Dirigida por Clasab!, este filme nacional —subtitulado «por querer agarrar un corazón dibujado en el pavimento»— se exhibe actualmente en la plataforma de streaming de la Red de Salas y se encuentra protagonizado por los actores Marcos Araya, Analí Muñoz y Mariela Morales, y es la primera parte de una trilogía, iniciada por su realizador, titulada “Malos amores”.
Por Aníbal Ricci Anduaga
Publicado el 2.5.2021
Muchas veces lo nuevo, la experimentación, proviene del cine antiguo o clásico.
El director nos confronta a una situación relativamente cotidiana como lo es la infidelidad, con personajes arquetípicos y escapando del clisé inicial de que la relación sexual con la esposa mejora cuando se tiene un amante.
La anécdota narrada no tiene nada de complicada, sin embargo, la propuesta íntima y minimalista sorprende y el espectador accede a las zonas oscuras y luminosas de la mente humana. La cinta atrapa y uno quiere seguirla y enredarse en este laberinto de emociones.
Analizaremos algunos ingredientes de la propuesta estética, rupturista en relación al cine chileno conservador, pero que no hurga en elementos novedosos o eclécticos, sino que rescata elementos del audiovisual clásico y lo vuelve vanguardista.
Es muy interesante la propuesta del guion de Clasab! (seudónimo del realizador nacional Claudio Astullido).
Las claves estéticas de un cine vanguardista
Primero, fotografía en blanco y negro con gran profundidad de campo.
El director emplea el blanco y negro como una manera de acentuar las emociones de los personajes, recordemos al expresionismo alemán, a Fritz Lang en particular, con rostros delineados por el maquillaje y montando las escenas con primeros planos de contrapunto.
Al director chileno le interesa cada centímetro del rostro de sus personajes, los planos medios son aumentados, siempre el espectador observa detenidamente las imperfecciones gestuales.
Segundo, muchos planos fijos y pocas locaciones.
El maestro en la utilización de planos fijos era el japonés Yasujirō Ozu. Componía planos pictóricos donde la acción transcurría sin prisas y nos adentraba paulatinamente en el mundo externo e interno del personaje. Un cine donde la ausencia de palabras y el fuera de campo visual y sonoro eran fundamentales para construir la historia.
Para Clasab! las locaciones son un personaje importante, la cámara es fija, nunca neutra. Su propuesta no es teatral, está en los detalles, en como la mesa del comedor puede contener un desorden o bien una mesa presentada con cuidado, con la cena servida de forma elegante, en los objetos descubrimos los estados de ánimo al interior de la pareja.
El marido es un tipo de aspecto descuidado que maneja un taxi y la esposa se viste muy pulcramente y trabaja en una oficina de arquitectos. No parecen tener nada en común: ella es fanática de la limpieza y el no es capaz de instalar el vástago de una ampolleta. De forma casual, el marido conoce a una mujer excéntrica, la amante, y el marido deberá compartimentar su vida entre las dos mujeres.
Tercero, la importancia del lenguaje.
Los diálogos del comienzo, sobre todo en los primeros encuentros con la amante, están llenan de citas existencialistas y derrotistas, hay un negativismo a ultranza encarnado en el esposo. Luego entran en confianza y el buen sexo convierte los diálogos en amables y cotidianos. Surge la poesía, la escena en el Correo Central está muy bien lograda, el lenguaje se torna diáfano.
Conforme empiezan los problemas de desencuentros entre los amantes, surgen los conflictos y el lenguaje adquiere la carga de las emociones.
Cuarto, un timing perfecto en la duración de las imágenes.
Aquí hay gran olfato fílmico de Clasab! Ninguna escena se extiende más allá de lo que debe durar y las elipsis son perfectas.
Ejemplos del cine clásico de timing perfecto hay que buscarlo en La pasión de Juana de Arco (1928) de Carl Theodor Dreyer, o bien en la futurista La Jetée (1962) de Chris Marker, ambas un homenaje al trabajo fotográfico, vertiente que rescata de buena manera esta cinta chilena.
Una simple reunión de cables
Lo curioso es que la amante llena de luz la vida del esposo, pero este se empieza a reencantar de la vida con su esposa. El departamento de la amante es luminoso y el del matrimonio es frío.
Ahora el esposo desea complacer a su mujer y preocuparse por su bienestar, nuevamente los detalles son los importantes: limpiar el cuarto, prepararle la cena. El esposo cambia abruptamente su postura ante la vida.
Hay un evento trágico, las palabras se prestan a equívocos y el personaje incluso llora. Las emociones desbordaron el lenguaje.
Algo crucial dentro de esta historia es que alguien tiene que pagar los platos rotos, pero no necesariamente será el culpable de lo sucedido. El director renuncia a la predestinación de que el perdedor atraerá todo lo malo: el azar juega un papel importante.
El protagonista extrajo la energía de la amante, es una especie de vampiro, y aprovechó esa energía para cambiar ante su esposa.
Después de las lágrimas, pareciera que no siente culpa y atornilla la ampolleta luego de terminar la instalación eléctrica.
El espectador queda pensando en las relaciones como algo concreto, una simple reunión de cables con el objeto de brindar luz.
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Aníbal Ricci Anduaga (Santiago, 1968) es un ingeniero comercial titulado en la Pontificia Universidad Católica de Chile, con estudios formales de estética del cine cursados en la misma casa de estudios (bajo la tutela del profesor Luis Cecereu Lagos), y también es magíster en gestión cultural de la Universidad ARCIS.
Como escritor ha publicado con gran éxito de crítica y de lectores las novelas Fear (Mosquito Editores, 2007), Tan lejos. Tan cerca (Simplemente Editores, 2011), El rincón más lejano (Simplemente Editores, 2013), El pasado nunca termina de ocurrir (Mosquito Editores, 2016) y las nouvelles de Siempre me roban el reloj (Mosquito Editores, 2014) y El martirio de los días y las noches (Editorial Escritores.cl, 2015).
Además, ha lanzado los volúmenes de cuentos Sin besos en la boca (Mosquito Editores, 2008), los relatos y ensayos de Meditaciones de los jueves (Renkü Editores, 2013) y los textos cinematográficos de Reflexiones de la imagen (Editorial Escritores.cl, 2014).
Sus últimos libros puestos en circulación son las novelas Voces en mi cabeza (Editorial Vicio Impune, 2020) y Miedo (Zuramérica Ediciones, 2021).
Asimismo es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.
Tráiler:
Imagen destacada: El tipo que se quebró las uñas (2018).