La novela del escritor György Spiró (en la fotografía) -inspirada en la Revolución húngara de 1956- es una de las últimas joyas bibliográficas provenientes de ese país que engalanan las vitrinas y los anaqueles de nuestras librerías, tal como antes lo hicieran los títulos de Imre Kertész, de Sándor Márai o de Lajos Zilahy. Aquí, la traductora al castellano del narrador que nos ocupa, dialoga en exclusiva con el Diario «Cine y Literatura».
Por Nicolás Poblete Pardo
Publicado el 29.12.2018
Exposición de primavera (Tavaszi Tárlat en el original, y que data de 2010) de György Spiró (1946) es la única entrega que ha sido traducida al castellano del connotado novelista, poeta, profesor y traductor húngaro, en una edición a cargo de Acantilado, una casa impresora que está haciendo justicia al traducir a importantes escritores de Europa del Este. Tomando como célula protagónica a una pareja compuesta por un ingeniero y una empleada en el Palacio de las Artes de Budapest, la novela se desarrolla en el álgido año de 1956, un momento histórico que marcó a una sociedad entera. En ese instante, un potente movimiento de resistencia actuó revolucionariamente contra las despóticas políticas impuestas por la Unión Soviética.
La novela comienza de modo soberbio al presentarnos a Gyula Fátray, “nuestro héroe”, como se refiere irónicamente al protagonista, atrapado en un hospital mientras la revolución acontece de manera tumultuosa en el exterior. Pero la operación que tolera Fátray es más que simbólica: sus hemorroides son una verdadera hipérbole. Instantáneamente sabemos que las hemorroides operadas son una forma de hablar del dolor, de la imposibilidad de asimilar y de evacuar la tensa realidad. “Los dolores que acompañan a la primera defecación tras una operación de hemorroides se suelen comparar con los de un parto”, leemos en el inicio de la novela. Pronto nos enteramos de que “nuestro héroe” está lejos de ser un héroe: su matrimonio es insatisfactorio, la relación con su esposa, Kati, es superficial y, en reiteradas ocasiones, se nos hace saber que siente poco afecto por ella. Su pequeño hijo tampoco es fuente de orgullo o inspiración. El mismo Fátray lo considera torpe y abúlico. “Nuestro héroe” es prácticamente incapaz de matar a una gallina y, cuando lo hace, se sorprende de haber tenido la aptitud para concretar la matanza. Pero el destino de Fátray está marcado de antemano, del modo más dramático posible: Detrás de su apellido hungarizado se esconde el estigma del judío, pues su apellido de origen es Klein. Desde ese momento el drama se desenrolla impostergablemente. Una infamia de lo más burocrática y de lo más kafkiana, marca a Fátray, injustamente, como conspirador, acusación que resulta en su condena. Así, vemos al protagonista batirse con una realidad que lo aliena, humilla y enloquece, en los estertores de un sistema que busca al chivo expiatorio por excelencia.
En la novela rondan diversos actores de la Hungría de esos años, aportando una carga histórica y política de grueso calibre. Por ejemplo, Mátyás Rákosi, secretario general del Partido Comunista entre 1945 y 1956, y discípulo de Stalin, es una imagen fantasmagórica que los protagonistas no se pueden sacudir de sus psiques. El siniestro grupo “Los cruces flechadas”, partido fascista, pro-alemán, antisemita, también está en el imaginario de Exposición de primavera. Irónicamente, el título de la novela es la exposición que Kati, la esposa del héroe, ha organizado en el museo. Eso también está destinado al fracaso, pues la exhibición es considerada un insulto a los valores comunistas y Kati es degradada progresivamente, al igual que su marido. Una reflexión de éste, frente a una compañera de trabajo, resume esta angustia: “¿Por qué me odiaba? ¿Porque tengo un título?, ¿porque soy comunista?, ¿porque soy judío?, ¿porque soy hostil a la clase obrera?, ¿porque soy hombre?, ¿porque no morí en la guerra o alguna otra razón?”. De este modo, la novela nos sumerge en una atmósfera de traición, chaqueteo y espionaje. Ése es el agobiante telón de fondo que Spiró ha escogido para organizar su potente denuncia a partir de esta narración.
Eszter Orbán, traductora (junto a Antonio Manuel Fuentes) de Exposición de primavera desde el húngaro hasta su versión en castellano (publicada por Acantilado en 2013), contestó algunas preguntas al Diario Cine y Literatura acerca de la única novela publicada en España perteneciente al corpus bibliográfico del gran escritor húngaro.
-Al leer Exposición…, inmediatamente surgen las comparaciones, o, más bien, las semejanzas con El proceso, de Kafka, pero también con La muerte de Iván Ilich. ¿Cómo crees que operan estas referencias en la novela?
-El paralelismo entre Gyula Fátray, el antihéroe de Exposición… y Josef K. es innegable. La lucha de los protagonistas, predestinada desde un principio al fracaso, contra la inexplicable injusticia cometida contra ellos por el Poder sin rostro une íntimamente estas dos obras. Gyula Fátray es el típico “pequeño hombre”, figura predilecta de las letras rusas, una persona sin carácter, gris. En ese sentido, es como Iván Ilich, sin duda. No obstante, yo creo que Fátray tiene más que ver con Akaki Akákievich de Gogol, o con cualquier otro don Nadie de la literatura universal que de repente se convierte en protagonista de una historia de la que no es dueño.
-La novela denuncia la represión y, específicamente, el antisemitismo. Durante el último tiempo ha habido cierta preocupación internacional por la situación en Hungría hoy, específicamente por el temor que ha provocado una supuesta “constitución fascista”. ¿Es alarmante? ¿Ves alguna relación entre la novela, situada en 1956, y lo que ocurre hoy?
-Mi breve respuesta sería: sí. La situación actual en Hungría me parece alarmante, y por supuesto hay una relación entre la novela y la actualidad húngara. Sin embargo, no pienso que esto se dé sobre todo por el tema del antisemitismo. La novela habla de la época que sigue inmediatamente a la revolución de octubre, de las represalias y del consiguiente temor que reina en el país. Curiosamente, al leer el libro yo tenía la impresión de leer sobre mi infancia, que coincidía con el final del llamado comunismo gulash, durante el segundo lustro de los ’70 y principios de los ’80, que en teoría no tenía nada que ver con el ambiente de terror posrevolucionario. No obstante, la cobardía y la falsedad de los personajes, la contemporización sin escrúpulos y el imperativo de hacerse invisible para asegurarse la supervivencia, tan destacados en la novela, marcaban también la época de Kádár. Kádár era un traidor de la revolución, que llamó a las tropas rusas para sofocarla, pese a ello, en poco tiempo se convirtió en Nuestro padre Kádár, como lo llamaba el pueblo. La cobardía, el mimetismo, el olvido colectivo y la voluntad de vivir aun a costa de la pérdida de ideales y principios siguen siendo vigentes en la actualidad. Nuestro presente es, a mi juicio, una prolongación del kádarismo. Los actuales mecanismos del Poder son como copiados de aquella época, igual que la reacción de la gente. Pero la novela, evidentemente, no trata de Hungría, sino que tiene un valor universal. Spiró es un autor tremendamente lúcido, con impresionantes conocimientos de historia, que siempre ve los acontecimientos y los comportamientos humanos desde una perspectiva sumamente amplia.
-En ese sentido, también ha habido alarmas sobre brotes antisemitas, algo que la novela trata de manera magistral, presentando al protagonista en medio de un “Estado de excepción”. ¿Crees que es importante destacar este aspecto en Exposición…?
-Sin duda, el tema del antisemitismo, la condición de judío y el sentimiento de extrañeza están presentes en la novela, pero no me parece que sean lo más destacado de la obra. Algunos críticos incluso le reprocharon a Spiró que no hubiera elaborado esos temas, que aparecen solo de forma tangencial en la novela. Para mí, la condición de judío de Fátray tiene importancia sobre todo porque acentúa su indefensión y su vulnerabilidad. Y Fátray, como tantos judíos de la época, cree en el comunismo, en esa utopía que al final resulta una pesadilla. Solo al término de la novela, y a duras penas, llega a comprender la falsedad y la crueldad del sistema. El sabio abogado Lali Szász le arroja a la cara la atroz verdad: “estos también son fascistas, solo rojos”. Sin embargo, la desilusión de Fátray es pronto seguida del autoengaño, propio de casi todos lo húngaros de entonces, y escenificado magistralmente en el capítulo final de la novela.
-¿Qué desafíos enfrentaste al traducir un texto elaborado de manera tan precisa?
-Era un trabajo muy grato, precisamente porque el texto está muy bien redactado, las frases son claras y precisas. Anteriormente he dicho que Fátray es un personaje gris. Pues el lenguaje de la novela es igualmente gris, cosa que había que reflejar en la traducción. Y esto no siempre es fácil. Hay mucha repetición intencionada, que el húngaro tolera mejor que el español, pero al recurrir a sinónimos tenía que obrar con mucho cuidado para no hacer un texto “demasiado bello”. La otra dificultad radicaba por supuesto en la terminología propia del comunismo. En eso me ayudó muchísimo mi compañero Antonio Fuentes, que es un gran conocedor no solo de la lengua, sino también de la historia (y de tantas otras cosas más…); descubrimos muchos paralelismos entre el funcionamiento del franquismo y el comunismo húngaro. Al fin y al cabo, los sistemas de represión, no importa de qué color sean, son muy parecidos. Si hubiera trabajado con un lector chileno, sin duda también nos habríamos entendido perfectamente…
-¿Cómo ves el escenario literario húngaro actual?
-Hay autores muy diferentes, con proyectos bien distintos, como en todos los países. La revolución de 1956 era un tema pendiente por escribir, todos esperaban la gran novela del ’56, y entonces salió Spiró con Exposición…, que es una novela del ’56 en la que la revolución prácticamente está ausente. Yo espero que se publiquen más obras que nos ayuden a elaborar colectivamente el pasado: la época de entreguerras, todo aquello que nos llevó a la II Guerra Mundial, nuestra responsabilidad en la aniquilación de cientos de miles de compatriotas judíos, la dictadura blanda de Kádár, y el cambio de sistema de 1990, que, vistos los acontecimientos antidemocráticos actuales, resultó ser un total fracaso. Sin embargo, lo que más espero es que por fin surja una literatura que dé voz a la multitud de pobres, gitanos, aldeanos, personas sin hogar, los grandes perdedores del cambio de régimen, que se hallan al margen de la sociedad, y que no tienen voz. Es un problema enorme de la Hungría de hoy, que apenas tiene repercusión en la ficción. La obra de János Háy constituye una excepción en ese sentido, y acaba de publicarse una novela de corte autobiográfico del excelente poeta y literato Szilárd Borbély, que presenta a una familia de la Hungría rural de la década de los 1960-70, que vive en la pobreza extrema. Solo he hablado del género de la novela, pero hay que subrayar que están saliendo tomos de relatos muy interesantes, muchos de autoras mujeres. La poesía siempre ha constituido la faceta más fuerte de la literatura húngara, y actualmente también goza de buena salud. No es de extrañar que la poesía política esté viviendo una época de renacimiento. La literatura infantil también florece, apenas encuentras a autores que no hayan publicado también algún libro para niños. Bueno, Spiró, por ejemplo, no, pero es mejor así, hay que dejar que los niños sueñen, ya se despertarán más tarde. Leyendo, por ejemplo, Exposición de primavera.
Nicolás Poblete Pardo es escritor, periodista y PhD en literatura hispanoamericana por la Washington University in St. Louis, Estados Unidos. En la actualidad ejerce como profesor titular de la Universidad Chileno-Británica de Cultura, y su última novela publicada es Concepciones (Editorial Furtiva, Santiago, 2017). Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.
Imagen destacada: El escritor húngaro György Spiró (Budapest, 1946).