Descreído de los galardones que regala la cultura oficial a sus hijos predilectos, el escritor de la poderosa «Succión», uno de los fenómenos novelísticos de esta temporada generosa en lanzamientos locales de exquisita investidura, dialoga de aquel acontecimiento y su significado, de los puntos cardinales de su fecunda bibliografía y también de la crisis de sentido por la cual parecen en la actualidad respirar, las diversas estructuras societales del país.
Por Enrique Morales Lastra
Publicado el 3.8.2023
«Me inspira saber que toda esta mierda llena de polvo va a recibir un buen baño».
Nicolás Poblete, en Succión
Alegre por el éxito que ha obtenido su nueva publicación en el campo de la ficción literaria, Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971), acepta el reto de seguir analizando el fenómeno de Succión (Cuarto Propio, 2023), tal vez una de las novelas más comentadas y aplaudidas, por supuesto, en lo que va del año editorial chileno.
En la duodécima entrega creativa del autor en el género, el argumento de la obra se vale del fenómeno cultural y antropológico de las animitas en el país, a fin de diseccionar los núcleos humanos y psíquicos de una sociedad moldeada por la ley de la oferta, la demanda y el consumo, propia del capitalismo avanzado, o del neoliberalismo como lo ha bautizado la intelectualidad crítica de izquierda, la misma que no supo aprovechar el poder político que tuvo en sus manos, para tumbarlo de una vez en septiembre de 2022, como nunca antes lo pudo hacer, desde el 11 de marzo de 1990.
De ese desencanto, Poblete Pardo se hace cargo, y fustiga al gobierno de Gabriel Boric y a su cita compulsiva de poetas nacionales, pese a que el Ministerio de las Culturas atraviesa en su administración, por una de las mayores crisis de gestión y de objetivos en lo que va de su corta trayectoria institucional.
En la mirada literaria de esa sociedad que prescinde en su esencia de la cultura y de los libros, los caracteres mujeres delineados por el autor resultan fundamentales.
Así, desde Dame pan y llámame perro (2020) que los roles femeninos son la principal mirada por la cual transita y se debate una comunidad que inserta en explosivas pulsiones anímicas vuelve, paradójicamente, al orden y a la comodidad establecida que pretendía dejar atrás, en la ambiciosa visión dramática de la novela, cultivada por Nicolás Poblete.
Un género que para el escritor debe tener una necesaria dosis de hablante teatral a fin de explorar la totalidad de sus posibilidades artísticas, y donde una conceptualización terrorífica y casi mágica de la modernidad nacional, contribuyen a catalogar a la obra de su autor, como un producto único en la persistencia de un género que, al sobrepasar el medio siglo de vida, ya lo tiene con más de una decena de novelas publicadas. Cual más audaz, cada cual un tanto distinta al resto de las otras.
Esa versatilidad, se expresa con una estética casi perfecta en Succión: donde las frialdad y la avidez de Sarai, esa princesa castradora y sin corazón, salvo el suyo destruido, se contradicen con el dolor sin remedio de los padres de la fallecida Ingrid, y se superpone a la sincera devoción de quienes acuden a esa animita polvorienta, para solicitar la redención fantasiosa e imposible, que la ciudad de las autopistas que arrinconaron al otrora incontrolable río Mapocho, ahora les niega.
Quizás Poblete Pardo sea nuestro Balzac, cambiando la noche eterna de Papá Goriot por la luz quemada e incendiada, omnipresente, que se ciñe y asienta sobre la autopista del Sol, arteria que irriga las salidas vehiculares de la ciudad capital, Santiago.
Pues como afirmaba Martín Parra en su crítica a la novela en estas mismas páginas: «en ambos extremos podemos reconocer claramente a Chile y a la totalidad de sus problemas comunitarios, egoísmos y discriminaciones, tanto de clase como de estatus social».
En efecto, tanto la falta de compasión y el interés pragmático y sin cota de Sarai, como la honestidad de las creencias populares de quienes concurren a rezar a la animita de Ingrid, se relacionan y en alguna medida se enfrentan, en vínculos de necesidad y de violenta compulsión, en el subterráneo inconsciente de la sociedad chilena.
Aquella que desde Sinestesia, y con la monumental Subterfugio —escenificada en el extraño y misterioso estallido social de octubre de 2019— Poblete Pardo ha escenificado mejor que varios montajes teatrales, con la voz y los monólogos sin cauce, de sus inolvidables personajes femeninos.
«Una novela que está cruzada por estrategias asociadas al género teatral»
—Cuéntanos acerca del proceso creativo de tu plan escritural a fin de concebir Succión, ¿cómo nació la idea original de profundizar y estructurar de una forma literaria el argumento central de la novela?
—Surgió de la necesidad de dramatizar, con una voz dramática, teatral, el acto de usurpación que puede tomar la forma de la apropiación de una causa, en este caso, social.
Literariamente la opción aquí fue la de consolidar una voz fuerte, proveniente de una mujer joven, que pudiera denunciar sin filtros una serie de tendencias, en las que se confunden conciencia social con oportunismo tendencioso, en el sentido de los trending topics, privilegiados por las redes sociales.
Como esta es una novela de voz, el proceso creativo estuvo centrado no tanto en la trama, que es sencilla, sino en insuflar vida a la protagonista principal, Sarai, y a todo el elenco que gravita en torno a su energía. Es una novela que está cruzada por estrategias asociadas generalmente al género teatral.
«Es muy palpable la decepción generalizada que cuestiona los últimos años»
—En las páginas de la novela subyace una visión en torno al ethos del llamado Chile neoliberal, ¿crees efectivamente que después del fallido estallido social que trataste en tu obra anterior (Subterfugio), esa perspectiva de país sigue más firme y presente que antes en la cotidianidad de sus ciudadanos? ¿Por qué?
—No tengo certeza sobre qué ocurre en la totalidad de la ciudadanía, más allá de los evidentes resultados electorales, pero sí que el neoliberalismo de nuestro país parece entronizado. La austeridad, por ejemplo, no es un valor enarbolado en ningún discurso.
Ahora, es muy palpable la decepción generalizada que cuestiona los últimos años, donde se vuelve imposible leer la realidad, que está bombardeada por señales contradictorias.
También veo en algunos anclajes cierto dogmatismo, una obstinación e incapacidad autocrítica, una errada noción de lealtad que se manifiesta en una testaruda justificación y, también, una reacción medio infantil de remordimiento y recurrente disculpa.
Esta es sin duda una estrategia que apela a un factor humano, donde la exhibición de una supuesta honestidad tendría que ser aplaudida o vista como atenuante en la condonación de faltas graves. En Subterfugio vemos el estallido que permite el desahogo de una serie de minorías; esa tremenda explosión.
Luego, en Succión hay un ejercicio particular, que es el de ayudar de manera concreta a unas pocas personas. No hay sueños ni falsos discursos encendidos, sino la conciencia de su protagonista de ayudar de forma pragmática.
«La animita es un umbral y una proyección fascinante»
—El mundo estético de las animitas ha sido un tópico antropológico al cual se le han dedicado múltiples estudios e investigaciones desde diversas áreas de las ciencias sociales en Chile. En ese sentido, y en tu convicción como autor de la misma, ¿qué aporta de novedoso e inédito el desarrollo dramático de Succión al respecto?
—Sí, tenemos, por ejemplo, el gran trabajo de Oreste Plath. El mundo estético de las animitas es un tópico muy rico y, por lo mismo, amerita reinvenciones o recreaciones. Este es el caso de la novela, donde vemos a una animita ficticia, pero inspirada en el Ángel de la carretera, y allí, lo novedoso es la relación que establece la protagonista con una persona que no conoció, que solo vio un par de veces.
Aquí también es posible ver la necesidad espiritual que tenemos como especie, pues cada persona que acude a la animita está buscando, en el fondo, un contacto, una interlocución, una esperanza, un deseo.
La animita es un vector, un portal, un umbral y una proyección fascinante, porque allí personas disímiles en muchos sentidos que confluyen en una necesidad humana muy profunda, que es la de la proyección, la necesidad de que nos digan que todo va a estar bien y que siempre hay un futuro.
En efecto, las animitas son depósitos espirituales y religiosos para alguna gente, que modela su relación con una deidad a su gusto, porque en las religiones tradicionales las deidades están establecidas y no las puedes modificar; las debes aceptar como son.
También lo novedoso es la forma paródica, teatral, cómica, que utiliza la protagonista para describir su realidad; para describir lo que observa desde su privilegio social.
Sarai, una princesa fuerte y castradora
—Una de las protagonistas principales de esta ficción se llama Sarai, un nombre de profundos significados bíblicos y culturales para la civilización occidental (así se conocía a la esposa de Abraham, el Patriarca, la cual no podía tener hijos…). La elección de ese patronímico, ¿esconde algún símbolo, si pensamos en el rol preponderante de ese personaje a fin de comercializar y de subvertir materialmente todo lo que tiene que ver con la espontánea memoria en el colectivo popular, de la difunta Ingrid?
—Exactamente. Su nombre connota ese privilegio, que es el de una princesa, una mujer fuerte, poderosa en muchos sentidos. En nuestro país este no es un nombre común y, al principio de la novela, una mujer se queda pensando en este nombre y le dice a ella que no conocía a nadie llamado así y que el nombre también parece el de un ángel.
Sarai es un nombre sugerente aquí porque ella no quiere perpetuar la especie, pero en vez de ser ella la que se muestra infértil, consigue que todos los hombres de su entorno se hagan la vasectomía, para evitar más descendencia en su circuito inmediato.
La proliferación a la que apela ella es la del bienestar de los beneficiados que están en su mira; ella se proyecta también a través de un discurso ecológico, porque cuestiona la huella de carbono que deja la descendencia, así como la imposibilidad de reciclar todas las toxicidades plásticas que se acumulan en torno al altar.
La impostura de citar a Gabriela Mistral o a Jorge Teillier
—Succión es tu duodécima novela, y desde la publicación de Sinestesia (2019) se puede afirmar que en tu labor de escritor estás embarcado en un corpus de ficción literaria inspirado en el Chile del siglo XXI. ¿Lo aprecias de esa manera, asimismo? Y si compartes ese juicio, ¿a qué atribuyes la contradicción vital de una colectividad que demanda supuestos cambios «de base» en su sistema político y social (o por lo menos así lo hizo en apariencia en 2019), pero que cuatro años después no transa en su aferro casi natural a las formalidades y rituales del individualismo neoliberal o capitalismo avanzado, en tanto cartografía humana de su precaria cotidianidad?
—Sí, es verdad que hay una representación del Chile que he visto y vivido, así como estudiado, porque, para mí, la noción de historia es inseparable de la escritura, aunque no sea evidente en el argumento de un relato de terror, por ejemplo. Es verdad que hubo promesas encendidas que fueron solo eso: las transacciones han sido inevitables. Para mí, lo más triste es ver que efectivamente esa algidez y esa pasión han sido más ruido y publicidad, que real cambio.
No tengo las habilidades para hacer un análisis más nítido, historiográfico o sociológico, por eso, mis impresiones son más subjetivas y emocionales…
A veces creemos de buena fe que nuestro candidato no forma parte de las triquiñuelas que caracterizan el ajedrez político, pero así es la política. La política ha de ser una de las áreas, o profesión o «la clase», como aún se llama, más desprestigiadas socialmente y la que menos confianzas inspira en la ciudadanía.
Recuerdo que cuando el Presidente comenzó su campaña, muchos alegamos porque, insólitamente, el área de la cultura no era parte de sus discursos, no figuraba en su agenda. Entonces para morigerar, los consecuentes discursos incluyeron estas demandas.
Desde ahí, la actitud fue «por supuesto que es importante» (con las ya recurrentes disculpas), pero ahí queda más que un gusto amargo, porque se trataba de una realidad que tendría que haber sido prioritaria. El hecho de que inconscientemente se pasara por alto es ya una pésima señal.
No importa si luego te dedicas a pedir perdón o simulas interés citando a Gabriela Mistral o Jorge Teillier; todo ya suena estratégico, impostado y deprimente.
«Me distancio de lo que se denomina literatura experimental»
—¿De qué manera te sitúas en tu rol de creador ante la llamada literatura chilena contemporánea, y en especial frente a los (as) narradores (as) cercanos por su edad generacionalmente a ti? ¿Te sientes vinculado a alguno (a)? Te lo pregunto por la singularidad estética y formal de tu obra, que a nuestro parecer no tiene símil, por lo menos en el análisis crítico, con otros autores nacionales.
—Sí, yo he sido parte de antologías en diversas inclusiones que van desde lo generacional, hasta lo temático, por ejemplo, en el volumen seleccionado por Camilo Marks con los mejores cuentos chilenos del siglo XXI o el especial de Casa de las Américas con voces chilenas para su número 300.
Hay muchos puntos de contacto entre lo que yo he hecho y lo que otras autoras de mi generación hacen. No es fácil evaluar la creación propia comparándola a los de tu rubro, pero yo sí leo todo lo que sale y puedo observar ciertas tendencias, como las recurrentes literaturas del «yo» en nuestro panorama actual, o la propensión a la narración en primera persona.
Personalmente me motiva la creación de personajes que no son «yo» y también desarrollar narraciones dentro de géneros, como el thriller psicológico, el relato de terror o la voz que demanda el teatro, y me distancio de lo que se denomina literatura experimental.
La tragedia de Antuco en la novela venidera
—¿Ya trabajas en tu próxima novela? Si es así, ¿qué temas o coyunturas abordarás en ella?
—Estoy revisando un relato protagonizado por un joven carabinero, que es dado de baja durante las protestas de Santiago, después del estallido.
Transcurre principalmente entre Valdivia y Corral, y tiene tintes de terror. Es muy distinto a Succión y la atmósfera, que también se produce con guiños a la narración gótica, es muy importante.
Es un narrador heterodiegético en tercera persona que observa varios personajes, incluidos animales como los lobos marinos y las gaviotas. La etología es un área que siempre me ha fascinado y aquí doy curso a este interés. En este trabajo también reviso la devastadora tragedia de Antuco, ocurrida el año 2005.
«El valor de la cultura es solo discursivo»
—¿Qué piensas de la actual crisis del ministerio de las Culturas (caso convenios, polémica por la bajada de Chile para asistir a la Feria de Frankfurt, lo que pasó en marzo por la delegación que iría en categoría de «oficial» a la de Buenos Aires), considerando que pese a tu prolífico trabajo creativo y de constante publicación, quizás no has sido tan valorado por ese circuito oficial del cual depende la institucionalidad del libro y los infinitos recursos financieros y mediáticos con los cuales cuenta el Estado?
—Es terrible, aunque mi suerte ha sido buena. Mi novela No me ignores ganó un fondo y eso me permitió sustentarme justo en un momento en el que necesitaba muchísimo esos recursos. Tuve la suerte de que me invitaran a Guadalajara hace unos años, y eso fue una tremenda oportunidad.
Luego, mi novela Cardumen ganó un fondo a la traducción y eso fue un presente griego. La postulación la hizo prácticamente entera el traductor. Yo no recibí un peso y el consejo me acosó durante años para justificar esa plata. Fue el proceso burocrático más infernal que me ha tocado vivir. Cada vez que iba para algún trámite había nuevos funcionarios que no tenían idea lo que había pasado el mes anterior.
Cómo será que incluso el editor en Zagreb había muerto y, aunque el libro ya se había publicado en Croacia y lanzado oficialmente incluso con presencia de la embajada, para el consejo yo seguía como deudor.
No puedo imaginarme lo que es para artistas jóvenes que buscan estos beneficios que evalúan otras capacidades que no son artísticas, sino burocráticas, cosa que te puede frustrar mucho.
Sobre el circuito oficial puedo comentar mi experiencia como jurado en dos ocasiones para el Fondo del Libro. En una de ellas, para no declarar desierto el concurso de cuentos, por la poca calidad de los trabajos y porque no es aconsejable que esa plata se pierda, decidimos premiar a una mujer y a una editorial independiente. Fue una decisión política y no literaria.
En otra oportunidad, la novela que ganó ni siquiera había sido leída por uno de los miembros del jurado (éramos cuatro personas) y, para justificar nuestra decisión, tuvimos que leerle fragmentos in situ a esta persona y esperar a que aprobara lo que habíamos decidido, vale decir, una absoluta falta de seriedad.
Pero la persona que «gana» el premio nunca sabe cómo se zanjó éste. Muchas veces la calidad literaria de una obra es el último factor en ser considerado para otorgar un premio.
Respecto a lo que pasó con la delegación a Buenos Aires, y que Guido Arroyo denunció en un reportaje del diario La Tercera, aún no se explica la falta de transparencia con la que se eligió y censuró a determinados escritores. Muchas intervenciones, concursos, fondos, invitaciones, son dirimidos siempre por las mismas personas, cosa que habla muy mal de este rubro precarizado y mezquino.
Lo de Frankfurt es igualmente deprimente; el hecho de que se argumente que no hay plata para costear el gasto de ser un invitado de honor habla por sí mismo. Finalmente es evidente que el valor de la cultura es solo discursivo, un argumento que se esgrime de modo oportunista, sin real sustento.
«El terror es un género predilecto para mí»
—¿Cuál es tu obra o novela que más te ha dejado satisfecho a lo largo de tu extensa bibliografía? ¿Por qué?
Me gusta mucho mi volumen de cuentos de terror Espectro familiar. Allí pude hablar desde distintos puntos, desde distintas voces, diversas pero aunadas con el denominador del terror familiar, esa ominosa sensación que todos vemos en algún momento, ya sea como miembros activos o pasivos de un circuito desfamiliarizante.
El género de terror es un género predilecto para mí y desarrollarlo en un ambiente chileno es muy interesante. En este volumen hay creación de personajes y de tramas.
«La construcción de una voz cómica y descarada»
—¿Qué te ha parecido la atención y acogida que ha tenido Succión a nivel crítico y periodístico, desde su publicación hace apenas unos meses?
—Ha sido fenomenal y creo que ha tocado una tecla en la diversidad de lectores a los que ha llegado la novela. Una cosa es ver una reseña en un diario; otra, que lectoras anónimas te ofrezcan sus impresiones de manera espontánea, sin agendas, y eso es lo mejor de todo.
El hecho de ser entrevistado en un matinal, por ejemplo, te puede dar luces de los alcances que permite la literatura y ver que la cúpula en la que operan los pocos espacios de crítica en nuestro país tiende a ser muy sesgada, muy conservadora y poco democrática.
Aquí hay algo especial, más allá de la temática y del rescate de la idiosincrasia tan particular chilena que vemos en la fascinante construcción que simboliza una animita. Creo que tiene que ver con la construcción de una voz no solo poderosa y empoderada, sino cómica y descarada.
Muchas veces nos reímos o alabamos a alguien que dice lo que nosotros jamás seríamos capaces de expresar de modo grosero, por pudor, por respeto o por falta de lenguaje. Ver a alguien expresarse de manera libre, sin aparentes prejuicios puede ser muy revelador.
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Imagen destacada: Nicolás Poblete Pardo.