El escritor chileno de origen boliviano publica a través de la nortina Editorial Aparte, «Bahía tenóforo», su primer libro de poesía, el cual se encuentra inspirado en versos que están influenciados por su obsesión con el mar, los canales australes y con el existencialismo biológico.
Por Nicolás Poblete Pardo
Publicado el 6.7.2024
Bahía tenóforo (Editorial Aparte, 2024), de Yuri Soria-Galvarro (Cochabamba, 1968) es la última publicación del licenciado en biología marina y master en creación literaria, quien tiene a su haber los libros de relatos: La frontera (2001), Crónicas de viaje, Mar interior (2006) y Cuentos del Pacífico Sur (2015), la novela El perseguidor de la luz, (2019) y el hermoso y original Bestiario de Suralia (2022), que incluye fenomenales ilustraciones a cargo de Marcelo Paredes.
De esta manera, Bahía tenóforo es su primera incursión en la poesía y en el volumen se muestra su obsesión por el mar, los canales australes y la biología, posicionando a una voz protagonista en búsqueda constante de rastros, como un científico explorando paisajes internos.
La poeta Melissa Castillo destaca: «Yuri Soria-Galvarro nos invita a embarcarnos en un viaje introspectivo, pero a la vez empírico, que navega desde los orígenes del universo hasta la biología molecular, y nos devela cómo la poesía puede ser un refugio frente a la desazón de la vida cotidiana».
Rolando Martinez, editor de Editorial Aparte, cuyo catálogo destaca por sus cuidadas y hermosas ediciones, y suele fijar su ojo en poéticas regionales, comenta:
«El trabajo de Yuri Soria-Galvarro hace posible inclinar la mirada hacia esa vida implacable que aún persiste en el sur chileno. En estos poemas la navegación hace frente a la complejidad del mar, que arrastra embarcaciones y cuerpos, estos últimos, a tabernas húmedas y frías, en donde la humanidad comulga con nombres de aves, pueblos, aunque también, con las singularidades de la ciudad donde habita».
«En la noche del olvido»
—Se denuncian las limitaciones o los límites de la ficción («Bitácora») y se evoca el pasado más primitivo; el que nos halló nómades y no aún extintos, con la fantasmática realidad kawéskar, por ejemplo. También la limitación de las palabras protagónicas («Isla Tac»). Hay un rescate de ellas y un constante naufragio.
—Nacemos para el naufragio. La vida entera es una sucesión de intentos por mantenernos a flote, sabiendo que indefectiblemente nos hundiremos en la noche del olvido. En el camino cacareamos palabras, sueños y memorias.
Los kawéskar llevaban el fuego en las canoas, probablemente había alguien en cada familia encargado de mantener las brasas ardiendo, y navegaron antes que nosotros en los canales australes. Hay veces en que se puede escuchar todavía sus cantos a los espíritus del bosque y las ballenas, algunos piensan que es solo el viento.
«La literatura es un compendio de fuerzas opuestas»
—Proyectas varias fuerzas opuestas, que en varios sentidos, gestan oxímorones, como el de la (in)utilidad. ¿Cómo pactas estas oposiciones?
—La literatura es un compendio de fuerzas opuestas. Para escribir, por ejemplo, hay que creer que lo que uno hace tiene valor, abordar el trabajo con el ímpetu y la energía necesarias para corregir y reescribir durante muchos años un libro. Y también tener la honestidad para concluir que el texto no vale nada y que debes enviarlo en el mejor de los casos a la basura. Lo que queda en el intermedio es lo que finalmente se publica.
No sé si existe un oficio más inútil que el de escribir poemas. Pero a veces lees un poema y sientes que se ha condensado una tajada del universo, que se ha detenido el tiempo y se comunica algo más allá del lenguaje, como este verso de Gonzalo Rojas:
Sábete Sancho que la imaginación no es un perfume de mujer
como dijo Al Pacino en esa película, es más
que esa película, se parece
a una mariposa grande de antes del Mundo, tiene
cómo decírtelo belleza y
tristeza como cuando llueve encima del mar
y el zumbido es un hilo
hilísimo de silencio.
Y la poesía tiene también la libertina forma del sueño para concatenar imágenes aparentemente inconexas. Como dijo Bolaño en un verso:
La poesía entra en el sueño como un buzo muerto en el ojo de Dios.
«Creo en los géneros como el primer mandamiento de la literatura»
—A nivel formal, ¿cómo decides la diferenciación entre versos y prosa?
—Es bastante simple. Lo primero es que creo en los géneros como el primer mandamiento de la literatura. Yo he escuchado a alguna gente, sobre todo los que están comenzando en el oficio de escribir, que dicen: yo escribo no más, no sé si es verso o prosa, no creo en los géneros literarios.
A esos los mandaría un rato a Siberia (con todo respeto eso sí), y a leer obsesivamente por unos ocho a diez años.
Cuando escribo prosa estoy en una novela, un cuento o un microcuento, no hay ambigüedades. Salvo la ambigüedad del microcuento, que se emparenta con el poema, el aforismo y el refrán (también mandaría a Siberia a los que escriben solo microcuentos, nuevamente con todo respeto).
Y cuando escribo poesía, que no lo hago muy a menudo, sale un poema en verso o como prosa poética.
«La democracia es lo mejor que hemos inventado»
—En los poemas vemos a la flora y fauna acechados y asechados por el mercado. También hay personas que se venden al sistema y renuncian o traicionan ideales. Hay un discurso también político que pone en entredicho nociones como la democracia.
—Toda la flora y fauna, la biodiversidad, los ambientes acuáticos y terrestres están en peligro por culpa del homo sapiens. A nombre de muchos ideales, sistemas políticos y dioses se han producido los mayores genocidios y catástrofes ambientales.
Una de las virtudes de la democracia es que permite la crítica, consiente incluso poder putear a los políticos, a los diputados y a los presidentes. Tiene muchos defectos la democracia, pero es lo mejor que hemos inventado.
Creo que, si algo se pudiese mejorar en la democracia, es hacerla más chiquita, acortarle el poder, que las unidades de gobierno no sean países sino provincias o ciudades. Aunque pensándolo bien y mirando la historia, las polis griegas, que eran ciudades estados, igual tenían esclavos y se agarraban a piñazos entre ellas.
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Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es periodista, profesor, traductor y doctorado en literatura hispanoamericana (Washington University in St. Louis).
Ha publicado las novelas Dos cuerpos, Réplicas, Nuestros desechos, No me ignores, Cardumen, Si ellos vieran, Concepciones, Sinestesia, Dame pan y llámame perro, Subterfugio, Succión y Corral, además de los volúmenes de cuentos Frivolidades y Espectro familiar, la novela bilingüe En la isla/On the Island, y el conjunto de poemas Atisbos.
Traducciones de sus textos han aparecido en The Stinging Fly (Irlanda), ANMLY (EE.UU.), Alba (Alemania) y en la editorial Édicije Bozicevic (Croacia).
Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.
Imagen destacada: Yuri Soria-Galvarro.