Este filme -que llega a las mejores salas chilenas, luego de haber triunfado en el Festival de Cannes 2016-, cuenta el derrotero audiovisual y dramático de Romeo Aldea, un médico rumano empeñado en que su hija de 17 años, Eliza, apruebe los exámenes finales de la secundaria, lo cual le permitiría ganar una beca para seguir estudios universitarios en el Reino Unido. Pero Eliza es atacada sexualmente frente a la escuela. Y todo –todo- se pone en duda.
Por Yanina Giglio
Publicado el 6.6.2018
«El arte es un método de levitación, separa a uno de la esclavitud de la tierra».
Anaïs Nin
Una piedra es lanzada. Otra más. Una irrumpe en el hogar, rompe el vidrio de la sala, despierta a una familia tipo en Rumania. Así el comienzo de Bacaleureat -voz rumana para bachillerato- película escrita y dirigida por Cristian Mungiu (premio Mejor Director en el Festival de Cannes 2016 por esta cinta).
El filme, que llega a las mejores salas chilenas con el nombre de Graduación, cuenta el derrotero de Romeo Aldea (Adrian Titieni), un médico empeñado en que Eliza (Maria Dragus) su hija de 17 años, apruebe los exámenes finales que le permitirían aplicar a una beca en Reino Unido. Pero Eliza es atacada sexualmente frente a la escuela. Y todo –todo- se pone en duda.
El hombre nace y muere solo. Pero no hay nada, absolutamente nada que pueda realizar en aislamiento, sin ayuda de otro. Desde ahí pendula también esta historia, donde se deshilacha el tejido social putrefacto, la herida abierta por la competitividad y el egoísmo, la falta de recursos en un sistema burocrático que nos necesita únicamente en tanto individuos y sujetos.
“No cometas un error ahora solo porque nosotros lo cometimos. Si lo haces significa que todo lo que hice no tuvo sentido” (…) “Algunas veces lo que importa en la vida es el resultado.” Explicará bajo el manto de la noche, Romeo a su hija en la intimidad del cuarto. Y a la mañana siguiente otra vez, y redobladas, enfrentadas y en disputa todas las categorías de lo real: las burocracias, la calidad de vida, los peligros, las fantasías, la honestidad, lo íntegro, las oportunidades, el esfuerzo sísifo…
“La pureza del cine y su fuerza intransferible se muestran no en la agudeza simbólica de las imágenes, sino en el hecho de que las imágenes expresan la concreción e irrepetibilidad de un hecho real”, escribe Andrei Tarkovski en Esculpir en el tiempo. Y así lo entiende y reproduce Mungiu. El punto de giro del arco narrativo es la piedra de lo real. El piedrazo, el cascote de una construcción mimética.
La violencia codificará territorios en cada escena, entonces Rumania vista como el patio trasero, sucio y empobrecido de la gran mansión occidental. La violencia sobreimprime territorialidades: quien es atacado debe además, ser quien perpetúe la violencia en sí mismo, bajo un sistema que lo deja siempre víctima, marcado como un paria, para que siga excluido de quienes –aún- se mantienen vírgenes al fraude.
Este largometraje es una construcción existencialista sobre el derrumbe. Quizás, porque esta sea la única forma posible para una constitución. Es a través del completo derrumbamiento del sistema de creencias de todos y cada uno de los personajes que el director logra ejercer una presión radical en el espectador. Tanto que ya hacia el final, después de los créditos, el acto casi involuntario de levantarse de la butaca se transforma en un epílogo performático de la película. Un como si en el cine ocurriera el acto de fe contra lo injusto, la utopía, un levantamiento masivo. O este poema de Pablo:
“Y así, reunido,
duramente central, no busco asilo
en los huecos del llanto: muestro
la cepa de la abeja: pan radiante
para el hijo del hombre: en el misterio el azul se prepara
para mirar un trigo lejano de la sangre.
Dónde está tu sitio en la rosa?
En dónde está tu párpado de estrella?
Olvidaste esos dedos de sudor que enloquecen
por alcanzar la arena?
Paz para ti, sol sombrío,
paz para ti, frente ciega,
hay un quemante sitio para ti en los caminos,
hay piedras sin misterio que te miran,
hay silencios de cárcel con una estrella loca,
desnuda, desbocada, contemplando el infierno.
“Reunión bajo las nuevas banderas” en Tercera residencia de Pablo Neruda.
Tráiler: