Durante la ejecución de su recital el solista brasileño se inclinaba hacia adelante hasta casi tocar las teclas con la boca, como si quisiera fusionarse con el instrumento, mientras exhibía una compenetración y concentración totales. Su fraseo utilizaba dinámicas que sumergían al oyente en la música, más allá de las notas impresas, utilizando el legato para unir los distintos segmentos o períodos abarcados. Su interpretación sobrepasaba la mera expresión estilística o técnica, siendo delicada y emotiva. De una forma apasionada e introspectiva expuso el desarrollo estético de cada una de las obras.
Jorge Sabaj Véliz
Publicado 5.10.2017
El intérprete brasileño Jean Louis Steuerman (Rio de Janeiro, 1949) escribió un nuevo capítulo en el ciclo para piano solo, único en su tipo en Chile, organizado por el Teatro Municipal de Santiago, el pasado jueves 21 de septiembre de 2017.
El recital incluyó obras de Johann Sebastian Bach, Ludwig Van Beethoven, Joao Guilherme Ripper y Frédéric Chopin. Abarcando desde el período Barroco hasta la música contemporánea, la presente selección es un fiel reflejo de su vida artística, que incluye estudios en Nápoles, y giras, festivales y presentaciones por Europa, Estados Unidos, Japón, México y Sudamérica.
El recital comenzó con la Partita Nº 2 en Do menor, BWV 826, de Johann Sebastian Bach, en una sala al 80 por ciento de su capacidad, apareció el solista vestido en un discreto negro y una tupida cabellera blanca. Un tanto retraído y tímido. Atacó la pieza con ostensible naturalidad y control técnico, brindándole al público un estilo de interpretación alejado de los cánones habituales a la obra de Bach, dándole un tono evocativo y emotivo mediante el uso, con mayor libertad, de la expresividad e inteligencia del rubato o tempo rubato.
Durante la ejecución se inclinaba hacia adelante hasta casi tocar las teclas con la boca, como si quisiera fusionarse con el instrumento, mientras exhibía una compenetración y concentración totales. Su fraseo utilizaba dinámicas que sumergían al oyente en la música, más allá de las notas impresas, utilizando el legato para unir los distintos segmentos o períodos. Su interpretación sobrepasaba la mera expresión estilística o técnica, siendo delicada y emotiva. De una forma apasionada e introspectiva nos expuso el desarrollo de cada parte de la obra. Llamó la atención su nulo uso del pedal.
A continuación fue el turno de la Sonata Nº 31 en La bemol Mayor, op. 110 de Ludwig Van Beethoven. La mayor parte de las virtudes observadas en la obra anterior las manifestó en ésta el solista. Es así como utilizó hábilmente los silencios para remarcar los distintos momentos dramáticos del movimiento, marcando adecuadamente el inicio y el final de cada frase musical. Cambió de un pianísimo a un forte con extrema facilidad. El uso del crescendo progresivo, al momento de subir en una escala, resultó particularmente efectivo. En Beethoven no abusó del rubato, dándole un carácter más clásico que romántico a esta sonata del último período compositivo del autor. Sin embargo, no alcanzó el mismo grado de compromiso y concentración exhibidos en el número anterior, notándose aquí más incómodo.
La Sonata del compositor y director brasileño Joao Guilherme Ripper (Río de Janeiro, 1959) se mostró como una obra compuesta por dos temas muy líricos y coloridos. El tema principal se componía de cinco notas sobre las que ejercía múltiples variaciones amen de líneas ascendentes. A esto sumaba variados efectos, trinos y cambios dinámicos. El estilo compositivo convocaba reminiscencias a la música francesa, específicamente a la obra pianística de Erik Satie y de Claude Debussy.
En la última parte del recital Jean Louis Steuerman abordó tres obras del compositor polaco Frédéric Chopin. La Balada Nº 1 en Sol menor, op. 23, fue ejecutada con un tempo moroso que le daba amplios espacios a las detenciones y silencios. Así le quitó espectacularidad a la interpretación para exponer la belleza de los temas. En las escalas pudo exhibir la naturalidad de su técnica. Dio la impresión de que dotó de mayor importancia a las armonías en demérito de la expresividad romántica que el período y el estilo exigían.
En cuanto al Nocturno Nº 1 en Do menor, op. 48, nuevamente el solista brindó una interpretación a contrapelo de la tradición estilística, dándole más importancia al tono lírico y contemplativo, que a exacerbar la expresividad innata de la composición, exhibiendo así su costado más amable. El orden y la moderación frente al pathos o pasión romántica, donde se pudo apreciar gran uso del arpegio.
Para finalizar, con el Scherzo Nº2 en Si bemol menor, op. 31, sin duda la mejor lograda de los tres, nos mostró una interpretación molto cantábile, o “cantada”, es decir, con énfasis de la línea musical frente al acompañamiento. Más clásica que romántica, sin énfasis, buscando siempre la sonoridad de los acordes. Un tempo de vals elegante y susurrado, con escalas molto legato, es decir, interpretadas de manera suave y sostenida sin interrupción perceptible entre las notas, dándole importancia a los elementos secundarios. Con una técnica fluida y poco ostentosa.
Luego de los aplausos vinieron dos bises: 1) El Vals en Re bemol mayor, llamado popularmente, el “vals del minuto”, debido a que se supone que sólo se tarda un minuto en interpretarlo (aunque en realidad suele ejecutarse en aproximadamente un minuto y cuarenta segundos) y 2) El Aria, de las Variaciones Goldberg, de J.S. Bach, que es un favorito de los intérpretes y del público como pieza de bis y que nuevamente nos mostró que el despojo de la obra de Bach le sienta bien a su interpretación introvertida.
El ciclo Grandes Pianistas 2017 del Municipal de Santiago continúa el miércoles 13 de diciembre, con un programa encargado a la pianista rusa Varvara Nepomnyashchaya.
Crédito de las fotografías: Marcela González Guillén, del Municipal de Santiago, Ópera Nacional de Chile