El libro homónimo (de la autoría de Frances Hodgson Burnett) se ha convertido en un clásico de la literatura inglesa y ahora, justo cuando se cumplen 100 años desde su publicación original, llega en una nueva adaptación cinematográfica bajo un elenco consagrado, y el cual incluye a los intérpretes Colin Firth y a Julie Walters en su reparto. La obra audiovisual se encuentra disponible a través de la plataforma de streaming Cining, de las salas Cinemark y Hoyts.
Por Ezequiel Urrutia Rodríguez
Publicado el 5.2.2021
Habiéndose cumplido un siglo desde que Frances Hodgson Burnett escribió su afamada novela, el equipo encargado de las adaptaciones de Harry Potter (dirigidos por el inglés Marc Munden) nos presenta una nueva interpretación a esta obra, cargada por ese fuerte factor nostálgico, así como una fotografía de primer nivel.
Lamentablemente, como pasa a menudo con las adaptaciones literarias en el cine, esta película se habría tomado sus respectivas licencias, volviendo la experiencia un tanto… agridulce.
Si bien, por un lado, la construcción de su encuadre posee una diversidad de elementos que sumergen al espectador en un ambiente dinámico, por otro lado tenemos esos cambios injustificados al material base, los cuales no pudieron convencer del todo a la audiencia.
Pero antes, vamos a lo básico.
La película nos pone en contexto de la separación de India y Pakistán, zonas controladas por el gobierno británico, que además debe afrontar la difusión del cólera en sus dominios.
Esto nos lleva con nuestra protagonista, una niña de padres ingleses que acaba de perderlos debido a este virus, y que por eso será enviada a Inglaterra con su tío, el señor Craven.
Dicho viaje destacaría por la forma de diferir en la paleta de colores, transmitiendo así el cambio que esta niña (Mary) está padeciendo. De vivos y tropicales tonos a escalas grisáceas proyectando el desánimo, algo que además va acorde a la situación de este tío, quien, por cierto, ha perdido hace un tiempo a su mujer.
Por supuesto, este proceso de cambios no necesariamente tiene que ser una pesadilla para la protagonista, y así como el ambiente al cual se dirige se encuentra cubierto de ese toque desolador, este mismo también cuenta con ese contrapeso que permite revitalizar estas vidas rotas: el afamado jardín secreto.
Según lo narrado por Burnett, este jardín había sido plantado para la señora Craven, y cuando esta falleció, su esposo cerró las puertas y se olvidó de él. Tal espacio se luciría, además, por ser ese patio de juegos para el equipo de Munden, en donde se plasma con aún más fuerza esa gama de colores vivos, acompañados de encuadres en fluidos movimientos, justo como lo haría la brisa del viento.
Y no solo eso, a dichas tomas se suman enfoques a contraluz, permitiendo atrapar reflejos de arcoiris cruzando el encuadre, también fotografías en cámara lenta que capturan la gracia del aire sacudiendo las hojas, y lo que posiblemente fue lo más surrealista de tales encuadres: la animación dedicada al crecimiento de las plantas, generando la impresión de que tienen vida propia (bueno, una vida parecida a la de un ser humano).
Pero ahora, ya centrándonos en sus personajes, algo que levantó más de una ceja fue la forma en que despojaron a Mary de su personalidad original, dejándola más como un medio para mover la historia que como esa niña arisca, malcriada y voluntariosa.
Sí, es cierto que por medio de flashback nos revelan que su madre la rechazaba constantemente, pero lo que Dixie Egerickx no reflejaría en su papel fueron las consecuencias de dicho abandono, esa actitud egoísta y tiránica que poco a poco va superando.
Algo similar se puede decir de Martha, la sirvienta de los Craven, quien en el libro se presenta como esa figura materna que disciplina a Mary, y que además despierta esa actitud empática que luego nos presentaría. En la versión de Munden, por el contrario, tenemos a este personaje plano que le importa un pimiento la niña.
Los únicos personajes que mantuvieron su esencia original serían Dickon y el ama de llaves, pero tampoco eran papeles tan difíciles de retratar. E incluiría en esta lista a Colin, el hijo del señor Craven, de no ser por cierto elemento dramático que compartía con Mary, el cual luego perdería.
Claro, la actuación de Edan Hayhurst, sin duda estuvo a la altura. Hablamos de un niño berrinchudo, histérico, que ante la menor discrepancia grita de miedo pidiendo socorro (hasta su hiperventilación le salió precisa), pero que su gracia como personaje era ser el reflejo de Mary, esa voz frente al espejo que le dice: “¿ves a este niño?, ¿ves lo castroso que es? Bien, pues así eres tú”.
Colin era esa pauta de fallas que volvían a Mary humana, y con quien podía empatizar debido a que compartían destinos similares. Aunque algo interesante de esta interpretación va de cómo volvieron el recuerdo de su madre su motivación para volver a caminar, pese a que, por ello, restaron esa idea wiccana que Colin atribuía al jardín. La magia que supuestamente ocultaba.
El único personaje cuyos cambios resultaron ser más provechosos (¿quién lo diría?) vendría siendo el señor Craven. Esto porque, a diferencia del libro, tenemos mayores interacciones del mismo, ya sea descargando su angustia o dejando que la ambientación hable por él.
Esta interpretación del actor Colin Firth me recordaría al trabajo de Vanessa Kirby en Fragmentos de una mujer (2020), cómo el dolor de una pérdida lo hace encerrarse en sí mismo, alejándose incluso de su hijo. Esto sumado a la brutal sobreprotección de un niño aislado que necesita crecer, ir al mundo real, en lugar de pasar como otro recuerdo amontonado en el ático de aquella mansión.
Sin embargo, a pesar de todos estos elementos, nada quita lo débil que estuvo esta pieza en términos de caracterización. Pese a que en ritmo se mantiene constante y ningún momento demuestra una baja considerable.
Pero es que los cambios que sus personajes presentaron trastornan tanto el desarrollo de la misma, a la vez que despojaron a los mismos de ese carisma que los identificaba, que realmente no hay encuadre en el campo que le pueda hacer balance.
Hablando en general, esta historia es visualmente deslumbrante, y su historia tampoco es una construcción desastrosa o contradictoria (como las películas de Percy Jackson), pero en verdad queda tan al debe con la actuación de sus personajes que realmente desilusiona al espectador, haya leído, o no, la obra de Burnett.
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Ezequiel Urrutia Rodríguez nació en la comuna de San Miguel (1996), pero ha vivido toda su vida en los barrios de Lo Espejo.
Es egresado de administración empresarial del Centro Educacional Alberto Hurtado y de pedagogía general básica de la Universidad Católica Cardenal Raúl Silva Henríquez, con la mención en lenguaje, comunicación y literatura.
También es el autor de la obra homónima Kairos, del sello independiente Venático Editores, y es el dueño del canal de YouTube Poesía con Armin, en el cual adapta su repertorio a material audiovisual.
Asimismo, es socio activo de la Sociedad de Escritores de Chile (Sech) y participa del grupo en Podcast, Momento Literario.
Tráiler:
Imagen destacada: El jardín secreto (2020).