A través de conversaciones y de retratos, la fotógrafa chilena aborda en su libro «Mujeres del tercer tiempo» el recorrido —en diferentes etapas de la existencia— de veintinueve señoras mayores de 50 años, todas descendientes de inmigrantes y de clase alta, a través de páginas donde estas comparten sus experiencias, aprendizajes y emociones, mientras exhiben también el contexto de una época y las posibilidades de desarrollo que tuvo cada una.
Por Nicolás Poblete Pardo
Publicado el 6.11.2024
Pilar Cruz Lemus (1962), fotógrafa chilena especializada en el retrato femenino, tiene una larga trayectoria en el área y ha sido reconocida con una multiplicidad de exposiciones en distintos espacios artísticos de Latinoamérica, como Uruguay, Ecuador, Argentina, Bolivia.
Siempre con el foco puesto en la mujer, a partir de 2004 Pilar realizó por cinco años en su estudio de Santiago talleres para mujeres sobre el reconocimiento de lo femenino a través de la imagen fotográfica.
Desde el 2006 hasta el 2012 hizo clases de fotografía en la Facultad de Artes de la Universidad Mayor, y entre el 2013 y el 2014 en la Facultad de Arquitectura de la Universidad del Desarrollo. El año 2009 Pilar Cruz publicó el libro Memoria sensible de la sinagoga de la calle Serrano.
En este, su último proyecto, patrocinado por la Asociación Psicoanalítica Chilena, Pilar dirige su mirada hacia estas «mujeres del tercer tiempo». Son veintinueve mujeres mayores de 50 años, descendientes de inmigrantes, con gran diversidad de orígenes y de clase acomodada.
A través de sus testimonios y experiencias, ellas nos invitan a conocer historias de mujeres que tantas veces han sido invisibilizadas, estereotipadas e incluso infantilizadas.
«Por diversas circunstancias profesionales y también en mi vida personal siempre tuve acceso a mirar de cerca a mujeres de diversos grupos. Me parece que hay mucho prejuicio hacia la mujer», afirma la autora.
El libro será presentado por la también fotógrafa Mariana Mathews el próximo sábado 16 de noviembre a las 12:00 en la Librería del GAM.
Un proceso entre la incertidumbre y el interés
—La Asociación Psicoanalítica Chilena apoyó este proyecto y tú haces mención a esta teoría, en términos de aprendizaje personal y del rol que cumplen los «mentores». En Mujeres del tercer tiempo vinculas el psicoanálisis con la expresión artística. ¿Qué te permite ese abordaje a la hora de retratar tus sujetos?
—Yo, siendo una fotógrafa psicoanalizada que he intentado ir haciéndome cargo de mi propia historia de vida, fui recibiendo con toda la calidez que me fue posible y mucho respeto todo lo que ellas querían compartir de ese recorrido. Escuchando y mirando con más curiosidad que con juicio.
Esta experiencia fue un ejercicio consciente desde el «vamos». Una consigna personal diría yo. Agradeciendo a los mentores que han sido los que me han ido alfabetizando: ancestros, padres, familia, maestros, cineastas, escritores, colegas, pareja, amigos, hermanos, hijos y ahora nietos. Uno no termina de aprender nunca.
De esa forma las protagonistas de Mujeres del tercer tiempo fueron unas grandes mentoras. Reproducir sus testimonios y retratarlas a de la imagen fotográfica fue mi manera de intentar aquilatar todas las expresiones que estuvieron en juego. Todo el proceso versaba entre la incertidumbre y el interés por conocer sus expresiones y reflexiones. Así me enfrenté a toda la experiencia de este proyecto.
«En el menosprecio que vivimos las mujeres»
—Al explicar tus motivaciones para acotar este trabajo, comentas el riesgo que implica el concentrarse en la clase denominada «acomodada» y el catálogo reductor que podría ver a estas mujeres como «gomeros». Así, sacas a flote una invisibilización de otro orden. Cuéntanos cómo sorteas estos prejuicios y cómo llegaste a esta decisión.
—Tal vez sea la posibilidad de mirar los prejuicios ajenos y propios y también de una cultura en donde uno se ha criado, crecido y vivido. Este grupo de mujeres mayores de 50 años, que tienen diversas improntas, recursos internos y externos, como ya hemos dicho.
Y que tengan una realidad socioeconómica acomodada no significa que sea cómoda. Ahí hay otro prejuicio más. ¿Vamos a mirarlo? Eso es lo que intento.
A ellas se las ha considerado por algunos escritores como mujeres ornamentales, gomeros. No es novedad para nadie que el género femenino ha estado bastante invisibilizado. Estereotipado, tampoco es novedoso. Tal vez lo más desconocido en mis observaciones haya sido la infantilización o en el menosprecio que vivimos las mujeres.
Fíjate que me pasó varias veces haber conversado estos temas con otras mujeres (profesionales, formadas), decir que estas mujeres ‘no tienen nada interesante que contar porque lo tienen todo resuelto’. ¿Qué será ‘todo’? Muchas ideas pre concebidas que quise mirar un poco más. Las que cargamos, hombres y mujeres, las de las protagonistas, las mías propias.
Mirar, escuchar, sentir, volver a mirar. Retratar. En realidad, y siguiendo tu pregunta no decido nada más que mirar, escuchar en las entrevistas y hacer uso de esa mirada a través del lente también.
«Invitar a conocer estos relatos personales»
—En los testimonios, leemos confesiones como «El matrimonio es mucho más complicado que la maternidad». En ellos también vemos el cuestionamiento de haber sido una buena o mala madre. En uno, se admite: «podría escribir un libro de todo lo que hice mal». Otro testimonio comparte el dilema de la médica que contrasta su experiencia del golpe del 73 entre Chile y Estados Unidos. Uno de los más conmovedores es el de la mujer que comparte su duelo por un hijo muerto.
—Claro, todo eso que mencionas son temas que se fueron planteando estas mujeres en su recorrido de vida. Que ellas fueron pensando, compartiendo con la cámara mientras les hacía las entrevistas filmadas.
Una experiencia intensa. Para ellas, para mí también. Para todo el que reciba este libro y decida adentrarse en estos temas tan humanos, ¿verdad?
Por eso la elección de la portada. El retrato de una mujer de espaldas. Es como invitar a conocer a estas mujeres, estos relatos personales. Estos testimonios que pueden ser de cada una. Y de todas a la vez.
Es cierto que me fui encontrando con reflexiones profundas, sensibles, dolorosas como las que mencionas. Muy conmovedoras.
«Siete años de encuentros»
—Las fotos revelan el lado íntimo de las mujeres. Algunas muestran más sus cuerpos; otras, su entorno o la relación con respecto a sus espacios; también su relación con la tierra, animales. ¿Cómo te preparas al momento de fotografiar a tus sujetos?
—Imagínate la oportunidad que se me fue dando. Mientras hacía las entrevistas filmadas en donde iban apareciendo situaciones, lugares, atmósferas que habían determinado a estas mujeres, o bien espacios que las representaban.
Maneras de relacionarse con su corporalidad, con cambios de pensamiento o aceptando los cambios a lo largo del tiempo de sus vidas, con dificultades de toda índole y con deseos nuevos también.
Entonces me fue rondando en la cabeza que, en conjunto, fuéramos eligiendo el lugar y las circunstancias que preferían ellas para hacer los retratos. Y se los fui proponiendo. A veces surgía espontáneamente de ellas.
Lugares que las determinaron en su infancia, o en su adultez. Espacios íntimos. Lugares relacionados con vivencias o conectadas con su propia corporalidad. O con el paso del tiempo. En fin. No hay uso de ninguna manipulación de la imagen.
Desde el principio estuvimos de acuerdo con esa idea. Algunas prefirieron hacerlo a cara lavada, otras con algo de maquillaje. Fíjate que no lo había mencionado antes. Y pienso que es un tema importante de mencionar.
Me parece que puse mucha atención a sus preferencias y traté de echar mano a toda la humildad que me fue posible para recibir sus propuestas más que para dar muchas ideas o direcciones.
Las sesiones fotográficas las hacíamos en un segundo encuentro. Y yo, viniendo del mundo análogo conservé todo el tiempo ese ritmo lento. Pensado. Enfocado. Lleno de incertidumbre. Eso no me abandonó nunca mientras hacía los retratos.
Siete años de encuentros. Me emociona pensarlo. Con una pandemia de por medio que nos cambió a todos. Entonces se me dio la oportunidad de retratarlas después de ese tremendo cambio en la vida para ellas y para todos.
Algunas de ellas salen retratadas antes y después de la pandemia.
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Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es periodista, profesor, traductor y doctorado en literatura hispanoamericana (Washington University in St. Louis).
Ha publicado las novelas Dos cuerpos, Réplicas, Nuestros desechos, No me ignores, Cardumen, Si ellos vieran, Concepciones, Sinestesia, Dame pan y llámame perro, Subterfugio, Succión y Corral, además de los volúmenes de cuentos Frivolidades y Espectro familiar, la novela bilingüe En la isla/On the Island, y el conjunto de poemas Atisbos.
Traducciones de sus textos han aparecido en The Stinging Fly (Irlanda), ANMLY (EE.UU.), Alba (Alemania) y en la editorial Édicije Bozicevic (Croacia).
Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.
Imagen destacada: Pilar Cruz Hurtado.