Exhibido en el contexto de la Competencia Internacional del Festival de Cine de Valdivia —el cual se desarrolla vía streaming hasta el próximo 14 de octubre, desde el sur del país—, el largometraje documental del realizador inglés Phillip Warnell se escenifica en la ciudad más importante de los Estados Unidos.

Por Carlos Pavez Montt

Publicado el 6.10.2020

La interacción entre dos subjetividades ya no es libre. Ahora rigen las normas de la cercanía, la seguridad, la estabilidad; de las barras que asemejan metafórica y metonímicamente nuestro existir a la retórica de una prisión.

El encarcelamiento propio en los círculos ficticios, o mejor, para no involucrar a las artes narrativas, abstractos, imaginarios no por su validez ontológica o su ratificación en lo que somos, sino por su construcción en una suerte de cemento acorporal, de fundamento sin fundación.

Esta parece ser una de las aristas que toca la película documental del director londinense. Porque, ubicada en las calles de Nueva York, y filmada con una simplicidad que no deja de ser notable por sus precisiones, las imágenes de la obra se montan una seguida de la otra, formando algo así como un presente continuo o no eterno.

Así se construye una puesta en escena que ocupa una buena porción de realidad fáctica para su constitución. El diálogo se posiciona entre la interioridad y la exterioridad, en algo que forma un devenir muy lindo.

Pero contradictorio: se dan consejos de vida, calmas a las ansiedades, momentos emocionantes y abrazos sinceros, toda una pantomima generada, desde la artificialidad, en las calles del eterno movimiento y cosificación.

La dinámica existencial contrasta con esa estabilidad buscada por los individuos. Los cuerpos, condenados de manera inherente a su condición situada, se mueven y buscan con tranquilidad sus sentidos. Y ya nada se puede separar de dicha intención.

El cemento materializado y reformado, la calle, los autos, las líneas,las tiendas y su arquitectura pretenciosa, los teléfonos, los carteles publicitarios, los semáforos, los postes, los cuerpos. Las subjetividades y, quizás, los espíritus que se mueven entre la contingente y abundantísima estimulación.

Entre la propuesta permanente de captar al mundo, de lograr un estado de reposo que va en contra de la inercia, del devenir que no podemos observar, no percibir en nuestro alrededor.

En un documental experimental, intencional y reflexivo, Warnell y el equipo de realización logran construir una obra potente, emocionante por el contenido dialógico del guión y, también, por la sinceridad, por la humanidad exaltada a lo largo de las conversaciones espontáneas, por el recorrer casi autónomo de cada uno de sus minutos.

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Carlos Pavez Montt (1997) es licenciado en literatura hispánica de la Universidad de Chile, y sus intereses están relacionados con ella (con la literatura en lengua romance), utilizándola como una herramienta de constante destrucción y reconstrucción, por la reflexión que, el arte en general, provoca entre los individuos.

Tráiler:

Carlos Pavez Montt

Imagen destacada: Intimate_Distances (2020).