El escritor y abogado ecuatoriano publica su ficción «Aquella noche en París», una cautivante novela histórica que indaga en las ramificaciones que tuvo el nacional socialismo alemán en Sudamérica —después de su derrota en la Segunda Guerra Mundial—, y la huida de algunos de sus miembros de mayor prominencia hacia Chile y el resto del continente, en el contexto de un supuesto apoyo a los regímenes autoritarios surgidos en la década de 1970, por esta parte del mundo.
Por Nicolás Poblete Pardo
Publicado el 21.11.2024
Óscar Vela Descalzo (Quito, 1968) es abogado, novelista y miembro de la Academia Ecuatoriana de la Lengua. Cuenta con una extensa bibliografía, en la que destacan las publicaciones Yo soy el fuego, Náufragos en tierra, Ahora que cae la niebla y Los crímenes de Bartow.
Siempre prestando mucha atención a sus temas, desde un prisma realista que se enriquece de la investigación y el diálogo con archivos en los que destacan figuras de alto calibre, por el modo en que marcan muchas otras vidas, su narrativa se asocia a la ficción histórica.
Aquella noche en París (Editorial Planeta, 2024) es otra muestra de este género. Aquí, la voz narrativa se concentra en el agente secreto Marcel Gaspar, un complejo personaje, tanto en su dimensión social, como en su sensibilidad y su postura ética ante el mal.
Marcel Gaspar tiene una larga trayectoria bajo su identidad con ese nombre, y ya en 1963 es parte de la agencia que lo envía a Sudamérica en una primera misión. Aquí se define su rol profesional y espiritual: «Tenía muy claro que su oficio le impediría mantener sus vínculos familiares o afectivos, aquel joven no estaba dispuesto a poner en riesgo su carrera por el puro amor filial».
Consciente de lo extremo de su situación, parece incapaz de revertir su destino, aun cuando la racionalidad lo acompaña: «Volvía a tener una de esas noches malditas en las que repasaba su vida con la intención de comprender por qué había resuelto seguir ese camino».
Pero Marcel, cuya integridad está en juego desde el momento en que debe proteger a nazis, como lo ha hecho con Barbie en Ecuador, tiene otro talón de Aquiles, su libido, y por ahí comenzará la erosión de su personalidad.
Este lobo estepario que goza con la literatura y manifiesta una peculiar fascinación por Carson McCullers, sigue su camino, sabiendo que Paloma no lo conoce verdaderamente. La novela, que transcurre principalmente entre dos dimensiones temporales, 2011 y 1971, comienza con un llamado que parece predestinado: «Y, de pronto, mediante palabras codificadas, alguien lo reclamaba desde el pasado para devolverlo a una realidad que creía haber dejado atrás».
Luego, el escenario actual es el que comparte con su novia Paloma, andaluza, pintora, y gracias a ella podemos contrastar las facetas de Marcel Gaspar en su persona doméstica.
El lado b de Gaspar nos revela el real torbellino que acontece en las esferas del espionaje. Aquí confluyen los siniestros nazis llegados a Sudamérica para asistir a los dictadores locales en técnicas de tortura. Vemos que en Santiago de Chile se lleva a cabo el entierro de Walter Rauff, el año 1984 y, aunque han pasado casi 40 años del término de la Segunda Guerra, los asistentes invocan a Hitler y elevan sus brazos con el saludo nazi.
Ingresa aquí también la mítica figura de Monika Ertl. Monica, «Imilla», es quien asesina a Roberto Quintanilla para vengar el crimen del Che Guevara. Monika carga una cruz, pues es hija de Hans Ertl: «el hombre que fotografió y filmó a Hitler en sus campañas políticas. Monika decidió enrolarse con el ELN por convicción, pero también para limpiar de algún modo su pasado, para dejar atrás la nube negra que flotaba sobre su padre y que arrastraba a toda su familia».
Aquella noche en París puede leerse desde muchas aproximaciones, una de ellas es la de una clase de historia de gran escala: desde la Segunda Guerra Mundial a lo que somos como países latinoamericanos hoy, en su idiosincrasia y conformación social y geopolítica.
Reivindicar la «debida obediencia»
—Monika Ertl, quien asesina a Roberto Quintanilla para vengar el crimen del Che Guevara, carga una cruz como hija de Hans Ertl, «el hombre que fotografió y filmó a Hitler en sus campañas políticas» y siente la necesidad de limpiar su nombre de familia. El rol de nuestros progenitores, de nuestra responsabilidad como herederos, es otro subtema de Aquella noche en París.
—En efecto, su filiación política y el crimen que comete tuvieron mucho de rechazo y reacción, quizás inconsciente, en Monika y sus orígenes, especialmente por la participación de su padre como fotógrafo y camarógrafo de Hitler.
Este vínculo con la guerrilla comunista marcó su vida y la de su familia por el drama familiar que se vivió con la ejecución y desaparición de Monika en 1973.
También se puede ver el rol de la herencia genética e histórica en los hijos de Barbie y en los de Rauff, aunque en esos casos sea para defender y reivindicar de algún modo los actos de sus padres por ‘debida obediencia’.
Por el contrario, el caso de Marcel Gaspar es el del desapego absoluto de sus padres por la profesión que adopta como espía de la agencia.
«Los intríngulis políticos son así, misteriosos y sinuosos»
—Vemos a Klaus Barbie en el Chile de Allende. Se explica que su intento de secuestro en Santiago había fracasado. ¿Hubo ambivalencia o contradicción en la postura de Allende con respecto a los refugiados nazis, si consideramos que: «Barbie, Rauff, Eichmann y otros miembros del nazismo eran personas que la agencia necesitaba para combatir el fantasma del comunismo, el nuevo enemigo que se cernía en Occidente tras la Segunda Guerra Mundial»?
—Hay efectivamente una contradicción en la forma en que Allende protegió a Barbie y a Rauff cuando ellos eran protegidos de la agencia para la lucha contra el comunismo, sin embargo los intríngulis políticos son así, misteriosos y sinuosos.
También se confirma que en los gobiernos dictatoriales, esa protección tenía más sentido y fue cuando ellos asumieron roles trascendentales en las torturas y crímenes de comunistas y miembros de grupos guerrilleros.
«La participación de Walter Rauff en esas sesiones de torturas es algo que ciertas personas confirman»
—Hay muchas diferencias entre estos nazis. Barbie tortura bajo la fascinación que ejerce la música de Richard Wagner, mientras que Rauff parece un perfecto estúpido. Aquí se denuncian las torturas en Colonia Dignidad bajo el mando de Schäfer y Rauff: «Horripilantes imágenes de jóvenes comunistas, en su mayoría guerrilleros reclutados en las zonas más pobres de las ciudades y del campo». ¿Qué rol jugó Colonia Dignidad? ¿Por qué crees que ha tardado tanto en conocerse lo que realmente ocurrió allí?
—Lo de Colonia Dignidad ha sido un gran descubrimiento para mí. Entiendo que en Chile también se ha ido descubriendo sus horrores con el tiempo.
La participación de Rauff en esas sesiones de torturas es algo que ciertas personas confirman y que tiene la lógica de la hablaba antes, que en aquellos tiempos una colonia alemana asentada en un país sudamericano, con leyes propias y un régimen único e independiente era una verdadera locura.
Me parece que aún debemos descubrir el rol de Colonia Dignidad en esa guerra sucia en contra del comunismo y el terrorismo de la época.
Por el otro lado, el vínculo intelectual de Barbie (y otros nazis) con el arte ha sido ampliamente difundido.
Lo de Rauff también fue una sorpresa en este sentido, pues sus documentos desclasificados como una persona poco arrimada o afín con al arte resultó novedosa. Rauff, en este sentido no entra en el estereotipo de los nazis de nivel superior.
«En una novela de ficción histórica lo más importante es ser riguroso con la información documentada»
—Los archivos desclasificados que se han venido liberando desde hace algunos años proveen más ángulos en la formación geopolítica. Hay: «varios agentes de inteligencia cubana con historiales de represión y violencia en la isla, bajo la tutela y protección de los estadounidenses, ciertos jerarcas nazis como Barbie, Rauff, Eichmann o Mengele, entre muchos otros». Aquí no solo vemos la hipocresía de «la gran democracia», sino el modo en que la «ficción histórica» en la que te desenvuelves, debe estar atenta a estos vaivenes. ¿Cómo trabajas todas estas directrices para consolidar tu propia voz y postura?
—Los documentos desclasificados me han servido para entender a los personajes, sus posturas y movimientos en el ámbito geopolítico de entonces. En una novela de ficción histórica lo más importante es ser riguroso con la información documentada que se tiene a mano y lo más objetivo posible con los pasajes de ficción que resultan inevitables.
En este punto, la ficción solo debería completar los pasajes o escenas de los que no se tiene documentación o testimonios, con esa objetividad que permite a un observador distante presenciar un episodio de la historia. Espero haberlo logrado en esta novela sin anteponer mis convicciones e ideología a las de los personajes y situaciones históricas.
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Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es periodista, profesor, traductor y doctorado en literatura hispanoamericana (Washington University in St. Louis).
Ha publicado las novelas Dos cuerpos, Réplicas, Nuestros desechos, No me ignores, Cardumen, Si ellos vieran, Concepciones, Sinestesia, Dame pan y llámame perro, Subterfugio, Succión y Corral, además de los volúmenes de cuentos Frivolidades y Espectro familiar, la novela bilingüe En la isla/On the Island, y el conjunto de poemas Atisbos.
Traducciones de sus textos han aparecido en las revistas The Stinging Fly (Irlanda), ANMLY (EE.UU.), Alba (Alemania) y en la editorial Édicije Bozicevic (Croacia).
Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.
Imagen destacada: Óscar Vela.