La joven autora nacional debuta en las estanterías de las librerías locales con su poemario «Errabunda», en cuyas páginas una íntima voz rescata la figura intelectual de la recientemente desaparecida Carmen Berenguer y dialoga con tópicos tan relevantes como son la identidad personal, el hambre histórico de las mujeres, y esa ausencia de hallarse en el mundo y en la existencia, según la define en sus propias palabras.
Por Nicolás Poblete Pardo
Publicado el 20.10.2024
Errabunda (Cuarto Propio, 2024) es la primera publicación de Nina Moure, y cuenta con el apoyo que recibió del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio en las becas convocadas el año 2022. La autora, nacida en Chuquicamata en 1991, formó parte del Taller de Escritura y Género de Carmen Berenguer, y la mayoría de estos poemas fueron compartidos en esa instancia.
Así, el lanzamiento del libro (que ocurrió el viernes 4 de octubre) contó con la presentación de la también poeta y ensayista Eugenia Brito, quien destacó distintos puntos para expandir su discusión y elevar la mirada poética misma a partir de una selección atenta:
«Uno de los logros de esta autora, quizá el más importante y destacable, es su morosa construcción de residuos y sombras, de las ruinas o cementerios que persisten como fantasmas en el camino, y de esa sensación de nube que deambula como el polvo de la tierra y sus catástrofes, como traje adherido a los espacios», reflexionó Brito.
Sobre la construcción que privilegia el volumen, la poeta y ensayista recordó a Rulfo, y a su «tejido de voces muertas», con el cual Moure dialoga y en el que acontecen discusiones sobre la patria herida, ese país que se diluye, que es polvo y espectro, hueso, la tortura de los cuerpos, las voces enterradas, la figura paterna.
Según Brito, hay una búsqueda del: «objeto perdido que nunca pudo configurar y que deja sólo su estela, el leve murmullo de su ser significante. Y eso pasa con el amor, con el país, con el padre, sin embargo la única posibilidad que resta es la lengua y su increíble capacidad de metaforizar».
Carmen Berenguer: «Una pitonisa de las letras»
—Haces una mención especial a Carmen Berenguer, quien prologa el poema “Errabunda” (“Errar es escapar de una misma”). En el poema leemos: “Salir a encontrar / aquello que no buscas”. Más adelante, “desear no ser vista / por ningún ojo / más que los tuyos / al leerme”. Háblanos de su rol como mentora.
—Carmen ha sido la maestra de muchas generaciones de poetas, cronistas y artistas. No comulgaba con la academia, no creía necesario tener que estudiar en la universidad, y en consecuencia, el bar Jaque Mate o la intimidad de su living, funcionaban como espacio para reflexionar en torno a la escritura, el arte, la política, la filosofía y por supuesto para el cotilleo.
La Emperatriz era una gran maestra por su gran generosidad, el conocimiento no era una piedra lumbre que guardaba con recelo en su escritorio para verla convertida únicamente en su escritura. Comprendía que aquellas reflexiones de sus apasionantes lecturas sobre Derrida, Deleuze, Kristeva (que para el resto de los mortales podían significar un conocimiento inaccesible) convertía ese lenguaje de dioses, en uno de la calle, en un rayado en un muro, que todos podíamos comprender.
Como tallerista era muy estricta, advertía la escritura como un oficio, la lectura y reflexión de la misma, un medio obligatorio para perfeccionarla. Tenía una capacidad asombrosa de leer no sólo al texto, sino también a la persona, una pitonisa de las letras.
«Lo que escribo se ve afectado por todas las lecturas que hice»
—¿Cómo dialogas con las voces que refieres en tu colección? Aquí vemos a Carmen Berenguer, a Hölderlin, a Baudelaire.
—Hay voces explicitas como las que citas, pero hay una más profunda. ‘A las poetas que leí, ellas aquí escribieron’, agradecimiento con el que inicio este poemario, habla de esto.
Lo que escribo, no es de exclusividad mío, sino que se ve afectado por todas las lecturas que hice. Nada es estrictamente original, ni propio, sino una intertextualidad, como toda literatura lo es para mí.
En este caso es con todas las que escribieron antes de mí, un manifiesto feminista que proclama que sin sus voces no habría encontrado la mía.
«El conflicto de identidad es el horror»
—En «Poema a Chile»: «Mi patria / un mar de cuerpos / arrojados desde el cielo / osarios de playa». ¿Cómo concebir esa patria que se desvanece, que nos deja con un conflicto de identidad?
—El conflicto de identidad es el horror, y ese desvanecimiento es no poder comulgar con ella, nuestra geografía está signada por la muerte y nuestra historia borroneada por la desaparición.
«El hambre histórico de las mujeres»
—En «Comensales» hay hambre, un hambre múltiple, de cuerpos, de nutrición, de trigo, pan. Hay migajas, «hambre de ti». Hay un plato vacío. Me recuerda a «La cena miserable» de César Vallejo. ¿Qué hay detrás del hambre más animal?
—Ese poema lo escribí mientras cocinaba, lo que podría parecer insultante, ¿por qué existiendo alimento asalta el hambre? ¿Por qué si hay quien compartirlo, la soledad se sienta frente a ti?
Este no es el hambre que padece Bobby Sands, que retrata de forma magistral Berenguer. Este hambre es el hambre histórico de las mujeres, el hambre propio, el de hallarse en el mundo.
No es casual ahora que lo pienso, haya surgido en la cocina. Vi generaciones de mujeres en mi familia atrincherarse en ella, donde el delantal era el uniforme diario.
Y quién sabe qué se cocinaba allí, fuera de la comida, qué vida se novela al picar la cebolla, y qué pena esconde esa lagrima que se derrama.
«Hay belleza en aquello que no pudo ser»
—En «Padre» vemos a este padre ausente, fantasmal, un padre imposible de nombrar; un padre que puede ser tan despreciable como un dictador. La duda de quién es nuestro padre es también la intemperie que produce la orfandad. Este padre representa también la patria, la ciudad que habita la voz poética, que se escribe gracias a «retazos».
—Si la patria representa al padre, en Chile sería uno que abandona. Lo inquietante de la ausencia, es lo que no se puede nombrar, que no exista palabra, ni rostro porque se desconoce, pero a la vez es liberador hallarte ajena a esa autoridad.
Hay belleza en aquello que no pudo ser. Se puede hacer tanto con ese azul en la memoria, como por ejemplo, escribirlo. Lo prefiero así, por eso a modo de ruego en el poema pido: ‘oh por favor, no seas mi amor’.
«Las imágenes a través de las que hablo son una metáfora de la realidad que leo»
—¿Cómo se producen los lugares, sus símbolos y lo que representan para nosotros como seres/cuerpos anclados a un territorio? Aquí hay banderas elusivas, hay una plaza-páramo, un río que evoca la fugacidad de nuestras vidas y la permanencia de la cordillera, y, en el poema final, «¿Qué es esta casa?», analogada a «huesos huérfanos». ¿Cuál es nuestro anclaje en el mundo? ¿Estamos arrojados a un abismo, a «caminar sobre la propia sombra de ayer»?
—Lo que se imprime en el paisaje no lo puede definir una sola persona, es resultado de nuestra historia colectiva. Si hay una imagen en el poema que la sientes como una estocada, es porque compartimos la misma herida.
Las imágenes a través de las que hablo son una metáfora de la realidad que leo. Si alguien concibe lo mismo, le diría que me escriba e inauguremos una nueva tierra donde la belleza triunfe.
Abismo, diría que de eso me salvo cuando escribo, el lenguaje es lo que habito, yo soy en el mundo por los poemas que escribo.
***
Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es periodista, profesor, traductor y doctorado en literatura hispanoamericana (Washington University in St. Louis).
Ha publicado las novelas Dos cuerpos, Réplicas, Nuestros desechos, No me ignores, Cardumen, Si ellos vieran, Concepciones, Sinestesia, Dame pan y llámame perro, Subterfugio, Succión y Corral, además de los volúmenes de cuentos Frivolidades y Espectro familiar, la novela bilingüe En la isla/On the Island, y el conjunto de poemas Atisbos.
Traducciones de sus textos han aparecido en The Stinging Fly (Irlanda), ANMLY (EE.UU.), Alba (Alemania) y en la editorial Édicije Bozicevic (Croacia).
Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.
Imagen destacada: Nina Moure.