer autor que leí en serio fue a Tolkien»
—¿Qué autores han sido determinantes en su formación como escritor?
—Es bonita la pregunta, porque no tiene exactamente que ver con las y los autores que uno lee hoy en día ni tampoco tiene exactamente que ver con los autores que más ha disfrutado, aunque puede coincidir.
Cronológicamente hablando, el primer autor que leí en serio fue a Tolkien, recuerdo perfectamente haber leído su Roverandom, El silmarillion, las sagas de El hobbit, del Señor de los anillos.
En esos tiempos asistía becado al San Ignacio Alonso Ovalle, en Santiago, y mis compañeros de curso que, en general, tenían muy buena situación económica, llegaban con esas bellezas, del todo prohibitivas para la economía familiar.
Así que cuando, dejaban estos tesoros debajo de sus puestos, muy astutamente los ‘pedía prestado’, aunque sin avisar, y me los leía desesperadamente, casi como cometiendo un delito. Cuando ya comenzaban a echarlos de menos los volvía a dejar, mágicamente, en su lugar. Era como una biblioteca pública, de lo más eficiente.
Estoy hablando de primero y segundo medio, qué bello tiempo, no estudiaba casi nada, estaba dedicado a leer lo que me hacía sentir vivo y también a jugar fútbol, que han sido pasiones que han sobrevivido hasta ahora.
«La literatura apuesta siempre por la vida»
—Luego del triunfo del rechazo, ¿cómo observas el devenir del país?
—El panorama es desalentador, sin dudas, porque se ve muy difícil que la elite de este país permita una nueva oportunidad, como la que perdimos. Sobre todo, es desalentador para quienes trabajan en política social, en los territorios, en causas casi perdidas.
Para quienes nos dedicamos a la literatura, o al arte, es más esperanzador, creo yo, porque justamente son en estos momentos de desencanto, de violencia desatada, de soberbia de poderosos, justamente son en estos momentos donde leer, escribir, donde crear nos blinda, un poco, de la brutalidad.
A propósito, en Letra revuelta escribimos con Isabel Plaza, una colega de la Cátedra Unesco, un texto que, precisamente, vincula el arte con la enseñanza de los Derechos Humanos, donde señalamos que la literatura, o cualquier expresión de arte valiente, sea un poema o una danza callejera, por más modesta que sea esta, tiene la capacidad de contrarrestar la violencia, el abuso, apostando siempre por la vida.
Esta será nuestra resistencia por estas costas, nuestra feliz resistencia.
Es que hay poderes enormes y violentos en Chile
—A tu juicio, ¿cuál es la principal lección que debemos sacar del estallido social?
—Creo que son muchos los aprendizajes y además muy distintos entre sí. Hay aprendizajes de carácter técnico, de táctica y estrategia política, hay otros de carácter ético y, por supuesto, hay varios de carácter moral.
Como poeta, como escritor, admiro y celebro la ingenuidad, me fascina observarla en los niños, en las almas bellas que uno tiene la suerte de encontrarse, pero, así como es bella en el cotidiano, la ingenuidad en política es fatal.
Tuvimos la oportunidad única, quizás en el mundo, no sé, en la historia, de obtener una gran cantidad de derechos, a través de la aprobación de una sola Constitución, y no me cabe duda que faltó estrategia, que faltaron caderas, maña política.
Demasiadas veces fuimos un equipo amateur que no dio lo mejor de sí… ¡y estábamos jugando contra Brasil, en un Mundial! Es que hay poderes enormes y violentos en Chile, que harán lo que sea para conservar sus privilegios, y justamente es lo que hicieron.
Tenemos que aprender que estamos jugando contra un equipo que usará todas las mañas posibles, para asegurar una goleada en el resultado. No podemos volver a entrar a la cancha con tanta ingenuidad.
Pero también hay aprendizajes éticos, que son los de más largo alcance, porque luego de ver a personajes como Ximena Rincón, capaces de vender tan asquerosamente su alma al diablo, rememorando sobre un puente el plebiscito del 88…
Después de eso, cualquiera con un mínimo de dignidad se puede sentir un superhéroe, y levantar, una vez más, su moral.
Libro homenaje para Roberto Bolaño
—¿Tiene algún proyecto literario que nos pueda adelantar?
—Afortunadamente sí, me considero todavía con la suficiente energía para llevar varios proyectos adelante. Uno de aquellos, es la conformación de un libro-arte, que conmemora los 20 años de la muerte de Roberto Bolaño y, a la vez, que celebra los 25 años de la publicación de Los detectives salvajes.
En este libro, que estamos coordinando y editando con el escritor Carvacho Alfaro, participarán alrededor de 50 autores, artistas, académicos, traductores y será editado por Fondo de Cultura Económica Chile. Hasta Jorge Herralde se ha animado a participar.
Otro bello proyecto, es el que estamos organizando con mi señora, con quien estamos en este preciso momento creando una editorial infantil, cuyos libros también tendrán el formato de libro-arte. Se llamará Editorial El Molino del Ingenio, que es un lugar cerca de Cabildo, donde vivió por última vez el poeta Jorge Teillier.
También estamos traduciendo con Javier Pérez, un joven colega, un libro sobre videojuegos y filosofía, estoy también escribiendo sobre mangas, animés, dibujos animados y videojuegos, labor en la que me ayudan mucho mis hijas.
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Cristián Brito Villalobos (Antofagasta, Chile, 1977), además de poeta y escritor es periodista titulado en la Universidad Católica del Norte y magíster en literatura de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Imagen destacada: Nibaldo Acero.