«Fake News»: El poder de la mentira

Es increíble como se viraliza la información falsa, diez veces se comparte, va a otros tantos lugares virtuales y luego añade a su haber una centena más de replicados, después va a Twitter, a Facebook, le suma otros mil quinientos «me gusta», y sigue su andar por las redes sociales, hasta perderle el rastro, todos excitados en una ola frenética que comprueba como la ficción es más grande que la realidad, en la estupidez del reenvío sin comprobaciones, y la divulgación miope e ingenua de lo que “otro dijo”.

Por Rodrigo Barra Villalón

Publicado el 12.4.2020

La donación de Constantino fue un decreto imperial apócrifo atribuido a Constantino I, según el cual, al tiempo que se reconocía como soberano al Papa Silvestre I, se le donaba la ciudad de Roma, algunas provincias de Italia y todo el resto del Imperio romano de Occidente, creándose así el llamado Patrimonio de San Pedro.

La autenticidad del documento se ponía ya en duda durante la Edad Media, pero el humanista Lorenzo Valla demostró fehacientemente en 1440 que se trataba de una falsificación, ya que, mediante el análisis lingüístico del texto, no podía estar fechado alrededor del año 300; simplemente un monje desconocido había falsificado el documento aparentemente firmado por Constantino para hacer creer a las élites de la época que el mismísimo emperador cedió diversos territorios italianos, incluyendo el actual Vaticano.

Para los historiadores, un documento falso constituye todo un desafío. Pueden sacar tantas conclusiones de este, a nivel de sus concepciones, como de documentos irrefutables. Nietzsche comienza un texto de juventud fechado en 1873 y publicado de forma póstuma, titulado Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, con una fábula: “En algún apartado rincón del universo centelleante, desparramado en innumerables sistemas solares, hubo una vez un astro en el que animales inteligentes inventaron el conocimiento. Fue el minuto mas altanero y falaz de la «Historia Universal». Pero, a fin de cuentas, sólo un minuto. Tras breves respiraciones de la naturaleza, el astro se heló y los animales inteligentes hubieron de perecer”. La mentira es tan rica como la verdad, decía Nietzsche.

En plena pandemia se ha viralizado (valga la redundancia) un poema de Mario Benedetti que se ajusta perfectamente a la situación y entrega ánimos a quienes permanecen en cuarentena: «No te rindas».

El 14 de septiembre de 1920 nació en Paso de los Toros, Tacuarembó, Uruguay, Mario Orlando Hardy Hamlet Brenno Benedetti Farrugia, más conocido como Mario Benedetti, periodista y escritor perteneciente a la Generación del 45. Desde los catorce años trabajó en la empresa Will L. Smith, S.A. de repuestos para automóviles (así es, mismo nombre del actor y rapero), en la que hizo prácticamente de todo: fue vendedor, cajero, taquígrafo, contable; hasta que en 1939, acompañando como secretario al líder de la Escuela Raumsólica (de la que formaron parte también su familia y la familia de Luz López Alegre, quien después sería su esposa), se trasladó a Buenos Aires, donde hizo también un poco de todo, pero especialmente —según contaría más tarde, leyendo a Baldomero Fernández Moreno— descubrir su vocación de poeta.

Volvió a Montevideo en 1941, donde luego consiguió una plaza de funcionario en la Contaduría General de la Nación y desde 1945 hasta 1974, con la clausura de la publicación, se integró en la redacción del semanario Marcha, un importante foro de reflexión y análisis clave en la cultura rioplatense, en el que se formaron hasta tres generaciones uruguayas de intelectuales con Juan Carlos Onnetti, Eduardo Galeano, Emir Rodríguez Monegal, Ángel Rama, Alfredo Zitarrosa, Daniel Viglietti o Idea Vilariño como nombres principales, de cuya sección literaria Benedetti sería director en 1954.

Es increíble como se viralizan las cosas, diez veces se comparte, va a otros tantos y luego una centena más de compartidos. Después va a Twitter, Facebook; otros mil quinientos o más, hasta perderle el rastro. Todos excitados en una ola frenética que comprueba como la ficción es más grande que la realidad, a veces. Hasta que surge un ligero problema: ese poema, que en numerosas publicaciones y páginas atribuyen a Mario Benedetti, no fue escrito por el poeta uruguayo, a pesar de que muchos de los que lo compartieron declarasen habérselo leído y que era de sus favoritos. La verdad es que se lo debemos a un perfecto desconocido, según aclara en su página la Fundación que lleva el nombre de Benedetti.

Tremendo el poder de la mentira, y más tremendo sería averiguar cuál fue la intención de quien la creó. Quizá por ello es tan apasionante la mentira. Cuantos se han ido a acostar pensando en el poder de la literatura con ese poema, igual como en su tiempo creyeron en el poder del catolicismo y que los mismos poderosos emperadores cedían territorios para erigir sus edificios y propagar su fe. Pensar ahora en la riqueza de las concepciones de ese Autor Desconocido, en la ingenuidad de sus creyentes, en las consecuencias, en la ansiedad por remarcar algo a todas luces evidente: la estupidez del reenvío sin comprobaciones, la divulgación de lo que “otro dijo”. Sí, la mentira, la fascinante mentira que incluso permitió la existencia del Vaticano es humana, demasiado humana. Y hasta en ciertas circunstancias llega a poseer ribetes genuinos de belleza.

 

No te rindas

No te rindas, aún estás a tiempo
de alcanzar y comenzar de nuevo,
aceptar tus sombras, enterrar tus miedos,
liberar el lastre, retomar el vuelo.

No te rindas que la vida es eso,
continuar el viaje,
perseguir tus sueños,
destrabar el tiempo,
correr los escombros y destapar el cielo.

No te rindas, por favor no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se esconda y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma
aún hay vida en tus sueños
porque la vida es tuya y tuyo también el deseo,
porque lo has querido y porque te quiero.

Porque existe el vino y el amor, es cierto,
porque no hay heridas que no cure el tiempo,
abrir las puertas quitar los cerrojos,
abandonar las murallas que te protegieron.

Vivir la vida y aceptar el reto,
recuperar la risa, ensayar el canto,
bajar la guardia y extender las manos,
desplegar las alas, e intentar de nuevo,
celebrar la vida y retomar los cielos,

No te rindas por favor no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se ponga y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños,
porque cada día es un comienzo,
porque ésta es la hora y el mejor momento,
porque no estás solo/a,
porque yo te quiero.

Autor desconocido

 

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Rodrigo Barra Villalón nació en Magallanes, zona austral de Chile, en 1965. Cirujano dentista titulado en la Universidad de Chile, ejerció durante algunos años para luego dedicarse a la actividad empresarial en un ámbito del que recién se comenzaba a hablar: Internet. La literatura siempre fue una pasión, pero se mantuvo inactiva por razones de fuerza mayor. Hasta que en 2018, alejado ya de temas comerciales, tomó la decisión de convertirla en un imperativo.

En ese año sometió su escritura al escrutinio de diversos editores, talleres y cursos; publicando su primer libro de cuentos y de crónicas políticas del período de la dictadura (1973-1991), Algo habrán hecho, en diciembre de esa temporada (Zuramerica, 2018), el cual obtuvo una positiva reacción por parte de la crítica especializada y del público lector. Luego vendría Fabulario (Zuramerica, 2019), una colección de 37 narraciones de ficción alegóricas y se encuentra trabajando en su primera novela, Un delicioso jardín. Es socio activo de Letras de Chile.

Asimismo es redactor estable del Diario Cine y Literatura.

 

Rodrigo Barra Villalón

 

 

Imagen destacada: Mario Benedetti (1920 – 2009).