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[Entrevista] Pablo Bravo: «El eco que busqué para la escritura fue mayoritariamente la voz urbana»

El nuevo texto en el género de la ficción, debido al reconocido periodista chileno —luego de la publicación hace dos años de su novela «Sean ellos el grito de muerte»— se presentará el próximo jueves 10 de octubre, en un evento que estará a cargo del columnista Héctor Soto y de la académica Lorena Amaro.

Por Nicolás Poblete Pardo

Publicado el 4.10.2024

La segunda novela del escritor y periodista Pablo Enrique Bravo Pérez (1973) relata la historia de un hombre que criado en el asfixiante Chile de los 80 huye del país cuando puede hacerlo (para seguir estudios de posgrado en los 90, gracias al boom económico del neoliberalismo), entre otras urgencias, porque ya no daba para más, desde el entendido de su sobrevivencia afectiva, en el infierno cotidiano que abandonaba.

Aunque paradójicamente de lo que buscaba escapar (su novia, sus amigos, su pasado, el clasismo y las heridas que deja Chile a sus hijos), se le terminan por aparecer en las puertas de su nueva residencia en la capital de Cataluña, la díscola Barcelona.

En efecto, y a partir de esta sencilla, pero profunda premisa argumental, el autor busca desenredar un conflicto emocional y dramático a fin de indagar en las historias subyacentes de la trama, las que en este caso, se transforman en un sugerente relato de características corales.

Bravo Pérez se ha desempeñado por largos años como reportero y editor de revistas, y debutó en el género de la ficción en 2022 con la novela Sean ellos el grito de muerte, también publicada por la independiente Co.incidir Ediciones.

El autor nació en Santiago de Chile, donde actualmente reside, pero también ha vivido por temporadas en España. Estudió periodismo en la Universidad Católica de Chile, y además es magíster en comunicación audiovisual por la Universidad Autónoma de Barcelona.

La novela Exilio en calles secundarias será presentada el próximo jueves 10 de octubre a las 18:30 horas en el auditorio Fernando Castillo Velasco de la Escuela de Arquitectura, ubicada en el Campus Lo Contador de la Universidad Católica (El Comendador N° 1936), sita en la comuna de Providencia.

En el contexto de esta presentación, se realizará un conversatorio con la participación de Lorena Amaro, académica del Instituto de Estética UC, además de crítica literaria, y de Héctor Soto, reconocido columnista y abogado, y quien por años ha ejercido el periodismo en distintas plataformas mediales.

Asimismo, Exilio en calles secundarias cuenta con un prólogo del escritor y periodista chileno (antiguo columnista del vespertino La Segunda) y radicado actualmente en los Estados Unidos, Gonzalo Baeza Contreras.

 

«Lo musical es muy importante en la escritura»

—En Exilio en calles secundarias llama la atención el uso de diálogos. A nivel formal utilizas recursos poco convencionales y, además, juegas con cierta experimentación. ¿Cómo decides el modo en que la convención de lo real se cruza con lo experimental o lo más delirante?

—Para bien, o para mal, una de las pulsiones que me moviliza es mi pasión por la música, además de la literatura. Todo el día escucho música, escribo escuchando música. No podría hacerlo de otra manera. Y esas secuencias rítmicas, esos compases, esas melodías, esos acordes colaboran conmigo a la hora de escribir y conceptualizar cómo debe ser una determinada creación, es como ordenar las piezas en un tablero.

¿A qué disco o canción se pudiera asemejar lo que estoy escribiendo? Suelo preguntarme. En este caso me ayudó mucho A Love Supreme, de John Coltrane: cuando entendí cómo funcionaba, influyó a empujar esta novela en esa dirección, pero desde lo literario.

Lo musical es muy importante en la escritura. Hay autores que leen en voz alta sus propios escritos para ver si tiene ritmo, si tiene cadencia, si funciona o no. Esto tiene una parte intuitiva, pero también otra más estructural y racional: ¿Cuál es la herramienta más adecuada para describir lo que está pasando en la narración? Joyce ya nos enseñó hace un siglo que para plasmar la conciencia humana no se puede escribir en línea recta.

Si me permites volver a la música, hay un documental sobre cómo se hizo The Dark Side of the Moon, de Pink Floyd. En algún momento se refieren a la canción Money, compuesta en una métrica muy poco usual para el rock & roll, en 7/8. El primer solo corresponde a un saxo, que se mantiene en la misma métrica. Pero cuando debía entrar el solo de guitarra, ellos veían que no terminaba de cuajar.

De pronto, el baterista Nick Mason cambió el ritmo a 4/4, y el guitarrista David Gilmour se despachó un solo de antología. En este caso, el cambio de estructura no solo permitió que la canción prosiguiera, además le dio un nuevo impulso y la hizo crecer.

Uso este ejemplo para comentar algunos elementos y factores que considero para armar y asentar mis escrituras. No sé si son experimentales o no, solo te puedo decir que, creyendo conocer las estructuras formales, en este libro me di licencias para ir más allá para buscar lo que —consideraba— fuera la voz más adecuada para cada sección de la narración.

 

«Una novela es una creación muy personal, una relación entre el autor y su escritura»

—Hay muchas marcas culturales, sociales, desde el Chino Ríos, hasta referencias literarias como Breton, Sade, por nombrar algunas. El cine, el cine arte, el cine clásico, la música popular, el grunge de los 90, bandas como Depeche Mode, Hole, Nine Inch Nails, y, en Latinoamérica, el rap latino, el rock latino, van formando un paisaje de una época, los 90, y antes, los 80. ¿Son estas marcas ya parte del pasado? ¿Cómo y por qué crees necesario dialogar con estas décadas?

—Buena pregunta. A priori, no puedo ser categórico sobre si es ‘necesario’ dialogar con esas épocas. Eso lo pueden evaluar historiadores, sociólogos, etcétera, aunque tiendo a pensar que sí o que, al menos, contribuye.

Una novela es una creación muy personal, una relación entre el autor y su escritura. En este caso, desde mi posición asumí subjetivamente que, para escribir este libro en particular, ambientado en los 90 y parte en los 80, era necesario contar con una especie de soundtrack. Pero no como comparsa o mero decorado, sino que pudiera integrarse como parte de la obra misma.

Hay unas cuantas menciones (músicos, autores, etcétera) que no necesariamente son de mi gusto personal, pero las considero para intentar potenciar la atmósfera y, de alguna forma, hacer fluir las líneas argumentales. Eso es, al menos, lo que intenté. Si resultó o no, bueno, eso lo tendrá que decidir el lector.

¿Son parte del pasado esas referencias?

Con todo, son solo referencias que he considerado en esta ocasión.

¿Seguirán siendo referencias en adelante?

No puedo responder eso.

Pero si me preguntas por el futuro, es natural que cada época defina sus referencias culturales, ya veremos cómo se cuelan en futuras creaciones.

 

«La visita del papa Juan Pablo II en 1987 fue un hito social y político»

—Se revive la figura del papa Juan Pablo II en su visita a Chile durante la dictadura de Pinochet. También se sacan a relucir iconografías católicas, ritos, misas, monjas, la Iglesia y la creencia en Dios. ¿Cuál es la importancia de la religión en tu novela?

—Esto puede tener varias lecturas. Desde una mirada social y cultural, para quienes nos criamos en Chile durante la década de los 80, ya fuera por afirmación o por negación, la religión era bastante omnipresente, a diferencia de lo que hoy ocurre.

En particular, el rol que jugaba la Iglesia Católica en la sociedad era gravitante, incluso buena parte de los no creyentes podían acercarse a ella por el papel que jugaba como el único actor fuerte que podía hacer algún peso frente a la Dictadura. La lucha en la defensa de los derechos humanos fue una marca que quedó.

Asimismo, Chile era un país menos diverso, como que no había ‘otras creencias’ y lo común era que la mayoría se declarara cristiano o católico digamos de manera social, independiente de la profundidad de las convicciones.

Por cierto, la visita del papa Juan Pablo II en 1987 fue un hito social y político que sobrepasó lo meramente religioso, fue un año antes del Plebiscito convocado por Pinochet, en un momento en que el país estaba fracturado, lleno de dolor, de frustración y de miedo.

Y en este contexto, el encuentro en el Parque O’Higgins, donde hubo violencia, fue un hecho que quedó para la historia.

El eje del libro está puesto más en la década de los 90, pero da saltos hacia los 80, y ahí es donde aparece esta influencia religiosa, pero en el mismo libro se va viendo cómo en los 90, después, los mismos personajes que habían tenido formación cristiana, la vida misma comienza a agitarlos y este aspecto de sus vidas —el religioso— va quedando más como un eco que lentamente se va desdibujando.

Una segunda lectura puede tener relación con la iconografía o el imaginario religioso, que para más de alguno puede resultar fascinante. Hay mucha historia ahí. Y en mi caso, sí me resultó de interés para este libro en particular.

Pienso en el cine de Buñuel o Pasolini, dos personajes no precisamente cercanos a la ortodoxia católica. Y en sus trabajos la presencia religiosa es tangible y con unos niveles de profundidad dignos de análisis y reflexión.

Y una tercera mirada es mucho más simple y es que, sencillamente, hay personas para quienes los asuntos espirituales y la creencia en Dios son un asunto relevante. ¿Por qué negarse a incorporar este aspecto como materia prima literaria?

 

La presencia de dos ciudades: Santiago y Barcelona

—Catalunya y Chile son dos realidades sociales que abordas en Exilio en calles secundarias. ¿Qué puede esperar el lector del contraste que elaboras a partir de estas idiosincrasias?

—Más que Catalunya, España, o Chile, pienso que en esta obra está más bien la presencia de dos ciudades: Santiago y Barcelona. El eco que busqué para la escritura fue mayoritariamente la voz urbana.

Tuve la oportunidad estudiar y vivir en Barcelona durante los 90. En esa época —a diferencia de lo que ahora ocurre— era muy extraño encontrarse a un chileno en esa ciudad. Éramos poquísimos, frente a otros latinoamericanos como los argentinos o los mexicanos.

Durante bastante tiempo, incluso, confundían mi acento allá y me preguntaban que si era argentino. Mi partida a Barcelona se dio en un contexto particular: en los años 90 el país se había abierto al mundo y había mejorado su situación económica, lo que facilitó que muchos que proveníamos de la clase media pudiéramos salir a estudiar. Eso era impensable durante la dictadura.

Como éramos tan pocos los chilenos, cuando yo me encontraba con alguno o alguna más o menos de una edad similar a la mía, intentaba hablarle de alguna manera. Y no pocas veces me encontré con respuestas poco gratas, algo así como que me decían ‘yo odio Chile’.

Al principio me resultaba chocante, luego comencé a darle una vuelta. Se trataba de gente que acarreaba heridas, traumas, que las habían vivido en Chile y que por eso prefirieron irse.

Mucho de ello tenía que ver con el clasismo, pero había más. Cuando pude profundizar con alguno de ellos me di cuenta de que, aunque se hubieran ido lejos, el trauma lo cargaban por dentro. No bastaba con cambiarse de país o de ciudad para resolver su problema.

De esa manera, comencé a visualizar al protagonista, que se va de Santiago porque ya da no para más pero, finalmente, todo su mundo de Chile, como su mejor amigo o su antigua polola, también llegan a Barcelona.

Había querido escapar, por decirlo de alguna manera, pero ese mundo del que quería alejarse se le vuelve a acercar y a convivir con él.

 

«Provengo del ejercicio del periodismo»

—En su presentación, Gonzalo Baeza Contreras destaca esta novela como un ejemplo de «voz disonante en el actual mar de minimalismo que cuenta historias mínimas y anémicas». ¿Cómo confirmas tu lugar dentro de la producción narrativa actual de nuestro medio?

—Además de escritor, Gonzalo es un lector voraz y agudo. Suelo estar de acuerdo con buena parte de sus análisis y opiniones. En este caso, me permitiré asignarle a él o a otros lectores que consideren si mi voz es disonante o no, ¿quién soy yo para decirlo?

Lo que sí podría comentar es que mis lecturas personales no suelen guiarse por las modas, mi formación tampoco es propiamente ‘literaria’, ya que provengo del ejercicio del periodismo y, finalmente, se me ha ocurrido esta idea de escribir en esta ocasión un libro —mi segunda novela— bastante largo, algo poco común hoy en día.

¿Cuál es mi posición dentro de la narrativa? Lo único que puedo decirte es que tengo la decisión de seguir escribiendo. ¿Desde qué lugar? Espero que podamos verlo en un próximo libro.

 

 

 

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Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es periodista, profesor, traductor y doctorado en literatura hispanoamericana (Washington University in St. Louis).

Ha publicado las novelas Dos cuerpos, Réplicas, Nuestros desechos, No me ignores, Cardumen, Si ellos vieran, Concepciones, Sinestesia, Dame pan y llámame perro, Subterfugio, Succión y Corral, además de los volúmenes de cuentos Frivolidades y Espectro familiar, la novela bilingüe En la isla/On the Island, y el conjunto de poemas Atisbos.

Traducciones de sus textos han aparecido en The Stinging Fly (Irlanda), ANMLY (EE.UU.), Alba (Alemania) y en la editorial Édicije Bozicevic (Croacia).

Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

 

«Exilio en calles secundarias», de Pablo Bravo (Co.incidir Ediciones, 2024)

 

 

 

Nicolás Poblete Pardo

 

 

Imagen destacada: Pablo Bravo.

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